Por GIACOMO RUSSO SPENA y MATTEO PUCCIARELLI
Veinte años lo han cambiado todo, llevando a la disolución una larga y a su manera gloriosa historia de luchas, conquistas y presencia en los lugares de trabajo, de socialización, culturales. Veinte años en los cuales la izquierda italiana se ha auto excluido del juego político, por miopía, falta de coraje, una lectura errónea del presente, y politicismo en ocasiones patético.
En los primeros años 2000 Italia era considerada un laboratorio político para el progresismo radical internacional: no es un misterio que líderes europeos actuales como Alexis Tsipras, Pablo Iglesias o Ada Colau viajaron a Italia en varias ocasiones para aprender de las experimentaciones políticas de los No global. Así, el 15 de febrero de 2003, cuando en todo el mundo se celebraron las grandes manifestaciones contra la guerra de Irak y el New York Times tituló a toda página que el movimiento pacifista era “la segunda potencia mundial” (la primera, obviamente, seguía siendo Estados Unidos), por las calles de Roma se desparramaron tres millones de personas en un desfile oceánico. Fue el ápice de una izquierda implicada con los movimientos, con fuerza social y bien representada por la Rifondazione Comunista de entonces, liderada por Fausto Bertinotti. Pero ha pasado desde entonces una era geológica, si pensamos que hoy la izquierda parlamentaria no existe de hecho, y un elector progresista se ve constreñido a optar entre un populismo cojo a remolque de la Lega (caso del Movimento 5 Stelle, M5S) y una “izquierda” del establishment (Partito Democratico, PD). Hay “trabajos en curso” para la preparación de las Europeas de mayo; pero antes de detallarlos, intentemos comprender cómo ha sido posible la desintegración de la izquierda italiana en un lapso de tiempo relativamente tan breve.
A finales de 2011 Silvio Berlusconi agoniza entre problemas judiciales, la expulsión de su “vice” Gianfranco Fini, las presiones internacionales y la explosión de la prima de riesgo. Estamos en el ocaso del berlusconismo. El centro izquierda, después de la repentina caída del gobierno Prodi en 2008, ha obtenido sangre nueva de los que se bautizaron como alcaldes naranja Giuliano Pisapia, Massimo Zedda, Marco Doria y Luigi de Magistris: todos ellos outsiders venidos del PD pero elegidos en coaliciones de centro izquierda gracias a las primarias (excepto de Magistris, que se presentó directamente en solitario), parecidos en su perfil marcadamente de izquierda y en su capacidad contra todo pronóstico para derrotar a las derechas.
Había habido además otro sobresalto en el mismo año de 2011: la victoria en el referéndum sobre el agua y la energía nuclear, promovido por los comités ambientalistas y de izquierda, y con un PD que solo en los últimos días de campaña se alineó a favor de los “bienes comunes” y contra las nucleares. Los dos acontecimientos permitieron compactar, en el nivel nacional, una coalición con tres patas: la moderada del PD, nacido en 2007; una más justicialista y populista con la Italia dei Valori del ex magistrado Antonio Di Pietro, y la tercera de izquierda radical, la SEL (Sinistra, Ecologia, Libertà) de Nichi Vendola. El recién nacido M5S, liderado por el cómico Beppe Grillo, se situaba en los sondeos con cifras aún muy modestas, en torno al 4 y el 6%, y era considerado un experimento político “anecdótico”.
En ese contexto tuvo lugar la infausta opción del PD de no encomendarse de inmediato al voto para un nuevo ejecutivo de cambio capaz de contrarrestar el ataque de las finanzas especulativas con medidas expansivas y desempolvando recetas keynesianas. Se prefirió, por el contrario, el idilio con el famoso loden del técnico Mario Monti y su equipo de profesores, bajo el paraguas protector determinante del entonces presidente de la República Giorgio Napolitano, el hombre que impondrá al PD las amplias alianzas en nombre de la “responsabilidad”. Pero el PD –al abrazar el “montismo”– se verá forzado a votar medidas antipopulares: desde la reforma Fornero de las pensiones hasta todas las políticas de austeridad; es decir, una mayor presión fiscal en general, y una reducción del gasto social.
Así, la coalición se rompe por la mitad. Continúan juntos PD y SEL, con el añadido del pequeño Partido Socialista. «Incluso con un 51% en el Parlamento, sería partidario del diálogo con Scelta Civica [es decir, la nueva lista electoral encabezada por Monti]», son las palabras del entonces secretario del PD, Pierluigi Bersani, que llevará a cabo una campaña electoral tan sobria en los contenidos como perdedora.
Hace años ya que los partidos de la “izquierda” han traicionado su propio mandato de representación, hasta el punto de vaciar de todo significado –para muchísimas personas, en particular los más jóvenes– la misma palabra “izquierda”
En las elecciones de febrero de 2013 Bersani consigue que se le escape una victoria ya escrita, y ninguna fuerza obtiene una mayoría suficiente para gobernar. En las urnas, la izquierda radical desaparece –dividida entre la estrategia perdedora de SEL, empeñado en situar más a la izquierda el eje del centro izquierda, y el intento de Rifondazione, PdCI (Partito dei Comunisti Italiani), Verdi e Italia dei Valori, de agruparse detrás del magistrado Antonio Ingroia bajo el lema Rivoluzione Civile, que no alcanza ni siquiera el 3%–, y el experimento Grillo hace explosión al obtener el 25%. Su formación viene a llenar un vacío político especialmente en la izquierda: es suficiente estudiar la historia y la evolución del Movimento 5 Stelle para entender lo ocurrido. Hace años ya que los partidos de la “izquierda” han traicionado su propio mandato de representación, hasta el punto de vaciar de todo significado –para muchísimas personas, en particular los más jóvenes– la misma palabra “izquierda”.
En efecto, los políticos del PD (y sus franquicias) son vistos como parte integrante de un sistema que no ha hecho nada para defender las razones del trabajo y de los trabajadores, o incluso de las capas medias y populares. En Italia la izquierda, en sus distintas declinaciones, no ha sido capaz de canalizar la protesta contra la austeridad, que le habría sido natural liderar, y a lo largo de los años se ha equivocado en la asunción de una serie de posiciones y de estrategias. Ha pasado en consecuencia a ser considerada responsable del problema, y no alternativa al problema. De este modo el M5S ha cosechado los frutos del descontento político y se ha beneficiado de los efectos de la crisis al presentarse como una fuerza antisistema y antibipolar. Los propietarios de la marca, la diarquía Casaleggio & Grillo, no se han preocupado demasiado de la coherencia: ya en sus primeras comparecencias electorales equipararon –en una era de fervor anti berlusconiano– al PD con el PDL (el Popolo della Libertà de Berlusconi), y denunciaron los elementos comunes de las dos formaciones. Atacan a la Casta con todos sus costos y los privilegios inherentes, a la partitocracia in toto, y a un sistema de poder clientelar, lobista, corrompido y corruptible. Ejercen de catalizador de todos los descontentos suscitados por la crisis económica e institucional: los votos les llueven tanto desde la derecha como de la izquierda, como testimonian algunas encuestas. Dado que ninguna fuerza resulta autosuficiente para gobernar, Napolitano –reelegido mientras tanto, de modo inusual, presidente de la República en una anómala fase de vacío de poder– encarga a Enrico Letta la formación de un nuevo ejecutivo en la misma línea de amplias alianzas y de políticas de austeridad. La crisis económica y social del país empeora. La recuperación sigue siendo una utopía.
El PD bersaniano se desmigaja en beneficio de Matteo Renzi, el desguazador, que sustituirá Letta en la presidencia del gobierno y firmará el pacto del Nazareno con Berlusconi. Pocos meses después, Renzi triunfará con el viento de popa en las elecciones europeas de la primavera de 2014 encabezando la lista de un PD que obtendrá un histórico 40,8%. Pero el exalcalde de Florencia, desde el principio, adopta la tercera vía blairiana y predica privatizaciones, desregulación y desmantelamiento de los derechos laborales y el welfare, sustituyéndolos por la política de los “bonus”1. Es el golpe de gracia para quienes invocaban políticas progresistas y de redistribución de la riqueza.
En 2015 triunfa el renzismo y el M5S crece en la oposición. La izquierda empieza a estar ausente del debate público. Con el tiempo, sin embargo, la ilusión “desguazadora” de Matteo Renzi, al perdurar una ausencia generalizada de perspectivas para las clases medias y populares, pierde impulso
A la izquierda del PD, entre Renzi y el M5S, en las Europeas de 2014 se organiza una lista electoral de la izquierda, L’Altra Europa con Tsipras, una unión entre SEL y Rifondazione Comunista que recibe el 4%, un millón de votos, y obtiene la elección de tres europarlamentarios. Después de tantas derrotas, conseguir enviar tres parlamentarios a Bruselas es considerado un éxito, habida cuenta además de las enormes dificultades de la campaña, la indiferencia de los medios de comunicación y las escasísimas disponibilidades económicas. ¿Es el inicio de alguna cosa? Obviamente no. Muy pronto afloran de nuevo los límites –ya mencionados– de la izquierda clásica y litigiosa. Pocas semanas después del voto, Altra Europa es ya un recuerdo lejano y los electores de la izquierda son víctimas de una colosal diáspora, privados tanto de una casa común como de una representación digna.
En 2015 triunfa el renzismo y el M5S crece en la oposición. La izquierda empieza a estar ausente del debate público. Con el tiempo, sin embargo, la ilusión “desguazadora” de Matteo Renzi, al perdurar una ausencia generalizada de perspectivas para las clases medias y populares, pierde impulso. La derrota en los referéndums para la reforma constitucional de diciembre de 2016, que desembocará en su dimisión como presidente del gobierno, es la prueba. Y las últimas elecciones políticas han representado, más aún, una reprobación popular evidente.
El 4 de marzo de 2018 se confirma la tendencia europea: el voto se polariza según la disyuntiva establishment/anti-establishment, con la “gente” que apoya a las fuerzas llamadas populistas, percibidas como de ruptura o contrarias a la actual estructura de poder. Pero son fuerzas que no representan una alternativa real, por más que sean consideradas de ese modo: ha prevalecido lo que Antonio Gramsci definió como “revolución pasiva”.
Como era previsible, en el Norte la Lega vence remachando con fuerza en los temas de la seguridad y la inmigración, y azuzando a menudo la guerra entre pobres; pero también recuperando temas laborales, en contra, por ejemplo, de la deslocalización de las empresas, porque la globalización es un fenómeno complejo y que –exceptuados quienes viven cómodamente en los centros de las grandes ciudades y viajan repetidamente a Londres y a Nueva York– inquieta a la gran mayoría de la población. En el Sur triunfa el M5S como respuesta desesperada de un territorio torturado por la crisis económica, el desempleo, el clientelismo y el voto comprado; un mezzogiorno víctima y culpable al mismo tiempo, que ya no cree en nada y a nadie, pero ha sido seducido por los cantos de sirena de la renta de ciudadanía propuesta por el Movimento. Y además, siguiendo su ya conocido monotema, Luigi Di Maio y sus compañeros han atacado a la “casta” con todos sus costos y privilegios, a la partitocracia y a un sistema de poder nepotista. De ese modo han conseguido un consenso trasversal y en parte distinto del que sostiene a la Lega, que presenta un perfil programático mucho más marcado a la derecha.
En el Norte la Lega vence remachando con fuerza en los temas de la seguridad y la inmigración, y azuzando a menudo la guerra entre pobres; pero también recuperando temas laborales, en contra, por ejemplo, de la deslocalización de las empresas
Así pues, el grito de protesta, sobre todo entre los estratos más débiles, ha quedado bien plasmado por el M5S: ha cosechado los frutos del descontento y se ha beneficiado de los efectos de la crisis, como representante de una fuerza anti-bipolar y desmontando, definitivamente, el histórico duopolio italiano, primero DC-PCI y luego centro izquierda-centro derecha. Pero ha sido la izquierda la que ha quedado colapsada en todas sus formas, tanto la llamada reformista como la radical. Una izquierda en parte vaciada por el M5S. La cuestión paradójica, en efecto, es que a pesar de todo Italia continúa estando socialmente viva, con varios movimientos en el territorio que desarrollan temáticas y batallas de ámbito local: desde los No Tav (contra la construcción de la línea ferroviaria de alta velocidad Turín-Lyon) hasta la defensa de los bienes comunes; desde los comités en defensa de la Constitución, hasta el heterogéneo mundo del asociacionismo por los derechos y contra las mafias. Pero quien ha capitalizado este fermento social es el M5S y no la izquierda; más allá, obviamente, del auténtico primer partido italiano indiscutido, el de la abstención.
El PD representa esa “socialdemocracia” que, en los últimos años, se ha convertido en fiel ejecutora de las políticas exigidas desde Europa, de austeridad y de recorte generalizado de los derechos. En nombre de un genérico “reformismo”, ha apoyado los grandes planes de privatización, la desregulación de los mercados, la precarización de la vida de los ciudadanos, la reducción de los espacios alternativos a la lógica del consumo. En consecuencia, se ha limitado a administrar las lógicas del presente, sin sentar las bases de un sistema económico no ya alternativo, sino al menos crítico.
Y los votos perdidos por el PD, ¿dónde han ido a parar? El antiguo líder poscomunista Massimo D’Alema, aliado precisamente con Bersani, estaba convencido de poder interceptar a los electores en fuga del proyecto renziano. Pero al colocar al frente de la nueva coalición Liberi e Uguali (LeU) al segundo alto cargo del Estado, el magistrado Pietro Grasso (y también a la tercera, Laura Boldrini), LeU, a pesar de defender una plataforma programática de izquierda laborista, ha sido vista como parte del llamado “establishment”, como una operación de la clase política, y ha acabado por reunir poco más de un millón de votos (3,4%). Es decir, el mismo porcentaje obtenido por SEL en 2013. Los votos en fuga del PD han ido a parar al tan odiado M5S. Se cifra en dos millones los votos al Movimento procedentes de la izquierda, mientras un sondeo revela que el 35% de quienes en 1987 votaban PCI hoy eligen Cinque Stelle.
A la izquierda del todo, el pasado 4 de marzo, estuvo además Potere al Popolo (PaP): una fuerza de izquierda radical, nacida en un centro social napolitano, que obtuvo un mísero 1%, poco más de 370.000 votos.
En todo el Occidente sopla un viento de derecha: nace la alianza M5S/Lega y se plasma en el autoproclamado “gobierno del cambio”. David Broeder, en la revista Jacobin Italia, sostiene: «Italia ha anticipado la desbandada general porque había vivido el derrumbe de las formas políticas tradicionales ya en los primeros años noventa. Desde entonces los italianos han visto la ascensión de fuerzas políticas efímeras que han aprovechado y acelerado la decadencia de los partidos de masas. Desde el marketing de Berlusconi a la utilización de los referéndums on line, la vida política se reduce cada vez más a una participación estética, y en sustancia heterodirigida desde arriba, o en el caso del M5S desde una empresa privada (la Casaleggio Associati).»
Los italianos han visto la ascensión de fuerzas políticas efímeras que han aprovechado y acelerado la decadencia de los partidos de masas. Desde el marketing de Berlusconi a la utilización de los referéndums on line, la vida política se reduce cada vez más a una participación estética
Frente a un ejecutivo populista y xenófobo, que cierra los puertos a los migrantes y gobierna a golpe de propaganda (y de pocos hechos), el PD parece totalmente desorientado en el rol de oposición. Después haber allanado el camino a las derechas, sigue sin representar la alternativa necesaria para hacer renacer una izquierda en el país. El 3 de marzo habrá elecciones para elegir al nuevo secretario, que deberían marcar el final del paréntesis renziano y la victoria del gobernador del Lazio, Nicola Zingaretti; este habla ya de un “nuevo centro izquierda, más cívico, más progresista y más inclusivo respecto del pasado”. Mientras tanto, el M5S se está dejando devorar por su aliado de gobierno, la Lega, que le está drenando consensos. Como escribe el periodista Alessandro Gilioli: «La andadura del gobierno ha visto cómo la Lega difunde su ideología xenófoba y racista mientras el M5S se difumina, acepta, y después emula y acompaña, en suma se hace cómplice en último término de la hegemonía cultural xenófoba, cerrada, incivil, en ocasiones incluso inhumana que nos ha llevado hoy al lenguaje descalificador y burlón respecto de quienes nos llegan al albur del mar después de semanas de travesía del desierto y de sufrir penalidades indecibles. En términos abstractos ─es decir, sin entrar en el contenido político─, la conclusión es que cuando un partido con una ideología topa con un partido sin ideología, el que carece de ideología está muerto.»
A día de hoy muchos electores de izquierda están dispuestos a renegar de su propio voto a Cinque Stelle ─que en los sondeos ha perdido varios puntos respecto de su resultado en las Generales del pasado 4 de marzo─ y a pasar a nuevas opciones, en el caso de que se concrete una propuesta coherente, creíble y ambiciosa. Quien está intentando construirla, entre mil dificultades, es el alcalde de Nápoles Luigi de Magistris, el Masaniello antisistema ─un poco populista, un poco municipalista– que sin apoyo de ningún partido ha conseguido vencer dos veces en las elecciones locales contra el centro derecha, el centro izquierda y el M5S2. En torno a su figura se está construyendo una lista, a la izquierda del PD, que intenta dar voz a tantos progresistas del país que no se sienten representados. La idea es lanzar, como programa electoral, un Terzo Spazio. Un tercer espacio europeísta pero contrario a “esta” Unión Europea, opuesto tanto al nacionalismo xenófobo de los populistas como a los tecnócratas defensores de Maastricht. Un programa, por tanto, europeísta pero radical, que tenga el valor de decir que deben ser reescritos tratados europeos tales como el Fiscal Compact o el Pacto de Estabilidad. Una opción que sepa afirmar un nuevo modo de hacer política, en oposición de verdad a las elites dominantes, y que se oponga a la austeridad esgrimiendo el conflicto dirigido de abajo arriba, y no azuzando la guerra entre pobres. A un lado está la Europa tecnócrata, al otro el peor Salvini. De Magistris sueña con un sujeto político distinto, que desmonte ese duopolio: dos caras, por lo demás, de la misma moneda. En estos precisos momentos, al desafiar el decreto de seguridad y anunciar a Nápoles como puerto abierto, se está tratando de acreditar como el Anti Salvini, sobre todo en el Sur de Italia.
A día de hoy muchos electores de izquierda están dispuestos a renegar de su propio voto a Cinque Stelle y a pasar a nuevas opciones, en el caso de que se concrete una propuesta coherente, creíble y ambiciosa
Junto a de Magistris, en esta lista para las Europeas, estarían además Sinistra Italiana –o sea la antigua SEL, que después de la implosión de LeU, muerta un minuto después del voto del 4 de marzo pasado, vuelve a intentar jugar un rol político–, Possibile, el Diem25 de Yanis Varoufakis, Rifondazione Comunista y varios movimientos y experiencias cívicas. El objetivo, después de tantos fracasos, es en primer lugar superar el listón del 4%, por más que el alcalde de Nápoles, cabeza de la lista, pronostica que llegará al 7/8%.
No será facilísimo porque, además de la competencia del PD, tal vez regenerado y zingarettiano, está creciendo a su izquierda un frente soberanista, que profesa la ruptura con la Unión Europea y el retorno al Estado nación. Son posiciones bien representadas por Potere al Popolo, con un 2% atribuido en los sondeos, que no esconde veleidades contrarias al euro y busca un aliado en el francés Mélenchon.
En resumen, unos con Zingaretti en favor de un tibio cambio en Europa, otros con de Magistris y la esperanza de un nuevo proyecto, otros aún con el M5S porque a pesar de todo aún no ven una alternativa convincente, y otros finalmente con PaP por ser soberanista, en las próximas Europeas asistiremos a la enésima fragmentación del voto progresista. Izquierda año cero, un año cero que dura ya veinte años. Mientras tanto, Italia sigue estando más próxima a acabar como Brasil: Bolsonaro llama, y Salvini responde presente.
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Giacomo Russo Spena. Periodista de MicroMega y blogger de huffingtonpost.it. Colabora con Espresso.it y Left. Se ocupa principalmente de neomunicipalismo y Europa. Ha escrito varios libros sobre la izquierda italiana e internacional. En 2018 ha publicado Demacrazia. Il manifesto di Luigi de Magistris (Fandango editore) y, anteriormente, en colaboración con Steven Forti, Ada Colau, la città in comune (Alegre).
Matteo Pucciarelli. Nacido en Livorno en 1984, periodista de Repubblica, con Feltrinelli ha publicado Anatomia di un populista. La vera storia di Matteo Salvini. Con Giacomo Russo Spena y para Alegre ha analizado las izquierdas de Podemos en España y de Syriza en Grecia, en Podemos y Tsipras chi?. Otros trabajos suyos –siempre para Alegre– incluyen la historia de Democrazia proletaria y uno de los primeros ensayos sobre el Movimento 5 Stelle, publicado en 2012, antes del éxito en las elecciones políticas del año siguiente.
1.- En unas medidas claramente electoralistas, en la primavera de 2014 Renzi introdujo un bonus de 80 euros mensuales para los trabajadores con un salario inferior a los 1.500 euros y unos meses más tarde otro bonus de 80 euros mensuales (durante tres años) para las mujeres que tuviesen un hijo. [^]
2.-Masaniello es una de las más importantes figuras de la tradición napolitana. Tommaso Aniello d’Amalfi (1620-1647), apodado Masaniello, lídero una rebelión popular en Nápoles en el verano de 1647 contra el virreínato español. Murió asesinado, pero la rebelión abrió las puertas a la República Napolitana de 1647-1648. Se le considera un símbolo del pueblo napolitano. [^]