Por Guy Carassus
A propósito de la obra colectiva titulada: Travail e(s)t liberté?
Las cuestiones en torno al trabajo -y no sólo al empleo- vuelven al centro de los debates sobre cuestiones sociales. La lucha de los «chalecos amarillos» revelando los límites del modelo de precarización y empobrecimiento generalizado de una parte de la mano de obra asalariada, la puesta en relieve del papel y la importancia de los «primeros y primeras de la corvea»1 durante la pandemia de covid19, opuesta al reconocimiento social que se les otorga a través de los salarios de miseria, o la movilización social contra la enésima reforma de las pensiones que pretende imponer dos años más de «trabajo forzado» a todos los asalariados, en contra de la perspectiva ya abierta de una tercera edad de la vida humana; todos estas resistencias por mantener abierta la perspectiva del progreso social han tenido algo que ver.
Estas luchas -y muchas otras que las precedieron- no surgieron de la nada. Durante décadas, los poderes fácticos, en connivencia con la gran patronal, se han esforzado por hacer retroceder los derechos sociales fomentando la precarización del trabajo y reforzando su subordinación en nombre del mercado globalizado y de la competencia. Esta es una de las razones del relativo borrado del trabajo en el periodo anterior: había que restarle importancia, o incluso permitir que se creyera que podía desaparecer como consecuencia de la expansión de las nuevas tecnologías en las actividades productivas, al tiempo que se garantizaba la disponibilidad de fuerza de trabajo para satisfacer las exigencias de valorización del capital. No hay nada que hacer: lo único que ven y quieren es exprimir la plusvalía del trabajo vivo, y de esta manera lo han perjudicado considerablemente. La explotación y el sufrimiento psicofísico que engendra, la dominación y los impedimentos a la inteligencia que ocasiona, la alienación y la pérdida de humanidad que provoca en cada persona -todos estos defectos engendrados o exacerbados por una relación social de producción que subyuga el trabajo al capital- han arrojado una dura luz sobre las contradicciones entre las aspiraciones emancipadoras del mundo del trabajo y el refuerzo de los grilletes en los que se encierra el trabajo para controlarlo y constreñirlo cada vez más eficazmente.
«Las cuestiones en torno al trabajo -y no sólo al empleo- vuelven al centro de los debates sobre cuestiones sociales»
El estrechamiento o incluso el cierre del espacio en el que puede desarrollarse un proceso emancipador en el trabajo, y por consiguiente fuera del trabajo, es un hecho capital de la evolución del neoliberalismo en el ámbito de la empresa. Es un hecho que no puede quedar completamente enmascarado por los numerosos intentos de la dirección de convertir la empresa en un lugar en el que la «libertad individual» -si no la propia «felicidad» en persona- sea la base de un nuevo modelo económico capitalista. Así pues, no podemos sino alegrarnos de la publicación de un libro titulado: Travail e(s)t liberté? que hace de esta gran contradicción el núcleo de su argumentación, tan importante para resituar las dimensiones del trabajo, tanto antropológicas (las mujeres y los hombres como productores, su comunidad, su mundo), como políticas (el trabajo como crisol de dominación y trampolín de emancipación) en una perspectiva emancipadora para todos.
«Estas luchas -y muchas otras que las precedieron- no surgieron de la nada. Durante décadas, los poderes fácticos, en connivencia con la gran patronal, se han esforzado por hacer retroceder los derechos sociales fomentando la precarización del trabajo y reforzando su subordinación en nombre del mercado globalizado y de la competencia»
Este libro es fruto de un colectivo interdisciplinar internacional (ArTLib, por Atelier de recherche Travail et Libertés) creado en el seno de la Universidad de Aix-Marsella, que reúne a centros de investigación universitarios e institutos de sociología, psicología del trabajo y filosofía, investigadores, así como a expertos y profesionales de las empresas. Esta diversidad de enfoques críticos alimenta una manera singular de abordar la cuestión. Partiendo de una contextualización histórica y teórica del trabajo, investigan el terreno del trabajo concreto en un intento de dilucidar las transformaciones en curso y caracterizar sus contradicciones. Y, el resultado, es fascinante.
El trabajo entre la emancipación y la servidumbre
Los múltiples matices de la libertad y el trabajo
Desde el principio, en la primera parte del libro, los autores introducen la complejidad de la cuestión señalando los diferentes significados que pueden darse a los conceptos de libertad (autonomía, independencia, libertad individual y colectiva, democracia social, emancipación) y trabajo (actividad, empleo, profesión, oficio), así como a las relaciones conflictivas que mantienen necesaria e inextricablemente entre sí en la realidad del trabajo y en sus representaciones (autonomía y dominación, subjetivación y sujeción, apropiación y alienación, autorrealización y pérdida) en función de la posición y las experiencias de cada actor en el mundo del trabajo. Esta dimensión contradictoria es un punto clave para pensar la posibilidad de emancipación en su oposición a la sumisión. Indica que el trabajo vivo en relación con la libertad contiene efectivamente estas dos facetas, cuya expresión concreta puede llegar a dar lugar a graves patologías o proporcionar las mayores satisfacciones. Ni que decir tiene que, en la práctica, existe toda una gradación entre estos dos polos, correlacionada con las características singulares de cada actividad.
En consecuencia, la noción de libertad como perspectiva relacionada con el trabajo también está sujeta a algunos matices importantes en las posibles configuraciones que puede adoptar, ya que los arquetipos definidos -referidos a las estrategias aplicadas por los actores- van desde «liberar el trabajo a liberarse del trabajo, pasando por en, a través, o a pesar del trabajo».
«los autores introducen la complejidad de la cuestión señalando los diferentes significados que pueden darse a los conceptos de libertad (autonomía, independencia, libertad individual y colectiva, democracia social, emancipación) y trabajo (actividad, empleo, profesión, oficio)»
De liberar el trabajo a liberarse del trabajo, pasando por liberarse en, a través, o a pesar del trabajo
«Liberar el trabajo» podría significar crear las condiciones y eliminar todos los obstáculos para que podamos adueñarnos de nuestro propio trabajo para realizarlo con total libertad. «Liberarse en el trabajo» significa adquirir mayor libertad para desempeñar la propia actividad mediante la formación y la adquisición de cualificaciones. «Liberarse a través del trabajo» puede ser una perspectiva para algunos ya que aporta remuneración, reconocimiento social y, a veces, realización personal. «Liberarse a pesar del trabajo» es algo parecido a una estrategia de evasión, que puede implicar «una promesa de libertad a través del salario» y el poder adquisitivo que conlleva, o dar prioridad a la inversión personal en actividades fuera del trabajo. «Liberarse del trabajo» es un asunto más peliagudo y matizado, porque implica dar prioridad a la propia libertad y adaptar el trabajo a este criterio para que se convierta, o tienda a convertirse, en una actividad -entre las que componen toda vida humana- que contribuya a la construcción e invención del yo.
«un nivel micro que es el del individuo en el trabajo enfrentado a las contradicciones que surgen entre el trabajo prescrito y el real»
Trabajo y libertad: examinados en los niveles macro, meso y micro
En la segunda parte del libro, estas cuestiones sobre las tensiones entre trabajo y libertad se desarrollan y profundizan desde tres ángulos principales: un nivel macro en relación con los grandes relatos históricos producidos por los actores sociales que configuran una visión de la realidad [un sentido común compartido]; un nivel meso en el que diferentes actores (directivos, asalariados) y entidades (dirección, sindicatos) intervienen en los distintos lugares de trabajo para organizarlo en función de condicionantes; un nivel micro que es el del individuo en el trabajo enfrentado a las contradicciones que surgen entre el trabajo prescrito y el real.
Macro: los grandes relatos
A nivel macro, los principales actores sociales que encontramos son los de la dicotomía burguesa/proletaria «clásica» en sus variantes históricas. En los inicios del capitalismo, la burguesía, a la cabeza de la actividad productiva, glorificaba tanto el trabajo como a los asalariados, aunque chocaba con ellos por el modelo de libertad. Para la burguesía, el empresario que revoluciona constantemente la empresa produciendo riqueza según criterios de rentabilidad era el actor central, garante del progreso de la sociedad en su conjunto (Max Weber y La ética protestante y el espíritu del capitalismo). Para los asalariados, en el centro del gran relato socialista-comunista, están los hombres y las mujeres que están obligados a trabajar para ganarse la vida y que producen riqueza en condiciones de explotación y alienación que amenazan su libertad. Para ellos, no puede haber emancipación a través del trabajo a menos que se cuestionen estas injusticias, mientras que, para la burguesía, la libertad se conquista a través del trabajo realizado de conformidad con las normas capitalistas.
«el riesgo y la incertidumbre exige ahora que cada cual sea «empresario de sí mismo»
A estas dos narrativas, un tanto anticuadas, se ha unido ahora la de un neoliberalismo dominante que refuta e integra ciertos aspectos de las narrativas anteriores para instalar la suya propia: no hay, o ha dejado de haber, antagonismo capital/trabajo porque hemos entrado en una sociedad en la que el predominio de las finanzas, el riesgo y la incertidumbre exige ahora que cada cual sea «empresario de sí mismo» para hacer frente a los retos de «un mercado abierto en el que la competencia es libre». En consecuencia, liberarse trabajando puede adoptar una u otra, si no todas, de las cinco configuraciones que van desde «liberar el trabajo» a «liberarse del trabajo».
¿Dejar de estar explotado? La participación te convierte en accionista al tiempo que conservas la condición de asalariado. ¿No estar dominado? La empresa liberada2 disuelve las jerarquías al tiempo que sublima el papel del líder supremo. ¿Dejar de estar alienado? Conviértete en propietario de tu herramienta de trabajo adoptando el estatuto de auto-empresario sin dejar de estar subordinado. El mensaje parece claro: a partir de ahora, la empresa tendrá en cuenta tu deseo de emancipación. No hay por qué poner en tela de juicio los objetivos de rentabilidad y beneficios fijados por el afán ilimitado de valorización y de acumulación de capital.
Así pues, para combatir la omnipresencia del relato neoliberal que reconduzca el estado de cosas existente, la cuestión de crear una nueva narrativa emancipadora sigue sin respuesta…
«¿Dejar de estar explotado? La participación te convierte en accionista al tiempo que conservas la condición de asalariado. ¿No estar dominado? La empresa liberada disuelve las jerarquías al tiempo que sublima el papel del líder supremo. ¿Dejar de estar alienado? Conviértete en propietario de tu herramienta de trabajo adoptando el estatuto de auto-empresario sin dejar de estar subordinado»
Meso: la dirección y los directivos frente a los asalariados y los sindicatos
En el nivel intermedio, o meso, el colectivo ArTLib pone en juego la oposición entre empresas y directivos, frente a los asalariados y sus organizaciones sindicales. Estas dos entidades tienen la capacidad, siguiendo modalidades específicas y sobre aspectos diferentes, de actuar sobre la vida de la empresa. La dirección de la empresa, a través del management, dispone de varias vías de intervención para regular a su manera el espacio de libertad concedida a los asalariados. Se trata de normas, procedimientos e indicadores elaborados en función de objetivos de rentabilidad, de la individualización de las relaciones sociales, a menudo en detrimento de las relaciones colectivas, y de la promoción de una cultura de empresa que incita a los asalariados a identificarse con el futuro de la empresa capitalista. En el proceso de racionalización entre los distintos métodos de intervención, el criterio que prevalece es el del coste económico, al que se añaden los plazos y la calidad. Ni que decir tiene que cuando se trata de aumentar la productividad del trabajo con los métodos utilizados actualmente en el neoliberalismo (despidos, precariedad, automatización, deslocalización, etc.), o incluso en los experimentos que buscan una mayor integración de los asalariados «realizados» (empresa liberada, organización que aprende, evaluación, reporting -comunicación-, etc.), el espacio de libertad real en el trabajo alcanza rápidamente sus límites…
«el famoso «compromiso fordista» de aceptación de la separación entre la concepción y la ejecución del trabajo. A partir de entonces, se abandonaron las reivindicaciones relativas al contenido del trabajo en favor de la exigencia de mejores condiciones de trabajo y de vida. Mejores salarios y algunos derechos sociales, pero pocas o ninguna reivindicación sobre la organización y los objetivos del trabajo. La lucha por un trabajo emancipador puede haber sufrido las consecuencias»
Desde el punto de vista de las organizaciones sindicales nacidas de la aspiración a un trabajo emancipador, pueden distinguirse dos grandes perspectivas históricas en la relación entre trabajo y libertad. La primera perspectiva, revolucionaria, surgida antes de la Primera Guerra Mundial, presuponía la conquista del poder del Estado para derrocar el dominio del capital sobre el trabajo y promover la apropiación de los medios de producción por los trabajadores. El trabajo emancipado se situaba al final de este proceso. El segundo, establecido tras la Segunda Guerra Mundial, formalizó el famoso «compromiso fordista» de aceptación de la separación entre la concepción y la ejecución del trabajo. A partir de entonces, se abandonaron las reivindicaciones relativas al contenido del trabajo en favor de la exigencia de mejores condiciones de trabajo y de vida. Mejores salarios y algunos derechos sociales, pero pocas o ninguna reivindicación sobre la organización y los objetivos del trabajo. La lucha por un trabajo emancipador puede haber sufrido las consecuencias. De rebote, el objetivo político de la emancipación social se ha visto debilitado por la invisibilidad de esta cuestión central de las relaciones de producción para el funcionamiento de la sociedad: ¿qué necesidades individuales y colectivas, qué producción de bienes y servicios para satisfacerlas, qué criterios de eficacia y utilidad social, qué democracia social para qué poderes de acción y de decisión de los productores?
Estas dos perspectivas están ahora en crisis. En el ámbito sindical parecen surgir dos nuevas vías. Una pretende invertir esta separación del contenido del trabajo cuestionando la subordinación de los asalariados, que los somete al papel de ejecutantes dominados, para reivindicar acciones transformadoras sobre los contenidos. La otra esboza una apropiación democrática de los medios de producción a nivel de empresa (de tipo cooperativo) por parte de sus asalariados para actuar sobre las relaciones sociales de producción.
Micro: el individuo en el trabajo
A nivel del individuo, el nivel micro, muchos de los autores de este libro basan su análisis en ese descubrimiento fundamental de la ergología y la psicosociología del trabajo, que ha sacado a la luz el desfase siempre presente entre la prescripción que ordena el trabajo aguas arriba y la tarea real realizada aguas abajo por un trabajador. El trabajo puede definirse así, como «el desfase entre lo que se hace y lo que debería hacerse, por la relación entre lo prescrito y lo real«. Esta realidad, que se resiste a la intervención humana capacitada, hace que el trabajador, como parte de una comunidad profesional, finalmente tenga que inventar los gestos y procedimientos que permitan alcanzar el objetivo fijado. O no. Surgirán diversas posibilidades. Se deberá elegir entre ellas, responsablemente, en función de normas y de valores individuales y colectivos. Es este individuo que actúa en relación consigo mismo y con los demás -desde el colectivo de trabajo hasta los destinatarios del resultado- el que se convierte en actor de su libertad. Pero esta libertad, nacida de la relación consigo mismo y con el mundo, en esa brecha entre lo prescrito y lo real, puede verse frustrada o incluso negada por aquello que perjudica al trabajo y a las personas, a saber, la reducción del trabajo vivo a tareas fragmentadas y repetitivas en las que el individuo se convierte en el apéndice de una máquina dirigida por un algoritmo. Del cierre o la apertura de posibilidades en el trabajo, del cierre o el acceso a un espacio de intervención, puede resultar una regresión o un aumento de la libertad humana. Aquí es donde entran en juego la dimensión antropológica del trabajo y los desafíos políticos que de ella se derivan.
«El trabajo puede definirse así, como ‘el desfase entre lo que se hace y lo que debería hacerse, por la relación entre lo prescrito y lo real'»
Algunas reflexiones políticas inspiradas en un enfoque marxiano
El recorrido en dos partes iniciado por el colectivo ArTLib en este libro se lleva a cabo en compañía de una docena de autores que, en sus respectivos artículos, abordan con mayor o menor insistencia todos o algunos de los temas que acabamos brevemente de esbozar. Todos ellos, y quiero insistir en esto, nos ayudan a descubrir las evoluciones y las convulsiones que renuevan (o sumergen en) viejas cuestiones -los límites de la propiedad de los medios de producción frente al «capitalismo algorítmico», la fusión en curso en ciertas actividades entre mercado y empresa que pone a los asalariados en confrontación directa con los consumidores y los somete a presión, los efectos de la extensión del cálculo económico mercantil a los servicios públicos y a las administraciones, la reducción o la ausencia de jerarquía en las empresas liberadas que no por ello se convierten en un espacio de libertad, etc.- sin olvidar el análisis de las vías de cambio que se exploran.
Sin olvidar el análisis de las vías de resistencia y de alternativas que van tomando forma aquí y allá en las plataformas cooperativas frente al «capitalismo de plataforma», en la gestión deliberativa que restituye una capacidad de intervención allí donde reinan la «desigualdad jerárquica» y el «poder monárquico» del patrón, en las reflexiones planteadas sobre la democratización implementada desde el colectivo de trabajo y en relación con el espacio público exterior, o en los experimentos de transformación del trabajo en una acepción libertaria. Muchas de estas ideas y propuestas tienen inequívocamente una dimensión política, relativa al contenido y a la finalidad del trabajo.
Pero quisiera volver aquí más particularmente a dos cuestiones que me parecen fundamentales para la relación entre trabajo y libertad en una perspectiva emancipadora a escala de la sociedad. Se trata de la cuestión de la distancia entre el trabajo prescrito y el trabajo real, y de la cuestión de la relación de subordinación que prevalece en la condición asalariada, porque plantean interrogantes más directos sobre la centralidad del trabajo en la acción política y, por lo mismo, sobre su renovación.
Marx y la emancipación humana
Desde mi punto de vista, esto requiere un breve desvío a través de Marx – un autor que está presente explícita o implícitamente en varios textos del libro, pero de forma fragmentaria – para comprender mejor la relación entre la emancipación y lo que se opone a ella en las relaciones de producción capitalistas. Los escritos de Marx adoptan un enfoque antropológico del proceso de humanización de cada individuo. En otras palabras, la incorporación de la humanidad en cada ser humano. El filósofo Lucien Sève ha enumerado cinco «operadores antropológicos» (Penser avec Marx aujourd’hui, tomo 2).
En primer lugar, la actividad. Para asegurar su existencia material y espiritual en la sociedad, los hombres y las mujeres transforman su entorno natural y, en contrapartida, se transforman a sí mismos. Hoy en día, el trabajo es una forma socialmente codificada y regulada de la actividad humana.
Luego está la mediación. En estas actividades, utilizan las herramientas y el lenguaje como mediadores. Equipan respectivamente la mano y la mente para decuplicar el poder de la intervención humana y sirven de intermediarios en las necesarias relaciones con otras personas y con la naturaleza, esa extensión que no pertenece a la corporeidad humana, sino que es consustancial a ella.
Después, la objetivación. El producto de las actividades humanas se objetiva en las producciones materiales e ideales que conforman el mundo humano en el que evolucionamos en articulación con el mundo natural. Este proceso de objetivación exterioriza las facultades y potencialidades de desarrollo humano histórica y contradictoriamente contenido en el mundo humano. Las fuerzas productivas constituyen una dimensión esencial de esto.
La apropiación. En consecuencia, humanizarse en cada individuo -es decir, hacer suyas las capacidades humanas desarrolladas en un periodo histórico determinado- requiere poder apropiarse de todas o parte de estas producciones humanas, que son externas a cada individuo, pero asimilables por todos en su calidad de seres humanos. En el mundo del trabajo en particular, la apropiación de las «capacidades sociales» que son las fuerzas productivas (conocimientos, técnicas, tecnología, máquinas), resultantes de la cooperación de los productores, se expresa por la necesidad de desarrollar las aptitudes humanas que requiere su puesta en práctica.
«un nuevo modo de desarrollo de las sociedades humanas, que ya no se basará en el valor de cambio y el robo del tiempo de trabajo ajeno, sino en «la fuerza productiva desarrollada de todos los individuos» y su rica implementación en una multiplicidad de actividades dentro y fuera del trabajo. Entonces el tiempo libre se convertirá en una nueva medida de la riqueza social…»
El último operador antropológico es la alienación. Este término puede tener un significado inmediato, pero totalmente coherente con el pensamiento de Marx, que expresa el mecanismo que hace a la persona extraña a sus propias producciones materiales e ideales. En este proceso, las capacidades sociales -es decir, la fuerza productiva multiplicada por diez en diversas formas- aparecen como potencias extrañas que los dominan y les imponen su marcha. Los individuos adquieren el estatus cosificado de cosas de las que dependen, perdiendo así la capacidad de controlar su propio futuro y desarrollo. Esta pérdida de control de los productores sobre sus propias producciones sociales, y las consiguientes restricciones o imposibilidades de acceso, dificulta o impide la apropiación del mayor número posible de nuevas capacidades humanas que, sin embargo, están disponibles como producciones sociales en la sociedad. La alienación, en un sentido más general, designa así el proceso que obstaculiza el acceso a los múltiples futuros humanos posibles en un determinado período histórico.
Llegados a este punto, debemos insistir en el hecho de que, para Marx (1857-1858 Grundisse), el desarrollo universal de las disposiciones humanas adquiridas por todos los individuos sociales, en el curso de la historia humana, es la condición cardinal para la institución de un nuevo modo de desarrollo de las sociedades humanas, que ya no se basará en el valor de cambio y el robo del tiempo de trabajo ajeno, sino en «la fuerza productiva desarrollada de todos los individuos» y su rica implementación en una multiplicidad de actividades dentro y fuera del trabajo. Entonces el tiempo libre se convertirá en una nueva medida de la riqueza social…
Para oponerse y contrarrestar la alienación creada por las relaciones sociales capitalistas, es necesario, pues, apropiarse -hacer nuestra- la producción humana, y sobre todo las capacidades sociales de forma individual y colectiva. En otras palabras, dominar el proceso constitutivo de las actividades instrumentales y su finalidad, mediante su objetivación. Esto requiere no sólo mecanismos para adquirir conocimientos, sino también prácticas democráticas que vayan en contra de las relaciones sociales dominantes.
«es difícil concebir un movimiento por la emancipación humana sin cuestionar las relaciones de producción capitalistas»
Para Marx, por decirlo de manera esquemática, el sistema capitalista de producción es una relación social que busca la valorización del valor. Todo debe estar sujeto a este imperativo vital. El capital debe engendrar más capital o arriesgarse a la devaluación. La característica de esta relación social es que, a la vez, es una relación de explotación, de dominación y de alienación. Explotación porque se aprovecha de la capacidad de la fuerza de trabajo para producir más de lo que necesita para vivir apropiándose del plus-producto en forma de plusvalía. Dominación porque obliga a la sociedad a perseguir este objetivo por todos los medios a su alcance, en función de la relación de fuerzas y del estado de las conciencias. Alienación, porque separa a los individuos de su propia producción social y cosifica las relaciones humanas para someterlas al cálculo económico. Para lograr estos fines, extiende constantemente la lógica del mercado -que convierte los bienes y servicios, así como el dinero y el trabajo, en mercancías sujetas al dictado de la oferta y la demanda- en todos los ámbitos de la vida social y en el entorno natural -sin olvidar nunca que para Marx hay dos factores de producción de nuevas riquezas: el hombre y la naturaleza (véase «Marx the Ecologist«, de John Bellamy Foster, 2011)3.
Esta relación social tiene la especificidad de restringir o incluso prohibir el acceso a las actividades humanas y a sus producciones en función de reglas sociales tales como la rentabilidad o los beneficios. O de autorizarlo sólo cuando es compatible con la preservación de sus intereses. Al hacerlo, contribuye activamente a dirigir, restringir o bloquear el acceso al potencial de desarrollo humano que aparece en el reverso del movimiento de las sociedades humanas (alienación).
La sociedad y las luchas sociales pueden -y a menudo lo hacen- oponerse a ello, pero la tendencia permanece en los genes del sistema, y el éxito no siempre está al final de la lucha. Por eso es difícil concebir un movimiento por la emancipación humana sin cuestionar las relaciones de producción capitalistas. Porque la emancipación puede verse como un proceso de adquisición y desarrollo de nuevas capacidades de intervención humana en la realidad social y natural, posibilitadas por la apropiación individual y social -individual en el uso de las herramientas propias de las actividades y colectiva en el control democrático de los medios de producción dentro de esas mismas actividades-. En esta perspectiva, la emancipación humana consiste en el desarrollo lo más universal posible de cada individuo social, haciendo suyas las facultades más avanzadas que la humanidad desarrolla en su seno para lograr un mayor control de su existencia individual y colectiva.
Trabajo prescrito y trabajo real, subordinación: ¿qué perspectivas de emancipación humana?
Desde esta perspectiva marxiana, ¿cómo podemos examinar los retos de la emancipación en el trabajo y del trabajo en términos de brecha entre el trabajo prescrito y el trabajo real en un contexto de subordinación jerárquica instituida en las empresas y las administraciones públicas?
El desfase entre lo prescrito y lo real revela la existencia de un espacio en el que los trabajadores tienen que recurrir a recursos racionales y sensibles, intelectuales y corporales, no codificados en la prescripción recibida, para alcanzar el objetivo de producción fijado. Esta inversión creativa e inventiva constituye el primer movimiento hacia la emancipación, en la medida en que los trabajadores implicados en este esfuerzo adquieren nuevas capacidades de intervención en la realidad, gracias a las cuales hacen surgir nuevas potencialidades de organización de esta misma realidad. Hay que tomar la medida de lo que está en juego: el proceso de emancipación humana en el trabajo no sólo es posible, sino que es absolutamente necesario para el avance de actividades productivas eficaces y un desarrollo humano universal. La clave para inventar nuevas posibilidades humanas reside en el desarrollo total de las capacidades humanas de intervención. Por tanto, es también en este espacio donde se experimenta y se desarrolla la conciencia de un poder transformador para actuar por y para las actividades vitales para la vida de las sociedades. Una conciencia nacida de la percepción de los límites de la omnipotencia patronal y directiva, que engendra una especie de espíritu de resistencia. Una conciencia que sugiere que es posible organizar y gestionar de otra manera las actividades productivas si el trabajo se trata de otra manera. Existe aquí una verdadera base de experiencia y de conciencia para ampliar las posibilidades de intervención de los trabajadores en las empresas en términos de derechos y libertades que formen parte de un movimiento emancipador.
La conciencia de esta capacidad de acción sobre la realidad puede existir en proporciones variables en función de la organización del trabajo sobre el terreno. A menudo se manifiesta en la reticencia de los colectivos de trabajo a divulgar todos estos conocimientos secretos para no aumentar las presiones sobre su productividad. O en el lado negativo, en el malestar y las patologías que surgen cuando el trabajo se ve impedido por criterios y objetivos que contravienen las normas éticas y los valores de una vida buena, hasta el punto de perder su sentido. En el lado positivo, en la opinión mayoritaria de los empleados que, a pesar de todo, dicen disfrutar de su trabajo. Esto se debe sin duda a la existencia de ese espacio irrefutable entre el trabajo prescrito y el trabajo real, del que no pueden ser expulsados y que sólo les pertenece a ellos.
«El desfase entre lo prescrito y lo real revela la existencia de un espacio en el que los trabajadores tienen que recurrir a recursos racionales y sensibles, intelectuales y corporales, no codificados en la prescripción recibida, para alcanzar el objetivo de producción fijado. Esta inversión creativa e inventiva constituye el primer movimiento hacia la emancipación»
Aunque, otra faceta son los esfuerzos realizados por la dirección para captar e integrar en los procedimientos profesionales esta inteligencia de lo real de la que se desprende una capacidad de intervención sin precedentes.
Se trata, sin duda, de una de las principales funciones del management en sus variantes más recientes. Pero no es la única (véase la contribución de Danièle Linhart)4. En otro plano, no menos esencial, tienen que organizar y mantener la relación de subordinación que establece y configura el estatuto de los asalariados. Esta relación de subordinación, establecida en la empresa sobre una base jurídica, pone a disposición de la empresa la utilización del tiempo de trabajo del asalariado y los resultados de su trabajo. Es cierto que las luchas sociales han permitido consagrar en esta base jurídica la obligación del empresario de respetar cierto número de derechos sociales y sindicales reconocidos a los asalariados, pero con prerrogativas muy limitadas o inexistentes en cuanto a las orientaciones y finalidades fundamentales de las actividades. En algunas empresas denominadas «liberadas», el poder de decisión puede redistribuirse parcialmente reorganizando la jerarquía y permitiendo que las decisiones sobre la mejor manera de alcanzar un objetivo fijado sean tomadas por colectivos de trabajo. Sin embargo, el poder de tomar decisiones estratégicas sobre los objetivos y el futuro de la empresa nunca se comparte ni se cuestiona. Este poder supremo sigue siendo prerrogativa del patrón y de los accionistas. Y, naturalmente, pretenden conservarlo porque garantiza que sus intereses prevalecerán sobre los de los de sus asalariados.
«Deshacer la relación de subordinación a la empresa y reforzar considerablemente los derechos sociales y sindicales de los asalariados parece una tarea cardinal para instaurar una democracia social autogestionaria y el ejercicio de una verdadera ciudadanía participativa en los lugares de trabajo»
Si bien la base jurídica proporciona un fundamento legal a la subordinación de los asalariados, también necesita el respaldo de una legitimación ideológica. Ésta se basa en gran medida en la lógica del cálculo económico liberal, que tiende a regir las elecciones y decisiones de la dirección de la empresa. Esta racionalidad, erigida en dogma y esgrimida como evidencia natural, debe ser la única posible para garantizar el funcionamiento de la empresa y, ahora ya también y en gran medida, el de las administraciones públicas. Impregna toda la cadena jerárquica encargada de imponerla, bajo formas y contextos diversos. Así pues, la racionalidad económica que sustenta el desarrollo del capital parece ser el criterio de veracidad que justifica el funcionamiento de las empresas en la actualidad. Tanto a los ojos de los asalariados como de la opinión pública. De este modo, la relación de subordinación salarial desempeña un papel fundamental en la construcción de la hegemonía cultural de la burguesía, que se extiende a toda la sociedad.
La subordinación salarial en el trabajo refuerza las relaciones de dominación de clase al establecer una relación de sujeción de los trabajadores a las decisiones patronales, y al construir una hegemonía cultural que establece la racionalidad económica del capital como ley orgánica de la actividad económica. Deshacer la relación de subordinación a la empresa y reforzar considerablemente los derechos sociales y sindicales de los asalariados parece una tarea cardinal para instaurar una democracia social autogestionaria y el ejercicio de una verdadera ciudadanía participativa en los lugares de trabajo.
¿Qué lugar deben ocupar el trabajo y los asalariados en una política de transformación social?
Estos dos aspectos reveladores de los problemas planteados por el trabajo me parece que plantean una serie de cuestiones que tienen una dimensión política. Sobre todo, cuando queremos pensar de nuevo en la perspectiva de una transformación social.
« los individuos sociales y el colectivo de trabajo, en cuyo seno se desarrollan los conocimientos y las prácticas esenciales para el control de la producción, poseen las competencias y los valores que les hacen capaces de definir de forma autónoma la organización y los objetivos de su trabajo»
Desde una perspectiva marxiana de la emancipación, tal como se evoca aquí, parece esencial medir el punto de apoyo constituido por esta capacidad de intervención que reclama el desfase entre la prescripción de la tarea y su realización por parte de los asalariados. Por una parte, revela la existencia de un espacio en el que los individuos tienen que desarrollar y hacer uso de capacidades no exigidas por la prescripción, y que forman parte de un proceso de emancipación. Dependiendo de la actividad profesional y de la tarea a realizar, este espacio puede ser más o menos amplio, pero su existencia en las propias realidades del trabajo pone de manifiesto que la aspiración universal a la emancipación hunde sus raíces en él y se nutre de él, porque nace con la exigencia inextinguible de nuestra especie de transformar nuestro entorno para satisfacer nuestras necesidades.
Por otra parte, esta experiencia, que los trabajadores viven cotidianamente en las realidades concretas de su existencia, constituye una experiencia práctica que resiste más o menos a la retórica ideológica que pretende legitimar la omnipotencia del poder patronal y directivo mediante su supuesto control de todo el proceso de producción. Y, no es así; los individuos sociales y el colectivo de trabajo, en cuyo seno se desarrollan los conocimientos y las prácticas esenciales para el control de la producción, poseen las competencias y los valores que les hacen capaces de definir de forma autónoma la organización y los objetivos de su trabajo. Están facultados para definir normas sociales y medioambientales en su trabajo en relación con los problemas y retos a los que se enfrentan la sociedad y el planeta. Pueden, desde el puesto de trabajo en el que ejercitan su profesión, participar en la configuración del mundo común que engloba a la empresa y se extiende más allá de ella. La ciudadanía y la democracia ya no pueden ni deben detenerse a las puertas de las empresas y las administraciones privadas o públicas. Hasta la autogestión.
«La ciudadanía y la democracia ya no pueden ni deben detenerse a las puertas de las empresas y las administraciones privadas o públicas»
Se trata de un reto de primer orden si queremos empezar a elaborar un nuevo relato emancipador que haga del libre desarrollo de las capacidades humanas el núcleo de un nuevo tipo de desarrollo de las sociedades en armonía con el equilibrio natural. Esto es aún más urgente a la vista de las catástrofes antropológicas y ecológicas que amenazan la vida en la Tierra. ¿Cómo ignorar por más tiempo que son las mujeres y los hombres que han sabido cultivar y consolidar un máximo de conocimientos y competencias en todo el planeta los que serán capaces de inventar e imaginar respuestas a los retos de nuestro tiempo? Todo el mundo tiene este potencial siempre y cuando se creen las condiciones para desarrollarlo, lo que compete a la organización política de la ciudad. Las soluciones a estos problemas no pueden afirmarse plenamente en sociedades en las que el desarrollo de la humanidad en cada persona está condicionado por el mercado, la competencia y el beneficio. La emancipación humana de todos no puede conciliarse con la explotación, ni con la dominación y la alienación que son sus correligionarios. Los objetivos de las actividades productivas vinculadas a la utilidad social y al bien común en el interés general, que incluye los intereses de la naturaleza, deben crecer decididamente, según criterios organizativos que favorezcan la cooperación y la solidaridad entre los distintos agentes implicados, la autonomía y la responsabilidad de los productores comprometidos con esos mismos objetivos, y la eficacia y la eficiencia de los operadores que dirigen los procesos productivos según indicadores de progreso humano.
«Somos los que trabajamos, somos los que decidimos».
Los actores principales de este objetivo emancipador podrían ser entonces los productores implicados en un colectivo de trabajo, actuando conscientemente desde el espacio de posibilidades propio de su actividad, trabajando para ampliar sus capacidades individuales y colectivas de intervención, el poder de actuar gracias a la conquista de nuevos derechos de intervención y decisión. Esto empieza por la lucha para que los que trabajan sean los que deciden. En cualquier circunstancia.
Para terminar, tomamos prestada una cita de Yves Clot, re-transcrita del libro que motiva esta reseña: «Al dar la espalda a los conflictos vivos del trabajo real, a la calidad de la producción, la política se ha desangrado. Se ha reducido a una tecnología clientelista de redistribución del poder y del dinero por el Estado” (Travailler, nº 36, 2016).
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Reseña del texto dirigido por Enrico Donaggio, José Rose, Mariagrazia Cairo Travail e(s)t liberté ? Toulouse ÉRÉS, 2022.
Guy Carassus, autor de esta nota de lectura para la Fundación Gabriel Peri y forma parte de su consejo científico. Agradecemos al autor que nos facilitara la publicación en Pasos. Traducción Pere Jódar.
NOTAS:
- N del T: Corvea impuesto en especies; en Francia la expresión se refiere a los trabajadores esenciales, aquellos que aseguran las tareas básicas de la vida de la nación.
- La idea de la empresa liberada parece ser una iniciativa francesa que se presenta como una forma de gestión menos jerárquica y más próxima a los trabajadores. En el número 23 de Pasos a la izquierda publicamos un capítulo del libo de Danièle Linhart La insostenible subordinación de los asalariados, en el que la autora narra cómo interpreta a un directivo de una empresa liberada con esta pregunta: «¿Crees que el concepto de empresa liberada es compatible con el vínculo de subordinación escrito en el contrato salarial? No obtuvo respuesta.
- N.del T: Edición española, la ecología de Marx materialismo y naturaleza. Barcelona. El Viejo Topo, 2004.
- del T: Autora de referencia de la que hemos publicado deiversos capítulos de sus libros en Pasos a la izquierda, incluyendo este número 31.
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