Por TARSO GENRO
Nelson Mandela estuvo preso durante 27 años, primero en la Prisión de Robben Island y después, 6 años más, en la de Pollmoore. Finalmente, antes de ser liberado, fue trasladado al complejo de Víctor Vester – desde 1988 al 1990 – a un apartamento dentro de aquél espacio, asesorado ya por un oficial del Ejército sudafricano. Esta última etapa de su ciclo de sufrimiento cerró el circuito de relaciones externas, dirección política y negociaciones con el gobierno racista que estaba en ascenso desde la mejora de sus condiciones carcelarias cuando Mandela fue sacado de la isla de Robben.
Mandela fue el líder máximo de la revolución nacional-popular, anti-racista y anticolonial, que en la época era para todo el mundo una lucha justa y necesaria. Sus negociaciones con el Gobierno racista fueron siempre impugnadas por una parte minoritaria de su Partido, que dirigía la lucha política y armada contra el “apartheid”. Mandela continuó con la lucha y con las negociaciones, que dirigió desde dentro de la cárcel, conjuntamente con el Primer Ministro sudafricano De Klerk, del Gobierno racista, diseñando la transición y el nuevo pacto político que iba a redefinir los destinos del país.
Ambos – Lula y Mandela – se enfrentaron a situaciones de “excepción”, aunque con niveles diferentes de violencia y sufrimiento. Mandela luchaba contra un Estado de excepción integral, de carácter terrorista, dirigido por una minoría blanca y racista; Lulase enfrenta a “procesos de excepción, ordenados por una conspiración mediático-judicial destinada a retirarlo de la arena política, para entregar la plataforma continentalbrasileña y sus riquezas a intereses multinacionales y prestigiar el “milicianismo” fascista. El objetivo estratégico de esa conspiración es realizar las reformas neoliberales, exigidas por el capital financiero global, para “sanear” las cuentas públicas y concentrar más renta en la cúspide de la pirámide supuestamente salvadora de la economía.
Mandela estaba condenado a cadena perpetua porque luchaba contra un Estado terrorista y Lula fue condenado –hoy en día está cada vez más claro- no porque hubiera cometido delitos de corrupción, sino para posibilitar la asfixia paulatina de la Constitución de 1988, eliminar todos los vestigios de su sistema deprotección social y situar así -de forma ilegítima- un grupo de fascistas medievalistas en el poder.
Mandela dirigía una lucha revolucionaria para conseguir la democracia, Lula comanda una lucha de resistencia contra la demolición de la democracia que en Brasil se halla en proceso de desmantelamiento
La lucha dirigida por Mandela desde dentro de la cárcel tenía por objetivos la formación de una nación libre, de ciudadanos formalmente libres y fundada en la soberanía popular. La lucha de Lula por su parte –desde fuera y desde dentro de la cárcel- fue siempre por la consolidación de la democracia, en defensa de la reducción de las desigualdades, por la soberanía nacional y, hoy en día, por la recuperación plena de la efectividad de la Constitución del 88, que va siendo paulatinamente demolida. Mandela dirigía una lucha revolucionaria para conseguir la democracia, Lula comanda una lucha de resistencia contra la demolición de la democracia que en Brasil se halla en proceso de desmantelamiento.
Mandela, desde la prisión y siempre que fue requerido para ello,negoció bajo determinadas condiciones; Lula, fuera de la cárcel, siempre negoció con los adversarios de sus políticas sociales, para implementarlas. Desde dentro de la cárcel, jamás negoció con Moro y sus compinches habituales entre los diversos operadores del Derecho pero ni siquiera podría hacerlo porque la acusación hecha contra él no fue la de ser el “jefe de una insurrección” legítima, sino por el contrario, fue la de “haber dirigido un proceso corruptor en el Estado”. ¿Por qué no negoció? “Porque mi inocencia y la moralidad que recibí, enseñada por mi madre, son innegociables”, dijo siempre Lula, lo que repitió unas semanas atrás para mí, para el ex juez español Baltasar Garzón y Paulo Vanucchi. De ahí, su postura de repudio –ético y político– a la progresión en el cumplimiento de la pena sin el examen previo de la nulidad de la condena urdida por la conspiración de Curitiba1.
Está en lo correcto Lula al buscar la anulación de su condena que todos defendemos, pero entiendo que también están acertados los que -como yo y miles de personas lideradas por Lula- defienden que la petición “táctica” de 30 Fiscales para la progresión en el cumplimiento de la pena de Lula es una conquista política nuestra. Estos Fiscales hicieron el requerimiento de progreso en el cumplimiento de la pena de forma excepcional y rápida, acuciados por las denuncias públicas de sus errores y manipulaciones y por el temor a la anulación de todos sus procesos ilegales.
Esta “jugada” de los Fiscales implicados, al contrario de lo que ellos mismos piensan, ayuda a los Jueces del Tribunal Supremo Federal bien intencionados a entender toda la trayectoria de ilegalidades, que ahora ellos quieren encubrir, originadas en una vasta conspiración política. Actuando de forma “unitaria”, en un momento de crisis de su prestigio y de su honestidad jurídica, los Fiscales sólo refuerzan la visibilidad de su maraña conspirativa que en un Estado de Derecho determinaría la anulación, no sólo de este sino de todos los procesos iniciados contra Lula.
Piensan de forma equivocada aquellos que creen que los Magistrados de los Tribunales Superiores son super-hombres ideologizados que reaccionan, mecánicamente, a los estímulos del principio de legalidad o de sus preferencias políticas. Son ciertamente cuadros burocráticos del Estado con formación especial que forman su “juicio” orientados por varios estímulos, no solo relacionados por lo que acontece en la sociedad sino también por lo que sucede en la arena internacional, por la influencia de su entorno familiar y de amistades, o con aquello que proyectan los medios de comunicación. En los Tribunales Superiores, Política y Derecho se fusionan y se convierten –uno en el otro- en el acto de ser pronunciada una decisión. En definitiva, ellos no forman sus “juicios” como los cuadros políticos, los militantes de Partido o los intelectuales orgánicos.
La situación de ambos -Mandela y Lula- está y estaba vinculada al proceso de globalización, tanto por la solidaridad internacional que ambos recibieron (y en el caso de Lula recibe), como por la influencia que las relaciones internacionales tuvieron sobre la liberación de Mandela y sobre la prisión de Lula. En el caso de Nelson Mandela, su libertad fue impulsada–además de por la lucha popular permanente desarrollada en el país- por la presión de los países capitalistas soberanos.
El régimen de explotación de África del Sur -sobre los negros mayoritariamente- daba a este país ventajas competitivas en el mercado mundial, fundadas en la fuerza de trabajo semi-esclava de la que disponía.La liberación de Mandela -pensaron correctamente los líderes de los países de capitalismo avanzado- ayudaría a integrar a África del Sur en el circuito de la economía capitalista global, sin aquella ventaja competitiva. Por eso, los vientos globales soplaban, al final, en favor de Mandela.
Lula –por el contrario- fue para la prisión a partir de los impulsos generados por la globalización financiera, para que las reformas de la CLT2 y de las pensiones y la Seguridad Social fuesen aprobadas y para que los costes laborales y los gastos del Estado fuesen reducidos drásticamente. Esta reducciónalejaría –asílo presumían también para la Argentina– el peligro de impago de la deuda externay consecuentemente la especulación financiera podría continuar su flujo.Se equivocaron en Argentina y se equivocaron en Brasil. Pero siempre persistirán en la equivocación porque prefieren la inestabilidad que genera el hambre y el desempleo a la inestabilidad de la moneda que haga estremecer los ingresos del “rentismo”.
En la publicación “Forjar la Globalización” de la Fundación Friedrich Ebert (Bonn, RFA, 1988) encontramos distintos análisis de líderes de la socialdemocracia europea que, en la época, todavía no estaba en la crisis de supervivenciay falta de perspectivas, en la que hoy se encuentra. Todavía el olfato y la preparación de aquellos cuadros dirigentes del capitalismo occidental ya anticipaba la complejidad a que debería hacer frente la socialdemocracia en las siguientes dos décadas y cuyos contornos serían tan elásticos que el proyecto socialdemócrata quedaría irreconocible.
Allí,OskarLafontaine (1988) como Presidente do SPD (Alemania) ya se preguntaba proféticamente: “¿se podrán realizar verdaderamente los proyectos políticos socialdemócratas o iremos hacia una sociedad en la que solamente el mercado determinará lo que sucederá?”.Felipe González, en el auge de su prestigio europeoy de su capacidad de seducción intelectual y política, alertó ya entonces y llegó a afirmar: “en la globalización, uno a uno no desempeñaremos ningún papel, pero como europeos unidos puede ser que alguno.Parece, no obstante, que estamos en el camino de desunirnos más que en el de unirnos políticamente para ejercer algún papel en la defensa de lo que somos….”
Lula Libre es lo que todos queremos
y es lo que quieren todos los demócratas del mundo
Como es sabido, Lafontaine disintió poco después, por la “izquierda” del Partido que presidióy perdió su influencia entre la socialdemocracia europea. González continuó en el Partido socialista español, manteniéndose como un articulador “del centro”. Ambos, en todo caso, ya con poca capacidad de ejercer una posición dirigente y de promover la unidad con las fuerzas progresistas, lo que en su momento no ocurrió ni en la resistencia al nazismo.
Hoy, en Brasil, este necesario acuerdo entre la izquierda (que resulta además trascendente para esta) –para bloquear al neoliberalismo y sus nuevos aliados fascistas–parece estar en suspenso.Y ello, tanto por la diferente apreciación de la actual correlación de fuerzas, que todavía nos coloca en una situación defensiva, como desde el punto de vista la evaluación del papel de Lula cómo el líder más sólido y coherente en el campo popular.
No entro aquíen describir los motivos que generaron la crisis socialdemócrata, desde los que se originó también la crisis del comunismo “real”, pero sí nos interesa recordar que aquellos dos dirigentes –en aquél momento de 1988- yaalertaban para la probable impotencia socialdemócrata para afrontarla dictadura del mercado de una forma aislada.
Es posible formular varias analogías jurídicas y políticas entre el caso de Lula -condenado en procesos ilegales y manipulados, por “corrupción” – y el caso de Mandela, condenado a cadena perpetua, por ser “terrorista y comunista”, en la República Sudafricana del “Apartheid”. La principal de ellas, entretanto, es que no se puede desdeñar –cuando se trabauna dura lucha contra el fascismo–ninguno de los “frentes” de combate político.
Defiendo que debemos tener en cuenta que muchas veces la forma más eficaz de fortalecer un líder –sea cual sea el carácter y ámbito del mismo–es hacer un puente entre la defensa de sus principios, cuando él nos representa de una forma universal, y la incidencia eficaz en todas las instancias de lucha donde su destino esté siendo decidido. Lula Librees lo que todos queremos y es lo que quieren todos los demócratas del mundo.
Entretanto, los caminos para alcanzar este objetivo no están previamentedefinidos por ninguna teoría jurídica o doctrina política ilustrada porque el ser humano y sus diferentes situaciones políticas–existenciales y morales–están siempre sometidas a sus propias circunstancias. Lo importante ahora en nuestra situaciónes estar unidos y articular nuestros argumentos y nuestras acciones para que ellos creen los fundamentos de la liberación de Lula.
Lula, si no es nuestro hermano más viejo es ciertamente nuestro hermano mayor y su libertad plena es condición para la superación de la crisis política y económica de nuestro país
Y que Lula salga de la cárcel –y saldrá– como Mandela. Este, en un pasaje en el que habla sobre “hombres y circunstancias” explica al final de su autobiografía un hecho sucedido poco antes de su liberación: “El servicio penitenciario me facilitó un cocinero, el suboficial Swart, “afrikaner” alto y tranquilo, que había sido carcelero en la Isla de Robben. Yo no me acordaba de él que, por su parte, me dijo que acostumbraba a llevarnos en camión para la cantera y pasar a propósito por sobre los baches y piedras, para que nosotros los presos, sufriéramos más en el camino. “Yo hacía eso con ustedes” explicó.Era un tipo correcto, afable y sin ningún perjuicio que acabó convirtiéndose para mí en un hermano más que en un camarero”.
Lula, si no es nuestro hermano más viejo es ciertamente nuestro hermano mayor y su libertad plena es condición para la superación de la crisis política y económica de nuestro país.Y todo ello depende de la política, de los seres humanos y de sus circunstancias.
[Traducción: Gabriel Abascal, del Consejo de redacción de Pasos a la Izquierda]
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Tarso Genro. Fue Gobernador del Estado de Rio Grande do Sul, alcalde de Porto Alegre, Ministro de Justicia, Ministro de Educación y Ministro de Relaciones Institucionales de Brasil con Lula como Presidente.
NOTAS
1.- Curitiba, capital del Estado sureño de Paraná, es la ciudad desde donde el juez Moro (actualmente ministro de Justicia de Bolsonaro) inició los diversos procesos judiciales contra Lula y en donde está encarcelado el ex presidente brasileño. Nota del T. [^]
1.- La CLT, o “Consolidaçao das Leis Trabalhistas”, es el cuerpo normativo de leyes laborales establecidas em Brasil enlos años treinta y principios de los cuarenta del siglo pasado por el presidente Getúlio Vargas. [^]