Por Sylvie Ollitrault
Nada más comenzar la ola de calor sin precedentes del verano de 2022, Francia fue testigo de actos de protesta ecologista en todas direcciones, que asombraron a los medios de comunicación. Los objetivos iban desde piscinas y campos de golf hasta la interrupción de acontecimientos deportivos y museos. Esta proliferación de actos y nuevos destinatarios intrigó a la opinión pública y suscitó el debate en los medios de comunicación.
En octubre de 2022, los actos de intrusión en museos con una gramática de protesta idéntica en varios países de Europa Occidental aumentaron el interés de los analistas, los medios de comunicación y el propio movimiento ecologista. Tanto más cuanto que estos actos se produjeron en un contexto de crisis internacional (geopolítica, social e incluso política) y de reuniones de la COP 271.
«Nada más comenzar la ola de calor sin precedentes del verano de 2022, Francia fue testigo de actos de protesta ecologista en todas direcciones, que asombraron a los medios de comunicación»
¿Cuáles son las motivaciones de esta generación, que ha sido calificada de eco-ansiosa, radical o incluso eco-terrorista? ¿Por qué se movilizan estos jóvenes en este nuevo contexto atravesado por una crisis social, internacional y económica sin precedentes desde el final de los 30 años gloriosos? ¿Estas reivindicaciones renuevan la demanda social por el medio ambiente?
1: Acción directa no violenta de una generación enfadada
En primer lugar, hay que caracterizar a la generación que se está uniendo a Dernière Rénovation en Francia y a los movimientos en red de otros países europeos. La mayoría de ellos son activistas primerizos, aunque un pequeño grupo haya pasado por redes tales como Extinction Rebellion o Alternatiba, que han promovido acciones radicales de desobediencia civil. En este contexto, estos activistas, algunos de los cuales insisten en su condición de «ciudadanos», comparten ciertas características en cuanto a la necesidad de un discurso sobre la urgencia climática, a una socialización en mayor o menor grado del desarrollo sostenible y a un sentimiento de que el planeta está en peligro.
«¿Cuáles son las motivaciones de esta generación, que ha sido calificada de eco-ansiosa, radical o incluso eco-terrorista? ¿Por qué se movilizan estos jóvenes en este nuevo contexto atravesado por una crisis social, internacional y económica sin precedentes desde el final de los 30 años gloriosos?»
Se trata de una generación que pudo participar de un modo u otro en las huelgas por el clima de Greta Grunberg en su escuela a finales del decenio de 2010. Han vivido dos años de severas restricciones, como el confinamiento, la limitación de las libertades públicas y, en el caso de los más jóvenes, la restricción de los lugares donde poder socializar: reunirse en la noche y compartir experiencias comunes. No olvidemos la estigmatización de sus prácticas y las ocasionales llamadas al orden que pesaron sobre esta generación que, sin embargo, había estado mejor protegida que sus mayores de los efectos de la COVID 19. En general, en Europa está bien documentado que los jóvenes tuvieron un comportamiento cívico, cumpliendo con la mayoría de las prohibiciones, incluidas las que afectaban directamente a su estilo de vida.
El final de la pandemia y del estado de emergencia sanitaria no estuvo exento de dificultades ya que, en el invierno de 2022, Europa comenzó a vivir otra guerra en su propio territorio y el verano estuvo marcado por una ola de calor que demostraba la aceleración del calentamiento global. En este contexto singular para una generación que siente que su futuro ya no estará ligado a la narrativa del progreso, verdadero motor del siglo XX, muchos jóvenes europeos cuestionan la dinámica de las sociedades e incluso su propio lugar como individuos.
2: ¡Somos la generación del futuro!
El lema «Somos la generación del futuro» pone en tela de juicio la justificación de las políticas públicas que apoyan o promueven medidas ecológicas. La Cumbre de la Tierra celebrada en Río en 1992 justificó el desarrollo sostenible en nombre de la preservación de las generaciones futuras. Los diagnósticos científicos del IPCC2 presentan escenarios que demuestran que hay que tomar medidas para proteger nuestro hábitat común, la Tierra.
«muchos jóvenes europeos cuestionan la dinámica de las sociedades e incluso su propio lugar como individuos»
Sin embargo, esta generación cree que será la que sufra los efectos del calentamiento global y de las grandes transformaciones económicas y sociales. Este sentimiento de pérdida, o incluso de pérdida de oportunidades, está calando en la opinión pública, hasta el punto de que padres y abuelos se solidarizan con los jóvenes (Abuelos por el Clima) o empiezan a unirse en torno a ciertas acciones directas no violentas en nombre de la emergencia climática.
En el contexto de este artículo, sería demasiado ambicioso describir la desobediencia civil, que justifica un repertorio ilegal y radical en el sentido de un compromiso exigente para quienes la practican. Subrayemos que los militantes saben que deberán responder de sus actos ante los tribunales, o asumir su detención. Algunos se enfrentarán a multas o incluso a penas de cárcel (con o sin sentencia condicional). Estos activistas también practican la ocupación pegando las manos al suelo o a otras superficies; sin embargo, este modus operandi, aparte de ser peligroso para su integridad física, requiere la intervención de la policía o de las fuerzas de seguridad, orquestando una tensión que muestra la determinación militante de los activistas frente a los representantes del Estado.
«la acción directa no violenta, legitimada por la puesta en escena de una identidad de ciudadano activo, soslaya muchos canales de negociación o representación que considera ineficaces y faltos de sed de transformación social»
Aunque esta gramática refleja las tácticas de desobediencia civil ya probadas por el movimiento de Gandhi o el de Martin Luther King, lo cierto es que las recientes acciones directas no violentas muestran la cólera de esta generación ante la emergencia climática. Aunque hay limitaciones para la acción: es necesario sensibilizar, alertar a la opinión pública sobre la inacción climática de los gobiernos, sabiendo que la población también está preocupada por la crisis económica y social. La alerta ha de provocar un fuerte escándalo que interpele a otros movimientos sociales como el feminismo, homosexuales, etc. En un contexto de intensa presión sobre los individuos que ya no ven ninguna esperanza para su futuro, escandalizar es tanto una estrategia como dar continuidad a la identidad. La ira y la tristeza pueden ser la expresión de una eco-ansiedad que se ha convertido en una dinámica de movilización. En cierto sentido, hemos pasado de una narrativa de progreso infinito a otra de protección y garantía de la supervivencia de los seres vivos.
3: ¿Un movimiento radicalmente ecológico?
«La ira y la tristeza pueden ser la expresión de una eco-ansiedad que se ha convertido en una dinámica de movilización. En cierto sentido, hemos pasado de una narrativa de progreso infinito a otra de protección y garantía de la supervivencia de los seres vivos»
Este auge de la acción colectiva directa que reclama medidas globales radicales y transformadoras que apunta a las empresas, los Estados y al modelo social no deja indiferente a las organizaciones ambientales y ecologistas y al ámbito político en su conjunto. Quizás porque estos movimientos diagnostican que el planeta se enfrenta a una emergencia vital, de supervivencia. ¿Por qué es vital? Porque esta emergencia ya no se circunscribe al entorno vital o a la sensibilidad de unos pocos individuos o grupos especialmente comprometidos con la defensa del medio ambiente, sino que trasciende las fronteras de los sectores contestatarios. Sin pensarlo formalmente, se acostumbra a presentar los movimientos sociales en términos de grupos de interés (mujeres, homosexuales o medio ambiente), mientras que se dice que los partidos políticos captan o representan estos intereses del mismo modo que un partido comunista lo hace para la clase obrera o un partido ecologista para el medio ambiente. Poco a poco, sin embargo, estos partidos experimentan dificultades para desempeñar este papel representativo, ya que su oferta política ha sido captada por competidores (el obrerismo abierto de los partidos de derechas o conservadores, el greenwashing de todos los grupos políticos). Es más, la nueva generación de militantes contiene voces que no se reconocen en los partidos, ni en las antiguas ONG, ni en las llamadas representaciones a la baja de sus intereses en el medio ambiente. Es como si las divisiones (cleavages) identificadas por Stein Rokkan3, especialista en partidos políticos, ya no funcionaran, demostrando que el siglo XXI se está construyendo sobre nuevas dinámicas de conflicto e intereses.
«¿este movimiento cuestiona la sociedad y sus fundamentos, reclama reformas y da otro tono a la idea occidental de progreso, más integrador con todos los seres vivos?»
Así, la acción directa no violenta, legitimada por la puesta en escena de una identidad de ciudadano activo, soslaya muchos canales de negociación o representación que considera ineficaces y faltos de sed de transformación social. Si el actual movimiento a favor de la igualdad de género está sacudiendo todo el sistema político (incluidos los partidos que se consideran más virtuosos en este ámbito), este movimiento por el ecologismo también pretende ser social. Ni partido político, ni ONG, ¿son estas redes de actores radicalmente comprometidos la encarnación del nacimiento de un movimiento radical interpartidista? Dicho de otro modo, ¿este movimiento cuestiona la sociedad y sus fundamentos, reclama reformas y da otro tono a la idea occidental de progreso, más integrador con todos los seres vivos? Estas manifestaciones no olvidemos que reflejan cólera, y que expresan urgencia, así como una circulación de ideas que no pretenden formar parte del sistema político, sino que reclaman una transformación dinámica y formal de su naturaleza. Si el proyecto es ambicioso y se hace oír, esta generación aún tiene que inventar la forma de ganarse el asentimiento de las masas y transformar el intento de dar la voz de alarma en un movimiento de fondo que no puede ser una simple respuesta a una crisis. Conviene recordar que Gandhi y Martin Luther King pensaron, desde el nacimiento de sus movimientos de liberación, en la importancia de su eco en la opinión pública: el Estado representaba la violencia y los militantes, el justo derecho y la encarnación de la democracia. Con toda seguridad, y a medida que estas fuerzas políticas y sociales se recompongan, esos grupos de interés rivales y hostiles al ecologismo, comenzarán a reaccionar ante los ataques y a reposicionar sus estrategias, en un intento de socavar la credibilidad de estos compromisos. ¿Cómo mantendrán estos nuevos movimientos ciudadanos su efecto de transformación global?
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Sylvie Ollitrault. Directora de investigación en el CNRS–Sciences Politique –ISP-Université de Nanterre-ENS Saclay. Ha publicado entre otros: Ollitrault S., Bretesche S., Harpet C., Hequet V. (dir), Le risque environnemental : de la mesure à la perception. Entre Sciences physiques et sciences humaines.coll. Développement durable (Presses des Mines, 2019); Ollitrault. S., Hayes G., Sommier I., Breaking the Laws, (Amsterdam University Press,2019). Agradecemos a la autora el permiso de publicación. Traducción, Pere Jódar.
NOTAS:
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COP 27. Conferencia sobre el cambio climático convocada por las Naciones Unidas en Sharm el Sheij en 2022.
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IPCC. Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, creado en 1988 por la World Meteorological Organization (WMO) y el United Nations Environment Programme (UNEP).
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Stein Rokkan, politólogo y sociólogo noruego ya fallecido. Fue uno de los autores de la teoría de los cleavages. En español: El Estado, la nación y la democracia en Europa: la teoría de Stein Rokkan (Centro de Investigaciones Sociológicas, 2017).
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