Por PACO RODRÍGUEZ DE LECEA y JAVIER TÉBAR HURTADO
El proceso separatista en Cataluña. Análisis de un pasado reciente (2006-2017). Steven Forti, Arnau González i Villalta y Enric Ucelay-Da Cal (eds.). Granada: Comares, 2017
Todo lo relacionado con el proceso separatista ha circulado a través de la sociedad catalana a una velocidad de crucero tan alta, y con unos efectos tan explosivos, que algún historiador lo ha comparado con un tsunami por sus efectos devastadores sobre el antiguo sistema de partidos catalán1. En un país tan cargado de problemas de tipologías tan distintas y diagnósticos tan dispares como es la España posterior a la pérdida de las mayorías absolutas, el “problema catalán” se ha alzado como “El Problema” por antonomasia (el “Único Problema”, según voceros interesados del statu quo) y ha reclamado procedimientos singulares de urgencia y de excepción para afrontarlo.
La clave utópica de la llamada urgente al pueblo catalán -“En nombre del Pueblo”, reiterando una ya tradicional expresión apodíctica de la retórica política- lanzada desde sus instituciones propias pasaría por cumplir con un “destino manifiesto” y situar a Cataluña como una República más entre los Estados-nación europeos, mediante una desconexión programada de España. Esta cuestión ha sido más que suficientemente analizada y desmenuzada en todos los medios de comunicación y en las redes sociales, por parte de políticos, juristas, sociólogos, periodistas y tertulianos.
Llega ahora el turno de historiadores/as en compañía también de politólogos/as que valoran la dimensión histórica, en un estudio alejado por tanto de algunos análisis marcados por la urgencia y la simplificación. El volumen que reseñamos está planteado como una reflexión polifónica acerca de cómo y por qué ha cambiado de forma tan drástica el ambiente político en Cataluña. No mira hacia adelante (“no conocemos el futuro, nadie puede, lo tenemos prohibido de modo existencial”, dicen los tres editores en su introducción). Sí trata en cambio de interpretar, desde sensibilidades diversas pero armonizadas a partir del manejo riguroso de los datos empíricos, un “pasado reciente” que abarca desde 2006 hasta el mes de septiembre de 2017 cuando este estudio vio su aparición en las librerías. No incluye, en consecuencia, la jornada del 1-O y los acontecimientos y tomas de posición posteriores. En definitiva, se nos propone pues el examen del “impulso”, no de los resultados tangibles del mismo.
Algunos temas, de forma casi inevitable al tratarse de una obra colectiva de estas características, se solapan; y a la inversa, se observan lagunas y tratamientos insuficientes de determinados aspectos. Pero entremos ahora a comentar algunos ejemplos de lo que decimos. En el capítulo “Te diré lo que estás pensando: los tópicos actuales internacionales reflejados en la confrontación catalana con España”, el profesor Ucelay-Da Calexamina de forma sugerente la afinidad del “relato” independentista catalán con dos tópicos internacionales muy actuales: el populismo de un lado, y la cuestión del “Estado profundo” de otro. Ángel Duarte, por su parte, en el capítulo “Buscar el calor de la casa solariega”, insiste y profundiza en las utopías y los mitos que conforman el “viaje a Ítaca”, o la llegada a la Tierra prometida del pueblo catalán después de tres siglos de travesía esforzada del desierto. Ambas explicaciones están fuertemente interconectadas.
Sin embargo, no alcanzamos a ver, de otro lado, por qué la trayectoria (nacional, antes que nacionalista) de los sindicatos catalanes mayoritarios se incluye en la sección «La crisis de las elites». Suponemos que esta es una decisión de los editores y no corresponde tanto al autor del capítulo, José Manuel Rúa. En todo caso, resulta sintomático respecto a cómo son percibidas hoy las organizaciones sindicales, sin que percepción y realidad estén siempre acopladas. Un ejemplo: los 300 sindicalistas encartados en procesos judiciales a raíz de las últimas huelgas generales. No hay un dato similar para los miembros de las elites políticas ni de otro tipo. En el Procés no ha habido ni deshilachamiento de CCOO y UGT, ni reconversión a un credo independentista, por lo menos en tanto que colectivos; sin embargo, como bien se señala en el texto, las opciones de la militancia sí se han situado en consonancia casi perfecta con los porcentajes de adscripción a uno u otro bando de la población en general. No se adivina tampoco en qué sentido fueron “elites” las dos confederaciones sindicales catalanas en la etapa anterior de estabilidad y permanencia de los valores y los ideales sociales. En cualquier caso, el estudio de José Manuel Rúa muestra cómo la reivindicación nacionalista ha tenido una implantación transversal en la sociedad, y no han sido el agravamiento de la crisis económica, el deterioro de las políticas sociales y la inestabilidad cada vez más acusada en el empleo los motivos prioritarios que han empujado a la ciudadanía a la exigencia urgente de un cambio drástico. Si los sindicatos no se han puesto al frente de la revuelta separatista es, en buena medida, porque esta no era su “guerra”.
Ruido mediático
Menos justificación, desde nuestro punto de vista, tiene el tratamiento que hace Arnau González i Vilalta del protagonismo del “cuarto poder” en la crisis catalana. No parece suficiente analizar una muestra de los artículos editoriales de La Vanguardia y El Periódico de Cataluña como termómetro de la temperatura informativa vivida en el territorio. Ha habido en todos estos años un ruido mediático ensordecedor, tanto desde las plataformas escritas y audiovisuales manejadas desde el poder central y sus aledaños –con mención especial a El País, convertido en paladín intransigente del statu quo─ como desde los medios institucionales y los grandes grupos privados de comunicación propiamente catalanes.
El tema es decisivo, de esto no cabe la menor duda. Por esta razón el análisis debería haber incluido la artillería gruesa utilizada por unos (desde el “desafío al Estado”, hasta el “golpe” de Estado; desde las acusaciones de populismo, a las simples y llanas de fascismo) y por otros (el “Estado profundo” señalado por Ucelay-Da Cal, desde el “Madrid nos roba”, hasta la secular animadversión y el rencor indisimulado del centralismo a la esplendente realidad de una Cataluña superior). Pero no es solo eso. Una descripción adecuada del contexto debería haber abarcado además a otras fuentes muy activas de información y de modelado de la opinión: la prensa comarcal, los boletines y comunicados surgidos de los movimientos sociales, de las asociaciones de vecinos, de consumidores o de padres, las hojas parroquiales, etc., en sus posicionamientos respecto del denominado Procés. Y sobre todo debió incluirse la labor tenaz de TV3 y las radios dependientes en una u otra forma de la Generalitat, utilizadas como “pre-estructuras de Estado” en su programación, su minutaje, su manejo del prime time, para emitir con insistencia machacona un mensaje unívoco en favor de la independencia catalana como única opción posible desde el punto de vista tanto de la ideología como desde la economía.
Y no habría estado de más hacer mención de las “listas negras” confeccionadas en uno y otro bando contra determinados profesionales de la comunicación acusados de tibieza; los despidos fulminantes; el ascenso repentino a los puestos de mando de personas más conocidas por su fidelidad a la causa que por su competencia profesional. De todo ello no se dice nada en el capítulo de Gonzàlez i Vilalta, y tampoco en el resto de libro, y este no nos parece que sea un asunto baladí.
De la crisis del sistema de partidos y la vampirización de la protesta…
Descontada esta laguna, el libro propone un itinerario interesante, con una primera parte dedicada a la crisis de las elites tradicionales y una segunda centrada en las “nuevas respuestas”. Entre el conjunto de aportaciones de esta segunda parte, Cristian Rodríguez Mesa nos ofrece una adecuada síntesis, desde el punto de vista de la historia reciente, del giro en el discurso y las prácticas del catalanismo, aunque en algunos aspectos sea debatible; es el caso de un tipo de planteamiento en exceso rectilíneo que va del pujolismo “nacionalizador” al independentismo.
Es de un gran interés la constatación, debidamente documentada, de que el recambio generacional, examinado por Oriol Bartomeus, no ha tenido una responsabilidad relevante en la nueva polarización de la ciudadanía. Como son de destacarlos capítulos dedicados a la Assemblea Nacional Catalana(ANC),populista y transversal, heredera directa ─según Andrew Dowling- del anterior movimiento del nacionalismo cultural representado por La Crida a la Solidaritat, aunque no se argumenta adecuadamente, desde nuestro punto de vista, una genealogía tan excesivamente unidireccional que excluye otros nuevos movimientos sociales que emergieron desde los años ochenta; y también la aproximación de Diego Díaz, para la que utiliza la mirada sobre el Procés desde “el otro lado”, desde el impacto de la surgimiento del 15-M y sus derivaciones en nuevas formas políticas de izquierda, ya sea Podemos, Procés Constituento, de otra forma, la Candidatura d’Unitat Popular (CUP), concluyendo que la salida de la crisis catalana está irremediablemente conectada a la salida de la crisis española.
A estos cabe añadirlos estudios prácticamente monográficos de la trayectoria zigzagueante de las dos formaciones políticas favorecidas por el vaciamiento simultáneo de las opciones “estables” que ocupaban el centro político, Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) y Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), y el consiguiente movimiento centrífugo del voto hacia los extremos situados en los márgenes del cuadro institucional anterior, ambas procedentes de una historia anterior enrevesada y contradictoria: nos referimos a la CUP, exponente en solitario de un independentismo de izquierda radical, según el análisis realizado por Oscar Barberà, y a Ciutadans, representante sobrevenido de los sentimientos anticatalanes profundos de unas determinadas capas de la población no asimilables ideológicamente al Partido Popular, cuestión examinada en el capítulo de Astrid Barrio.
Tal vez la aportación más relevante, en nuestra opinión, sobre las razones últimas de la prodigiosa aceleración del tsunami separatista sea la de Fernando Molina y Alejandro Quiroga, bajo el título “¿Una fábrica de independentistas?”. Los autores utilizan series de sondeos de opinión del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS)y el Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) para documentar la “contradicción entre la existencia mayoritaria de identidades nacionales duales (catalanas y españolas) y el surgimiento de un discurso independentista hegemónico”.
Frente a opiniones muy divulgadas en la Península de que, a partir de 1980, en la Cataluña de Jordi Pujol se sembraban ya las semillas del independentismo mediante una política nacionalista radical, que incluía el adoctrinamiento en el odio a España en las escuelas y la “nefanda” inmersión lingüística, queda la constatación de que tales políticas no tuvieron prácticamente ningún efecto en las actitudes de los catalanes hacia España hasta después de 2010, y que entonces la aspiración independentista crecióde forma significativa y acelerada en todos los grupos de edad y en todo el espectro ideológico.
Según Molina y Quiroga, cuatro fechas significativas alimentan la crisis institucional y económica y actúan como “cebo” de una explosión retardada del independentismo. La primera es la de la publicación de la sentencia del Tribunal Constitucional, que anuló abusivamente algunos artículos del texto del nuevo Estatutaprobado por las Cortes españolas, refrendado plebiscitariamente por la ciudadanía catalana y que fuerecurrido por el PP en base a firmas recogidas en toda España. La segunda, el cerco al Parlament en los días 14 y 15 de junio de 2011 como protesta por la votación de recortes del gasto social a propuesta del gobierno de CiU; las movilizaciones del 15-M estaban muy próximas, y la movilización tuvo un carácter claro de revuelta desde la izquierda contra el gobierno autonómico. La tercera, que actuó como desencadenante directo del Procés, fue el rescate financiero de la Generalitat por parte de la Administración central (agosto de 2012), con el consiguiente sentimiento de humillación (Cataluña siempre ha estado entre los “ricos”), de dependencia y de maltrato tanto histórico como económico. El mal trago activó los resortes latentes hasta ese momento de una mayoría social, movida por la indignación contra una España “madrastra”. Y el éxito de la revuelta contra el Estado se convirtió en éxtasis2 apenas un mes más tarde, con la presentación en público del independentismo (Catalunya, nou estat d’Europa fue el eslogan de la manifestación) en la celebración masiva de la Diada del 11 de Septiembre, organizada por la ANC.
Es en ese momento cuando se produce el fenómeno de la “vampirización” del malestar social. En palabras de Molina y Quiroga, «la activación por el gobierno autonómico del mensaje independentista buscó (y logró) “vampirizar” ese malestar social de acuerdo a una dinámica de contra-movilización identitaria (…)Una contraprogramación por sublimación: los contenciosos sociales fueron destilados en esencias etéreas, identitarias (…)Entre 2012 y 2017, el apoyo a la independencia pasó de un 20% a un 51%. Y si en 2001 el 40% de la población concebía Cataluña como una nación, en 2017 el porcentaje se situó en un 80%».
… al cuento del aprendiz de brujo
Los esfuerzos del gobierno de Artur Mas por institucionalizar el movimiento por la independencia a partir de la Diada de 2012, y más específicamente con las nuevas elecciones “plebiscitarias” del 27 septiembre de 2015 que llevaron al triunfo a una coalición CDC-ERC trufada de nombres procedentes de la “sociedad civil”, a la que se bautizó como Junts pel Sí, quedan recogidos en el libro en el capítulo “In or Out?” de Paola Lo Cascio. Se creó un Consell Assessor per a la “Transició Nacional”, y se desarrolló un esfuerzo considerable para asegurar un reconocimiento internacional, si quiera modesto, al ya entonces llamado Procés. El presidente Mas soñaba con ser el arquitecto principal de la nueva etapa de creación de “estructuras de Estado”, pero, como el aprendiz de brujo del cuento, se vio superado por fuerzas que quedaban fuera de su control. Dentro del Parlament, la CUP, decisiva para la mayoría, contestó con agresividad el liderazgo de Mas y le obligó a dar “un paso al lado, muy a regañadientes. Es significativo que su sucesor en la presidencia no haya sido una figura de la elite política barcelonesa, sino el alcalde de Girona y antiguo periodista Carles Puigdemont, quien concurrió a las elecciones en el puesto 17 de la lista de Junts pel Sí. La Cataluña periférica se tomaba así una vieja revancha sobre el Cap i Casal, es decir, sobre la capitalidad y centralidad de Barcelona.
Más decisiva ha sido, sin embargo, la presión constante de la calle sobre las instituciones, vehiculada por la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Omnium Cultural. Los éxtasis repetidos de las Diadas son obra de la eficiente labor de movilización e intendencia de estas organizaciones, que no tienen la menor intención de ceder protagonismo a los partidos ni primacía a la clase política. De ese modo, la dinámica del proceso político ha llevado a la paralización de la actividad política “normal” y al bloqueo del Parlament, sustituido por dudosas iniciativas del ejecutivo sobre la base de la “superación” de las leyes españolas y el llamamiento a una “legitimidad” más alta.
El cuarto bloque que estructura el libro reúne dos capítulos de conclusiones, algo poco habitual. El primero, titulado “¿Qué política para el Procés?”, del que es autor Steven Forti, uno de los editores, sitúa adecuadamente en contexto el fenómeno de la fragmentación del sistema político en España, llamando la atención sobre el hecho de que es un fenómeno más acusado tal vez en el caso catalán, donde se ha combinado la refundación, como es el paso de CiU al Partit Demòcrata Europeu Català (PDeCat), la desaparición de Unió Democràtica de Catalunya(UDC), y la fundación de nuevos partidos como Podem y Catalunya en Comú (CEC). El autor alerta, en todo caso, sobre la inestabilidad de los dos bloques que se vienen configurando, “independentismo” y “no independentismo”, algo que, según Forti, no debería descartar el acceso a las instituciones de nuevas siglas, al ritmo también de lo que representa la aparición de nuevos liderazgos políticos y sociales. En definitiva, esta crisis de los partidos no debe ocultar que el Procés no se mueve como un bloque monolítico, hasta el punto que más allá de plantear diferentes etapas del Procés, analíticamente sería necesario abordar la cuestión como una manifestación de diversos “Processos”, aunque ciertamente, tal y como pronostica, la jornada del 1-O nos ha llevado a una nueva y tercera fase del Procés (p. 256). Algo que nos sitúa frente a una cuestión que también se subraya y es la importancia de la creación de un marco de interpretación a través de la construcción de un lenguaje y una narrativa que hace del Procés un producto cultural de consumo interno, dificultando la comprensión desde fuera.
Finalmente, el capítulo “Conclusiones: un proceso de contradicción suficiente”, firmado por los tres editores de la obra, se plantea como forzosamente incompleto y abierto en la fecha en que se cerró el libro, en librerías a partir del pasado mes de septiembre. El capítulo presenta un perfil más bajo en su análisis: la conclusión viene a ser la imposibilidad de llegar a una conclusión. Es decir, una investigación abierta, tal y como insisten en presentarla los editores, parece lo más adecuado; aun a riesgo de que esta propuesta pueda resultar, según como se mire, un bucle.
No obstante, el propósito del libro es claro y explícito. A la expectativa sobre aquello que puede suceder los editores nos proponen “intentar explicar cómo y porqué ha surgido el Proceso separatista catalán”. Desde luego, esto es una reivindicación fuerte del papel del estudio histórico para abordar un problema que, con frecuencia, parece haber quedado monopolizado en el debate público por otras disciplinas. En este sentido, debe destacarse la apuesta valiente de la editorial granadina Comares al asumir la publicación de una obra en la que participan 14 autores ─cuestión no siempre sencilla de gestionar─ que responden a visiones no siempre coincidentes. Pero además cabe subrayar el tema mostrando que, más allá incluso del Procés, la tradicionalmente denominada “Cuestión catalana” no es cuestión que afecta exclusivamente a la ciudadanía de Cataluña. Aceptar estos dos retos en la ya consolidada colección Comares Historia que dirige el historiador Miguel Ángel del Arco, nos parece que es un ejemplo de que historia y compromiso cívico van de la mano.
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Paco Rodríguez de Lecea. Coeditor de “Pasos a la izquierda” y escritor.
Javier Tébar Hurtado, profesor de Historia en la Universitat de Barcelona y director del Arxiu Històric de CCOO de Catalunya.
1.- Joan B. CULLA, El Tsunami. Com i per què el sistema de partits català ha esdevingut irreconeixible (Pòrtic, Barcelona 2017). [^]
2.- La terminología está tomada de Martín ALONSO, El catalanismo: del éxito al éxtasis (El Viejo Topo, Barcelona 2015; 3 vols.). [^]