por Tarso Genro
Ginebra, hoy, miércoles 2 de noviembre de 2022. El periodista Jamil Chade entra en un evento de la ONU para cubrir una reunión de autoridades mundiales, embajadores, representantes, mandatarios de países de todo el mundo y Brasil, a través de su figura – como periodista y ciudadano brasileño – es aplaudido clamorosamente por la comunidad mundial allí reunida. Funcionarios, guardias de seguridad, gente de la estructura de servicios del encuentro, comparten los aplausos, no específicamente por la elección de Lula, que siempre ha sido extraordinariamente respetado en todo el planeta, sino por la lección que nuestro país dio ayer al mundo, mostrando que es posible resistir a la violencia del fascismo, al mandonismo de la extrema derecha, a los pervertidos de todo tipo que quieren el fin de la democracia liberal y la expulsión del pueblo de la escena republicana, que construyó el mejor período de la modernidad, abierto por la Ilustración y la Revolución Francesa.
Funcionarios, guardias de seguridad, gente de la estructura de servicios del encuentro, comparten los aplausos, no específicamente por la elección de Lula, que siempre ha sido extraordinariamente respetado en todo el planeta, sino por la lección que nuestro país dio ayer al mundo, mostrando que es posible resistir a la violencia del fascismo, al mandonismo de la extrema derecha, a los pervertidos de todo tipo que quieren el fin de la democracia liberal y la expulsión del pueblo de la escena republicana, que construyó el mejor período de la modernidad, abierto por la Ilustración y la Revolución Francesa.
Martes, primer día de noviembre de 2022, Porto Alegre, capital mundial de la democracia participativa, cuya experiencia política ha recorrido el planeta y constituye un ejemplo de gestión pública local. Una experiencia que redescubrió las posibilidades de la utopía liberal-democrática, vinculada allí a los valores de la tolerancia y la búsqueda de la igualdad. Frente al Comando Militar del Sur, a las 16 horas, un pequeño grupo de manifestantes, que exigían la implantación de una dictadura militar en Brasil, recibió información (y creyó) que el presidente del STF1, el ministro Alexandre Moraes había sido arrestado y que – debido a esto – el país estaba siendo salvado del comunismo revivido. Sería detenido, según los manifestantes, el principal obstáculo para la continuidad de un genocida en el poder, que ni siquiera se avergonzaba de decir que era un admirador de la tortura y no dudaba en burlarse del sufrimiento de los que morían, asfixiados por la negligencia de su gobierno con la salud pública.
La gente se arrodilla, abraza, grita y agita la bandera nacional, convertida ilegalmente en el símbolo de un candidato fascista y necrófilo a la Presidencia de la República. Allí, en ese mismo instante, se definió el arco público de las relaciones políticas extremas, entre un presidente de la República, con su planta de odio político -la misma de Bannon que gestionó la invasión al Capitolio- y los discursos del ex diputado Roberto Jefferson. Era la enésima vez que se enfrentaba a la institucionalidad democrática del país, dirigiendo sus ataques directamente contra figuras destacadas de la institucionalidad democrática, a través de ataques viciosos y escabrosos contra las figuras del STF, que intentaban garantizar, en el plano jurídico, el éxito de las elecciones presidenciales y la permanencia del sistema liberal-representativo en el país. La jueza Cármen Lúcia y el juez Alexandre de Moraes fueron blanco de un Jefferson de la peor marginalidad que buena parte de nuestra prensa mainstream -sin vergüenza alguna- ayudó durante años a naturalizar, preocupada por sofocar el liderazgo de Lula y los méritos democráticos del PT.
Reflexionemos sobre ello para comprender la escena histórica: No fue una manifestación de grupos felices por la muerte de doña Mariza2, por la aparición de un cáncer en la garganta del líder popular más importante del país; ni una reunión de personas celebrando la muerte de un «sin tierra» o la muerte del nieto de Lula; no fue una banda de matones organizada para sacar una pistola y perseguir a un periodista negro, por las calles de São Paulo; ni un grupo de personas convocadas para celebrar el injusto encarcelamiento de un Presidente que sacó de la miseria a 35 millones de personas; ni grupos organizados y financiados para bloquear carreteras y provocar una situación de caos -propicia para golpes de Estado- tras conocer los resultados electorales: era un grupo representativo de personas que creían las sórdidas mentiras – deformadas en las redes clandestinas del odio – que ahora se proyectan como la «nueva forma de hacer política» y dominan la opinión de una gran parte del pueblo. El pueblo indigente, desinformado e intolerante, que dio un enorme caudal de votos a Bolsonaro, celebró allí la falsa detención del presidente de la Corte Suprema, llevando su extrema pobreza moral y política al precipicio del suicidio histórico, en vivo y en color.
Procedente de una Internacional fascista, ahora unida al ultraliberalismo económico y dotada de mucho dinero -controlando centros de producción de información y difusión de propaganda totalitaria-, esta acción política «informativa» que generó aquella histeria se apoya en dos pilares, que permiten su éxito: la habilidad para localizar y organizar grupos de personas con baja capacidad de cognición, predispuestas a las teorías conspirativas, ofreciéndoles información simplificada y rápida («¡objetivo! «), lo que «quieren oír», para simplificar sus vidas espiritualmente pobres y materialmente insatisfechas; y la capacidad tecnológica de obtener información personalizada de la intimidad de su vida social y familiar, para dar respuestas cortantes y directas, sobre asuntos complejos que confunden su vida cotidiana, sacando a la luz sus aspectos individuales más malsanos, para procesarlos como opinión política deformada y distorsionadora.
Quien celebra o induce a celebrar la muerte de un niño inocente debe tener un secreto y asesino deseo de matar a un niño; quien cree o induce a creer en la «mamadeira de piroca3» debe tener una compulsión pedófila oculta en algún rincón de su espíritu; quien acepta que su líder defienda la tortura de sus semejantes es un torturador en potencia. Esta difusión de información y opiniones, de forma científicamente planificada, no sólo genera política mediada por elecciones, sino también procesos de ruptura de todos los lazos -artificiales o no- de mínima solidaridad entre las personas que viven en una comunidad. Se trata de una política destinada a dividir a los seres humanos, entre los «utilizables» por el sistema del capital en crisis y los que deben ser apartados del reparto de la vida democrática, único método de resolución de conflictos que puede constituir una vida digna. Incluso dentro del capitalismo, una vida más solidaria y menos violenta y temerosa.
La esperanza, la solidaridad y el amor al prójimo han triunfado en este país. ¿Hasta cuándo?, dependerá no sólo del gobierno que haga Lula, como del amplio Frente Antifascista que se ha reunido por millones, sino también de la voluntad política de una izquierda renovada que sepa aglutinar, en estos nuevos tiempos, un nuevo sentido común democrático, destinado a combatir tanto la miseria como la capacidad manipuladora de los gérmenes del fascismo, que fructifican en todo el mundo.
La esperanza, la solidaridad y el amor al prójimo han triunfado en este país. ¿Hasta cuándo?, dependerá no sólo del gobierno que haga Lula, como del amplio Frente Antifascista que se ha reunido por millones, sino también de la voluntad política de una izquierda renovada que sepa aglutinar, en estos nuevos tiempos, un nuevo sentido común democrático, destinado a combatir tanto la miseria como la capacidad manipuladora de los gérmenes del fascismo, que fructifican en todo el mundo. Las últimas palabras que Bolsonaro balbucea siempre, con el rostro traspasado por el odio, son casi siempre «Dios, Patria y Familia», símbolos verbales del nazismo no vencido por la historia. La mayoría de nuestro pueblo venera a un Dios, ama a su Patria y ve en sus diferentes formas de familia el punto de partida de una gran comunión nacional de amor y tolerancia. Si queremos enterrar el fascismo, toda la sociedad debe saber que tanto la Patria de Bolsonaro como su concepto de Dios son los mismos que los del nazismo y el fascismo, que promovieron la muerte de millones de personas. Son una expresión de odio racial, desprecio por el sufrimiento ajeno e intolerancia de las diferencias. Nunca más Bolsonaro. Ni su Dios, ni su Patria, ni su Familia.
- N.T.: STF: Supremo Tribunal Federal en Brasil.
- N.T.: la esposa de Lula, Doña Mariza, falleció en 2017.
- Expresión de la que se habló mucho durante las elecciones presidenciales de 2018 en Brasil; se refiere a una acusación que el candidato Bolsonaro lanzó a la izquierda y al PT, afirmando que el gobierno estaba distribuyendo un biberón normal, pero con el pitorro cambiado por un objeto con forma de pene. La acusación nunca se probó, pero la frase hizo fortuna.
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Tarso Genro, abogado laboralista, político y escritor. Fue gobernador del Estado de Rio Grande do Sul, alcalde de Porto Alegre, ministro de Justicia, de Educación y de Relaciones Institucionales de Brasil. Colabora habitualmente en la revista Sul 21, donde se publicó este artículo https://sul21.com.br/opiniao/2022/11/revolucao-fascista-e-informacao-a-derrota-provisoria-da-morte-por-tarso-genro/ (traducción de Pere Jódar con autorización del autor).
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