Por Pere Jódar, Javier Tébar, Ramon Alós
Celebración por la liberación de París en los Camps Elíseos, 1944.
Vivimos tiempos paradójicos en los que es difícil encontrar el punto de contacto entre sindicatos y movimientos sociales. Lo viejo/lo nuevo, lo acordado-pactado-negociado y lo arrancado mediante la movilización, la participación mediante representantes o la participación directa; lo colectivo y lo individual, con sus respectivas identidades y reconocimientos. En fin, al margen de los movimientos tectónicos de la economía y la sociedad, el cambio en el sentido común de la época, las modas culturales -también las académicas- influyen…
Mientras se enfatizan identidades y avanza el individualismo, la clase dominante no ha perdido su conciencia de propiedad y privilegio y que aprovecha para acelerar y sofisticar sus medios de control, hegemonía y subordinación. Tienen claro la lucha de clases y los medios para ganarla.
Vivimos tiempos paradójicos en los que es difícil encontrar el punto de contacto entre sindicatos y movimientos sociales.
La identificación emocional con realidades o ideas concretas: precariado, feminismo, ecologismo, sindicalismo radical o reformista, etnicismo, neocolonialismo, géneros fluidos; hace que nazca inmediata una preocupación: ¿es posible una alternativa capaz de integrar las diferencias en un proyecto emancipador común, democrático, plural…
Sí observamos la historia, ésta nos muestra que, en bastantes momentos y lugares, “las personas se han defendido de las agresiones a sus sistemas de vida y subsistencia”. Así, hemos explorado esta idea para buscar en el tiempo momentos de coalición y encuentro entre los movimientos sociales: sean éstos asociaciones organizadas como los sindicatos, sean movimientos más espontáneos de tipo comunitario como la PAH o las mareas.
Para iniciar el camino hemos analizado en diversos textos: 1) los cambios en el capitalismo; 2) las consecuencias en forma de hegemonía del neoliberalismo, y el consiguiente aumento de la desigualdad; 3) y, en este caldo de cultivo, las acciones de los subordinados que se rebelan contra la servidumbre en forma de acción colectiva.
Sostenemos que, con diferencias y especificidades, hay un hilo conductor en la historia de los movimientos sociales, desde los motines y la economía moral, hasta la indignación y los movimientos comunitarios actuales, pasando por el movimiento obrero y sus sindicatos; por ello damos importancia a la acción común necesitada de instrumentos para:
- Acentuar el papel de mayorías y minorías, desiguales y olvidados, sean mujeres, etnias, como pobladores del campo. Igualdad ante la creciente desigualdad.
- Acentuar aquello que es denominador común en la historia de los movimientos: la percepción de una profunda injusticia; se tome conciencia de ella en los lugares de trabajo o en la vida cotidiana. Tradicionalmente los grupos humanos se han movilizado igual por las retribuciones, los impuestos o los precios injustos, así como por la injusticia en el reparto de derechos o de su pérdida, con independencia de sus diferencias. Fraternidad.
- Acordar, negociar. Al producirse la efervescencia movilizadora o revolucionaria, finalmente se llega a la negociación o al consenso de la nueva hegemonía, si se quiere algo duradero. Superar la libertad formal implica adquirir capacidad de decisión, negociación real. Libertad sustantiva.
Sostenemos que, con diferencias y especificidades, hay un hilo conductor en la historia de los movimientos sociales, desde los motines y la economía moral, hasta la indignación y los movimientos comunitarios actuales, pasando por el movimiento obrero y sus sindicatos
Partimos de Marx, Polanyi y Gramsci. De modo que consideramos que las clases subordinadas y sus organizaciones y movimientos se enfrentan en la actualidad a una ofensiva autoritaria: se pierde poder estructural y asociativo (Marx) y asistimos a una ofensiva mercantilizadora (Polanyi), legitimada por la construcción cultural que acompaña la hegemonía neoliberal (Gramsci). Ello nos sitúa en un contexto en el que:
- La innovación técnica y el excedente ocupacional y poblacional que genera el actual desarrollo económico (desempleo, precariedad, migraciones) debilitan las organizaciones de los trabajadores (destruye su poder asociativo).
- Los procesos de cualificación y descualificación dividen y segmentan a los trabajadores, fomentando la competencia entre ellos (debilita su poder estructural); las diferencias laborales se acentúan añadiendo fragmentaciones por edad, etnia y género.
- El proceso de precarización y empobrecimiento resultante de la pérdida de estas capacidades salta de la producción a la reproducción en la que se intensifica el proceso de mercantilización que destruye personas, grupos, sociedades y naturaleza. El capitalismo ahora invade (mercantiliza con toda su potencia) los escenarios de la vida cotidiana, uniendo a la fuerza, con dolor y sufrimiento, lo que el mismo capital separó: vida y trabajo. Lo que funcionaba de manera solapada, afectando principalmente a las mujeres (economía informal, doble trabajo, doble presencia), ahora se nos muestra con toda su ‘normalidad’, en el supuesto que nos afecta a todos por igual. Es decir, se exige una respuesta individual (flexibilidad, conciliación, responsabilización) y competitiva, para no ser una persona perdedora en el universo mercantil; sin espacio para las relaciones sociales, la reciprocidad, la acción colectiva.
Llegados aquí podemos hablar de fragmentos de trabajo (Babiano y Tébar), puestos de trabajo ocupados por diversas personas (Andrés Bilbao); de la tarea o proyecto que sustituyen el horario y puesto de trabajo; de incertidumbre, trabajo gratis o de la permuta del contrato laboral por promesas no escritas. También de cómo se revalidan la jerarquía y la subordinación por medio de técnicas blandas (Danièle Linhart) que aumentan aún más la discrecionalidad empresarial; de formas de obtención del consentimiento (Burawoy) que refuerzan el control directivo mediante el algoritmo; asimismo, de la institución de un proceso de precarización e inseguridad generalizado que facilita la explotación (Bourdieu).
En el tiempo la organización ha aportado la estabilidad que otorga a los subordinados capacidad negociadora y ésta es indispensable para obtener derechos y protecciones para los más débiles, aunque puede generar conciencia corporativa. No obstante, la organización refleja su base real y potencial; el sindicato (Hyman) por ejemplo responde a la posición contradictoria de los trabajadores entre apoyar al patrón, tolerarlo o combatirlo.
De todo ello se desprende que la espontaneidad de la efervescencia crea demandas y necesidades de largo plazo (derechos y protecciones, por ejemplo) y la organización genera recursos para alcanzarlas.
El bienestar y los sistemas de relaciones laborales guiados por la negociación colectiva y un amplio reconocimiento de derechos y protecciones fueron posibles por la movilización, la organización y la conciencia política (Piketty en su último libro), aunque dejó a enormes grupos de trabajadores (mujeres, inmigrantes, etnias) en una posición secundaria. En la actualidad, el peligro del desempleo y la precariedad afecta a casi todos los colectivos y, sin embargo, es mucho más complicado alcanzar la acción colectiva. La imposición hegemónica de los designios de las grandes corporaciones, de la banca, erosiona las normas justas de trabajo y de vida. A partir de ahí se detecta una paradoja: mientras la homogeneidad en el proceso de trabajo (el obrero masa) favoreció el poder sindical a pesar de las diferencias en condiciones de vida con los trabajadores no manuales, profesionales y técnicos; hoy la enorme segmentación en la producción favorece la división a pesar de la tendencia a la igualación (a la baja) de las condiciones de vida y trabajo de amplias capas de población trabajadora.
la espontaneidad de la efervescencia crea demandas y necesidades de largo plazo (derechos y protecciones, por ejemplo) y la organización genera recursos para alcanzarlas.
Babiano y Tébar aducen cuatro regularidades históricas en el proceso de formación de la clase obrera que contribuyen a la explicación de la paradoja reseñada: a) los procesos de intensa migración; b) la ciudad como elemento segregador; d) la subordinación de las mujeres y otros grupos sociales; d) la compleja relación entre clase y ciudadanía, aumentada mediante el consumismo, la individualización, la noción de clases medias, que diluyen el conflicto laboral y político, en conflictos emocionales e identitarios.
El tsunami mercantilizador alumbra unos tiempos que destruyen personas, sociedad, naturaleza. Ahí, en la frontera o zona híbrida, entre empleo y trabajo, entre espacio y tiempo productivo y reproductivo, hay un gran margen de acción conjunta y necesaria de todos aquellos que quieren alejarse de la distopía neoliberal y construir una sociedad emancipada, justa, democrática.
Las organizaciones de los trabajadores y de los ciudadanos, tienen todas su idiosincrasia y campo propio de acción, pero más allá de los agravios y rivalidades, ¿es posible hallar elementos básicos de acción coordinada? ¿Unir la espontaneidad con la organización, la democracia participativa con la representativa? Todo esto suena a contradictorio y difícil, pero esta ha sido y es la historia de los movimientos sociales a lo largo del tiempo: la pugna entre la ley de hierro de la oligarquía (liderazgos, personalismos, corporativismos…) frente a la ley de hierro de la democracia (participación, movilización…). No olvidemos a E. P. Thompson: la formación de la clase social se genera mediante luchas y acciones colectivas.
El tsunami mercantilizador alumbra unos tiempos que destruyen personas, sociedad, naturaleza.
Conclusiones:
- El sindicalismo nace y se transforma con los movimientos sociales. La idea de justicia o injusticia social está en la base de la relación entre comunidad y organizaciones y movimientos. Hoy cuestionadas por el sentido común neoliberal.
- El estado del bienestar se puede considerar una racionalización de la economía moral de la multitud; el sindicato la respuesta asociativa (racional) a la racionalización de la sociedad capitalista.
- Necesidad de transformación y de superación de retos. Subsanar errores (las discriminaciones históricas) y experimentar nuevas formas de representación y acción colectiva.
- La tecnología no es determinante, depende de las decisiones sobre su uso. Como en anteriores giros tecnológicos y organizativos del capital, es necesario aprender a contrarrestar el control Big Tech y trazar alternativas. La batalla por el sentido común hegemónico es fundamental.
- El Capital ha gobernado mediante la transformación del proceso de trabajo y la división del trabajo. Se ha de ir a la raíz que no necesariamente está en la producción, sino también en la vida, en la cotidianeidad y en la naturaleza. La creación de población excedente fruto de esa división del trabajo y la fragmentación de las situaciones e intereses de los trabajadores es un elemento crucial a hacer frente.
- La invasión de la vida cotidiana por la mercantilización neoliberal borra fronteras trazadas con anterioridad entre trabajo y vida. La respuesta ha de ser combinada entre movimientos comunitarios y movimientos sindicales. De hecho, hemos observado un cierto desplazamiento del conflicto desde el centro de trabajo hacia espacios urbanos.
- Finalmente, no sólo es una cuestión de acción colectiva, sin un cambio cultural fuerte que fomente la solidaridad, la cooperación, la empatía y la ayuda mutua entre las personas, la acción colectiva tiende a repetir los errores que impiden deshacernos de la subordinación.
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Pere Jódar, Javier Tébar y Ramon Alós, son co-editores de Pasos a la Izquierda