Por JORDI MIR
La contaminación mata, se estima que sólo en Barcelona el año 2018 murieron 351 personas por un exceso de partículas PM2.5, vinculadas al tránsito. Esto lo dice el último informe de la Agencia de Salud Pública de Barcelona que se acaba de presentar. La Agencia estima que se evitarían 400 muertes si se redujeran los niveles de contaminación atmosférica en Barcelona. Y está en nuestras manos hacerlo.
Tenemos ahora este dato concreto y cercano, si bien podríamos ofrecer muchos más sobre cómo muere la vida en nuestro planeta cada día. Y, no obstante, hace años que sabemos que hay que actuar decididamente. «Bastantes procesos de reciclaje son tan intensivos en energía que quedan desacreditados para un punto de vista ecologista»1. Así de claro era Manuel Sacristán, uno de los impulsores del pensamiento ecologista, en el año 1980. Hace cuarenta años ya se conocía, científicamente hablando, técnicamente hablando, el riesgo para la vida del planeta que suponía las maneras de hacer del ser humano. Las maneras de producir, de comerciar, de viajar, de consumir… Sabíamos también que el reciclaje, muy lejos de tener la implantación (aunque limitada) actual no era suficiente. Pero parece que no lo supiéramos de forma apropiada, o que no lo quisiéramos saber. De otro modo no se puede entender qué ha pasado en estos 40 años…
La contaminación mata, se estima que sólo en Barcelona el año 2018 murieron 351 personas por un exceso de partículas PM2.5, vinculadas al tránsito
Manuel Sacristán, profesor de filosofía de la Universidad de Barcelona, expulsado por su confrontación con el régimen (formó parte el Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona, del Partido Socialista Unificado de Cataluña…), escribía sobre estas cuestiones desde una posición política que ha dado lugar a lo que se empezó a conocer como el ecosocialismo2.
Francisco Fernández Buey, estudiante suyo y posteriormente amigo y compañero de luchas, en 1979 ya reflexionaba sobre el debate necesario para la renovación del comunismo. Faltaban diez años por la «caída del muro de Berlín», pero para ellos el comunismo como ideal emancipador ya hacía mucho tiempo que tenía poco que ver con lo que pasaba detrás del muro. Aquel 1979, Fernández Buey3, ya ponía lo que llamamos emergencia climática en el centro de toda propuesta política. Él lo pensaba desde el ideario comunista, pero lo apuntado debería servir para todo planteamiento político. Nos decía: hemos entrado en una nueva fase de la historia de la humanidad donde peligra la continuidad de la existencia del ser humano. Commoner, Goldsmith, Meadows, Dumont, Manshoilt o Heilbroner han aportado investigaciones que alertan sobre los peligros de la crisis ecológica para la supervivencia. Desde la perspectiva comunista, Fernández Buey, considera que nuestra civilización incluso antes de pudrirse por el lado social puede finalizar en una catástrofe natural, o por la combinación de los dos factores. El asumir los avisos provenientes de una parte de la comunidad científica, debe tener enormes repercusiones, también para el ideario comunista y otros idearios emancipatorios. Entra en crisis la idea de progreso fundamentado en un crecimiento ilimitado de las fuerzas productivas y en la existencia de recursos materiales ilimitados.» Ya desde entonces sabemos que se podía optar por el comunismo, la socialdemocracia, el liberalismo, el conservadurismo…, pero en el centro era necesario que estuviera la defensa de la vida en el planeta.
Sacristán, Fernández Buey, y otra gente, hace unos cuarenta años ya escribían y hablaban de la emergencia climática. En ese momento ya teníamos la información necesaria para poder hacer estas afirmaciones. Los estudios científicos de Barry Commoner, o del Club de Roma, lo demostraban. Las nuevas generaciones que ahora se levantan para pedir justicia climática seguramente tienen muy poca noticia de todo esto. No se suele explicar. Seguramente tampoco lo conocerán otras personas de generaciones anteriores. No se acostumbraba a hablar de la cuestión, ni tenía la centralidad que hoy está alcanzando. Deberíamos pensar en ello, visitar este pasado reciente para poder actuar con más conocimiento en nuestro presente.
Deberíamos pensar en ello, visitar este pasado reciente para poder actuar con más conocimiento en nuestro presente
Últimamente se insiste mucho en la idea de que estamos ante la última generación que puede cambiar las cosas. Será difícil cambiar nada si no conocemos lo que ha pasado antes, si no sabemos cómo hemos llegado hasta aquí. Por ejemplo, hay que preguntarse porque estas voces fueron menospreciadas, o directamente desautorizadas o criminalizadas por sus críticas al sistema dominante. ¿Por qué? Cabe preguntarse si podemos aprender algo de esta historia de silencios. Si podemos aprender algo de los análisis, reflexiones y propuestas que se hicieron mucho antes de la generación de Greta Thunberg.
Cuando estudiamos las movilizaciones sociales, como la del ecologismo, el feminismo, o cualquier otra, debemos evitar caer en explicaciones que desatiendan el contexto. El contexto social, económico, histórico… En demasiadas ocasiones se tiende a pensar que las movilizaciones capaces de involucrar a gran cantidad de personas llegan a ser exitosas por su causa, por la gravedad de lo que está pasando… Sin embargo, hay causas muy graves que no han conseguido grandes masas que las defiendan y otras que quizá consideraríamos poco relevantes, aunque tengan amplios apoyos. Las explicaciones del sostén a las movilizaciones deben buscarse en otros componentes. En este caso, el contexto histórico es esencial para entender el crecimiento y la expansión del movimiento ecologista que hoy tiene un gran protagonismo. Difícilmente esto se puede explicar sin el ecologismo que se gestó a finales de la década de los sesenta, alimentándose de unos años de grandes y profundas movilizaciones, desarrollándose durante los setenta y ochenta, mediante una especial vinculación con el movimiento antimilitarista, nuclear, feminista, estudiantil…
Hay un trabajo de acumulación que después tiene aceleraciones y dinamizaciones. Podemos ver en paralelo lo que ha pasado con el movimiento ecologista y el feminista. Hablamos de las diferentes olas del feminismo que llegan hasta hoy. Estas olas son momentos históricos en los que las movilizaciones se han agudizado y han aumentado. En los setenta y ochenta, del pasado siglo, una de estas olas logró que las discriminaciones legales que sufrían las mujeres comenzaran a caer. Antes, a inicios del siglo XX, una ola anterior consiguió el derecho a voto. Pero ninguna de estas olas consiguió todo lo que se proponía. Las olas van acumulando movilizaciones, victorias y derrotas. Ahora estamos en una nueva ola que se asienta sobre las pasadas para ir más allá. Una nueva ola feminista y también ecologista. Pero para poder desarrollar todo su potencial es necesario conocer qué ha pasado con las precedentes. Estas nuevas olas movilizadoras y de cambio político y cultural son continuidad de las anteriores. Unas olas previas que lograron derribar muros y resistencias diversas. Consiguieron nuevos derechos, cambios en la manera de pensar, ampliación de las personas implicadas, mejora del conocimiento sobre las cuestiones defendidas y reivindicadas… Esto no sólo no debería perderse, sino que debería ampliarse.
Ahora se necesita algo más que reconocimiento, llegar a los medios de masas, que grandes empresas aparezcan teñidas de verde o que toda institución corra a hacer declaraciones de emergencia climática.
Otro de los aprendizajes a aprovechar de las olas anteriores tiene que ver con el cómo se han comportado las personas, las organizaciones y los poderes contrarios a estos cambios. «Primero te ignoran, luego se ríen, después te atacan y finalmente, ganas», esta reflexión atribuida a Gandhi y muy citada desde diferentes luchas hoy debería ser modificada ante las nuevas formas de actuar de los poderes, toda vez que las ideas que consideran peligrosas, desestabilizadoras, han ganado una centralidad que no esperaban. Ahora podríamos decir: “Primero te ignoran, luego se ríen, después te atacan y finalmente, dicen lo mismo que tú, aunque hagan otra cosa. ¿Quién gana?» La movilización de los últimos años en favor de determinadas ideas y políticas ha hecho que obtengan una centralidad y unos soportes en nuestra sociedad que antes no tenían. Pero esto no significa que se hagan efectivos los cambios coherentes con estas ideas. El impulso de las olas anteriores ha hecho posible que ahora estas problemáticas no puedan ser negadas, sean compartidas por mucha más gente que nunca, pero esto no es suficiente para resolverlas. No lo fue antes, y no lo será ahora. No basta con que te den la razón, ya lo hicieron en las oleadas anteriores. Ahora se necesita algo más que reconocimiento, llegar a los medios de masas, que grandes empresas aparezcan teñidas de verde o que toda institución corra a hacer declaraciones de emergencia climática.
Hay que aprender de las olas precedentes y también de cuando nuestras sociedades eran sostenibles, y ya practicaban la economía circular, sin quizás saberlo.
Habrá quien le bastará con un cambio de relato, con decir que ahora son feministas, ecologistas y lo que haga falta. Lanzarán campañas de comunicación que nos lo harán pensar. Pero no es suficiente. No podemos aceptar otro giro que siga el principio planteado por Giuseppe Tomasi di Lampedusa: «Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie». Ahora, si queremos que continúe la vida, es necesario que todo cambie. Hay que volver al pasado para hacer posible el futuro. Hay que aprender de las olas precedentes y también de cuando nuestras sociedades eran sostenibles, y ya practicaban la economía circular, sin quizás saberlo.
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[Una primera versión de este texto se publicó en catalán en la edición catalana de CTXT, ahora ya no se puede consultar. Agradecemos al autor el permiso para publicarlo aquí]
Jordi Mir Garcia. Profesor en la Facultad de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra y en la de Ciencias Políticas y de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Especializado en historia de las ideas, la filosofía moral y política, y en los movimientos sociales. Ha publicado Movimientos sociales construyendo democracia. 5 años de 15M (El Viejo Topo 2015) y, junto con Salvador López Arnal, ha editado diferentes obras de Francisco Fernández Buey publicadas por El Viejo Topo.
NOTAS
1.- Manuel Sacristán, “¿Por qué faltan economistas en el movimiento ecologista?”, BIEN, nº 11-12-13, junio de 1980. Se puede leer también en Pacifismo, ecología y política alternativa, Barcelona, Icaria, 1987. [^]
2.- Para profundizar en este anàlisis histórico conviene leer aportaciones como “Manuel Sacristán, pionero del ecosocialismo”, Encrucijadas: Revista Crítica de Ciencias Sociales, Nº. 11, 2016 https://recyt.fecyt.es/index.php/encrucijadas/article/view/79003. [^]
3.- Francisco Fernández Buey, “Apuntes para un debate sobre el ideario comunista”, nº 28, El Viejo Topo, enero de 1979. [^]