Por PERE JÓDAR
David Casassas, Libertad incondicional. La renta básica en la revolución democrática. Barcelona, Paidós (2018)
En el mundo de la apariencia en el que estamos instalados, todos somos libres e iguales; sólo nuestra preferencia por el trabajo o el ocio nos separa de estar entre los ganadores o los perdedores. Un dilema moral, al que podemos oponer otro: ¿Es el capitalismo producto de la virtud, del vicio, o de la perversión? Max Weber parecía sostener un origen ético y puritano, no exento de egoísmo por la búsqueda de la salvación individual; Adam Smith se apoyó en los intereses y pasiones privados (codicia y lujuria) para describir, no sin visión crítica, el funcionamiento de la sociedad capitalista; mejor la competencia que la guerra. Dany-Robert Dufour (2019) sostiene que Mandevillees el autor que expone más crudamente la realidad del capitalismo, conducido por personajes perversos, capaces de mostrar como virtud cualquiera de sus actos. Por tanto, prontos a ocultar la importancia del poder que otorga la riqueza para hacerse más ricos, o para heredar fortunas, mientras alardean de los frutos de su trabajo y sus méritos1.
Volviendo a Weber cabe destacar suargumentaciónsobre la racionalidad capitalista, que llevaba consigo un “desencantamiento del mundo”, o arrinconamiento de la religión y la magia que habían acompañado a la humanidad desde sus orígenes. Sin embargo, una lectura atenta de Marx y su concepto de “fetichismo de las mercancías”, revela la magia y el misterio de una economía capaz de otorgar la apariencia de voluntad propia a las cosas producidas, mientras relega a las personas a meros objetos. Más tarde Polanyi remachará la cuestión al denominar “mercancías ficticias” al trabajo, la tierra y el dinero; ya que es evidente que la naturaleza estaba ahí, antes que la humanidad, que las personas no nacen para ser vendidas, sino para vivir su vida y que el dinero es un mecanismo creado por instituciones. La magia y la religión se prolongan en el mito del libre mercado, del individuo racional, o el de la falsa libertad con la que acudimos al mercado de trabajo o aceptamos la subordinación o, incluso, la auto-explotación.
Más allá de intereses y pasiones; más allá del mundo mágico que libera a las cosas de su carácter inanimado, y encadena a los trabajadores a la dependencia y la subordinación en nombre de la sagrada libertad de la propiedad, sólo existe una libertad aparente y condicionada. Partiendo de este punto, David Casassas de forma brillante, mediante una escritura ágil, envolvente y sabia nos transporta, por medio de metáforas y de citas y referencias bien escogidas y entendedoras, a un mundo efervescente, pleno de esperanzas emancipadoras. Un mundo donde la libertad definitivamente sea, en la forma y en la realidad, incondicional. El Casassas escritor, como el Casassas orador, desprende todo él un contagioso optimismo, conservando el rigor que le aferra a la realidad. Una característica envidiable.
El texto es especialmente recomendable en todo lo referido al trabajo, la vida y, cómo no, la democracia, la fraternidad y el republicanismo; probablemente siguiendo la estela, en éstas últimas cuestiones, dejada por uno de sus maestros, Toni Domènech.
Su crítica al trabajo asalariado, al trabajo dependiente, la centra en una premisa previa: tener la capacidad de decisión para integrarse o no a la población asalariada.Vibrante inicio mediante el que plantea el dilema de vivir de, o con, gorra. El vivir de gorra, es la versión empresarial, en la que se ridiculiza el apoyo mutuo practicado por la clase trabajadora. El vivir con gorra, implica gozar de los derechos y protecciones necesarios para vivir con dignidad. Mientras ricos y poderosos, cuentan con mil y una formas de conservar y acrecentar la fortuna, su codicia les lleva a ridiculizar los instrumentos materiales y morales con los que los hombres y mujeres de las clases trabajadoras han luchado por la subsistencia. Es también, como recuerda el autor citando a Silvia Federici, una lucha por la hegemonía del lenguaje, por el campo de lo simbólico. Algo que Casassas traslada a otros valores y proyectos normalmente caracterizados de derechas como “el de la libertad, el de la democracia, el del individuo, el del interés propio, el del emprendimiento, el de la propiedad, el del libre mercado y, finalmente, el del orden” que, a su parecer, han sido “deformados y jibarizados” por el establishment capitalista (sea éste liberal, bienestarista o neoliberal), con la pretensión de transformarlos en clave democrática y emancipadora y ensamblarlos junto a los conceptos que forman parte del acervo de la izquierda y del republicanismo, como igualdad, fraternidad, solidaridad, autogestión, comunes, un mundo y una vida vivibles, etc.
Vivir con gorra implica también madurez y autonomía frente al paternalismo o el clientelismo; es, asimismo, capacidad de oponerse o de entrar en conflicto y, por tanto, de establecer relaciones sociales realmente horizontales y autónomas; finalmente, es reconocer que el punto de partida es desigual y se requierenequilibrios y contrapesos sociales y políticos. Para Casassas, sin duda, la renta básica es la “gorra” más adecuada y pertinente. Pero no sólo por lo anterior, sino también porque sin independencia económica, sin unas garantías que fijen unos mínimos de bienestar, no existe la tan cacareada libertad liberal o neoliberal; sólo el auto-engaño.
También la democracia. ¿Es posible una sociedad democrática si uno de sus pilares económicos, la empresa, es pura jerarquía y autoritarismo? En suma, el autor se propone no sólo interrogarnos sobre la capacidad de elección en si se quiere trabajar en esto o en lo otro, sino también bajo qué reglas de juego; sin olvidar ladisposición de poder decidir, es decir de negociar, todo lo anterior. En el fondo, nos interpela sobre cómo garantizamos nuestra fuente de rentas o, mejor, cómo garantizamos nuestra subsistencia y, ahondando aún más, cómo hacemos para conseguir unos trabajos y vidas, vivibles, dignas, decentes.
Y hablando de la vida,no sólo se refiere a la personal sino a la colectiva, es decir a la vida en sociedad como fundamento clave frente a la individualización. Producción y reproducción, trabajo remunerado y no remunerado. O, en palabras de Nancy Fraser: igualdad, reconocimiento, protección y emancipación. En definitiva, la vida es tan importante que no puede dejarse en manos del capitalismo ya que, éste es capaz de las más elevadas maravillas mientras ejerce como arma de destrucción masiva.Quedan en la historia testigos de esta enormidad: la acumulación originaria que tantos estragos causó entre campesinos, pobres, esclavos, mujeres; los fascismos, totalitarismos y las guerras mundiales; también el actual esquema de acumulación primitiva con base a la financiarización, la globalización, las tecnologías, con los escenarios subsiguientes de expulsión de campesinos de sus tierras, de inmigración, precarización, desempleo y pobreza. Aquella capacidad que mencionaba Marx de disolver todo lo sólido en el aire, tiene como efecto que sociedad y naturaleza también se degraden y corran el peligro de desaparecer.
Consciente de todo esto el autor propone frente a la hegemonía del capital y frente a los límites de la respuesta clásica de los trabajadores, una “economía política popular de la renta básica”, acompañada de tres premisas complementarias: alimentar culturas políticas para organizar colectivamente el trabajo libremente asociado; proporcionar prestaciones sociales universales e incondicionales; restringir la capacidad de acumulación de rentas del poder económico privado. Al tiempo que añadea lo anterior precisiones contundentes sobre los escenarios en los que la libertad en el trabajo está condicionada: 1) cuando éste depende de la discrecionalidad de un empleador, sobre todo si la subsistencia no se puede separar de este hecho y se suspenden derechos y protecciones; 2) cuando la alternativa a estos derechos y protecciones son nuevas obligaciones (disciplinadas o violentadas) que conducen a una u otra forma de trabajo forzado; 3) cuando los poderes públicos, como remarcaba Polanyi, sólo regulan para favorecer al mercado y los capitalistas que operan en él y, por el contrario, desregulan toda acción social, dejando el camino expedito a la precarización, el desempleo, el trabajo pobre y la pobreza.
Ahora bien, ¿es la renta básica la única solución? Desde mi punto de vista no conocemos la respuesta; no hay evidencia empírica suficiente. Noobstante, no se desprende del texto que Casassas sea un creyente que promulgue una fe ciega;por el contrario, una de las cuestiones que hace atractivo el texto, es la capacidad de razonamiento alejada de dogmatismo del autor.Explica, pero no nos ‘vende’ una alternativa. Ahora bien, si una de las ideas fuerzas del texto es que nuestro trabajo y nuestra vida no están en venta, justamente por ello y para preservarnos como humanidad, quizás sea preferible pensar y probar diferentes agencias y estrategias. Me refiero a lo que Eric Olin Wright denominaba “utopías posibles”; es decir, escenarios, acciones, movilizaciones colectivas en diferentes ámbitos que supongan también relaciones no mercantiles, participativas y democráticas: cooperativas, sindicatos, economía social, renta básica, movimientos emancipatorios de diferente orden,etc. Personalmente un proceso de experimentación en el que se probaran diferentes alternativas me convencería más. En todo caso, el problema está en tener el poder o la capacidad suficiente para negociar, posiblemente generando contra-hegemonías; ya que sí las decisiones son unilaterales estamos perdidos. Hay propuestas de renta básica neoliberal, como hay un feminismo o un ecologismo neoliberal, del mismo modo que su sentido común nos invade y culturaliza, hasta convertir nuestras normas y valores en procedimientos y objetivos acordes con su modelo de dominación, acumulación y, tal como van las cosas, de destrucción.
Quizás algunas de las razones del éxito de este sentido común no se remonten en el tiempo ni siquiera a la ética protestante del trabajo de la que nos hablaba Weber, sino que hunda sus raíces en el corazón de los tiempos. No sólo es el castigo divino de la Biblia, Hesíodo (700 a.c.)en El trabajo y los días nos regala con esta especie de arcano humano: “si es la riqueza lo que tu corazón desea, sigue mis consejos, y no dejes de enlazar trabajo con trabajo”; no obstante,además de la riqueza, también el reconocimiento es un incentivo positivo hacia el trabajo, así “si quieres ser hombre de provecho… trabaja noble hijo”; claro que Hesíodo no nos priva de los estímulos negativos, de modo que “el hambre es siempre fiel compañera del hombre que no trabaja”, “la ignominia no está en el trabajar, sino en el no hacer nada”, o “debes aplicarte debidamente al trabajo, para asegurar tu propia subsistencia”, “no te olvides que la más dolorosa de las vergüenzas es la que sigue los pasos del indigente”. Posiblemente en tiempos de Hesíodo había trabajo para todos, el contrapunto o la paradoja de nuestros días la expone crudamente Robert Castel (2009): “vemos entonces que en la actualidad hay una conjunción estrecha entre una situación económica marcada por una penuria de empleos y una presión político-moral caracterizada por la sobre-valoración del trabajo… que justifica un imperativo categórico, la exigencia absoluta de trabajar para ser socialmente respetable… correlativamente hay una estigmatización del no trabajo asimilado a la ociosidad culpable, a la figura tradicional del mal pobre que vive a expensas de las gentes de bien (que trabajan)”. Culpa y estigma que se complementan con la pobreza y el hambre, instrumentos eficaces, tal como criticabaPolanyi, no sólo para mantener la ley y el orden, sino sobre todo como estímulodisciplinario hacia el trabajo mercantilizado: sea en sus formas asalariadas o en sus más recientes fórmulas autónomas-heterónomas.
Otro mensaje importante que lanza Casassas, es el de la necesidad de conseguir libertad incondicional, liberarse de la dependencia. Podríamos decir con Marx que esto significa liberarse de una forma de producir explotadora y alienantey, con Polanyi, asumir liberarse de una mercantilización que nos reduce como personas, y como sociedad. El capitalismo consiguió separar vida y trabajo, producción y reproducción, hombres y mujeres especializados en campos separados; hoy día la nueva transformación del capitalismo ha vuelto a unir lo público y lo privado, para mercantilizar no sólo nuestro tiempo de trabajo o nuestras necesidades y consumos, sino también nuestra vida privada, los cuidados y afectos que necesitamos. Mientras aparentemente somos más libres, en realidad estamos más controlados y sujetos por unos tiempos de vida y trabajo cada vez más acelerados, por una precarización consciente de nuestras vidas y trabajos, por unas deudas que contribuyen a la sumisión y por unas tecnologías que más que liberarnos crean adicciones, ampliadas por propuestas de ocio y hedonismo domesticados (turismo, juego, apuestas, drogas).
No merece la pena repasar las frases que han ido sembrando los ultra-ricos y sus acólitos; contempladas en su conjunto muestran, desde el descaro que les permite una situación privilegiada,un desprecio absoluto hacia el resto de la humanidad. Habría que estudiar y comparar revoluciones y cambios sociales, para saber hasta qué punto vivimos una situación excepcional o una repetición de la historia. No han rodado cabezas como en las revoluciones inglesa, francesa, americana o rusa; tampoco los causantes de la crisis se han suicidado o retirado a un plano más discreto, como sucedió en el crack de 1929. Hoy deciden y gobiernan los mismos que han ido produciendo crisis tras crisis desde que en 1971 Nixon eliminó la convertibilidad del dólar en oro. Burbuja tras burbuja, pelotazo tras pelotazo. Nada se salva: educación, sanidad, familias, hogares, personas, naturaleza. Un proceso inflacionario, por ahora imparable. Sólo esporádicamente alguna tímida y aislada voz desde el establishment anunciando la necesidad de humanizar el capitalismo. Ahogada rápidamente por los hechos; las mismas empresas y entidades que marginan a las mujeres o que contaminan aquí y allá, se convierten en adalides del feminismo o en avanzadilla de la sostenibilidad, de la contención del hambre ode la pobreza. Cinismo obliga.
¿Qué hacer? Casassas lo tiene claro: impulsar la renta básica y para ello su llamamiento a los movimientos sociales contemporáneos: “volver a quererlo todo”. Aquí sí que mantengo algunas prevenciones o creo necesario algunas precisiones. El mainstream académico tiende a identificar el sindicalismo o el welfarestateexclusivamente con el modelo anglosajón, al fin y al cabo la academia norteamericana ya hace tiempo que colonizó revistas y saberes. Pero si el sindicalismo anglosajón es profundamente económico e instrumental, el europeo ha mantenido históricamente también un carácter sociopolítico. Me consta que Casassas no comparte esta visión estrecha e instrumentalizada del movimiento obrero y sus organizaciones y es encomiable su visión integradora. Ahora bien, teniendo en cuenta que también Polanyi reconocía las diferencias entre la clase y el movimiento obrero británico y el del continente, difícilmente se puede conceptuar como producto de un pacto social puntual, aquello conseguido por la persistencia de las luchas y las conquistas sociales en la Europa continental. En Europa las relaciones laborales de la posguerra, y aún menos las de finales de los sesenta y principios de los setenta, no eran sólo pactos corporativos para salvar burocracias, como mantiene alguna literatura.
El espíritu del 45 (filme de Ken Loach)en Europa, al que alude el autor en diversas ocasiones tiene unos orígenes históricos y una trayectoria de implantación institucional diferenciados del pacto fordista USA. ¿Hay puntos en común? Por supuesto, pero quizás se explica mejor desde la perspectiva del doble movimiento polanyiniano, integrador de diferentes movimientos sociales, obreros, campesinos, sindicatos, partidos, en una sociedad activa que se defiende y protege mediante un movimiento desmercantilizador. Quizás es hacer ficción histórica pero también podríamos interrogarnos sobre el tiempo que hubiera durado el espíritu del 45, sin el ejercicio o la capacidad de movilización de las organizaciones sindicales y políticas de posguerra (URSS aparte); sin olvidar su papel opositor en las dictaduras del sur. Por otra parte (tampoco es el caso del autor), se corre el peligro de inventarnos clases allá donde siempre han existido diferencias, como expone Erik Olin Wright (2018). No necesitamos un precariado que sustituya al proletariado, la clase trabajadora desde sus orígenes ha conocido y convivido con la precariedad. Sólo necesitaremos un precariado si hacemos como si no hubiera historia, cómo si ésta comenzara con los nuevos movimientos sociales, con el último reto, con la más reciente alternativa. No obstante estos elementos críticos, tiene toda la razón el autor al afirmar que la doctrina del shock por medio de las crisis y el austericidio, pero también mediante la habilidad de conseguir la hegemonía cultural, ha limitado de manera importante el papel del “viejo” movimiento obrero, por una parte segmentando y fragmentando a los trabajadores, por otra disminuyendo a sus organizaciones en términos de programa y de capacidad planteándoles retos de gran magnitud y profundidad, que esperemos no sean insalvables
Es evidente que todos los instrumentos organizativos que puso en marcha el movimiento obrero (amplios y variados y no sólo partidos y sindicatos), necesitan una puesta al día. Efectivamente las clases dominantes se han saltado las reglas del juego, aunque hablen de productividad y competitividad, o de cualificación y talento, ya sólo son palabras vacías, sin contenido. Parten de la agenda oculta (del gran engaño del que nos habla Fontana desde su libro póstumo)basada en la abundante reserva de mano de obra y en la suficiente sensación de escasez y apremio (el hambre).Y por eso, para ellos, sindicatos y negociación colectiva, salarios y condiciones de trabajo dignas, derechos y protecciones, son problemas de los que conviene deshacerse. Por ello, humildemente opino y creo que ahí tenemos puntos en común conCasassas, que los nuevos movimientos en lugar de coincidir en el descredito del movimiento obrero con la práctica neoliberal, debieran considerar, con todas las precauciones,todas las posibilidades de confluencia y alianza.Tengamos en cuenta que el sentido común neoliberal había arrumbado el concepto de clase obrera, que sólo resucitan ante la paradoja de que en el mejor de los mundos por ellos pensado, vuelva la sombra del populismo autoritario y fascistoide; una explicación también equívoca, ante los fantasmas por ellos creados, pero eficiente en términos de dominación.
Del mismo modo me resultan desmotivadores y cansinos aquellos que se oponen sin más a determinados feminismos, ecologismos o a instrumentos como la renta básica, porque pienso que la crítica se ha de ejercer, mientras intentamos sumar ideas, recursos y fuerzas. La ideología neoliberal, la economía neoclásica o la crítica artística del new management, nos tiene hechizados. Han encantado el mundo con falsas promesas y mentiras sostenidas. Por ello cómo anuncia el título de uno de los últimos libros de Silvia Federici, es necesario que “Volvamos a encantar el mundo”, naturalmente desde una perspectiva emancipadora. Intentando construir contra-hegemonías, como argumenta Nancy Fraser, que superen “un imaginario de izquierda que se concentra obstinadamente en los movimientos sociales y no piensa en los sindicatos, los partidos y otras formas de organización de los trabajadores… No se puede subestimar el poder potencial y la importancia de los sindicatos…” De ahí la necesidad de interseccionalidad, de alianza entre trabajadores, consumidores, feministas, ecologistas, inmigrantes, construyendo un bloque hegemónico por la igualdad y el reconocimiento, la protección y la emancipación.
En definitiva, un buen libro el de Casassas. Por cómo expone de forma sencilla lo qué es y para qué sirve su propuesta de renta básica; pero, sobre todo, porque viniendo de lo “nuevo”, de los nuevos movimientos sociales, tiene la suficiente perspectiva y sensibilidad de tratar con profundidad el mundo del trabajo que es un tema central de preocupación de este colectivo que impulsa Pasos a la Izquierda.
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Peré Jódar. Profesor Sociología UPF, una versión reducida de este trabajo se presentó en el CTESC el 12 de junio de 2019, en el Àgora del Dret del Treball.
NOTAS
1.- Pregunta al ex banquero Mario Conde en una entrevista: ¿cómo ha conseguido su fortuna?, respuesta: trabajando mucho. [^]
REFERENCIAS
Castel, Robert (2009) La montée des incertitudes. Travail, protections, statut de l’individu. Paris, Editions du Seuil. En su interior el texto de Bernard de Mandeville escrito en 1714, Recherches sur l’origine de la vertu morale.
Dufour, Dany-Robert (2019) Baise ton prochain. Une histoire souterraine du capitalisme. Paris, Actes Sud.
Federici, Sílvia (2018) Tornar a encantar el món. El feminisme i la política delscomuns. Barcelona, Tigre de paper.
Fraser, Nancy Fraser (2019) ¡Contrahegemonía Ya! Madrid, Siglo XXI.
Wright, Erik Olin (2018) Comprender las clases sociales. Madrid, Akal, capítulo IX.