Por PERE JÓDAR
Desigualdad, pobreza, sostenibilidad ecológica, fin del trabajo asalariado, desastre nuclear. Los artículos, publicaciones científicas y los gritos de alerta se suceden, aparentando que estas cuestiones se encuentran ya en las principales agendas de las personas y órganos que deciden.Las amenazas se repiten desde los años 1980, con sucesiva y creciente intensidad. Los más pesimistas recuerdan la frase de Rosa Luxemburgo: socialismo o barbarie, con el temor de que aparezca la barbarie y, junto a ella los monstruos, a los que aludía Gramsci, nacidos en la confluencia entre lo viejo y lo nuevo. La preocupación aumenta cuando se detectan crecientes esfuerzos por aparentar despreocupación y una ola de interesado optimismo invade librerías y salas de conferencias: estamos en el mejor de los mundos1, como verdad incontestable a la que sólo críticos y agoreros se resisten.
Aceptemos que la mayor parte de la literatura especializada nos describe una realidad controvertida y paradójica.Sin embargo, muy pocos de los estudiosos iluminan las posibles causas y, aún menos los agentes e institucionesque tienen capacidad de decisión real sobre los problemas del mundo ponen en marcha soluciones amables con la humanidad. Tal vez porque estos fenómenos tienen una relación directa con un sistema económico de mercado y de economía basada en la empresa que pone a la sociedad y al Estado a su servicio. Estos dos elementos (empresa y mercado) tienen su razón de ser, del mismo modo que la sociedad y las personas, pero hay una diferencia básica las personas y las sociedades que forman pertenecen al mundo natural, mientras empresas y mercados son creación humana y, por mucho que nos esforcemos en naturalizarlas, son artificiales y deberíamos gobernarlas y no ser gobernados por ellas. La humanidad está formada por personas, los mercados pertenecen al mundo de las cosas. En la actualidad empresas y mercados se mueven en un universo paralelo, el de la globalización y la financiarización, una infinitud de artificiosidad especulativa alejada de la realidad, de las necesidades y deseos de la gente; por ello pueden ser más un problema que una solución a los retos que se ciernen sobre la humanidad. Aun reconociendo las maravillas y prodigios aportados por el capitalismo, tal y como Marx y Engels lo expresaban en el Manifiesto Comunista, todos sabemos que también ha comportado desgracias y sufrimiento sin límites, sobre todo en las etapas como en la actualidad de acumulación por desposesión, de extracción más alláde los límites de la propia humanidad y de la naturaleza misma.
Es este el punto de partida en el que cabe situar el derecho al trabajoen la actualidad. El filósofo liberal John Locke (siglo XVII) justificaba la propiedad adquirida en base al trabajo que podía hacer la persona misma2. De forma paradójica, pero consecuente con el hecho de aparentar una cosa y hacer la contraria, hoy en día se intenta desvincular la persona del trabajo, a fin de reconocer esta ficción como mercancía y, así, subordinarla a la propiedad. Sea a través de un contrato laboral, en tanto que asalariado o sea mediante una relación comercial, más o menos legal, en tanto que autónomo más o menos dependiente. Esta subordinación o dependencia se ha agudizado en los últimos 40 años y podemos enunciar algunas causas, desde que la OCDE y otros organismos internacionales declararon la guerra al trabajo asalariado y, sobre todo, a sus derechos y protecciones, sea con la excusa de que generan desempleo, o de que están tras la dualidad y la precariedad3. Distinguiré cuatro de dichas posibles causas:
La humanidad está formada por personas, los mercados pertenecen al mundo de las cosas. En la actualidad empresas y mercados se mueven en un universo paralelo, el de la globalización y la financiarización, una infinitud de artificiosidad especulativa alejada de la realidad, de las necesidades y deseos de la gente
Primera, se ha roto el equilibrio que suponían la existencia de políticas sociales de los estados y la presencia de sindicatos fuertes, con capacidad negociadora. Los estados ahora dedican susesfuerzos, regulando y desregulando, a hacer progresar la privatización y la mercantilización. El fetiche del mercado por encima de la sociedad. Aunque estos mercados sean una ficción, dado que grandes compañías o grandes financieras controlan buena parte de los mismos. En las finanzas y seguros, en la electricidad, gas, petróleo, agua, en el automóvil, en el textil, en los servicios, también sanitarios y educacionales. La especulación, la bajada de impuestos a los más ricos, y los paraísos fiscales, vuelven a hacer posible una acumulación desmedida de capitales que, en contra del mantra dela economía del goteo4 no retorna a la sociedad en forma de inversión.
Segundo. Los denominados “mercados” no son amantes, ni tan siquiera amigos, de la democracia y este es un reto fundamental para nuestras sociedades, ¿democráticas?, ¿de mercado?, ¿de economía social de mercado? De este modo podemos preguntarnos, cómo se explica que una célula básica de nuestra sociedadcomo es la empresa no sólo no avance en su democratización, sino que vaya retrocediendo en términos de participación mínima de los trabajadores. En rigor la negociación colectiva implicaba más flexibilidad y participación que las formas directas de relación, como el buzón de sugerencias o las respuestas a la consultora de turno. De acuerdo, es posible replicar que gestionar requiere grandes conocimientos e incentivos, pero, ¿esto justifica las enormes diferencias entre la remuneración de un empleado y la de un directivo de alto nivel? ¿Cuántas empresas se han salvado o podrían haberse salvado con el esfuerzo de los trabajadores? La polémica entre Marglin y Landes5 es un buen e inteligente resumen de estos retos. Recordemos que Stephen Marglin, en un muy reconocido artículo se preguntaba¿qué hacen, o para qué sirven, los jefes?, a lo que David S. Landes respondíasi lo hacen tan mal,¿cómo es que los trabajadores no han sido capaces de construir alternativas viables?Un dilema no resuelto tal y como se observa en el texto de Erick Olin Wright sobre utopías posibles6; e imposible de resolver mientras no se cambien las formas de poder y dominación.
Tercero. La penetración del marketing, la publicidad y el neo-lenguaje, en las prácticas de gestión de los trabajadores, tanto en la empresa privada, como en la pública, en las universidades y organizaciones de todo tipo. El nuevo gerencialismo regala la idea de vivir plenamente las crisis como forma de labrarse oportunidades; aunque añaden que éstas no vienen por sí solassino mediante un cambio de mentalidad, una adaptación a la incertidumbre y al cambio continuado, a la flexibilidad, a la autonomía y a la “libertad”.Es necesario, pues, adoptar una actitud que nos convierta en emprendedores y no en trabajadores pasivos. Compromiso e implicación, liderazgo y carisma, innovación y creatividad; la gestión ya no es sólo ciencia sino arte, adquisición y uso de competencias en la sociedad del conocimiento, capaz de aplicar ética empresarial y responsabilidad social de una parte y compromiso y lealtad de la otra.
Podríamos seguir con los programas de declaración de intenciones, que subrayan el papel ético y moral de las empresas, tan alejado de la práctica real. Sin embargo, el sufrido ciudadano-trabajador, ahora empresario de sí mismo, preocupado por su empleabilidad, tal vez se da cuenta que no tiene, y nunca tendrá, el capital económico, cultural y social necesario para hacer frente a las aventuras que le proponen. En la economía de mercado, los más avispados saben que es necesario establecer oligopolios, y la condición para ello es llegar primero y después levantar barreras. No se conocen muchos casos de grandes financieros, empresarios y, sobre todo, directivos de empresas privadas o públicas que no asegurenpor diferentes mediosformas estables y seguras de obtención de rentas (no todas ejemplares), mientras se predica lo contrario a la masa ciudadana. Es una muestra más del cinismo, heredero del trato de los aristócratas hacia el populacho, de los protagonistas de esta carrera de pillos; pareciera que cuanto más elevado sea el cargo se otorgan mayores privilegios para mentir o escaparse de las normas que afectan al trabajador común7.
En la economía de mercado, los más avispados saben que es necesario establecer oligopolios, y la condición para ello es llegar primero y después levantar barreras
El nuevo gerencialismo vinculado al sentido común neoliberal ha generado un vocabulario en torno a la gestión eficiente, y esto conlleva una demanda específica de profesionales, dotados tanto de habilidades y competencias como de capacidades de negociación, de liderazgo, de comunicación, visión estratégica, orientación al cliente, empatía, trabajo en equipo, espíritu emprendedor, etc. Algunas de estas habilidades y competencias ya se han introducido en la escuela y en la formación universitaria. Pero quizás más importante que la adquisición de conocimientos en sí, es interiorizar unas normas de autoridad y formas de comportamiento, en las que la clave es la aceptación del mundo tal como es (no veo otro motivo a la introducción de cursillos financieros o de prácticas gratuitas en empresas en los institutos, o de muchas de las competencias educativas en las que se insiste). El talento o la inteligencia, las virtudes «artesanales y artísticas» que hayan adquirido los profesionales, sirven de poco cuando es el mercado y no el código profesional o el mérito, o cuando es la economía y no la sociedad, lo que importa. El fracaso finalmentenunca será atribuible al sistema, sino a unos trabajadores o profesionales incapaces de ser suficientemente emprendedores, flexibles, talentosos o excelentes.
El sueño de muchos directivos de empresa y, contradictoriamente, de muchos responsables de recursos humanos es la empresa sin trabajadores8. Mientras tanto, Danielle Linhart9 nos recuerda que se pretende que los trabajadores, asalariados o autónomos sean incondicionales a la empresa, perpetuamente implicados, a pesar de los ERES, los despidos, de la precariedad que crece, de las órdenes, objetivos o proyectos en cambio perpetuo y, a menudo, contradictorios. Unos mensajes y prácticas antiguos y que debieran ser obsoletos por su capacidad de destrucción de las personas, de los trabajos con sentido y de las comunidades que conforman la sociedad. En todo caso ya lo advertía La Boétie en el siglo XVI: relaciones de dominación basadas no en el carisma o autoridad del poderoso, sino en la servidumbre voluntaria de los súbditos o vasallos.
Cuarto, se está construyendo organizaciones sin historia y, también, sin memoria. En 2008 nos repitieron las mismas frases con las que la señora Thatcher y sus ministros sometían a los obreros británicos en 1980: habían vivido por encima de sus posibilidades, debían ser independientes, empresarios de ellos mismos; olvidarse del papá estado que debía dedicarse a menesteres más provechosos para garantizar que el fetiche mercado funcione engrosando las arcas de la nueva aristocracia del negocio inversor. Se acabó la cultura de la dependencia y del subsidio. No hay sociedad: sólo individuos. No hay más alternativa que la que estos gobiernos neoliberales ofrecen. Hay ganadores y perdedores. No hay piedad, ni remordimiento hacia los perdedores: porque no hay nada que hacer siempre han sido pobres y desfavorecidos, merecen el despojo y la exclusión: racismo para los inmigrantes, denigración para los parados, olvido para los pobres. Owen Jones nos ofrece un relato reciente de todo ello en Chavs; Stuart Hall, nos lo brindó de la etapa thatcherista y, más recientemente, Selina Todd ha mostrado ejemplos similares desde 1910; una lectura atenta de esta autora además nos brinda una reflexión paralela: gran parte del proletariado británico formaba parte de la servidumbre.La posguerra permitió a bastantes de sus miembros desprenderse de esa lacra y, sin embargo,la sociedad de servicios vuelve a poner al día el retorno de gran parte de los trabajadores a su papel tradicional en una sociedad clasista: pocos o ningún derecho, salario escaso, inestabilidad, incertidumbre, desempleo, pobreza10; la proletarización de los trabajadores de los servicios actuales les acerca a la servidumbre de ayer.
El resultado es que, tras una breve etapa de ‘pleno empleo’ basada en un 3% de tasa de paro hemos pasado a aceptar un 6% de media. Lo que se llama paro friccional. Aunque en España no hemos bajado del 8% incluso en la etapa del «España va bien» (justo cuando estábamos cerca de la media europea -2007- al año siguiente ya habíamos superado el 14%),durante la Gran Recesión llegamos a una cifra que sobrepasaba los 6 millones de parados, con una tasa del 25,7%. Actualmente tenemos, según la EPA una tasa del 13,8% (cuarto trimestre de 2019), esto significa: 3.191.900personas desempleadas. Con afectaciones muy diferentes según los colectivos; en cualquier caso, ser mujer, joven, inmigrante y de baja cualificación te proporciona muchas oportunidades de permanecer largo tiempo en paro. Y del paro con suerte nos movemos a la precariedad y sin suerte hacia la pobreza; teniendo en cuenta que el 13% de trabajadores españoles siguen siendo pobres pese a trabajar (workingpoor).
La sociedad de servicios vuelve a poner al día el retorno de gran parte de los trabajadores a su papel tradicional en una sociedad clasista: pocos o ningún derecho, salario escaso, inestabilidad, incertidumbre, desempleo, pobreza; la proletarización de los trabajadores de los servicios actuales les acerca a la servidumbre de ayer
Las reacciones ante este estado de cosas son diversas. Desde los organismos internacionales tipo OCDE, FMI, UE, BCE, se insiste en desprestigiar y debilitar los derechos de los trabajadores: bombardean, mes sí, mes también, con la idea de que más protección implica más paro; mientras que vinculan la flexibilidad –entendida casi tan sólo como discrecionalidad empresarial- a la creación de empleo, o que estigmatizan la negociación colectiva y la ley, en tanto que instrumentos reguladores, como entorpecedores del buen funcionamiento de la economía y los mercados laborales. Desde este punto de vista se dice que la mercantilización y la privatización impulsada por un estado que abandona a trabajadores y políticas socialesllegarán a un punto de redistribución justa y equilibrada. Una falacia implementada desde los años 80 del pasado siglo. La desigualdad crece inexorable cumpliéndose el teorema de Mateo: a quién tiene se le dará y a quién no tiene se le quitará. Simplemente son discursos que esconden prácticas de acumulación por desposesión; mientras los países ricos se desindustrializan y la economía de servicios se acompaña de una intensa individualización de los trabajadores, los trabajadores de los países periféricos continúan siendo pobres.
Y sin embargo, y como por arte de magia, a pesar de las grandes y supuestamente infalibles recetas económicas desreguladoras, aumenta la precariedad, el desempleo y la pobreza. Desigualdad y sufrimiento. Es una precarización generalizada, que poco a poco va borrando las fronteras entre trabajo fijo (podemos añadir ya casi-fijo) precario y muy precario, informal, trabajo pobre y pobreza; la norma de trabajo fijo, estable y a tiempo completo se sustituye por una nueva norma más variada, impredecible y cambiante; acelerada en el tiempo y el espacio; invasiva de cuerpos y almas.
Las precariedad implica prácticas que degradan y precarizan el trabajo. En una encuesta en Barcelona de 201811, los precarios entrevistados (asalariados, autónomos e informales) definían la precariedad como no tener oportunidades de tener empleo digno (66,9%), salario e ingresos insuficientes (54,2%), condiciones de trabajo penosas o abusivas (54%), desaparición de los derechos de los trabajadores (47%), y de las pensiones y la jubilación (30,9%). También resumían sus inquietudes remarcando una gran inseguridad de mantener el puesto de trabajo o de mejorar las condiciones de éste a seis meses vista. A lo que cabe añadir las desigualdades de género, etnia, origen o edad.
No es que la precariedad sea un fenómeno nuevo, acompañaba al proletariado del siglo XIX, a la clase obrera del siglo XX,a los trabajadores españoles de los años 50, 60 y 70, a los trabajadores del denominado tercer mundo y de las antiguas colonias. La novedad es que después de reducirse en los países desarrollados, de nuevo la precariedad se extiende por ellos como una mancha de aceite que afecta a todos los colectivos. Por ahora con efectos diferenciados y, en este sentido, quiero destacar cuatro líneas de extensión de la precariedad:
Primera. La precariedad objetiva de las condiciones de empleo afecta sobre todo a los contractualmente precarios y más vulnerables: parados, temporales, tiempo parcial involuntario, autónomos falsos y dependientes, trabajadores pobres, informales, trabajo gratuito y sin contrato (sólo por una promesa) …, así como a las nuevas formas vinculadas a las TIC y la IA; lo que denominan economía colaborativa, una multitud detrás de las pantallas realizando tareas simples que sólo tienen sentido en manos de aquel que monitoriza y que entra y sale de las tareas con tal facilidad que sólo se permite relaciones efímeras de trabajo, con muy pocas garantías. Incluso las profesiones más creativas y artísticas pueden ser ahora desprofesionalizadas y precarizadas.
Pero la incertidumbre sobre permanecer o no en el lugar de trabajo o sobre las futuras pensiones afecta también a los estables. El empleo fijo ya no es un contrato excesivamente vinculante; al fin y al cabo, los ideólogos del mercado intentan que la compra y venta de la mercancía fuerza de trabajo, aunque consustancial al cuerpo humano que la proporciona, sea tan fácil y azarosa hoy en día como comprar y vender una camiseta. Por ejemplo, en España entre 2012 y 2018 se firmaron entre 10 y 11 millones de contratos indefinidos. A finales de 2018 habían desaparecido casi un 40% de los contratos fijos firmados en 2017. Este es un indicador clave de la extensión de la precariedad como muestra, asimismo,una encuesta de parados en BCN del 201712 en la que el 40% de los parados, estaban fijos en su trabajo anterior al desempleo13.
Segunda. La precarización objetiva de las condiciones de trabajo, observable en la devaluación de los salarios, en la intensificación del trabajo y en la enorme flexibilidad de horarios y jornadas de trabajo. Pero también en la progresión de los accidentes y factores de riesgo físicos y psicosociales o en los problemas de salud en general. En este sentido los trabajos de hoy en día se caracterizan cada vez más por dos constantes:
Una constante es, paradójicamente, el cambio continuo, que desestabiliza e irrita; habría que pensar muy seriamente si esta estrategia de nueva gestión tiene más que ver con el control, la disciplina y sumisión de una mano de obra de la que se han creado enormes excedentes que con la eficiencia.
Si la libertad de contrato en el mercado de trabajo es más formal que real por parte del trabajador, dado que el contrapeso es ser pobre o pasar hambre, la autonomía dentro de las empresas se va restringiendo de manera que los trabajadores deben actuar como incondicionales; a semejanza de obedientes soldados en la guerra
Y otra, muy relacionada con la anterior es la desprofesionalización. Esta iniciativa ya proviene de Adam Smith y su ejemplo de la fábrica de agujas; Taylor y Ford la llevaron a una expresión máxima en el trabajo manual, pero todavía faltaba darle unas vueltas en el terreno del trabajo de los servicios y de los sectores llamados profesionales con alto nivel de estudios. Esto es lo que están consiguiendo las nuevas técnicas de gestión, ayudadas por las nuevas tecnologías. Individualizar, alienar o sobre-humanizar (que comenta DanièleLinhart en la obra citada), para que los trabajadores se entreguen, se comprometan en cuerpo y alma, mientras la capacidad de control que otorgan las calificaciones y la profesionalidad, son subsumidas en competencias más relacionadas con las actitudes que con las aptitudes, y en técnicas de evaluación continua y cuantitativa. Ya no es el médico el que atiende según su saber y código deontológico a sus pacientes, sino que son unos administradores que no ejercen la medicina los que especifican la atención; ya no son los profesores los que determinanlos contenidos y métodos docentes de sus clases, sino también unos expertos que estandarizan la enseñanza. Si la libertad de contrato en el mercado de trabajo es más formal que real por parte del trabajador, dado que el contrapeso es ser pobre o pasar hambre, la autonomía dentro de las empresas se va restringiendo de manera que los trabajadores deben actuar como incondicionales; a semejanza de obedientes soldados en la guerra. La sobre-humanización abarca también la jerarquía de la empresa de manera que cualquier crítica o desacuerdo es vista como algo personal y por tanto símbolo de deslealtad.
Tercera. La precarización subjetiva, moral, la creación de una atmosfera de autocensura y de percepción de vulnerabilidad. El ejemplo más claro es el rosario de estigmas y culpas que caen sobre los desempleados (también pueden ser las mujeres, aún más los inmigrantes): fraude, vagancia, dependencia, viven del subsidio; todos trabajan en negro… Pero también la presión y el estrés a las que se someten a precarios y fijos. Dice Robert Castel (2009: 114-15)14 que se ha creado una situación social y económica “marcada por una penuria de empleos y una presión política y moral caracterizada por la sobrevaloración del trabajo”. Junto a la penuria de puestos de trabajo, de ahí el fuerte desempleo y precariedad, “la exigencia absoluta de trabajar para ser socialmente respetable” y “la estigmatización del no-trabajo asimilado a la ociosidad culpable” o a la figura del “pobre malo que vive a expensas de la gente de bien”.
Cuarta. Finalmente, la precariedad y la vulnerabilidad que traspasa las puertas de empresas y trabajos y precariza nuestras vidas. Según la mencionada encuesta de precariedad en Barcelona: no llegar a fin de mes o no poder hacer frente a gastos imprevistos afecta a un 74,7%, la pobreza energética al 40,6 %, los problemas de pago de vivienda al 37,1%, los desahucios al 27,1%. Una autora alemana Isabel Lorey15 habla de la precariedad gubernamental, «una forma de gobierno que utiliza la inseguridad como su principal herramienta”. Barbara Ehrenreich16 comenta en su obra Sonríe o muere que, a pesar de todo lo que está cayendo sobre las espaldas de trabajadores y ciudadanos, la receta es actuar en positivo, ser optimista, proactivo. Aunque, quizás, tras la máscara de la sonrisa haya una burla: ¿no has llegado?, ¿no eres feliz? Eso es que no trabajas lo suficiente, debes esforzarte más, ser más leal, obedecer… En este sentido se articularon las famosas frases de dos de los presidentes de la CEOE durante la Gran Recesión: los trabajadores españoles se han de acostumbrar a trabajar más y a cobrar menos; los parados tienen que aceptar cualquier empleo, les guste o no. O un reconocido empresario, entre muchos otros, cuyos emolumentos anuales contribuirían a reducir la pobreza de tanta gente, sin pelos en la lengua anunciaba quese acabó la fiesta. Asimismo, una candidata a una comunidad autónoma (más tarde presidenta de la misma) se añadió al festival de despropósitos: Hablar de empleo basura me parece ofensivo para el que está deseando tener ese empleo basura. Claro que si Mario Conde dijo en una entrevista que hizo su fortuna trabajando mucho, cualquier cosa es posible. Todos estos ejemplos muestran que además de la transformación material de la vida y el trabajo, es necesario imponer un sentido común favorable a la actual acumulación primitiva de capital, que implica despojo de los comunes y disolución de la vida comunitaria, de la acción colectiva.
Cuestionando estigmas e intentos de culpabilización
La mencionada encuesta de 2017 enBarcelona muestra que los desempleados quieren trabajar (80% busca empleo) y la mayor parte está dispuesto a incorporarse rápidamente a un trabajo (85%); a pesar de llevar tiempo en el paro (44% más de un año), mientras que un 63% ha sufrido otras situaciones de paro, o de que el 29% no recibe ninguna prestación y un 27% recibe prestaciones en torno a los 426 €. Soncualificados (25% estudios universitarios, 32% bachillerato y FP; 25% directivos, técnicos y profesionales) y sólo un 7% no cualificados).
No obstante, también en las tareas cotidianas de los asalariados, de aquellos que tienen “la inmensa suerte de desempeñar puestos de trabajo” las exigencias, los ritmos, los cambios continuos, las evaluaciones, desestabilizan y generan situaciones de precariedad moral. También el miedo: Como decían unos entrevistados17: «El miedo… el miedo de los compañeros, el de uno mismo. Miedo a perder el trabajo, a que te cambien de puesto de trabajo, a lo que puede decir o hacer tu superior … y, por tanto, callar incluso cuando tendrías que responder o rebelarte «. «Trabajé en esa empresa hasta que intentamos crear un comité de empresa. Nos echaron a unos cuantos. Ese fue el motivo”.
Aunque, tal vez, la diferencia más importante entre el trabajador secundario o periférico (el precario de los años 50-80 del pasado siglo), y el trabajador precario actual es que el primero tenía una trayectoria laboral irregular pero plena, pasando de un puesto de trabajo a otro y con períodos muy breves de desempleo, mientras que el precario actual alterna el trabajo precario con los agujeros negros del desempleo; que puede ser largo y sostenido al inicio y, también, una vez superado los 45 años. El primero quizás se movía casi siempre dentro de una profesión u ocupación concreta; el segundo, además, va cambiando de oficio continuamente.
La diferencia más importante entre el trabajador secundario o periférico (el precario de los años 50-80 del pasado siglo), y el trabajador precario actual es que el primero tenía una trayectoria laboral irregular pero plena, pasando de un puesto de trabajo a otro y con períodos muy breves de desempleo, mientras que el precario actual alterna el trabajo precario con los agujeros negros del desempleo
Quizás, por ello, contemplando las dos encuestas realizadas entre 2017 y 2018 en BCN, se desprende que parados y precarios posiblemente comparten en su trayectoria de trabajo cifras de contratos temporales, de contratos a tiempo parcial, periodos de paro anterior, mala salud auto percibida, nervios, baja moral, problemas de dormir; o, asimismo, os problemas del hogar.
Reflexiones sobre derechos, trabajo, autonomía y dependencia
Castel en la obra citada (2009:69) nos propone un juego de palabras, verdadera metáfora de la situación: mientras se nos dice que pensemos en la libertad del trabajo frente a la servidumbre del derecho, hemos de hacer exactamente lo contrario; es decir, pensar que el derecho y las protecciones hicieron posible liberar a los trabajadores de la servidumbre que caracterizaba las formas anteriores a su regulación legal.
Quizás por ello asistimos estupefactos e impotentes a la vuelta atrás de la secuencia histórica trazada por Thomas H. Marshall18 al proponer el concepto de ciudadanía social. Esta secuencia reflejaba el reconocimiento primero de los derechos civiles (propiedad), después el de los derechos políticos (asociación, voto …) y, finalmente tras más de dos siglos, la puesta en marcha de los derechos sociales (seguridad social, etc.). En contraste, la actualidad permite observar cómo se devalúan los derechos sociales: privatización de la enseñanza, de la sanidad, mercantilización de los servicios públicos, devaluaciónde las pensiones y del estado del bienestar en general. Y, tras ello, se extiende la sospecha sobre los derechos políticos (cuestionamiento de los sindicatos, interrogantes sobre el auge del autoritarismo o los problemas de la democracia en tiempos neoliberales, corrupción política, desconfianza hacia los partidos y los gobiernos), aunquenaturalmente se preservan y se refuerzan los derechos civiles (para aquellos que tienen propiedades, básicamente), recorriendo un peligroso camino que rompe los instrumentos de inclusión y cohesión social.
En este deshacer el camino civilizatorio perdemos un importante derecho social como es el derecho del trabajo. Y este es muy importante; fundamental. Me explico. Cuando hablamos de estado del bienestar nos viene a la cabeza la sanidad, la enseñanza, las políticas sociales. El welfare recauda impuestos para redistribuir en estas cuestiones. Y, sin embargo, en mi opinión un factor básico de redistribución ha sido el trabajo y, concretamente, el trabajo asalariado con sus defectos (dependencia, alienación, explotación, etc.) pero también con sus derechos y protecciones. Un derecho del trabajo, pero también al bienestar ola seguridad social, no exentos de críticas: mujeres, jóvenes, inmigrantes, etnias, no gozaban o gozaban de menos derechos y protecciones que los hombres, maduros, autóctonos… De acuerdo. Esto se puede corregir y tenemos las herramientas para corregirlo. Pero la corrección no puede ser sustituir el pleno empleo, fijo y a tiempo completo, por un trabajo incierto, inseguro, precario y con vacíos clamorosos de desempleo, pobreza y riesgo de exclusión.
El trabajo, como dice la socióloga Dominique Meda19 tiene una historia, por tanto,es normal que la forma de trabajar cambie y, con seguridad, seguirá cambiando; aquello importante es conocer el sentido que en un contexto social determinado se le da al trabajo y a la materialidad de su realización. De este modo, la autora nos dice que podemos considerar el trabajo al estilo económico neoclásico y empresarial como un factor de producción que implica sacrificios; también podemos entender el trabajo a la manera de Marx como una forma de relación y dereconocimiento humano: «por medio del trabajo, las personas se denominan unas a otras que son o que quieren ser, de manera que lo que hace cada una será el espejo en el que se reconocen”. Finalmente, siguiendo las prácticas keynesianas, o la extensión de las políticas sociales mencionadas por T H Marshall, podemos entender el trabajo como un redistribuidor, vía salario directo e indirecto (bienestar).
La corrección no puede ser sustituir el pleno empleo, fijo y a tiempo completo, por un trabajo incierto, inseguro, precario y con vacíos clamorosos de desempleo, pobreza y riesgo de exclusión
Con Jordi Guiu, en el curso de una investigación, preguntábamos a un parado muy joven, de familia y barrio obrero, sobre el significado del trabajo, sobre si era un valor o no y respondió: “A mí me gustaría tener un trabajo fijo. Es importante tener un trabajo, ¿qué haces sin trabajo? Sin trabajo no haces nada. Para mi familia, mi madre, mis hermanos, los amigos, para todos, el trabajo es importante, ¡claro! El trabajo te lo da todo”.
Frente a esto la realidad de jóvenes con mayor nivel de estudios o de clase media que permite vislumbrar un menor apego a un empleo que se muestra huidizo y precario y, esta desafección puede abarcar a su contrario: el desempleo, de manera que el interpelado se coloca en un lugar entre el trabajo y el no trabajo; quizás como estudiante, quizás como emprendedor y aunque conscientes de que pocas personas tienen éxito, y de que éste puede ser efímero, “entre sentirte parado o sentirte un emprendedor —aunque sólo ganes 300 euros al mes— está clara la preferencia.»
En términos más generales, la IV Encuesta Europea de Valores aplicada a España permite constatar que la sociedad española sigue entendiendo que el trabajo es la vía natural de vivir en sociedad. El trabajo es un elemento cultural y socialmente necesario; un deber social. Una concepción que no evita el crecimiento de la individualización basada en incentivos instrumentales, como tampoco evita la sensación de pérdida de libertad y de control en el trabajo; aunque se reconozca que dicha sensación (paradójicamente) sea la contrariacuando se centra en la vida cotidiana.En todo caso, el trabajo es aún más importante para parados y precarios. «Me considero un trabajador, no un parado». «No quiero ayudas, lo que quiero es trabajar». «Yo necesito trabajar». O, en el caso de los precarios, es objeto de sus mayores preocupaciones cotidianas “la inseguridad sobre las expectativas de mantener el puesto de trabajo”, o “las pocas oportunidades de encontrar un trabajo digno”20.
Frente a esta realidad se acentúa la idea del incremento de la cultura de la dependencia y del subsidio de la ciudadanía hacia el estado. Esas voces interesadas olvidan que tanto la sociedad liberal del siglo XVIII y del siglo XIX, como la neoliberal actual,necesitaron y necesita mucho más delaacción estatalde lo que exigió y puede exigir el bienestar o cumplir con unos mínimos derechos y protecciones de los trabajadores; no hay otro modo de extender y mantener la desregulación de mercado –la mercantilización- que la acción estatal. Por otra parte,¿quién es más dependiente un asalariado con derechos y protecciones o un autónomo dependiente, figura en la que caen muchos emprendedores?¿Qué capacidad de elección tiene un joven que empieza como desempleado o precario? Por ejemplo, pensemos en un rider, sobrepasado por las lógicas económicas y laborales o pensemosen la multitud haciendo pequeñas tareas para las grandes empresas tecnológicas. Esta multitud que se crea y desaparece con la facilidad con la que se ha culminado la tarea, el proyecto, el objetivo; sin ningún derecho, ninguna obligación, ninguna relación contractual. Quizás sólo la promesa o el deseo de poderser uno mismo quien, un día, haga bailar a la multitud al son anónimo y metálico de su dinero.
En la economía financiarizada, pierde sentido la eficacia, la productividad, la calidad; el cambio perpetuo es una nueva forma de alienación para sociedades con capital cultural incrementado
La dependencia tiene otras vertientes, forma parte de nuestra sociedad, si no se vive de rentas se depende del salario, del subsidio o de la caridad. La dependencia es también la rotura de la profesionalidad, del oficio, de la calificación algo que se inicia con Smith, Taylor y Ford, que sólo pensaban en el factor técnico en la industria; es decir en los trabajadores como prolongaciones de las máquinas. De ahí una buena parte de la explicación de la rebelión de los jóvenes de los 60 y 70, de su lucha por la identidad, el reconocimiento o la autonomía. Algo que recogen las técnicas actuales de gestión del trabajo: sobre-humanizan los trabajos en el discurso (lo denominan recursos humanos valiosos), pero en la práctica los empleadores generan puestos de trabajo caracterizados por la incertidumbre, el cambio perpetuo, la flexibilidad arbitraria. En la economía financiarizada, pierde sentido la eficacia, la productividad, la calidad; el cambio perpetuo es una nueva forma de alienación para sociedades con capital cultural incrementado. Hay que preguntarse si las decisiones sobre el trabajo pertenecen exclusivamente a la OCDE, al FMI, a las empresas, con compromiso de parte y, en este sentido¿qué sucede con los trabajadores, con los ciudadanos?
El conjunto de problemas reseñados (precariedad, pobreza, sufrimiento) es una muestra de una sociedad enferma y es, precisamente, la sociedad – a la manera de Polanyi- la que debe generar las condiciones (mecanismos, instituciones, acciones) para que los individuos sean realmente autónomos, independientes, libres en la realidad no en el ideario o la creencia. Sanidad, enseñanza, políticas sociales, seguridad social, todo ello contribuye a la seguridad de las personas, pero también el trabajo asalariado ha sido un gran redistribuidor. Un ejemplo, es el de las mujeres dedicadas entre otros trabajos informales a la confección sumergida;esa ocupación les proporcionaba capacidad de decisión sobre sus vidas y las de sus hijos: separaciones, divorcios o, simplemente capacidad negociadora ante maridos patriarcales. Podemos buscar otras fórmulas que superen el trabajo asalariado, pero los derechos y protecciones son necesarios y no precisamente para unos cuantos privilegiados. Sin contrapesos institucionales, asociativos y comunitarios no hay equilibrio, ni consenso, ni fundamentos sociales.
No obstante, el sentido común y los medios de comunicación promueven unas normas y valores que nos entregan al mercado-Moloch. Casi sin darnos cuenta aceptamos unas políticas y decisiones que nos van hundiendo en la miseria que implica la dependencia, la dominación, la subordinación, mientras se predica lo contrario. Y, llegados aquí, dado el avance sigiloso, paulatino, imparable me atrevo a preguntar, ¿tenemos derecho a no tener derechos, ni protecciones?, o, puestos a preguntarse, ¿la sociedad puede prescindir del trabajo, de los trabajadores?
,¿Qué se puede esperar si a la pérdida de derechos, le decimos reforma laboral? , ¿o al escenario negativo de la pérdida de trabajo remunerado le denominamos revolución tecnológica? Uno tendía a pensar que una reforma era una mejora y que una revolución tecnológica serviría justamente para librarnos de los trabajos más pesados y rutinarios, o para vivir mejor
La pregunta puede ser considerada demasiado cruda o provocadora. Pero ¿es otra cosa la que se afirma cuando se predica sobre la libertad absoluta de mercado?, o cuando se reclama sin cesar flexibilidad (pero sólo la de una parte, la más numerosa, de las personas), o cuando se exige trabajar más para cobrar menos. El presidente Obama se despidió en 2016, poniendo sobre la mesa un publicitado informe sobre nuevas tecnologías21. Unas tesis sobre la robótica, las TIC e IA, desde la perspectiva de un explícito determinismo tecnológico, que aparenta que no son las decisiones políticas, ni los intereses económicos, sino un desarrollo técnico neutral, objetivo, con vida propia, la que nos va a dejar sin el trabajo remunerado como elemento redistribuidor. En dicho enfoque no cuentan las posibles alternativas, de trabajar menos, de ocuparse de los trabajos de cuidado, de las relaciones sociales; ni tan siquiera se plantean que pasará con el trabajo, con la sociedad, en un escenario que valore el problema ecológico. En todo caso la pregunta es pertinente. Más, ¿qué se puede esperar si a la pérdida de derechos, le decimos reforma laboral?, ¿o al escenario negativo de la pérdida de trabajo remunerado le denominamos revolución tecnológica? Uno tendía a pensar que una reforma era una mejora y que una revolución tecnológica serviría justamente para librarnos de los trabajos más pesados y rutinarios, o para vivir mejor.
Y ¿cómo devolver la humanidad al trabajo? A esas mentes y cuerpos humanos que tratamos como recursos, como mercancía. Ciertamente, las personas tienen recursos, pero no son recursos; proporcionan mercancías y servicios, pero no son mercancías. La ficción que naturaliza al mercado se hace fetiche en el imaginario y nos la creemos. Tampoco somos menos personas o seres humanos por tener que ganarnos la vida trabajando. Privar a los ciudadanos de este instrumento de redistribución, en la sociedad actual y mientras no pongamos remedios que más que igualitarios sean justos, es condenar a la dependencia, al sufrimiento.
Posibles alternativas
Sobre alternativas tal vez mejor tender a ser conservadores, sobre todo sí nos referimos a los derechos y libertades conquistados. Está claro que en España no funcionan los derechos y protecciones, las políticas sociales, ni las políticas activas; también que desde 1984 la mayor parte de las políticas laborales han avanzado disminuyendo la capacidad negociadora de la oferta (la pérdida de rentas de los trabajadores, es un muestra material y objetiva de ello), pero sin solucionar ni los problemas de desempleo, ni los de precariedad y abriendo nuevos frentes como los de la pobreza aun trabajando y la pobreza en sí misma; tal vez conviene girar la mirada y las acciones hacia el sistema productivo y las empresas, hacia el carácter destructivo del supuesto mercado libre. Tal vez, también, se pueden hacer cosas desde los ámbitos locales, aunque desde la austeridad y la falta de presupuesto es complicado.
Otra alternativa es la de intentar romper el individualismo y el consumismo tipo mcdonaldso wal-mart. Aquí sólo se me ocurre el retorno a la potenciación de la comunidad y el asociacionismo, el fomento de organizaciones colectivas autónomas y críticas con capacidad de acción, decisión, negociación: sindicatos, cooperativas, ateneos, asociacionismo comunitario (vecinos, pensionistas, mareas…) y una educación más crítica que otorgue capacidad de pensamiento original y propio y que se base más en contenidos (aptitudes) que no en competencias (casi siempre relacionadas con las actitudes). En el mismo sentido y ante el riesgo real de autoritarismo, desarrollar una iniciativa democratizadora amplia que abrace también una de las células básicas de la sociedad capitalista: las empresas, promocionando la participación y la autonomía real de los trabajadores.
Para llegar a construir algo con visos de realidad y no de distopia tenemos que reducir el tiempo de trabajo y dignificar el trabajo, convirtiéndolo en algo respetable y decente
¿Creemos que existe un problema ecológico? Si la evidencia de su existencia y de su gravedad es ya apabullante, será mejor buscar alternativas que no sólo sean palabras, sino que tengan en cuenta que con menos producción material y más producción inmaterial y relacional (la que verdaderamente importa si pensamos que la sociedad sí que existe) podemos vivir mejor y con menor desigualdad. Y para llegar a construir algo con visos de realidad y no de distopia tenemos que reducir el tiempo de trabajo y dignificar el trabajo, convirtiéndolo en algo respetable y decente, tal como expresan varios expertos o, como dice Richard Sennett en El artesano22: manos y cabezas en acción.
¿Podemos pensar el trabajo teniendo en cuenta el cuidado y la atención a las personas? El trabajo reproductivo es un trabajo digno y socialmente necesario. No necesita de paliativos tipo conciliación (que finalmente no liberan, sino que recaen sobre las mujeres), sino de reconocimiento. Y un reconocimiento no mercantil, como debiera ser también para la sanidad, la educación y otros instrumentos que generan equidad.Tal vez experimentar con algún tipo de renta o trabajo garantizado, también la RBU, pero no la propuesta por los neoliberales que sustituye todas las prestaciones.
Inversión en servicios públicos. El Estado está ahora al servicio del mercado, naturalizando la antinatural. El estado es una institución social que debiera estar al servicio de la sociedad. Además, lo privado no necesariamente funciona y, aún menos, funciona mejor. Desde los años 1980 en España hemos visto como la venta de patrimonio y servicios públicos, sólo garantiza grandes beneficios a los propietarios actuales (o sobrevenidos por la gracia del gobernante de turno) e incrementa la desigualdad y la pobreza. Una dualidad tan insoportable como la que van generando los intereses económicos en la sociedad, entre los que pueden no pagar o incluso evadir impuestos frente a los que tienen que pagar impuestos religiosamente y los que no pueden pagarlos dado su grado de vulnerabilidad y pobreza.
Necesitamos mecanismos que legitimen la voz de aquellos que trabajan a diario sin amasar sospechosas fortunas, así como el buen sentidode los oprimidos, de los perdedores y otras clases peligrosas
No obstante, no se puede hablarde alternativas sin recuperar soberanía económica, tecnológica… y sin generar instrumentos de regulación mundial. Nada fácil, pero tal vez imprescindible. Las organizaciones que impulsan el neoliberalismo y el mercado, que han cambiado las cosas en tan poco tiempo: OMC, OCDE, FMI, BM,UE, BCE, etc., pueden revertir sus mensajes y los gobiernos recuperar soberanía. Tal vez una soberanía mundial en la que la sociedad y las personas pasen por delante de la mercantilización y la especulación. Prevenir el desastre social y ecológico debiera ser una prioridad.
Desde el egoísmo del negocio, del beneficio económico, de la especulación financiera, del sentido común neoliberal, el derecho y la protección al trabajo deben desaparecer y ese mismo sentido común y los conceptos y fraseología que le acompañan son hoy día hegemónicos. Necesitamos mecanismos que legitimen la voz de aquellos que trabajan a diario sin amasar sospechosas fortunas, así como el buen sentidode los oprimidos, de los perdedores y otras clases peligrosas.
Documentación complementaria
* TABLA DERECHOS Y REALIDADES
_________________
Pere Jódar. Profesor Sociología UPF, una versión reducida de este trabajo se presentó en el CTESC el 12 de junio de 2019, en el Àgora del Dret del Treball.
NOTAS
1.- Esto es lo que se desprende de las lecturas de Hans Rösling, Steven Pinker, JohanNörberg. [^]
2.- Jason Hickel (2017:84) advierte en referencia a Locke que: “Esta «teoría laboral de la propiedad» se usó para justificar el robo de tierras en las Américas: como parecía que nadie se dedicaba a la producción agrícola, los colonos podían apropiarse de la tierra legítimamente mientras estuvieran dispuestos a cultivarla”; naturalmente privando de ellas a los pueblos indígenas o exterminándolos.Jason Hickel (2017) The Divide: A Brief Guide to Global Inequality and its SolutionsLondres William Heinemann. [^]
3.- Tengamos en cuenta que una institución internacional tan influyente como la OCDE pone en marcha el índice que denomina Legislación de Protección al Empleo (EPL en sus siglas en inglés) para mostrar que a mayor protección le corresponde mayor nivel de paro. Y ello a pesar de que la realidad mostraba, como acabaron reconociendo más tarde, una tendencia contraria o, cuando menos, contradictoria; pero no por ello han dejado de utilizarlo. Lo mismo sucedió, y sucede, con el concepto de flexibilidad, que se ha convertido en metáfora conveniente al sentido común neoliberal. Con estas iniciativasse pone, de antemano, la propiedad y la libertad individual por encima de la justicia y el bienestar colectivo, de forma que se amplían los derechos de los que tienen más propiedad y libertad, mientras se sustraen derechos de la mayoría. [^]
4.- Samuel Bowles, David M. Gordon, Thomas E. Weisskopf (1989) La economía del despilfarro. Madrid, Alianza. De los mismos autores y editorial (1992) Tras la economía del despilfarro. Los autores afirman que la economía del goteo, basada en la supresión de los impuestos a las grandes compañías y alos más ricos para que éstos inviertan, finalmente sólo genera más desigualdad. [^]
5.- David S. Landes (1987) A che servono i padroni? Le alternative storiche dell’industrializzazione. Torino, Bollati Boringhieri. En este libro se publican los dos artículos originales de ambos autores, junto con otros. [^]
6.- Eric Olin Wright (2014) Construyendo utopías reales. Madrid, Akal. [^]
7.- Josep Fontana en su obra póstuma no duda en hablar del capitalismo como un engaño desde sus orígenes. Josep Fontana (2019) Capitalismo y democracia 1756-1848. Cómo empezó este engaño. Barcelona, Crítica, 208 pp. [^]
8.- Decía el industrial Andrew Ure, en 1835 en su obra La filosofía de las manufacturas, que: «El sentido y fin de toda mejora de la máquina es excluir por completo el trabajo humano o reducir su coste, sustituyendo el trabajo del hombre por el de mujeres y niños o al artesano capacitado por el peón obrero». [^]
9.- Danièle Linhart (2015) La comédie humaine du travail, de la déshumanisation taylorienne à la sur-humanisation managériale. Toulouse, Érès, 158 p. [^]
10.- Owen Jones (2012) Chavs: la demonización de la clase obreraMadrid, Capitán Swing, 360 pp. Stuart Hall(2018) El largo camino de la renovación «El thatcherismo y la crisis de la izquierda». Madrid, Lengua de Trapo, 432 pp. Selina Todd (2018) El pueblo. Auge y declive de la clase obrera (1910-2010). Madrid, Akal, 544 pp. [^]
11.- Mireia Bolíbar, Irene Galí, Pere Jódar, Sergi Vidal (2018) Precariedad laboral en Barcelona: Un relato sobre la inseguridad. Barcelona, Assemblea de treballadores i treballadors en atur y Barcelona en Comú. 79pp. [^]
12.- Pere Jódar, Mireia Bolíbar, Sergi Vidal (2017) Encuesta sobre paro y precariedad en Barcelona. Informe sobre el desempleo. Barcelona, Assemblea de treballadores i treballadors en atur y Barcelona en Comú. 75pp. [^]
13.- Una cifra similar a la que aportan Muñoz del Bustillo et al. (2016: 71) para 2007 y todaEspaña. Muñoz-de-Bustillo Llorente, R. and Pinto Hernández, F. (2016) Reducing Precarious Work in Europe through Social Dialogue: The Case of Spain, Report for the European Commission, University of Salamanca available at http://www.research.mbs.ac.uk/ewerc/Portals/0/Documents/Spain-final-report.pdf. [^]
14.- Robert Castel, La montée des incertitudes, Paris, Seuil, 2009. [^]
15.- Isabel Lorey(2017). Labour, (In-)Dependence, Care Conceptualizing the Precarious. En Emiliana Armano, Arianna Bove, Annalisa Murgia (2017) Mapping Precariousness, Labour Insecurity and Uncertain Livelihoods. Subjectivities and Resistance. Routledge. 236 pages. Pierre Bourdieu (2006) Contrafuegos: reflexiones para servir a la resistencia contra la invasión neoliberal. Barcelona, Anagrama, 160 pp. Michel Foucault (2004). El nacimiento de la biopolítica. México. FCE, 401 pp. [^]
16.- Barbara Ehrenreich(2011). Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo. Madrid, Turner, 272 pp. [^]
17.- Pere Jódar, Jordi Guiu (2018) Parados en movimiento. Barcelona, Icària. [^]
18.- T.H. Marshall, Tom Bottomore (1998)Ciudadanía y clase social. Madrid, Alianza.152 p. [^]
19.- Dominique Méda (2007) ¿Qué sabemos sobre el trabajo?Revista de trabajo, nueva época, año 3, nº 4, (17-32). [^]
20.- Pere Jódar, Jordi Guiu (2018) Parados en movimiento. Barcelona, Icària. [^]
21.- Executive Office of the President of the United States (2016)Artificial Intelligence, Automation, and the Economy. National Science and Technology Council. 49 pp. https://obamawhitehouse.archives.gov/sites/whitehouse.gov/files/documents/Artificial-Intelligence-Automation-Economy.PDF Que tuvo su continuidad en los sucesivos foros de Davos de2017-2018, siempre con aires apocalípticos como corresponde a los grupos dominantes en la actualidad y sus propuestas TINA (El thereisnotalternative de Margaret Thatcher). [^]
22.- Richard Sennet (2009) El artesano. Barcelona. Anagrama. 416 pp. [^]