Entrevista a JAVIER PACHECO, secretario de CCOO Cataluña. Por MIREIA BOLÍBAR
Mireia Bolíbar. Para empezar la entrevista, yo quería plantearte qué está haciendo el sindicato para frenar la tendencia a la precarización del mercado de trabajo. Hace ya bastantes años que se habla de que se ha roto la norma social del empleo y están emergiendo nuevas formas de trabajo, entre las cuales hay muchas formas de precariedad, que afectan especialmente a jóvenes, inmigrantes y mujeres, pero que cada vez más se están extendiendo a otros perfiles. Entonces, ¿qué están emprendiendo CCOO y el mundo del sindicalismo para revertir esta tendencia?
Javier Pacheco. La precariedad profunda del mundo del trabajo en nuestro país, desde mi punto de vista, tiene diferentes factores de causalidad. Primero, evidentemente, está asociada a la ruptura de los equilibrios en la normativa legal, que ha debilitado tanto la tutela sindical como la tutela jurídica de los trabajadores. A partir de la entrada en vigor de las dos últimas reformas laborales, sobre todo la última, se han roto definitivamente los equilibrios que antes mantenían, en alguna medida, una dignificación del trabajo, aunque con cuestiones aún por conquistar.
Por lo tanto, un factor de causalidad tiene, evidentemente, relación con la aplicación de las nuevas normas. Pero también hay otro, que es el derivado de las nuevas relaciones de trabajo, los cambios que se están produciendo en el tejido productivo y en el modelo de empresa. Estos cambios están imponiendo un sistema nuevo que aísla a los trabajadores y dificulta su organización para poder regularlo desde la vertiente de los derechos colectivos.
Dicho esto, también tenemos que evaluar que existen una realidad sistémica y una realidad ideológica. Es decir, una tendencia determinada del sistema productivo, y una vocación ideológica de romper los equilibrios de los derechos colectivos. Esto es lo que ha ido viéndose en los últimos años; en definitiva, un crecimiento vertiginoso en el ritmo al que han avanzado diferentes colectivos en su incorporación a ese estadio de precariedad instalado por las dos causas antes citadas.
La precariedad empezó por tener el rostro de una mujer joven, inmigrante. Luego fue avanzando en extensión y en universalización. Hoy pienso que ya podemos decir que la precariedad está instalada prácticamente en todos los sectores
La precariedad empezó por tener el rostro de una mujer joven, inmigrante. Luego fue avanzando en extensión y en universalización. Hoy pienso que ya podemos decir que la precariedad está instalada prácticamente en todos los sectores de actividad económica del país. Ayer mismo, tuve la oportunidad de reunirme con un colectivo de investigadores, y allí se planteaba la denuncia de la precariedad en la contratación, de una situación en la que prácticamente el 80% del personal de investigación tiene un contrato temporal, y muchos de ellos carecen de convenio colectivo. Es decir, están vinculados al salario mínimo interprofesional y al Estatuto de los Trabajadores que regula esas reformas laborales.
Por lo tanto, hoy lo que se puede concebir como la excelencia del valor añadido en el ámbito económico y de la ocupación, también ofrece la cara de la precariedad. Esta es la realidad a la que nos enfrentamos.
M.B.- ¿Y cuál ha sido, entonces, la respuesta del sindicato?
J.P.- ¿Qué ha venido haciendo el sindicato? Lo primero que intentó hacer, cuando se iniciaba el despliegue de esta realidad de carácter ideológico, fue plantear un diagnóstico del cambio de modelo productivo.
La necesidad de un diagnóstico venía ya planteándose de manera previa a la crisis, y nos llevó a organizar una campaña fuerte, con una apuesta firme por un cambio de modelo productivo en el país. Esta campaña tuvo poco eco en la sociedad civil, y menos aún en el ámbito político y en la gestión de las administraciones.
Sabíamos que teníamos unas estructuras económicas y productivas demasiado expuestas a los riesgos de la especulación y de la financiarización, como se demostró en cuanto la crisis mundial llegó a nuestro país en el 2008. Sin embargo, durante esta fase no fuimos capaces de convencer al conjunto de la sociedad de que lo importante no era mantener un crecimiento de la ocupación y de la riqueza con la capacidad de endeudamiento de los ciudadanos, del sector construcción y sus aledaños, sino que había que intentar pensar, tejer y proyectar un cambio de modelo productivo a partir de la incorporación de todos los sectores que estaban acusando el impacto del avance tecnológico y sus consecuencias. ¿Con qué objetivo? Con el objetivo de ser vanguardia, para tener un país de vanguardia y no un país al servicio de la vanguardia.
Aquella estrategia quedó truncada cuando se entró de lleno en la crisis. La primera medida que se nos vino encima como consecuencia de la Gran Recesión, fue la pérdida de ocupación. Ante la avalancha de despidos, la respuesta que planteó de forma prioritaria el sindicato fue intentar minimizar el impacto de la pérdida neta de empleo, que es el principal factor de preocupación que tiene la sociedad hoy en día en nuestro país. Los índices de paro han llegado a superar el 25% de la población activa, y ahora todavía sufrimos el lastre de esa situación.
Pero ese fue solo el primer impacto al que hubo de hacer frente el sindicato. El segundo fue la respuesta a las primeras medidas políticas adoptadas para gestionar la crisis. Recurrimos a la respuesta tradicional, y convocamos hasta tres huelgas generales para intentar parar un proceso ideológico de cambio que agudizaba la precariedad a partir de la aplicación de las nuevas reformas laborales.
Sin embargo, la carga lanzada contra el mundo del trabajo venía con mucha profundidad, y se llevó por delante, aunque no únicamente, al movimiento sindical, es decir, truncó su capacidad de resistencia y de respuesta. Y digo “no únicamente” porque también se llevó por delante al resto de las instituciones que rigen los intereses públicos de la sociedad. Y no solo en nuestro país. El desmantelamiento de las reglas de juego ha tenido un carácter internacional. Yo creo que la propia gestión política de esta crisis superó las capacidades que tenía el movimiento sindical organizado y, evidentemente, también las de CCOO.
Pasamos a una segunda fase de este proceso cuando nos planteamos, ¿cómo somos capaces de intentar contrarrestar los efectos de la crisis, y los efectos de estas medidas que la agudizan? Nosotros, cuando convocábamos aquellas huelgas generales ya alertábamos sobre los efectos de la precariedad, ya decíamos lo que iban a suponer…, porque aquello afectaba a todos los ámbitos del mundo del trabajo, a la entrada, a la duración y a la salida del mercado laboral por parte de los trabajadores, con los efectos colaterales que eso tenía en la estructura de derechos sociales.
En estas circunstancias nosotros vinimos a plantear un proceso de movilización sostenida y, sobre todo, de intervención directa de nuestra gente en las empresas. Claro, esa estrategia es de mucho más largo recorrido, y tiene efectos que no son visibles a corto plazo. Recuperar espacios mediante la negociación colectiva es difícil. Establecer, desde los convenios, políticas directas para garantizar medidas de ocupación y de recuperación de inversiones en las empresas tiene un efecto desigual, en función de la capacidad de representación que tenemos. Y sobre todo, esto es importante subrayarlo, es algo que no se visualiza de manera inmediata.
No obstante, conseguimos poner a punto algunas herramientas que hoy nos permiten plantear un cambio de escenario en la realidad que estamos viviendo. Conseguimos romper una dinámica que intentaba desarticular los convenios colectivos y dar carta de naturaleza a la relación individual de los trabajadores como el único derecho y obligación universal en el mundo del trabajo. Preservamos la negociación colectiva. Superamos los efectos de la ultraactividad, desde las demandas jurídicas y desde la propia acción sindical. Mantuvimos los convenios sectoriales; no han desaparecido, tal y como pretendía la reforma con la finalidad de atomizar la negociación colectiva. Hoy tenemos instrumentos de convenio en los que se están planteando ya medidas de recuperación de salarios para los trabajadores.
Aquello había devaluado las condiciones de vida de la gente, y su recuperación ahora ha sido necesaria en el dibujo de un escenario en el que es posible rediseñar un marco de derechos. Todo esto ha hecho posible, desde mi punto de vista, que hoy tengamos una parte de estructura en la que el movimiento sindical es vigente.
M.B.- Para decirlo de alguna manera, los sindicatos siguen en la pelea…
J.P.- Esta es otra cuestión fundamental, al hacer el balance de este proceso. Hemos podido preservar el propio movimiento sindical. Toda esa ofensiva a la que me he referido antes, una ofensiva que modificaba las reglas del mundo del trabajo, también estuvo acompañada por una iniciativa colateral para romper la organización de los trabajadores, su capacidad organizativa. Hubo, sin duda, una ofensiva antisindical, que sigue prolongándose en el tiempo por la vía del encausamiento penal, devaluando la capacidad del derecho de huelga, intentando atenazar la respuesta de la movilización en las calles a la Ley Mordaza, e intentando desprestigiar la función de los representantes sindicales elegidos, los llamados “liberados”, por el mero hecho de tener horas sindicales para poder organizar a sus compañeros y compañeras en las empresas.
Como parte del mismo propósito, se agudizó de forma deliberada la falta de recursos de los sindicatos, reduciendo las subvenciones y cortando todas las iniciativas que tenían repercusión en la capacidad de ocupación de la gente o en la seguridad del trabajo, como la prevención de riesgos laborales, la formación… Yo creo que esto representa la construcción de una estructura antisindical con el fin de intentar cargarse el gran dique de resistencia representado por el movimiento sindical.
Las cosas no se resuelven con el efecto de una propuesta sorpresa ni de una propuesta de moda, sino que se resuelven con un carácter de confrontación continua y sostenida
Pero igual que hemos mantenido los convenios, también hemos mantenido el sindicato. Este escenario nos permite contar hoy con las condiciones para hacer un planteamiento tendente a erradicar la precariedad. De hecho, la posición del sindicalismo confederal durante la última etapa ha tenido ya efectos concretos, por ejemplo, al limitar la aparición de convenios multiservicios que precarizaban las condiciones de los convenios colectivos. Es algo que se ha conseguido a través de la acción del sindicato, y de su estrategia jurídica. También hemos preservado algunos derechos de carácter internacional; igualando el carácter de las indemnizaciones de los trabajadores temporales con los trabajadores indefinidos, en el contexto de una ofensiva de abaratamiento de los despidos. De la misma forma, ya estamos impulsando iniciativas legislativas en el marco del Congreso de los Diputados para cambiar el modelo de subcontratación, que es la expresión primera de la precariedad.
En definitiva, creo que el movimiento sindical tiene una estrategia definida y sostenida, porque venimos de lejos y sabemos que las cosas no se resuelven con el efecto de una propuesta sorpresa ni de una propuesta de moda, sino que se resuelven con un carácter de confrontación continua y sostenida. Este escenario no tiene titulares, sino que tiene un trasfondo y una transversalidad, a la que el movimiento sindical ha de contestar con estrategia y no solo con táctica. Lo que ha conseguido CC.OO. es poner estrategia a la capacidad de respuesta ante lo que ha sucedido en este país, y a lo que viene sucediendo. Todavía no hemos acabado de implementar esta estrategia definitivamente. Ahora estamos en la fase de recuperación de derechos.
M.B.- Moviendo la conversación hacia cómo se están adaptando las estructuras sindicales a los cambios del mercado de trabajo, ¿es casual que el sindicato haya escogido un secretario general que viene de una gran empresa de la industria?
J.P.- No. Su cantera, evidentemente, se nutre de los espacios donde tenemos más facilidades para organizar a los trabajadores y trabajadoras, y donde se refuerza sobre todo el formato y el papel del sindicato. La elección no es casual, por el simple hecho de que hay más probabilidades de encontrar un cuadro sindical donde existe un colectivo de trabajadores que se pueden organizar y que tienen tradición de organizarse en el sindicato.
Pero no es tampoco lo usual. Yo creo que soy el primer secretario general de CCOO de Catalunya que proviene de una tradición en el trabajo como ésta de la que provengo yo. Por lo tanto, hay otras formas y posibilidades de desarrollarse esta tarea.
Yo creo que para el momento actual, un perfil de estas características puede ayudar a recuperar la legitimidad perdida, el reconocimiento social por parte de los trabajadores, sobre todo de la sociedad, fruto de lo que ha ido pasando. Existe una frustración generalizada, porque la gente sufre las consecuencias de lo que ha sucedido, del avance imparable de la precariedad. Y hasta que se vean y perciban los resultados reales, hay una pérdida proporcional de la legitimidad en el reconocimiento social.
Yo creo que un perfil de este tipo para la Secretaría General puede ayudar, aunque no es solo eso, porque lo que ayudará sobre todo son las soluciones, lo que más contribuirá a recuperar la legitimidad del sindicato. Aunque, insisto, un perfil de estas características como mínimo no entorpece la necesidad que tenemos de recuperar relación con la gente.
M.B.- Ahora nos encontramos con nuevos retos para la representación sindical y la movilización de los trabajadores precarios, entendiendo que es un colectivo con vínculos muy débiles y muy discontinuos con el mercado de trabajo. Trabajan dispersos, con horarios variables, ahora trabajan ahora no, y esto dificulta mucho la participación desde el lugar de trabajo, desde la empresa. ¿Qué debería hacer el sindicato para hacer partícipes de la acción colectiva y sindical a estos trabajadores precarios?
J.P.- El sindicato no debería equivocarse. Porque me da la sensación de que la opinión pública empieza a equivocarse en cómo se gestiona la lucha contra la precariedad. La lucha contra la precariedad no se gestiona organizando precarios, se gestiona organizando el trabajo y dignificando las condiciones de trabajo. La mejor manera de acabar con la precariedad es teniendo dignidad en el mundo del trabajo. Y eso se hace desde la concertación, el diálogo social, las iniciativas legislativas, la capacidad de establecer el marco real de derechos en el conjunto del trabajo, de la regulación, de más y mejor dotación de recursos para la inspección en el seguimiento y la lucha contra la precariedad y el fraude.
La solución, desde mi punto de vista, no la encontraremos organizando precarios, porque lo único que podemos hacer al final es contribuir, aunque sea de manera involuntaria, a crear trabajadores nómadas de la precariedad, que vayan transitando entre sectores precarios, sin ser capaces de articular esos colectivos. La dirección adecuada es la dignificación del espacio donde tienen que poder desarrollar su emancipación a través de su participación en el trabajo. Por lo tanto, no hemos de plantearnos como prioritaria la organización de colectivos concretos en precariedad.
Lo digo porque aparecen expresiones que se ponen de moda y tienen una cierta acogida en la opinión pública. La solución de las camareras de piso no es organizar las Kellys. Es garantizar, a través del convenio colectivo, que lo que les está pasando no pase. Eso es lo que tiene que hacer el sindicato, no equivocarse. Y otra cosa es cómo somos referencia para esos trabajadores, es decir, cómo organizamos el sindicato para recuperar referencialidad en espacios de trabajo en los que la gente no tiene la tradición de aquel modelo de empresa, de centro de trabajo, como de donde yo vengo, donde hay una posibilidad mayor de relacionarse con el sindicato.
Se trata de tejer y reforzar los espacios de solidaridad de clase. Es volver a reforzar el perfil sociopolítico del sindicato para que el concepto de clase no acabe segmentando diferentes colectivos de trabajadores
Son cuestiones distintas, el sindicato debe ser la referencia para este tipo de trabajadores, pero la solución no está en organizarlos. La solución está en dignificar y organizar el trabajo, en convencer a los trabajadores organizados de que su convenio colectivo no se queda fuera de la necesidad de organizar a los trabajadores de las subcontratas en su empresa. Es intentar organizar el convenio sectorial, que es el que da amparo, por ejemplo, a colectivos concretos dentro de un ámbito de actividad, que no solo se nutren de los colectivos mayoritarios sino también de los minoritarios que sufren la precariedad, y se garantizan sus condiciones. Por tanto, se trata de tejer y reforzar los espacios de solidaridad de clase. Es volver a reforzar el perfil sociopolítico del sindicato para que el concepto de clase no acabe segmentando diferentes colectivos de trabajadores, porque los vayamos clasificando dentro de los escenarios de la precariedad.
Pienso que esa es la estrategia que tiene que definir y tejer el sindicato. Los otros tipos de planteamiento, desde mi punto de vista, son expresiones que están apareciendo, que tienen carácter reactivo, pero que se quedan en la frustración y sin posibilidad de dar solución a estos trabajadores y trabajadoras. Con algunos colectivos que no tienen capacidad de actuación propia, pasan dos cosas: o bien un estado de frustración, porque no tienen capacidad de negociación, como puede ser el caso de las Kellys, o bien el riesgo de la corporativización de las condiciones de trabajo, al margen de los demás, como podría darse en alguna solución planteada, por ejemplo en el caso de los estibadores. Es decir, hay casos en los que existe capacidad de negociación, pero con carácter corporativo; a la que nos descuidemos, nos situamos ante la pérdida de la conciencia de clase.
Ante esta disyuntiva creo que nosotros, por lo que queremos representar y mientras no aparezca una solución mejor, y creo que no la hay, para construir una sociedad mucho más cohesionada e igual, no podemos perder el concepto de confederalidad y de clase. Hemos de intentar tejer el marco de las relaciones de trabajo para evitar que la precariedad sea reconocida con carta de naturaleza. Cuando oigo hablar del precariado me pongo malo, no sé qué es. ¿Tengo que reconocer una clase en el precariado? No, no lo acepto, yo no soy precario. Yo soy un trabajador que padece malas condiciones de trabajo, pero no soy un precario, soy un tío muy digno.
M.B.- Hablar de precariedad nos lleva a hablar de los jóvenes también, y vemos que los sindicatos están teniendo ciertas dificultades para atraer a los trabajadores jóvenes. En el caso de CCOO de Catalunya, por ejemplo, en 1998 el 12% de los afiliados tenían 30 años, pero ahora éstos son solamente el 3,1% de los afiliados. ¿A qué crees que se debe esta desafección, particularmente entre los trabajadores más jóvenes? ¿Y qué plantea el sindicato para revertir esta tendencia?
J.P.- En el año 1998 ya teníamos un serio problema de afiliación con los jóvenes. Bajar del 12 al 3%, en el año 1998, cuando la media de edad a la hora de incorporarse al mercado de trabajo era muchísimo menor que la media de edad actual, significa que ya teníamos un problema de referencialidad del sindicato en nuestra relación con los jóvenes. El problema es de arraigo. La gente se afilia al sindicato cuando encuentra un escenario para arraigarse, y primero no se arraiga al sindicato, sino a otra cosa, encuentra una identificación en otro espacio.
Antiguamente, el espacio de socialización natural de la gente era el trabajo. Ahora, han ido apareciendo otros espacios para socializarse que van más allá del trabajo. Es así porque el trabajo ha cambiado, y la sociedad, afortunadamente en muchos sentidos, también. Nosotros tenemos que intentar encontrar los núcleos de arraigo que tiene la gente, con el propósito de que el sindicato pueda plantearles que el factor trabajo no es exclusivo pero sí fundamental para desarrollar un proyecto de vida. Y plantearles que el factor trabajo necesita organizarse. Y ese ámbito de arraigo de la gente es lo que el sindicato debe intentar localizar, identificarlo y, sobre todo, buscar la forma de que en esos ámbitos se le reconozca.
Nosotros tenemos que intentar encontrar los núcleos de arraigo que tiene la gente, con el propósito de que el sindicato pueda plantearles que el factor trabajo no es exclusivo pero sí fundamental para desarrollar un proyecto de vida
Tenemos que ver en qué ámbitos de socialización se están moviendo los jóvenes. Evidentemente el trabajo no lo es, por diferentes razones y, entre estas, porque no lo tienen. Tenemos que empezar primero hacer ver que la precariedad se combate garantizando el trabajo, facilitando el acceso de los jóvenes al trabajo. Pero mientras eso suceda se debe identificar realmente el espacio de arraigo de los jóvenes para socializarse, y penetrar en él. Mucha gente plantea que tenemos que llegar hasta la fase preescolar. Bueno, el entorno académico es, sin duda, una vía de acceso al mercado de trabajo, pero hay muchos espacios más. Un joven dedica una parte de su vida a formarse, pero en otra parte comparte espacios en los que podría empezar a incorporar a su vida la participación y la necesidad de organizarse sindicalmente, sobre todo con la vocación de incorporarse al mundo del trabajo. Y aquí es donde nosotros tenemos que hacer un ejercicio de reflexión.
La fórmula no está inventada, pero creo que el primer factor de arraigo que tiene la sociedad es el marco territorial, allí donde convive. Tenemos que hacer un replanteamiento de nuestra organización en los territorios, para ser capaces de llevar a cabo un cambio en la oferta de las formas de relacionarse y agruparse los jóvenes. Tenemos que volver a intentar ser espacio de encuentro de los trabajadores en el marco territorial, se tenga o no trabajo, se tenga mejor o peor trabajo, se trabaje en un sitio o en otro. Al final, la sectorialización sirve para disputar las condiciones de trabajo, pero la referencia para organizar el sindicato de clase debe encontrar otros escenarios de convivencia donde se establece y se comparte el vínculo social.
El territorio debería convertirse en un espacio de análisis y de laboratorio de nuevas propuestas sobre cómo organizar el sindicato, esto podría ayudarnos mucho a intentar referenciar a gente, no solo a jóvenes, pero fundamentalmente a jóvenes. También facilitaría la relación con otro tipo de colectivos que actualmente no tienen el centro de trabajo como un elemento de referencia, no tienen un delegado sindical con el que se relacionan para poder socializarse en y a través del sindicato.
En este último Congreso, hemos hecho algunas propuestas concretas para dinamizar la vida de los locales sindicales de una manera diferente. Necesitaremos recursos, compromiso, estrategia, pero como mínimo queremos ver si esa línea de reflexión puede cambiar la relación de los jóvenes con el sindicato, porque este sindicato sin jóvenes no es que no tenga futuro, es que no tiene presente.
M.B.- O sea, dar más músculo o presencia a un sindicato de barrio, de pueblo…
J.P.- No creo que podamos aspirar a eso. La capacidad de las estructuras organizativas para poder extenderse capilarmente a todo el territorio es prácticamente imposible. Primero habremos de identificar núcleos que sirvan de referencia para la organización de la gente, núcleos territoriales. Nuestros territorios se organizan y tienen su propia capitalidad, y en esos núcleos sí que es posible organizar el sindicato, estimulando la confluencia social, la disposición cultural, el ocio. Núcleos donde establezcamos una oferta real del local como un punto de encuentro y no simplemente donde se va cuando se tiene un problema en el trabajo. Hay que conseguir que se comience a pensar en ir a esos locales tengas o no tengas un problema del trabajo, que allí puedes tener espacios de mejora de tus propias condiciones de vida, que allí puedes tener encuentros y socializar con gente, e ir construyendo conciencia y solidaridad de clase.
Creo que aquí tenemos abierta una línea de trabajo realmente de interés, una línea de acción que queremos explorar y espero que en este mandato podamos hacer cosas concretas.
M.B.- Un tema creo que bastante parecido, es el de los que están en situación de desempleo. Hay muy pocos trabajadores en situación de desempleo afiliados en sindicatos. ¿Qué crees que se podría hacer desde el sindicato para que estos trabajadores, que precisamente son los que están en una situación más vulnerable, se sientan más representados por los sindicatos?
J.P.- El porcentaje de afiliados parados que tenemos no es bajo. Es bastante más alto del que a mí me gustaría, y debo decir que es así por desgracia. Lo primero que tenemos que pensar es cuáles son las prioridades de la gente en función de su situación de vida, y la prioridad de un parado es encontrar empleo. Las condiciones concretas de un parado pasan por poder sostener sus necesidades vitales y encontrar empleo. Claro, aquí es mucho más difícil. A una persona que tiene las prioridades muy claras y muy concretas, decirle que está en un marco organizativo mucho más general no es fácil, pensando que según te van apretando las dificultades, vas cerrando el foco donde está tu orientación de salida. Por lo tanto, encontrar en el espacio de solidaridad que ofrece el sindicato, la solución que es para muchos, significa que si nosotros estamos planteando la solución de los parados debemos tener muy claro que el parado lo que busca es una solución para él, una solución individual.
Esa es la primera dificultad con la que nos encontramos para intentar convencer, con un discurso de clase, a las personas en paro. Que encuentren una realidad atractiva para poderse organizar. En este sentido, los efectos de las medidas más generales que está planteando el sindicato para las condiciones de los parados tienen la dificultad de la ausencia de una identidad como grupo. No obstante, el gobierno actual no hubiera mantenido las prórrogas de los subsidios de desempleo que se pactaron en el inicio de la crisis con los sindicatos, si no hubiera habido una presión sindical detrás del asunto; es decir, la defensa y garantía de un mínimo sustento vital.
Si no hubiera sido por el impulso que dimos desde los sindicatos a la recogida de firmas para una iniciativa legislativa popular con el fin de establecer una renta garantizada de ciudadanía, que está ya en sus últimas fases para poderse implementar en este año 2017 en Catalunya, el Govern de la Generalitat no podría garantizar que no haya ningún hogar en Catalunya sin ingresos. Las iniciativas concretas que estamos planteando de cambio de modelo productivo, de política industrial, tienen como objetivo intentar reactivar las políticas activas para que no haya desocupación. Las denuncias continuas que estamos planteando para aquellos que transitan entre el paro y la temporalidad y la parcialidad, que tienen que ver con nuestra capacidad de intervenir directamente en la negociación colectiva, todo eso tiene que ver con el paro.
Y el problema es: la referencialidad del parado tiene dos dificultades, como decía antes, sus condiciones económicas para mantener una cuota de afiliación, es decir, con su compromiso afiliativo, y en segundo lugar que los objetivos reducen el foco de los intereses de solidaridad que tiene un parado. Esta realidad, creo que la tenemos que entender todo el mundo. Por otro lado, para el caso de todas las organizaciones de parados que han ido apareciendo al calor de la crisis, un conjunto de movimientos que pretenden representar a parados, a mi me gustaría que se les preguntase alguna vez cuántos asociados tienen alrededor de su organización.
Porque, en realidad, nadie ha sido capaz de organizar parados, porque el parado no quiere organizarse, el parado lo que quiere es trabajo, quiere dejar de ser un parado. No quiere estar organizado como un parado, quiere dejar de serlo mañana, es lógico que diga: “Yo no quiero reconocerme como un parado”. Es decir, dejando de lado demagogias y alguna teoría que otra, esto es algo muy difícil de organizar. Nosotros lo que tenemos que entender es que el sindicato está para organizar a los trabajadores, y el sindicato ha de interpretar que, de manera circunstancial, una persona trabajadora puede estar en paro, pero tampoco va a reconocer a un parado como parado, como no quiere reconocer a un precario como precario.
Desde esta concepción tenemos que ser empíricos a la hora de plantear qué queremos organizar. Pedirle a un parado que mantenga el nivel de afiliación con el sindicato es pedirle un esfuerzo superlativo. Aquí tiene que ejercerse el criterio de solidaridad que un sindicato de clase tiene, estén o no afiliados al sindicato, en el sentido de que un objetivo prioritario sea la lucha para acabar con su situación de paro.
M.B.- Otro de los colectivos de trabajadores que se está extendiendo mucho en los últimos años es el de los falsos autónomos, trabajadores que trabajan para un empresario, pero lo hacen en situación de autónomos. Estos trabajadores no participan de los resultados de los convenios colectivos que se negocian en el marco sindical, y quería preguntarte cuál es la política del sindicato hacia estos trabajadores, este fenómeno, y cómo se integra o cómo se plantea, o no, integrarlos en una acción colectiva, junto a los asalariados con los que comparten trabajos y procesos.
J.P.- Yo creo que éste será uno de los problemas más graves que tendremos en un futuro. No sólo con el personal autónomo, sino con la implantación y previsible extensión de la economía colaborativa, así como con los nuevos cambios sistémicos de la digitalización, de la llamada Industria 4.0; me parece que todo ello tendencialmente nos dirige hacia la realidad de un tejido productivo de microempresa y, al mismo tiempo y sobre todo, desarraigado de las relaciones ordinarias de trabajo. De hecho, ya estamos viendo cómo empiezan a proliferar los fenómenos, tanto del falso autónomo, como de uberización [hace referencia a la Plataforma Uber, que ofrece un servicio de compartir transporte urbano privado y que actúa en Internet; provocando recientemente respuestas desde el sindicalismo organizado en el sector del taxi], donde las reglas de trabajo están al margen, y entonces los derechos colectivos están mucho más al margen.
Y si esto ocurre, la organización de los trabajadores corre un riesgo importante en cuanto a ser efectiva. Y aquí considero que la clave es empezar a pensar cómo anticipamos nuestra posición. Nosotros hemos decidido diagnosticar nuevamente la realidad del trabajo, algo por completo necesario de cara a decidir cómo podemos anticiparnos a la implementación de estos cambios y del ritmo con que se dan en estos tiempos. Es cierto, todo va muy deprisa, pero somos tan osados…, el movimiento sindical siempre ha sido tan osado que tiene la voluntad de intentar anticiparse a ese ritmo del cambio que se está produciendo. De ahí que diagnostiquemos de nuevo lo que puede ser la nueva situación de las relaciones de trabajo en el país y, más allá, hagamos una propuesta organizativa al respecto.
No tengo claro que un convenio colectivo que combine derechos de autónomo y derechos de trabajadores por cuenta ajena sea el marco de la solución. No tengo tan claro que sea por la vía de la regulación de los derechos donde esté la solución real para que eso no avance hacia un espacio de precariedad. Por este motivo, estamos convencidos de que tenemos que buscar otra forma de intentar combatirlo, porque este tipo de economía desestructurada tiene otras derivadas que van mucho más allá incluso de la propia precarización de las condiciones de trabajo. Un trabajador aislado está sometido a unos riesgos que le conducen a una situación de precariedad, pero es que una economía que se desarraiga del marco de la relación legal del trabajo tiene serios riesgos de desarraigarse, al mismo tiempo, del marco legal de la tributación y la cotización.
Por lo tanto, los efectos que esto tiene respecto de la vertebración social son enormes. Ese tipo de economía está afectando y amenazando no sólo a las condiciones de trabajo, sino a las condiciones de una sociedad que ha de vertebrarse con estructuras con las que sostener algunos derechos sociales, y sobre todo la cohesión social. Por eso debemos anticiparnos. En este asunto, sin duda, una parte nos corresponderá al movimiento sindical, organizando el trabajo, pero otra parte le corresponderá a las organizaciones políticas, que deben hacer el mismo análisis para intentar garantizar que los efectos de la desestructuración de la economía no afecten a un modelo de estructura de estado y sobre todo del estado de derecho.
¿Cuál será nuestra función? Hacer el diagnóstico, hacer una propuesta para valorar realmente dónde entendemos que es necesario incidir para que no avance la precariedad en este tipo de trabajadores. Pero, al mismo tiempo, debemos impulsar el debate en el ámbito político para que se empiece a estructurar un modelo de sociedad ante las consecuencias de estos cambios sistémicos, porque puede cambiar por completo el modelo conocido.
Aquí se habla de la revolución industrial, y una revolución va acompañada por lo general de progreso social. Sin embargo, en estos momentos aquí puede haber una involución. Ante esto, entonces, tenemos la obligación de hacer una parada seria, una reflexión rigurosa, y diagnosticar qué dirección toman estos cambios, hacia dónde nos dirigen y qué consecuencias tienen.
Este tipo de cambios puede hacer que vuelvan unos fenómenos ya conocidos. Yo no descarto, por ejemplo, que la tendencia a la atomización del trabajo vuelva de nuevo a incrementarse. Pero también es cierto que hay oportunidades, posibilidades como resituar la economía y dar mayor peso a la economía real frente a la economía financiera. Porque, claro, si a mí me dan una impresora 3D y me proporcionan la capacidad de poder desarrollar, producir y comercializar un producto o servicio, mi nicho de mercado no será global, será local, y eso puede cambiar los hábitos de consumo y los hábitos económicos. Por lo tanto, para una sociedad que nosotros entendemos que debe intentar vertebrarse sobre la economía real, sobre la economía productiva, se pueden abrir algunas oportunidades siempre y cuando le demos a esto una orientación política.
Pues bien, en esta nueva realidad a la que queremos dotar de derechos sobre una economía capitalista globalizada, a lo mejor encontraremos otra manera de organizar la sociedad, sobre otros criterios económicos que protagonicen estos nuevos avances. Hay quien dice que no, que esto quedará en manos de cuatro multinacionales y seremos todos proveedores de las cuatro multinacionales a nivel global. Pues habrá que combatir esa realidad desde la capacidad de aumentar el marco democrático de los países, de garantizar espacios de participación de la gente en el ejercicio real de la política, en participar directamente en la democratización de la economía, utilizando para ello estos instrumentos.
No sé si ha llegado el momento de un cambio de civilización, pero hay condiciones para plantearse si el sistema puede ponerse en cuestión, y quién lo gobierna
El fin no es otro que revertirlo en un modelo de sociedad que pueda repartir mejor esa riqueza, en la medida que la tengamos más cerca. Si vamos en este sentido, luego habrá que establecer las estructuras de solidaridad internacional, porque no todo funcionará igual. Este es probablemente el debate de mayor calado, el debate central. Estoy convencido de que puede ser el escenario donde nosotros establezcamos la estrategia para actuar adecuadamente y con resultados, nuestra propia “estrategia del siglo” si se quiere decir así, dado que esto podría cambiar la tendencia o definir la tendencia de la orientación de la civilización en este siglo.
Los cambios sistémicos que se producen cambian las reglas del juego, y las civilizaciones duran un tiempo. No sé si ha llegado el momento de un cambio de civilización, pero hay condiciones para plantearse si el sistema puede ponerse en cuestión, y quién lo gobierna. Aquí, en mi opinión, hay una oportunidad, por eso estamos planteando desde el movimiento sindical que es el momento de empezar a construir alternativas.
El movimiento sindical no puede estar sólo como un actor que reacciona a las inercias y las políticas que se plantean desde la economía del capital. Es el momento de empezar a plantearse la construcción de una alternativa, porque contamos con algunos instrumentos que nos permiten intervenir.
Y dirás, mira, éste es un optimista por naturaleza. Sí, sí, soy sindicalista y si no soy optimista lo tengo mal. Es cierto que actualmente la ofensiva neoliberal está ocupando un espacio, pero también estamos viendo cómo sus propias tensiones internas empiezan a propiciar algunas dudas, oscilaciones, y tal vez amenazas. Trump puede llegar a representar la implosión del neoliberalismo en Estados Unidos. Le Pen podría poner en jaque las política neoliberales de una parte de la Unión Europea [esta entrevista tuvo lugar antes de la celebración de las elecciones presidenciales francesas en la que obtuvo la victoria Emmanuel Macron]. Es decir, están aflorando tensiones internas dentro del marco de la estrategia neoliberal, y si tuviéramos capacidad para vertebrar un escenario alternativo de izquierda, podríamos influir para cambiar esa realidad. Por eso creo que esta cuestión nos proporciona una clave para analizar, y que la izquierda política, la izquierda social, o empiezan a construir y a vertebrar una alternativa, o puede que este cambio de civilización no vaya a favor de la gente, vaya todavía a peor.
M.B.- Hemos hablado de elementos a medio plazo, estrategias de largo alcance… Volviendo al tema de los falsos autónomos, y su inclusión en formas de acción colectiva, que no sea de regulación de convenios, ¿habéis planteado alguna cosa concreta?
J.P.- Tenemos algunas propuestas para intentar conducir a su regulación. Recientemente en Catalunya hemos colaborado en una modificación de la Ley de Cooperativas, porque a través de las falsas cooperativas se estaba contratando a falsos autónomos en un sector concreto de actividad económica, el sector cárnico. Este marco legal incluye medidas para contener y regular esa participación.
Estamos planteando espacios de cooperación con organizaciones y asociaciones de autónomos para tratar de reforzar su perfil y su participación dentro del mundo del trabajo, a partir de una cierta colaboración y asesoramiento y para que no pierdan de vista que algunas de las soluciones pasan por laboralizar sus condiciones de trabajo, no simplemente por regular el marco del trabajador autónomo. Sí que estamos trabajando también en esta dirección.
Nosotros somos una organización que, normalmente, pretende encontrar soluciones y atender problemas, pero, claro, lo que no podemos pensar es que el problema sea la propia solución. Lo que intentamos es organizar en la medida de nuestras fuerzas a la gente, pero lo que queremos es disputar la solución definitiva del problema y trabajar con esta estrategia. Porque si no tuviéramos esto como horizonte estaríamos condenando a la gente a un modelo de vida.
En el último Congreso de CCOO de Catalunya lo sosteníamos: la precariedad no se negocia, se erradica. Pues el falso autónomo… ¿Qué es un falso autónomo, un autónomo dependiente? Es un trabajador por cuenta ajena que está en fraude de ley. Tenemos que luchar contra el fraude de ley, tenemos que pedir a la Inspección de Trabajo que actúe, tenemos que plantear una legislación más estricta, pero claro, eso, que es una manera de organizar y atender el problema, no debe hacernos perder de vista el modelo de sistema productivo, que es el que está orientando a que se utilice esta figura del trabajo.
Nosotros tenemos que intentar cambiar el sistema productivo e intervenir en él con el objeto de que no sea un incentivo utilizar esta figura del trabajo, que la gente no tenga que asumir los riesgos que corresponden a un empresario. Y aquí, la economía colaborativa también está conduciendo la situación hacia un terreno muy similar. Lo hace, eso sí, de una manera más amable para el consumidor, pero está llevando también al escenario de decir “no, no, asume tú los riesgos, que total, lo que haces tú no hemos de hacerlo nosotros”. Pues yo digo: cuidado, que estamos poniendo en cuestión un sistema, el sistema social.
M.B.- También quería hablar de la imagen del sindicalismo. La última encuesta del CIS muestra que la valoración de los sindicatos está, en una media del 0 al 10, solo en el 2,6, incluso por debajo de las organizaciones empresariales, la Iglesia Católica, la monarquía. Está por encima de los partidos políticos, pero con una valoración que no es buena. En paralelo, también ha ganado bastante fuerza e impulso, en diferentes ámbitos, el discurso de los insiders y outsiders, según el cual se considera que los sindicatos están trabajando para una fracción de la clase trabajadora que son los trabajadores bien situados en el mercado de trabajo. ¿Cómo ves estas dinámicas y cómo crees que se puede romper o revertir esta imagen del sindicalismo y generar una narrativa inclusiva y movilizadora que vuelva a generar ilusión?
J.P.- Antes me gustaría introducir un par de aclaraciones. A nosotros nos valoran por debajo de las organizaciones patronales porque de las organizaciones patronales no esperan nada. Por lo tanto, es mucho más difícil opinar con razones de causa, porque como no esperan nada de ellas… Ahora bien, de nosotros esperan bastante, y esto es algo que nos coloca, desde un punto de vista comparativo, y no significa que eso sea bueno, en una mala valoración. Nos valoran mal.
La segunda precisión tiene que ver con los resultados de las encuestas en las que empezaba a desagregarse la percepción que tenía la gente de los sindicatos, y que, por cierto, se dejaron de hacer de manera intencionada por parte del Ministerio de Trabajo cuando el PP llegó al Gobierno en el primer mandato de Rajoy.
A nosotros nos valoran por debajo de las organizaciones patronales porque de las organizaciones patronales no esperan nada
Porque en estas encuestas, claro, tú puedes estar preguntando a empresarios sobre el sindicato. O bien a gente que no tiene relación con el sindicato, como un estudiante… Antes el Ministerio de Trabajo desagregaba datos, y había una de estas encuestas, la ultima que publicó, cuyo resultado vale la pena mencionar. Cuando la pregunta se dirigía hacía el universo general de la ciudadanía, entonces la valoración del sindicato se situaba un 3 sobre 10 más o menos, no recuerdo bien las cifras pero estaba alrededor del 3; sin embargo, cuando se preguntaba a trabajadores que trabajaban por cuenta ajena, tuvieran o no derecho a representación, es decir, en contacto con el sindicato, la valoración aumentaba y se situaba casi en el 5. Finalmente, cuando preguntaban a trabajadores que tenían sindicato en la empresa, la valoración ascendía hasta el 6.
Ante estos resultados cabe preguntarse: ¿el problema es del sindicato, o del modelo de representación sindical que existe en el país? En este país el 50% de los trabajadores no tiene derecho a representación sindical, en sus empresas no pueden elegir a sus representantes sindicales. Porque el sindicato lo formamos representantes sindicales de los trabajadores en la empresa, no soy yo en o desde el despacho de la Vía Laietana de CCOO de Catalunya, es la gente que está en el sindicato en la empresa. Esa es la primera aclaración que tenemos que plantear. El sindicato, donde tiene presencia es reconocido; donde no tiene presencia, no. Por eso lo siguen votando en las elecciones sindicales.
En las últimas elecciones sindicales en Catalunya, a CCOO le han votado 300.000 trabajadores, en un proceso donde no hay una convocatoria general, sino centro de trabajo a centro de trabajo, con un nivel de participación que casi alcanza el 67%. Cuando el CIS hace una encuesta dirigida a un universo de encuestados, está preguntando a gente que tiene o no relación con el trabajo, y pregunta por el sindicato a personas que solo lo conocen por lo que le dicen El Mundo, La Razón, El País, o El Periódico, y todavía peor… Los medios de comunicación de gran consumo son una gran caja de resonancia… Y, como bien se sabe, cuando esos medios informan sobre lo que hacemos nosotros en positivo es porque hemos pactado un ERE. Curioso: van despedidos a la calle e informan de nosotros en positivo. En cambio, no aparecemos en los medios de comunicación cuando llegamos a un acuerdo concreto de la Renta Garantizada de Ciudadanía; dirán que ha sido el fruto exclusivo de la ILP.
Hay una percepción intencionada de la opinión. Digo esto, por supuesto, sin complacencia. Nosotros tenemos un problema de legitimación social, pero me gusta matizar esas cosas porque estamos obligados a hacer la reflexión sobre un escenario real, sin prejuicios, sin valoraciones previas. Pero si nos dejamos llevar por la visión de la situación que presentan en la mayoría de las ocasiones los medios de comunicación, con la extraordinaria influencia que tienen en la conciencia pública, pues erraremos en el tiro. Porque a lo mejor el problema no es tan grave, y la solución no tiene que ser tan contundente. Hay que intentar ver de lo que somos capaces en realidad, no a partir exclusivamente de los discursos mediáticos; debemos aplicar los esfuerzos para la solución en función del problema que tenemos.
Pero sí, efectivamente tenemos un problema de legitimación social. Aunque añado: es un problema que tiene todo el mundo institucional en nuestro país, y lo que hay que recuperar es la vida institucional del país. Desde el reconocimiento de nuestro propio problema, hemos de recordarles a otros actores que este asunto tiene que ver directamente con su falta de compromiso con los marcos democráticos que nosotros representamos. ¿Cómo vamos a prestigiar la acción del sindicato si tenemos dinamitados los marcos de diálogo social y de concertación social? El sindicato está para transformar problemas en derechos, transformar la realidad de la gente y tiene que hacerlo poniéndose de acuerdo con otros, porque nosotros defendemos los intereses de una parte. Si debilitamos el marco legal de la negociación colectiva, que es la vía para mejorar las condiciones de trabajo en las empresas, se obstruye la acción del sindicato y se desprestigia su capacidad de intervención. Es así como el sindicato pierde legitimación social.
Lo primero que tenemos que hacer es exigir el reconocimiento del derecho subjetivo, como representantes de los trabajadores, de la concertación y el dialogo social en el país. Que no sea una concesión voluntaria de ninguna de las administraciones ni patronales de nuestro país. Y eso se regula con el ejercicio de la política, que es la ley de participación institucional que establece como derecho subjetivo la garantía de la concertación y el dialogo social. Ese es el marco de la utilidad y la función social del sindicato. Si a partir de ese marco lo hace mejor o peor, y tiene peor o mejor referencialidad o reconocimiento por parte de la gente, ya será un problema del sindicato. Pero mientras no cuente con los cauces que garantizan la participación y representación de la gente, uno no puede quedarse en una declaración genérica de la existencia de un derecho constitucional que no se lleva al ejercicio de la práctica. Porque la función de los sindicatos está recogida, y cabe recordarlo, como un derecho constitucional. Desde mi punto de vista, lo necesario es vehicular, regular y establecerla como derecho concreto en una ley de participación institucional.
El sindicato está para transformar problemas en derechos, transformar la realidad de la gente y tiene que hacerlo poniéndose de acuerdo con otros, porque nosotros defendemos los intereses de una parte
En segundo lugar, tenemos que empezar a explicarnos ante la gente con un lenguaje diferente, adaptándolo a la realidad de cómo va evolucionando en la sociedad la manera de comunicarse e informarse. Explicar cuál es la verdadera función del sindicato. Hemos hecho muchísimas cosas, reforzado nuestros marcos éticos organizativos para intentar superar problemas puntuales de desprestigio. Lo hemos hecho para que realmente se establezcan a partir del ejercicio normal de la función sindical, sin aspectos de control y de fiscalización previa. Hemos establecido marcos diferentes que, evidentemente, tendremos que desarrollar en el futuro, para propiciar y estimular la capacidad de una participación más horizontal de las afiliadas y afiliados del sindicato.
Estamos intentando establecer estrategias para llegar de una manera diferente a aquellos trabajadores que no tienen en el centro de trabajo el delegado sindical como un elemento de referencia. Tenemos que llevar a cabo una estrategia organizativa para recuperar la legitimación social, pero donde entiendo que está fundamentalmente el núcleo de la cuestión, como decía antes, es si la acción del sindicato es reconocida desde el conjunto de las instituciones y legitimada por la acción de la concertación y el dialogo social. Entonces habrá frutos. Y si son mejores o peores serán el resultado del ejercicio propio, de la propia responsabilidad. Pero que la gente lo examine votando, con derecho de participación para todo el mundo, no sólo al 50% del colectivo que trabaja. Reconocer a toda la gente que tiene un trabajo el derecho a tener un representante sindical, significa abrir la democracia a todo el mundo, y no limitarla.
Por eso decía antes que en la democratización de la economía queda todavía una factura pendiente que no nos han pagado a los trabajadores desde el ámbito de la política. En el siglo XXI hay que desarrollarla de manera definitiva, que la economía todavía tenga barreras democráticas de participación de la gente y que lo haga además en el marco de las empresas no es razonable y mucho menos defendible. La expresión más absoluta es esta que digo ahora: “no tengo derecho a organizarme, la ley me impide organizarme en el trabajo, porque no tengo más de 6 compañeros o compañeras”.
M.B.- También en el ámbito de los movimientos sociales, en particular aquellos que han surgido a raíz del 15-M, han mostrado cierto alejamiento y desconfianza hacia el mundo sindical, sobre todo las organizaciones más grandes, que las ven como muy institucionalizadas, parte del sistema… ¿Cómo se puede mejorar en este contexto la cooperación entre movimientos sociales y sindicatos para generar sinergias positivas para el mundo del trabajo y los trabajadores?
J.P.- Al principio he situado lo que hemos venido haciendo estos años. Ahora debo señalar que lo primero que también tenemos que hacer hoy es un análisis real de lo que ha sido la evolución de los movimientos sociales que surgen alrededor de la crisis.
En primer lugar, dentro de la variada expresión y la propia naturaleza de la irrupción de los movimientos sociales de aquel 15-M, existe un actor que tuvo una evolución posterior hacia la política. Desde aquel movimiento del 15-M. se escenificó la distancia con el movimiento sindical, al que no reconocía como un movimiento, curiosamente, lo reconocía como una organización social, parecía que era una institución el sindicato, como si arbitráramos o defendiéramos intereses de todo el mundo. Ese era el problema de relación que manteníamos con ellos.
Sin embargo, esto ha tenido una evolución mayoritaria hacia la política, hacia un partido político en concreto, que curiosamente ha ido evolucionando también en la relación y aproximación al movimiento sindical. Podemos hoy no está tan distante de CCOO como estaba en sus orígenes, ha tenido una evolución desde su irrupción.
Ha tenido otra, que es mucho más minoritaria, que es, todo lo que se iba desagregando del 15-M, que se ha ido, de manera corpuscular, intentando organizar en diferentes movimientos, y que son buena parte de los que ya se organizaban durante los años de la transición política, porque son los mismos de siempre, son la misma gente de siempre, que representa lo que representa, y que acaba moviéndose por diferentes espacios para ocuparlos. Estos se han pegado siempre al mismo palo. El sindicato no ha estado nunca exento de que estos grupúsculos hagan una crítica frontal. Ha sido una realidad ahora y entonces también lo fue.
Dicho así, estoy sugiriendo que ha habido dos evoluciones centrales, como mínimo, en el 15-M. Luego tenemos, y esto es importante, dos o tres movimientos sociales muy útiles, identificados con algunas colectivos, de los que yo creo que tenemos que aprender alguna cosa el movimiento sindical, sobre todo desde el carácter de la expresión del conflicto. Nosotros representamos intereses de clase, por lo tanto la concepción del conflicto es un conflicto de clases, de masas, pero tenemos que empezar a ver también que la sociedad al mismo tiempo empieza a interpretar otro modelo de protesta y conflicto.
La capacidad de generar el conflicto de la PAH hay que analizarla. Creo que el sindicato tiene que intentar aprender de cara a preguntarnos sobre cómo somos capaces de organizar, en algunos momentos concretos de nuestra confrontación, elementos de conflicto y de organización del conflicto. La PAH no solo ha tenido capacidad de respuesta, sino también capacidad de socializar a gente, y esa es también función del sindicato.
Por eso, hay que analizar los diferentes espacios que han tenido los movimientos sociales. Hubo la expresión masiva que se trasladó y transitó hacia la política y luego ha habido otras organizaciones más concretas sobre unos conflictos más específicos de las que el sindicato debería aprender. Ha existido una etapa durante la que el sindicato parecía que tenía que ir de “marca blanca”. Íbamos a las manifestaciones de “marca blanca”, había que esconder que eras de CCOO, porque curiosamente la gran mayoría era gente afiliada a CCOO. Tenemos esa virtud o ese defecto, que somos militantes, y uno no deja de militar cuando sale de la empresa, militamos también en los conflictos sociales, pero sí que había esa percepción de que no había que enseñar el logotipo del sindicato. Yo creo que ahora la actitud y la percepción son diferentes. Si alguien quiere movilizar en el país, lo primero que hace es pensar dónde esta el sindicato para poderse movilizar, porque saben que les falta masa crítica y nosotros ya no escondemos las siglas.
El sindicato tiene identidad propia y no movilizamos de manera excluyente, pero planteamos a los demás que somos necesarios para poder movilizar a la sociedad, y yo creo que en las movilizaciones que se están planteando últimamente las organizaciones sociales empiezan a mirar qué tipo de movilización hacen en función de si cuentan o no con el sindicato. Y cada vez necesitan contar más con el sindicato porque se dan cuenta de que ni somos parte del sistema, ni somos traidores a la sociedad, sino que somos necesarios para el conflicto, que tenemos muy claras las cosas y que muchas de las cosas que decían que nosotros no teníamos razón, resulta que no teníamos tan poca razón.
Entonces, todas esas cosas han permitido que cada uno pase su sarampión. Nosotros el nuestro, que pasamos la primera vez, y que parecía que teníamos el patrimonio de la capacidad de movilización del país; que éramos los únicos que podíamos movilizar en esta sociedad… Bien, pues a partir de ahí hemos pasado nuestro sarampión, hemos visto que hay más gente que tiene intereses, motivos y capacidad de movilización, y los otros, que antes no querían movilizarse con nosotros, ahora dicen que sin nosotros no puede ser.
Feminizar la sociedad y feminizar el sindicato es cambiar esas estructuras. Y creo que es imprescindible hacerlo con ojos de mujer, porque si queremos cambiar los hombres las formas de hacer del sindicato, difícilmente conseguiremos el objetivo.
M.B.- Para ir acabando, ¿me podrías decir qué es lo que tú entiendes por feminizar el sindicato? Se ha hablado mucho últimamente de feminizar la política, se habla también de feminizar el sindicato…
J.P.- Cambiar las formas de hacer.
M.B.- ¿En qué sentido?
J.P.- Romper las estructuras patriarcales de las organizaciones en este país; y el sindicato también las tiene. Las tiene en su forma de reunirse, en su forma de organizarse, en el tipo y configuración de sus órganos de dirección, en las propias estrategias a la hora de establecer sus prioridades al actuar… Feminizar la sociedad y feminizar el sindicato es cambiar esas estructuras. Y creo que es imprescindible hacerlo con ojos de mujer, porque si queremos cambiar los hombres las formas de hacer del sindicato, difícilmente conseguiremos el objetivo.
El cambio también es necesario incorporarlo con hombres, está claro. La feminización no es solo una cosa de mujeres, es de mujeres y hombres, pero no podemos dejar la interpretación de las claves de la feminización a los hombres nada más, por eso es importante dar participación directa en espacios de responsabilidad a las mujeres, para que impulsen el cambio.
En el sindicato, y en eso soy un firme convencido, hemos superado la clave de la cuota. La cuota fue muy necesaria en una etapa de nuestra trayectoria, cuando veníamos del ostracismo y de la invisibilidad más absoluta de la mujer en el mundo del trabajo y en la sociedad en general, de los años más oscuros de la dictadura y el nacionalcatolicismo. Sin embargo, en el inicio de la democracia se establecen unos marcos de libertad a partir de los cuales se recorre un largo camino, en el que todavía estamos. Yo creo que en años pasados la cuota era muy necesaria para que las mujeres empezaran a ocupar un espacio. Ahora bien, 40 años después tenemos que aspirar a la paridad, no podemos plantear la cuota de participación femenina como una estrategia sostenida. Hay que dar un salto y decir que ya vale de empujar, ahora lo que toca es poner las cosas en el criterio de la paridad.
Y para eso hay que cambiar las formas de hacer, porque si lo único que hacemos es poner mujeres en espacios de decisión, pero seguimos haciendo lo mismo, estarán durante un rato, pero la organización seguirá teniendo la masculinidad como un elemento de funcionamiento. Ese es el compromiso que hemos adquirido. El patriarcado ofrece mucha resistencia en todos los ámbitos, y de eso tenemos experiencia suficiente, y en el sindicato también la ofrece, pero confío en que la podremos romper entre todas y todos. Creo además que tiene que ser en este mandato. Si no es en este mandato, tendremos ya un problema serio.
M.B.- Muy bien, pues muchas gracias por tus respuestas. Ha sido una reflexión interesante, que genera muchas cuestiones sobre las que pensar y seguir discutiendo y espero que tengamos otras ocasiones en un futuro. Gracias
J.P.- Aquí quedo, abierto a las propuestas que hagáis. Muchas gracias a vosotros.
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Mireia Bolíbar. Socióloga del Grup de Recerca en Desigualtats en Salut (Employment Conditions Network) de la UPF, y colaboradora del Centre d’Estudis sobre la Vida Quotidiana i el Treball (QUIT) de la UAB. Actualmente está vinculada al Departamento de Ciencias Políticas y Sociología de la Universitat Pompeu Fabra. Ganó el Premio Ángel Rozas para jóvenes investigadores en Ciencias Sociales en 2014.
Javier Pacheco. Trabajador de Nissan Ibérica desde 1991, fue delegado sindical en 1997, secretario general de la Federación Minerometalúrgica de CCOO (luego F. de Industria), y en el 11º Congreso (abril 2017), secretario confederal de la CONC, elegido con el 91% de los votos.