Por ALBERT RECIO ANDREU
¿Cómo valora la situación actual de la izquierda política y social en Europa?
En primer lugar, hay que clarificar de qué hablamos. La izquierda es un amplio espacio en el que pueden englobarse diversas corrientes. Es difícil fijar sus contornos exteriores, aunque en general podríamos considerar como tales todas las fuerzas que tratan de domesticar y/o impugnar el modelo social capitalista, que reconocen que el funcionamiento social exige retoques más o menos profundos, y también que defienden políticas de cambio en otras muchas cuestiones. Bobbio las definió como el predominio de la igualdad frente al predominio de la libertad, pero no estoy muy seguro de ello. Si bien la mayoría de las fuerzas de izquierdas se declaran igualitarias, su compromiso real con la cuestión es en muchos casos pobre: no cuestionan la meritocracia, ni el enriquecimiento “decente” ni a menudo los derechos de los no nacionales. Y en cambio el compromiso, en términos de libertad, en la vida extra-mercado es mucho más sólida que en la derecha (casi siempre asociada con culturas y religiones reaccionarias).
Podemos establecer un segundo nivel de diferenciación si consideramos sólo como izquierda aquella que considera el capitalismo como una fase de la historia a superar, que participa de un ideal igualitario universal o que pretende cambios de gran calado en el funcionamiento social. Este es también un espacio más complejo que hace años, donde los partidos comunistas clásicos tenían casi la exclusiva del espacio, pero ahora hay también otras fuerzas y movimientos sociales como ecologistas, feministas y la nueva izquierda surgida tras la caída del muro en procesos como las luchas antiglobalización, el 15 M y las diversas revueltas que deben contemplarse en este espacio sobre el que concentraré mi respuesta.
No es nada novedoso reconocer que el campo de influencia de este espacio es limitado, aunque hay diferencias notables según países. Su debilidad organizativa es preocupante.
Estamos en un mundo donde la hegemonía de la derecha, en sus diversas variantes, es obvia. No sólo en el plano político, también en el de la organización de la vida cotidiana de la gente. Y esto se percibe en la fragilidad de todos los proyectos de izquierda
A ello, han contribuido una suma de factores. Algunos ligados a la propia dinámica capitalista: concentración de capitales y capacidad de invertir recursos en la acción política cultural, cambios en la estructura social, nuevas formas de vida que potencian el individualismo…
Pero también se debe a debilidades propias. El hundimiento del experimento soviético (y sus muchas deficiencias) ha restado credibilidad a un proyecto alternativo. Un proyecto, capaz de integrar la crítica a los defectos del capitalismo y de la experiencia soviética y sumarle todo lo que han aportado las nuevas corrientes de cambio, que tampoco existe bajo otra forma. No es una tarea sencilla, pero su ausencia hace imposible pretender tener una mínima respuesta de cambio que ayude al personal a tener una idea de hacia dónde queremos ir. El otro plano es el organizativo-político. No ha habido ninguna capacidad de creación de marcos organizativos que tengan en cuenta tanto los cambios sociales ni las debilidades de los modelos anteriores. Ninguna de las dos cuestiones- la programático-utópica ni la organizativa tiene fácil solución, pero al menos hay que reconocer donde está la dificultad
Estamos en un mundo donde la hegemonía de la derecha, en sus diversas variantes, es obvia. No sólo en el plano político, también en el de la organización de la vida cotidiana de la gente. Y esto se percibe en la fragilidad de todos los proyectos de izquierda: los éxitos suelen ser de poca duración. Y las movilizaciones siguen más una pauta de “explosiones” de corta duración que una línea de presión y cambio sostenidos.
¿Plan de acción? Hay algún elemento que podría generar un avance
A corto plazo no veo posibilidad de alguna propuesta de izquierdas que sirva para recuperar hegemonía social, especialmente si nos referimos al núcleo “duro” de la izquierda transformadora.
No sólo por su debilidad orgánica sino también porque carece de un discurso coherente frente al poder. Hay dos elementos que lo impiden: a) de una parte, el ya comentado fracaso del experimento soviético que favorece el descrédito de cualquier proyecto alternativo b) y de otro lado, la cuestión ecológica. Sobre esto me detendré un poco.
La izquierda fragmentada de hoy, con muchas propuestas que dan por supuesta la elevada productividad, no está en condiciones de ofrecer una respuesta ni coherente ni fácilmente entendible
El proyecto de la izquierda clásica en gran parte se sustentaba en pilares comunes a alguna de las ideas de fondo de la utopía capitalista: confianza en que el avance científico y la mejor organización económica constituirían la base para promover una sociedad de iguales, de satisfacción universal de las necesidades básicas y de reducción del tiempo de trabajo para satisfacerlas. La repetida cita de Marx acerca de las fuerzas productivas y los sistemas económicos se entendía casi siempre como la posibilidad de ser más productivos y eficientes con una economía centralizada y básicamente sin mercado ni capitalistas. (Hoy resurge en algunos la fascinación por China dado que parece que la variante china de poder centralizado está superando al capitalismo caduco).
Mi posición es que estamos más bien en una situación en la que el “éxito” del productivismo capitalista entra en crisis con las capacidades naturales de nuestro planeta y a lo que conduce es a una crisis civilizatoria y a poner en peligro la pervivencia de la especie humana. Todo apunta a que en los próximos decenios vamos a experimentar no sólo los efectos del cambio climático sino también una crisis energética y de materiales, cuyos efectos combinados pueden dar lugar a respuestas sociales realmente preocupantes. La única posibilidad de salida civilizada es la de una transformación social en clave igualitaria tanto en términos de producción y consumo como en términos de reparto del trabajo (sospecho que deberemos trabajar más porque en términos convencionales seremos menos productivos).
La izquierda fragmentada de hoy, con muchas propuestas que dan por supuesta la elevada productividad, no está en condiciones de ofrecer una respuesta ni coherente ni fácilmente entendible. La distopía capitalista sigue teniendo muchos más adeptos.
Hace falta un trabajo organizativo, no dogmático, paciente para construir una auténtica coalición transformadora
A corto plazo lo que sí se puede hacer es explicar los problemas, situar los dilemas y generar dinámicas que favorezcan una respuesta colectiva a los problemas que se van planteando. No es posible pasar del descrédito y la incredulidad actual a imponer una nueva hegemonía en breve plazo, cuando además se carece de un mínimo proyecto coherente. A corto plazo si es posible que alguna crisis puntual se convierta en un éxito, pero tras la experiencia de Syriza, y también de Podemos, hay que pensar que este sólo será transitorio sin unas bases más sólidas.
Hay ciertamente mucho malestar y mucha gente que entiende aspectos importantes de la situación. Pero hace falta también un trabajo organizativo, no dogmático, paciente para construir una auténtica coalición transformadora. Tenemos la realidad que está dando la razón a los que han previsto la crisis ecológica y este es un buen punto de partida. Pero hace falta mucho más.
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Albert Recio. Economista y profesor jubilado de economía de la UAB, miembro del equipo editorial de Revista de Economía Crítica y la Revista mientras tanto; comprometido en actividades y movimientos sociales. Entre sus textos publicados destacamos: Trabajo, personas, mercados: manual de economía laboral (Fuhem,1997); Capitalismo y formas de contratación laboral (Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1988).