Por PACO RODRÍGUEZ DE LECEA
He aquí tres pequeños volúmenes de historia centrados en Cataluña y que encuentran su lugar y su porqué en el contexto de una línea amplia de investigación en marcha, ni cerrada ni concluida aún. El objetivo global es historiar los conflictos del tardofranquismo y de la transición a la democracia, lejos tanto de la versión tipificada de un gran pacto institucional consensuado entre primates de larga visión estratégica, como de una visión esquemática de confrontación entre “Estado” y “sociedad civil”. Porque en esta historia compleja y plural jugaron su papel otros conflictos menores instalados en el seno de la sociedad, y tuvieron su protagonismo las vanguardias amplias de una «resistencia ordinaria» que impulsó la desobediencia civil y la protesta en la calle con una fuerza y una capacidad de iniciativa y de improvisación que desbordaron no solo las previsiones gubernamentales de orden público, sino además la imposición a sus “bases”, por parte del amplio abanico de los grupos opositores, de una “primacía” de la política y de la negociación.
Los instrumentos utilizados para conseguir este resultado han sido diferentes en cada caso. En «Resistencia ordinaria», Javier Tébar, David Ballester, Fernando Hernández Holgado, Paola Lo Cascio, Ricard Martínez, Carme Molinero, José Manuel Rúa, Giaime Pala, Nadia Varo y Pere Ysàs han hecho un uso amplio de los archivos del Tribunal de Orden Público franquista (TOP), y de los archivos particulares de los bufetes de abogados que defendieron a los miles de encausados; y han añadido a esa investigación diversos testimonios personales de un calado importante. En «Las militantes ante el espejo», Nadia Varo desarrolla un análisis de los estereotipos sociales relacionados con el género, tal como aparecen transparentados en los documentos de las primeras comisiones obreras, en la prensa sindical y en el propio recuerdo de las militantes. Finalmente, la memoria oral es la protagonista indiscutida de las «Conversaciones en Colomers», donde tres dirigentes políticos y sindicales de la época, Isidor Boix, José Luis López Bulla y Carles Navales, rememoran a treinta y tantos años de distancia los detalles y las circunstancias de su participación en los sucesos de la transición y más allá, delante de una grabadora puesta en funcionamiento por Javier Tébar.
El resultado global es un cuadro de un vigor y una vida extraordinarios. Un gran fresco tan solo esbozado, con muchas partes aún por concretar y rellenar, pero que rompe de entrada con un estereotipo acuñado por una clase política autocomplaciente. En efecto, la propuesta última que enlaza los desarrollos separados de estos tres libros es que la Transición española a la democracia no se fraguó “en” los despachos, sino “a pesar de” los despachos. Que fueron la intensidad y la masividad de las luchas obreras, y la rebeldía de una masa amplia y determinada de jóvenes antifranquistas, y la solidaridad generosa de los barrios obreros, de las parroquias humildes y de las asociaciones vecinales, el verdadero motor de una epopeya que bien pudo acabar de modo muy distinto, pero que en cualquier caso nunca se pudo ahogar del todo.
Recorre las páginas de los tres volúmenes un soplo de aire fresco de libertad y de revoltijo. Isidor Boix se refiere, por ejemplo, a las acusaciones de “espontaneísmo” que se lanzaban desde unos niveles de dirección del PCE-PSUC demasiado ansiosos por llegar rápidamente a configurar un postfranquismo nacido de acuerdos negociados; Carles Navales explica cómo las noticias y las consignas llegaban a los barrios y las fábricas a través de Mundo-Diario y Cambio 16, antes que de la prensa obrera y de partido; López Bulla cuenta cómo en muchos casos la dirigencia política funcionaba a remolque, y aceptaba a regañadientes las directrices emanadas de la autonomía de las asambleas obreras.
La toma de conciencia de una generación se produjo en aquel momento histórico en la forma de la asunción libre de un compromiso exigente, y fue capaz de llevar el valor supremo de la libertad a un extremo paradójico: el de perderla (individualmente) para no perderla (colectivamente). Así lo testimonian muchos militantes que pasaron por el TOP, por las torturas en las comisarías y por las cárceles franquistas. Uno entre ellos, Carles Vallejo, lo describe con estas hermosas palabras: «El compromiso formaba parte simplemente de lo que significaba una cultura democrática y participativa, de una gran voluntad de ser coherentes con los propios principios y libres… No tener ningún tipo de servidumbre, laboral, familiar, etc. Sobre todo, y esta ha sido la trayectoria con la cual me he desarrollado, sin ninguna pretensión más que un trabajo colectivo, un trabajo sin pensar en objetivos finales que nos llevaran a una gran “revolución”… Por eso tampoco he sufrido una gran decepción…»
Fue el momento también de la irrupción de las mujeres como colectivo en la vida pública española, de su ingreso en las fábricas (fue la fábrica, no la oficina, el ideal de libertad y de realización de muchas jóvenes venidas con sus familias del pueblo), de su participación directa en las asambleas, en las decisiones a cara descubierta y a mano alzada. El gran momento de la “visibilidad”, por fin, de las mujeres. Y no fue una historia fácil, no fue una peripecia de novela rosa. Nadia Varo señala una divisoria temporal: antes de 1969 las mujeres eran aún las compañeras abnegadas y sufridoras de un movimiento obrero esencialmente masculino. Después de ese año vino la irrupción, la conquista de espacios propios, la adquisición progresiva de una voz personal y a contrapelo de la de muchos compañeros, la gran fiesta de la igualdad y de la libertad. Así lo expresa, por ejemplo, Cinta Llorens: «Yo lo recuerdo como mi liberación, quiero decir que conocí a gente con unos planteamientos de vida diferentes (…) y yo estaba cómoda, feliz, me sentía persona… Fue la primera vez que me trataron como a una mujer… Pues claro, me di cuenta de que no…, de que las chicas pintábamos lo mismo que los hombres.»
Cinta, y Carles, y algunos cientos de miles de personas más, no solo se hicieron a sí mismos/as el regalo insustituible de una libertad sin adjetivos y sin cortapisas, sino que fueron capaces de transmitir ese regalo, esa conquista, a una sociedad que apenas empezaba a desperezarse del torpor provocado por una larga opresión. Es la lección sencilla y verdadera que subyace en la historia que cuentan los libros que comentamos. Unos libros que dirigen la mirada no hacia arriba, a la torre del homenaje, sino a los problemas, y las luchas, y la vida cotidiana de los de abajo.
Libros reseñados:
· Conversaciones en Colomers. Reflexiones sobre sindicalismo y política durante la transición a la democracia en España. I. Boix Lluch, J.L. López Bulla, C. Navales Turmos, J. Tébar Hurtado (Ed.). Fundació Cipriano García de CCOO de Catalunya, 2012.
· La militancia y el antifranquismo catalán ante el Tribunal de Orden Público (1963-1977). J. Tébar Hurtado, ed. «Resistencia ordinaria». Publicacions de la Universitat de València y Fundació Cipriano García de CCOO de Catalunya, 2012.
· Las militantes ante el espejo. Clase y género en las CC.OO. del área de Barcelona (1964-1978). N. Varo Moral. Fundació Cipriano García de CCOO de Catalunya, 2014.