Por ESTELLA ACOSTA PÉREZ
Durante la experiencia del confinamiento, en las primeras semanas se han visibilizado las reacciones y conductas más positivas, se lanzan alabanzas a las actitudes colaborativas, al voluntariado y a las donaciones, pero ya han aparecido las conductas excluyentes contra las personas que trabajan en primera fila. Las consecuencias del miedo pueden ser nefastas en distintos momentos, espacios o sectores de la población. Las consecuencias del odio que generan algunas posturas políticas insultantes y miserables, pueden ser muy conflictivas.
Nuestra especie, a lo largo de su evolución, no se caracteriza solamente por la apelación a los valores sociales, a los ideales de cooperación o las acciones solidarias. Forman parte del desarrollo humano al igual que la xenofobia, el racismo, el clasismo, las envidias o los rencores. Lo colectivo no es necesariamente valioso si apela a la exclusión de “los otros” como fórmula de cohesión entre “los propios”. Lo colectivo si no se asocia con el rechazo a los valores e ideales excluyentes, si no se relaciona con la equidad y la justicia social, se convierte en fuente de conflictos. Por eso no es aceptable la caridad para sustituir la solidaridad, la cooperación, la igualdad de derechos. Por eso la libertad individual no puede quedar por delante de los derechos humanos fundamentales ni por encima de los derechos sociales.
Por todo eso el “libre mercado” no va a satisfacer las necesidades humanas si está desregulado y si no existe una institución que vele por la equidad económica, la igualdad social y cultural o la capacidad real de participación política. Papel negado al Estado al que luego se reclama cuando se producen las consecuencias más negativas Por estas razones ni el neoliberalismo “progresista” y menos el hiper-reaccionario serán capaces de garantizar una salida justa de la crisis. Demasiada gente está vaticinando cambios espectaculares, pero no lo demuestran las declaraciones y las aspiraciones de las organizaciones empresariales o de algunos líderes políticos. Como decía Gramsci: “lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno ocurren los fenómenos mórbidos más salvajes”1.
El “libre mercado” no va a satisfacer las necesidades humanas si está desregulado y si no existe una institución que vele por la equidad económica, la igualdad social y cultural o la capacidad real de participación política
Aunque no creo en cambios significativos, me interesa analizar algunos factores que considero influyentes en los procesos futuros, sobre todo en relación con las emociones. Para reflexionar en profundidad, con una perspectiva amplia y flexible pero contundente contra los fenómenos, valores o ideales que perturban negativamente el desarrollo humano y la justicia social. Las emociones y las capacidades, en el trabajo y en la educación para la justicias social.
I.- EEMOCIONES Y CAPACIDADES
Estas interrelaciones se plantean de forma diferente en algunos ámbitos de la vida humana en nuestras sociedades. Resulta interesante analizar algunas formas de considerar las emociones, por ejemplo, en la vida laboral y en los medios de comunicación. Aunque, quizás, es en los procesos de enseñanza aprendizaje donde cobra un sentido mucho más profundo la interrelación, no sólo por los componentes implícitos en determinados fenómenos sino por la influencia de los vínculos interpersonales, negados en algunas épocas de la humanidad.
1.- El descubrimiento de las emociones en el mundo empresarial
Desde varios puntos de vista suena realmente interesante que las empresas, a través de sus especialistas en recursos humanos, se planteen que la gente que trabaja en sus establecimientos depende mucho de sus emociones. Han descubierto que los seres humanos no somos una dicotomía entre cuerpo y mente, que no funcionamos escindiendo la inteligencia de las emociones.
Desde hace mucho tiempo, tanto desde la filosofía, la psicología, pero también desde la biología se han explorado esas interrelaciones. Y no sólo con Freud, sino con Piaget, por ejemplo, que en “La formación del símbolo en el niño” planteaba que las emociones son la energía que necesita la inteligencia. Desde la pedagogía y ahora con la neurociencia, se ha demostrado por activa y por pasiva, las alteraciones que sufre el aprendizaje cuando una persona, infante, adolescente o adulto, no está en condiciones emocionales, se bloquea, “está de los nervios”. Por el contrario, se percibe si las personas se sienten gratificadas por el placer de descubrir, conocer o conseguir determinadas metas intelectuales. Las reacciones psicosomáticas ya son reconocidas y la influencia de la psique la señalamos con golpecitos de un dedo en la sien.
La revolución digital, la disrupción provocada por la inteligencia artificial o la amenaza de la robotización, han llevado a profundizar en los perfiles profesionales necesarios y en las competencias valiosas para los nuevos modelos organizativos o de negocio. Ya he señalado en algún artículo que las mal llamadas competencias blandas (soft), no son tales, que algunas son esenciales (hard) para afrontar determinadas tareas. El problema proviene del modelo con que las caracterizamos, el problema proviene de definir “competencias” como habilidades que pueden “entrenarse” mecánicamente, cuando son capacidades con cierta complejidad. No es fácil explicarlo pero merece la pena intentarlo, para que no quede en manos de la manipulación de los departamentos de recursos humanos y que nos vuelvan a vender “felicidad” en el empleo (compromiso con la empresa) sin reconocer el verdadero valor de nuestro trabajo y todo lo que conlleva desde un punto de vista integral como seres humanos.
Si este descubrimiento sirviera para que se mejoraran las condiciones de trabajo, se pagara mejor, se racionalizara el tiempo, se invirtiera en formación, se promovieran carreras profesionales potentes, se trabajara en equipos cooperativos, bienvenidos sean los descubrimientos del papel de las emociones o la valoración de las capacidades genéricas relacionadas con el pensamiento, la acción o las relaciones entre el saber, el hacer y el ser. Por el momento, en la cultura empresarial conocida por estos lares, no es el caso.
La identificación con los objetivos de la empresa no puede ni debe ser emocional, sino todo lo contrario. Se deben reconocer objetivamente los intereses empresariales, en el empleo se debe ejercer una función reconocida, unas tareas específicas, individuales o compartidas, con claridad en sus resultados, conscientemente asumida la necesidad de eficiencia y el grado de responsabilidad de cada trabajo realizado para la productividad. Se puede participar en la mejora de los procedimientos, en conseguir una mayor rentabilidad de determinadas acciones, lo que no se puede es depender emocionalmente, gratificarse por unos resultados que se traducen en beneficios empresariales. Mis emociones están conectadas con mi trabajo, no con las ganancias de la empresa. Debo ser consciente de la necesidad efectiva de desarrollo económico de la empresa, pero para eso no necesito estar conectada emocionalmente, como aquello de “somos una familia”. Menos aún en este sistema donde los beneficios pueden depender más de las inversiones en capital riesgo o de los intereses de los préstamos, que de lo que se produce o cómo se produce.
¿De dónde provienen la mayoría de los trastornos emocionales originados en el empleo? ¿Por qué existen estrés, burnout, depresiones, acoso, en el mundo laboral? Si este descubrimiento del papel de las emociones en el trabajo sirviera para el reconocimiento de las múltiples formas de explotación, de servidumbre, de condiciones esclavistas en que trabajan millones de personas, bienvenido sea. Si se ha introducido para edulcorar las condiciones, manipular con beneficios imaginarios, crear “clima familiar”, sin mejorar auténticamente las condiciones de trabajo y las retribuciones, habrá que combatirlo. Algunos modelos “novedosos” son útiles en determinados sectores, donde las condiciones no son tan extremas o donde existen empresas con modelos colaborativos. El problema aparece cuando se pretende generalizar, adecuarlo a sectores o empresas donde la cultura implantada es el bajo coste laboral, la mayor ganancia posible en el menor plazo posible.
Las capacidades emocionales pueden formarse y fomentarse, desde la infancia y en la empresa, incluyendo a toda la plantilla, organizando el trabajo pensando en una productividad basada en la eficacia y no en la eficiencia ciega por el beneficio. Los seres humanos trabajamos de forma integral, no separamos la inteligencia de las emociones, ni el pensamiento de la acción, un clima realmente positivo significa evaluar para encontrar la mejor fórmula que garantice el mejor resultado, en el menor tiempo posible con la mayor satisfacción colectiva. Algunos modelos de calidad evalúan la satisfacción del personal, no sólo la del cliente, pero por lo general se abandona, no interesa, desaparece o se manipula, la gente miente para no arriesgar su puesto de trabajo y pueden existir múltiples triquiñuelas para saltarse las leyes laborales, con la aquiescencia de quienes temen perder el empleo.
Aunque en estos momentos la digitalización lo abarca todo, las desigualdades sectoriales y entre perfiles profesionales son espectaculares. Los niveles de cualificación exigidos para unos y otros perfiles pueden estar alejados entre sí de forma radical
El grado de diversificación de situaciones, condiciones, entornos organizativos, valor añadido, es de tal calibre, que ya estamos hablando de la diversidad de las clases trabajadoras, no sólo por la dispersión causada por la ruptura o la descentralización de la cadena de valor, sino por las abundantes brechas entre sectores. Aunque en estos momentos la digitalización lo abarca todo, las desigualdades sectoriales y entre perfiles profesionales son espectaculares. Los niveles de cualificación exigidos para unos y otros perfiles pueden estar alejados entre sí de forma radical. Encontramos tareas simples, rutinarias, intensivas frente a otras donde cuenta la capacidad de innovación o la resolución de problemas. Profundos conocimientos matemáticos para unos perfiles contra enseñanzas básicas para otros. Y en esa inmensa diversidad el papel de las emociones también será diverso, entre perfiles y más aún entre sectores, desde un peso específico en los servicios de proximidad, hasta otras manifestaciones radicalmente diferentes en el trabajo colaborativo con robots, pasando por el control exhaustivo de las emociones para otras tareas.
Por todo esto, me parece importante reivindicar el papel del pensamiento crítico respecto de este tema, para no dejar en manos de los intereses empresariales sobre “recursos” humanos, ni la definición de perfiles profesionales ni la exclusividad en la demanda de “competencias”. El paradigma será diferente si se construye a partir de las necesidades del trabajo a realizar, contextualizado en la organización que corresponda, sobre la base del desarrollo humano, que incluye el desarrollo productivo como beneficio y como rentabilidad social. Afortunadamente existen visiones estratégicas en algunos sectores o en algunas corporaciones, con las que se puede coincidir en parte, por ejemplo, con las necesidades de aprendizaje a lo largo de la vida o con la importancia de algunas capacidades humanas altamente productivas para el desarrollo científico y tecnológico, más conectadas con las emociones que con los conocimientos en sí mismos (iniciativa, creatividad, resolución de problemas).
2.- El papel de las emociones en los medios de comunicación
Existen multitud de análisis especializados respecto de los mensajes que transmiten los medios de comunicación, sobre todo relacionados con la reproducción de determinados valores ligados al consumo, a través de la publicidad. Se podrían citar ejemplos evidentes o más invisibles, de la apelación a las emociones para vender determinados productos, sobre la base de las investigaciones de mercado que ahora cuentan con la explotación de todo tipo de datos (si es gratis el negocio eres tú).
Pero es muy interesante la relación con el mundo de la información, las áreas periodísticas, por la influencia en la “opinión pública”. Por las características que han invadido debates, tertulias e incluso la selección de lo que se cuenta en función de la “excepcionalidad”, por originalidad, escándalo o por la competitividad en la primicia.
“Quizás lo esencial de la novedad, en las explosiones de xenofobia y de nacionalismo,… reside en las posibilidades de explotar a pleno las pasiones primarias que se alimentan, hoy, por parte de los modernos medios de comunicación”2.
“El discurso articulado, que poco a poco ha sido excluido de los estudios de televisión”…”para alimentar la complacencia narcisista de un mundo periodístico…” y de determinados tertulianos que transforman opiniones en información o que convierten tantas cosas en excepcionales que acaban presentando un mundo uniforme donde se banalizan acciones moralmente despreciables. El exceso de dramatización, convierte en espectáculo lo que debería ser una situación para la reflexión, con debate fundamentado, contando con la ciencia o con personas realmente expertas en el tema. Además de las deformaciones de la realidad, con la necesaria consigna del mensaje corto, contundente, se apela a las emociones primarias.
El maestro Bordieu nos habla de violencia simbólica, de censura invisible, de la abundancia de interpretaciones simplificadas, “cosas fútiles”, “hechos ómnibus”. Una construcción social de la realidad que transforma la percepción del valor de las acciones humanas, que busca la aprobación de todo el mundo. Porque los sentimientos movilizan o desmovilizan:
“un gesto que conmueve vale más que una manifestación de 50.000 personas”
El peso del suceso, del caso, contado de forma extraordinaria, transforma en individual, circunstancial, hechos que se originan en problemas estructurales de la sociedad. Algo de esto ha ocurrido con la corrupción, con los salarios de la política, algo de esto ha ocurrido con las reivindicaciones de grupos de presión: los pensionistas, los jóvenes, las mujeres, los refugiados, etc. Aislando cada problemática se divide la visión del mundo, no se identifica el origen común de todas las dificultades. Las reivindicaciones se dirigen a la búsqueda de soluciones corporativas, las respuestas a solicitar medidas que no solucionan el problema de fondo y que acaban siendo el más puro populismo demagógico, en demasiadas ocasiones reaccionario o neoliberal. La respuesta colectiva desaparece si prima el “qué hay de lo mío”.
3.- Emociones y capacidades en el trabajo humano y la educación
En el fondo, el modelo de análisis de las competencias o su marco conceptual va a depender de unas fuentes más ideológicas de lo que se pretende desde los gabinetes o consultoras especializadas. Porque depende de la concepción sobre el papel del trabajo humano, de la organización del trabajo en la empresa, de las condiciones del empleo, de las características sectoriales. Va a interrelacionarse con la función de la educación y la formación, del aprendizaje a lo largo de la vida. Necesariamente debe contextualizarse en el marco de un modelo productivo y de desarrollo económico, donde puede jugar un diferente papel la innovación o la investigación. Todo ello influye de forma significativa cuando seleccionamos o describimos las competencias necesarias para los perfiles profesionales.
En nuestra concepción, esas capacidades se originan en la definición de la especie humana como transformadora de la naturaleza, como la especie “capaz de crear herramientas para hacer herramientas” como la definía J. Wagensberg
En muchas ocasiones es necesario analizar el papel que juega la ideología, en la ocultación de las desigualdades o de los intereses de clase. El imaginario del como si, apelando a las emociones primarias, entrampa e idealiza una comunidad de intereses que no existe. Para ello las competencias se presentan como atributos individuales, escindidos de la prestación que aporta el trabajo. En cambio, en nuestra concepción, esas capacidades se originan en la definición de la especie humana como transformadora de la naturaleza, como la especie “capaz de crear herramientas para hacer herramientas” como la definía J. Wagensberg. Y en su esencia de ser social, aparece la necesidad de transmisión de la herencia cultural. Aparte de Engels, vemos coincidencias interesantes en Freud:
“El hombre primitivo, después de haber descubierto que estaba literalmente en sus manos mejorar su destino en la Tierra por medio del trabajo, ya no pudo considerar con indiferencia el hecho de que el prójimo trabajara con él o contra él. Sus semejantes adquirieron entonces, a sus ojos, la significación de colaboradores con quienes resultaba útil vivir en comunidad3”.
Las competencias como capacidades humanas para producir objetos y para reproducir la cultura, nos indican el valor del trabajo. El no reconocimiento de ese valor está en la base de las injusticias sociales. El no reconocimiento del capital cultural que significan la ciencia y la tecnología, es la fuente de la negación del trabajo incorporado que contienen las tecnologías que se aplican. Un robot tendrá el precio que tenga en el mercado, pero tiene un valor social donde se debería tener en cuenta el trabajo científico y tecnológico que ha sido necesario para que exista, además del trabajo concreto que ha costado producirlo.
El trabajo implica desarrollar actividades que movilizan capacidades, conocimientos, habilidades individuales y colectivas, adquiridas en diferentes contextos formales y no formales, que tienen componentes biológicos, culturales y sociales, que se aportan a la creación de objetos, procedimientos, cuidados, programas o proyectos, etc. Por eso el trabajo humano tiene un valor económico, que no se aporta desde el factor capital, sino desde los trabajadores y las trabajadoras, que sufren las consecuencias de los déficits en los ambientes o la mala organización del trabajo en términos de accidentes, salud física y psíquica, en suma sufrimientos que a la larga producen consecuencias.
El ser humano está implicado de forma integral con todos los registros necesarios para producir, vivir, convivir, etc. y funcionan registros intelectuales, emocionales, prácticos, sociales que interactúan en intensidades y modalidades diferentes. Las escisiones entre la inteligencia y la emoción son negativas pero la manipulación de las emociones para conseguir felicidad, placer, seguridad, se transforma en procesos muy peligrosos que conducen al desarrollo de valores y conductas nada positivos para la sociedad, porque se asientan en el egoísmo (“sálvese quien pueda”).
Existe un ejemplo muy ilustrativo de algunas escisiones o limitaciones del modelo de competencias basado en modelos de formación más relacionados con el entrenamiento, el conductismo moderno y la compra-venta de paquetes vistosos de cursos on line con contenidos supuestamente de “inteligencia emocional”, “coaching” o recetas mágicas. La tan ansiada competencia digital es una de las ocho Competencias Clave para la Formación a lo Largo de la Vida seleccionadas por la Unión Europea. Su misma definición demuestra una complejidad, que demasiadas programaciones no tienen en cuenta, que demasiadas reivindicaciones no consideran, simplificando la demanda de la herramienta sin criterios conceptuales sólo se favorece el consumo:
“Competencia Digital es aquella que implica el uso crítico y seguro de las Tecnologías de la Sociedad de la Información para el trabajo, el tiempo libre y la comunicación. Apoyándose en habilidades TIC básicas: uso de ordenadores para recuperar, evaluar, almacenar, producir, presentar e intercambiar información, y para comunicar y participar en redes de colaboración a través de Internet” (European Parliament and the Council, 2006).
Las escisiones entre la inteligencia y la emoción son negativas pero la manipulación de las emociones para conseguir felicidad, placer, seguridad, se transforma en procesos muy peligrosos que conducen al desarrollo de valores y conductas nada positivos para la sociedad, porque se asientan en el egoísmo
Todos los elementos que permiten el dominio de esa competencia se describen de forma detallada en el marco conceptual europeo, y podemos visualizar todas las capacidades intelectuales, emocionales, sociales, lingüísticas, culturales, que son necesarias para un ejercicio eficaz4:
“La información: alfabetización informacional y el tratamiento de datos: identificar, localizar, recuperar, almacenar, organizar y analizar información digital, evaluar su finalidad y relevancia… La comunicación y colaboración: comunicar en entornos digitales, compartir recursos en línea, conectar y colaborar con otras personas mediante herramientas digitales, interactuar y participar en comunidades y redes; conciencia intercultural.(síntesis propia).
Se incluyen la creación de contenido digital, la seguridad y la resolución de problemas. Con un último aspecto muy determinante en ese marco de la resolución de problemas, completando con los aspectos interpersonales o sociales:
5.4 Identificación de brechas de competencia digital: Comprender dónde se debe mejorar o actualizar la competencia digital de cada uno. Ser capaz de apoyar a otros con su desarrollo de competencias digitales. Buscar oportunidades para el autodesarrollo y mantenerse al día con la evolución digital5.
Todo ello no se enseña con una clase de informática de una hora o dos semanales, ni por el hecho de manejar una tablet o un teléfono de última generación, implica una concepción del aprendizaje integral e integrada, en un nuevo modelo pedagógico, donde predominan los procesos, los métodos, el marco conceptual.
II.- LO INDIVIDUAL Y LO COLECTIVO
Tanto en el plano de las emociones como en el de las capacidades se presenta una dicotomía clara entre las diferentes concepciones o modelos con respecto al funcionamiento, la influencia o el valor de lo individual y lo colectivo. La perspectiva sería partir de ideas concebidas desde modelos nada sospechosos de marxismo, para mostrar los elementos fundamentales del desarrollo humano como seres sociales. Una aproximación a los conceptos claves para demostrar tanto las falacias del neoliberalismo reaccionario como las trampas del neoliberalismo “progresista”.
1.- La incertidumbre y sus consecuencias:
Una de las claves para reproducir un exacerbado pensamiento reaccionario, y la búsqueda de identidades grupales protectoras, se origina o se alimenta en las inseguridades o los miedos, fácilmente intensificados en las sociedades actuales plagadas de incertidumbres:
- miedo a la exclusión (desde lo más grave de las inequidades sociales hasta lo más superficial en las relaciones grupales);
- el miedo al otro (al diferente, a la delincuencia, al extraño) que revela una gran debilidad del “nosotros”, de los valores de la colectividad;
- el miedo al sin sentido, al desorden: si los procesos sociales se ven como caóticos, peligrosos, los rasgos de incertidumbre objetivos se agudizan y es más fácil la respuesta individual que la comprensión del pluralismo, el relativismo, los dinamismos de las interrelaciones sociales.
Una respuesta que provee de chivos expiatorios para todos los males, de apelaciones al pasado, ataques a figuras representantes de nuevos modelos de prestigio antes las cuales se recurre a autoridades tradicionales cercanas a los totalitarismos. Por consiguiente, el bien común sólo existe para ese “nosotros” excluyente, pero eso implica invisibilizar unas realidades determinadas. El ejemplo más recurrente es el rechazo a la inmigración, (bastante dotada de aporofobia), significa la ocultación de los trabajos específicos que realizan esas personas en los sectores más desfavorecidos y precarios, inculcando a la población la idea de que “nos quitan el trabajo”. Con la pandemia ha sido evidente el déficit de mano de obra en el campo al cerrar las fronteras y el origen de la mayoría de quienes trabajan en la construcción o los servicios municipales de limpieza.
Esa cortina de humo que oculta esa realidad, provoca otra negación que va a favorecer la reproducción de la ideología neoliberal. Desaparece la radical importancia de los trabajos que satisfacen necesidades básicas, pierden valor, como si no fueran esenciales para la vida de las personas en sociedad y como si los sistemas de explotación que precarizan a otros seres humanos fueran “naturales”.
El malestar de la incertidumbre, sin herramientas adecuadas a las nuevas condiciones de vida, produce una visión nostálgica que añora los tiempos pasados
Tan ingenua como perversa puede resultar la respuesta totalitaria, la negación de procesos destructivos, la vuelta a verdades absolutas, el retorno a homogeneidades identitarias, en sociedades que nunca volverán a ser uniformes. El malestar de la incertidumbre, sin herramientas adecuadas a las nuevas condiciones de vida, produce una visión nostálgica que añora los tiempos pasados. Desde el momento en que se apela a las emociones primarias, se pierden las capacidades de reflexión crítica, de análisis de las situaciones, de búsqueda autónoma de resolución de problemas. Por otra parte, los valores que reproduce la publicidad para movilizar el consumo, fomentan el individualismo. No sólo pernicioso desde el punto de vista ético (egoísmo) sino para las respuestas ante las adversidades, que también desarrolla el neoliberalismo progresista con la trampa de la libertad de elección.
2.- La libertad de elegir
Para encarar algunas de las orientaciones ideológicas negativas para las capacidades colectivas, aunque resulte obvio, necesitamos profundizar en las características sociales de nuestra especie:
“La humanidad tiene una obligación colectiva de encontrar formas de vivir y de cooperar para que todos los seres humanos puedan llevar vidas decentes.
- a) la dignidad del ser humano como ser ético, una dignidad igual e independiente del lugar;
- b) la sociabilidad humana, vivimos una vida común con otros que debe respetar esa dignidad; y,
- c) las múltiples necesidades humanas que exigen su satisfacción para conseguir esa dignidad (Nussbaum, 2007: 274 y 279)6.
Esto es lo que encubren los defensores de la libertad de elección, no sólo la necesidad humana de vida en común, sino las prioridades que implican poder satisfacer esas necesidades en condiciones dignas. Basando las reflexiones en Hanna Arendt o Amartya Sen no seremos acusados de izquierdismo, aunque todo puede ocurrir. Porque hacemos referencia a dos cuestiones fundamentales para el ejercicio de esa panacea de la libertad: poder hacer o capacidades, sin los cuales la libertad no existe.
Poder hacer significa considerar la pobreza, las injusticias sociales, como fuente de privación de la capacidad de elegir, una idea que está fuera de las consideraciones del liberalismo elitista al que nos tienen acostumbrados ciertos personajes y políticos.
Para Hanna Arendt: “el poder que se enfrenta a estas circunstancias, que libera, por así decirlo, el querer y el saber de su servidumbre ante la necesidad es el puedo. Sólo cuando el quiero y el puedo coinciden se concreta la libertad” Haciendo referencia a la polis griega, similar a Nussbaum (con Aristóteles) aunque Arendt quería negar la influencia de la economía o la política:
Para el ciudadano, entonces, la libertad era el modo de ser y estar en el espacio público como un igual en relación con los otros. Un modo singular de ser y estar en el mundo que implicaba no estar sujeto por las necesidades y apetitos humanos —para lo que estaban los esclavos—, que permitía la expresión de las diferencias interpersonales7.
El neoliberalismo progresista se dedica también a trivializar determinados fenómenos aparte de las ocultaciones de las realidades sociales o económicas que impiden disfrutar del poder de elegir. Son los dos procesos: trivialización y ocultación.
Sen ha dicho que no supone en ningún sentido un incremento de nuestra libertad la facultad de elegir o decidir entre una alternativa mala y otra peor (“¡el dinero o la vida!”); o entre dos alternativas triviales (elegir entre cien marcas de detergente). Podemos recordar a Aznar con aquellas declaraciones sobre beber vino o a algunos de los ejemplos de las medidas que proponen para superar problemas sociales. Suelen mezclar libertades individuales poco significativas para lo social con otras sobre las que existe capacidad del Estado para exigir responsabilidades ciudadanas, donde la libertad de elección tiene que responder necesariamente a valores del pluralismo que no significa capricho individualista.
La libertad como poder o capacidad de hacer y lograr cosas valiosas, no siempre existe en las clases desfavorecidas. Cuando hay grupos de interés que poseen dicho poder o capacidad, los medios de comunicación, los poderes económicos, incluso los partidos políticos con ingentes fuentes de financiación, los problemas de exclusión política por la incapacidad para seleccionar las opciones, provienen claramente de la exclusión social.
“De esta forma la propia Arendt hubo de reconocer que la verdadera inclusión política implicó una mayor inclusión social, la transformación de ciertas condiciones materiales de vida: mejor ingreso, salud, educación, vivienda, etcétera8”.
“Y lo que ahí se habría manifestado era que sin alimentación, sin salud, sin techo y sin educación los individuos sólo son libres en apariencia, ya que la carencia de dichos satisfactores básicos es un obstáculo a la libertad como poder hacer, como capacidad. Habría visto a la justicia no como un reflejo de lo social, de la administración de los hombres y las cosas que destruiría el ámbito de la política, sino justamente como el modo de relacionarse los hombres entre sí en calidad de ciudadanos libres. La justicia y la igualdad no serían entonces, como Arendt habría estimado, problemas ocasionales de la política, sino las mismas condiciones de posibilidad del vivir juntos”
Amartya Sen va un poco más allá, al explicar el enfoque de las capacidades, del poder elegir, con un ejemplo muy ilustrativo: no es lo mismo una persona que ayuna por motivos religiosos, que otra que pasa hambre por no tener qué comer.
Por lo tanto, poder elegir implica considerar el contexto, desde las reales condiciones sociales, económicas y culturales, donde también va a jugar un papel relevante la incertidumbre y los miedos que genera. Un contexto donde van a ser determinantes el valor del trabajo para el desarrollo humano con justicia social y la educación como derecho fundamental, como fuente de reconocimiento y defensa de los demás derechos humanos y laborales.
III.- JUSTICIA SOCIAL: REDISTRIBUCIÓN, RECONOCIMIENTO Y REPRESENTACIÓN
Desde las diferentes posturas con respecto a la justicia social, en los últimos tiempos, son significativas las ideas de los puntos anteriores para el desarrollo de las llamadas 3R de la justicia social. En general, la idea de justicia en sí tiene antecedentes y se han señalado sus condiciones como justicia social desde Rawls, pasando por A.Sen o Marta Nussbaum. El tema de la redistribución se ha centrado en lo económico, por el peso determinante de la escasez de recursos, la pobreza o las desigualdades en los ingresos como indicador de desarrollo humano. El reconocimiento ha sido y es muy relevante para abarcar las diferencias culturales, étnicas, de clase o de género, con una expansión explosiva en los últimos tiempos, en el feminismo y en el abordaje de la ciudadanía (igualitarista o diferenciada) o el multiculturalismo. Con Nancy Fraser, Iris Young y otras producciones del ámbito de la filosofía y la sociología. En cambio, la representación ha interesado de forma especial en la política con minúscula, relación lógica por un lado pero que ha oscurecido sus posibilidades en otras áreas de la vida social9.
Un breve avance para futuras reflexiones:
Es evidente que la base de la redistribución se refiere a los ingresos, y poco a poco (en el PNUD) se han ido incorporando las condiciones de vida, pero sostenemos que afecta también al empleo y a la educación. La ausencia de recursos deteriora la salud (como hemos comprobado) y condiciona de forma contundente la calidad y la cantidad de las acciones educativas compensadoras de desigualdades. En el empleo se producen brechas de todo tipo: de edad, de clase, de género, de origen étnico, no sólo por prejuicios o modelos culturales, sino por las desigualdades de partida de las capacidades y las cualificaciones profesionales. Cuando se estudian las disrupciones que produce la digitalización, estas desigualdades deberían ser prioritarias a la hora de tomar medidas correctoras.
El capitalismo de plataformas está produciendo precarización, temporalidad y explotación, pero en dos niveles que dualizan a las clases trabajadoras: por un lado, los profesionales que diseñan, programas, elaboran y dirigen proyectos, controlan datos, etc. con formación de alto nivel, y por otro, quienes trabajan a destajo en empleos intensivos que no exigen demasiada formación. El conjunto de empleos de la industria necesita de reciclajes permanentes para que nadie se quede atrás en la 4ta revolución. Pero el índice de desigualdades y diversidades al interno de las clases trabajadoras ha llegado a dimensiones considerables.
En la medida en que el trabajo, la salud o la educación se transforman en mercancías, caen en la órbita de las leyes del mercado, la redistribución desaparece y dejan de ser índices de desarrollo humano. No sólo porque se compran y se venden sino porque sus fines sociales pierden el sentido de desarrollo colectivo, para convertirse en instrumentos al servicio de intereses particulares. Se ha conseguido evitar que la salud o la educación se consideren un gasto, pero al incluirlas en el terreno de las inversiones, si no se cuidan como políticas públicas y sociales, pasan a ser fuente de desigualdades en la medida en que dependen mucho más de las “inversiones” particulares.
No pretendemos desarrollar aquí todas las implicaciones del reconocimiento como principio para la justicia social, ni profundizar en algunas ideas de Fraser o Young, o la idea de Axel Honneth de la ausencia de reconocimiento como originado por la reificación. Nos interesa señalar algunos elementos importantes para la relación entre emociones y capacidades, entre lo individual y lo colectivo.
El reconocimiento del valor del trabajo, como la dimensión de la especie que domina la naturaleza, se relaciona de forma directa con el ser social. La necesidad de producción y reproducción de la vida humana pasa por la creación de objetos para la subsistencia pero también de actividades organizadas, que básicamente nos distancian de la naturaleza y regulan las relaciones entre los seres humanos: la cultura. La herencia cultural se transmite a través de los aprendizajes formales, no formales e informales, pero el reconocimiento de las diferencias, las desigualdades, la diversidad (sin caer en la trampa) es la base de la compensación de desigualdades de partida que las políticas públicas tienen que afrontar para conseguir una sociedad equitativa.
El reconocimiento del valor del trabajo y de la educación debe contemplar el valor del “capital cultural” (Bordieu) y mucho más directamente el valor de la cualificación profesional, sea cual fuere el origen de los aprendizajes (titulaciones, cursos o experiencia laboral).Todo ello como tiempo de trabajo socialmente necesario para producir objetos o implementar servicios. Por lo cual, implica el reconocimiento del valor de lo colectivo, implica reconocer a “los otros” como mis iguales. Pero eso es lo que niega el capitalismo, cosificando a los seres humanos para que el trabajo y la educación sean una mercancía.
“El ser humano es un ser social por naturaleza, y el insocial por naturaleza y no por azar o es mal humano o más que humano (…). La sociedad es por naturaleza anterior al individuo (…) el que no puede vivir en sociedad, o no necesita nada para su propia suficiencia, no es miembro de la sociedad, sino una bestia o un dios.” (Freud, 1929).
El derecho humano a la educación, es la garantía de disfrute del resto de derechos, es parte de las obligaciones del Estado, se transforma en parte de la construcción de ciudadanía
Aunque existiera el reconocimiento del valor del trabajo y de la educación, faltaría un elemento: la representación. El trabajo decente que plantea la OIT implica formas de representación para implementar el diálogo social. En nuestro país la estructura jurídica garantiza la existencia de elecciones sindicales y otras fórmulas de representación institucional derivadas de la Constitución. Pero esa representación no siempre tiene la presencia y la relevancia que la justicia social reclama y se invisibiliza o manipula de mucha formas para restar influencia a la representación sindical.
El derecho humano a la educación, es la garantía de disfrute del resto de derechos, es parte de las obligaciones del Estado, se transforma en parte de la construcción de ciudadanía. Sin una educación adecuada, equitativa, con valores democráticos, una educación en valores ciudadanos, no hay una ciudadanía activa y participativa. La representación se queda reducida a la modalidad parlamentaria, cuando se podrían desarrollar otras formas de participación. Distintos niveles de las cuestiones colectivas, distintas modalidades de participación (consultiva, colaborativa, etc.) y diferenciando en qué, cuándo y cómo se participa en la toma de decisiones.
En educación, como en otros ámbitos del desarrollo humano, es fundamental establecer responsabilidades, diferenciando con claridad las individuales de las colectivas, sociales o públicas. En ese marco de legitimar y delimitar responsabilidades, la representación debería ser un tema clave, sobre todo para el análisis de las implicaciones que los diferentes modelos de políticas públicas generan en el sistema educativo y de formación.
Esperamos poder desarrollar algunas reflexiones más en futuros trabajos, en el convencimiento del papel del trabajo y la educación en el desarrollo humano y la justicia social.
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Estella Acosta Pérez. Orientadora y profesora asociada de la UAM jubilada. Instituto Europeo de Políticas Públicas Isegoría.
NOTAS
1.- Citado por Nancy Fraser (2019): Il vecchio muore e il nuovo non può nascere. Ombre corte. Verona. [^]
2.- Bordieu, P (2006): Sobre la televisión. Edición para ebook. Original de 1996. [^]
3.- Freud, S (1929): El malestar de la cultura. Texto: http://www.elortiba.org/bagayos1html. [^]
4.- [1] Digital Competence Framework forCitizens. 2.0 Desarrollando en profundidad estas áreas. [^]
5.- Vuorikari, R, Punie, Y , Carretero, S and Van den Brande, l (2016): DigComp 2.0: The Digital Competence Framework forCitizens. EuropeanCommission. [^]
6.- [1] Dubois Migoya, A (2008): El debate sobre el enfoque de las capacidades: las capacidades colectivas Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, vol. 10, núm. 20 Universidad de Sevilla. España. [^]
7.- Maldonado, A, S: La libertad como “poder hacer”.Arendt y el enfoque de las capacidades. [^]
8.- Maldonado ídem. [^]
9.- No se ha realizado una mención exhaustiva de autores. [^]
BIBLIOGRAFÍA NO CITADA:
Acosta Pérez, E (2019): Trabajo y educación. Dilemas y desafíos. Bomarzo Albacete
Acosta Pérez, E (2018): El trabajo, la educación y la formación: contradicciones y dilemas hacia el cambio de modelo.
Baumann, Z (2019): Modernidad líquida. FCE. Madrid
Honneth, A (2007): Reificación. Un estudio en la teoría del reconocimiento. Katz. Buenos Aires.
Sen, A (2019): La idea de la justicia. Taurus. Barcelona