A Javier Aristu. In memoriam.
Por Julián Sánchez-Vizcaíno
Cuando se cita a Andalucía como uno de los ejemplos paradigmáticos de territorios que poseen una clara personalidad cultural, por lo general vienen de inmediato a la mente las imágenes más trilladas del estereotipo y el pintoresquismo andaluz. Pero en los últimos tiempos, y en una correlación bastante directa con el momento de exaltación identitaria que se exhibe desde posiciones ideológicas a veces incluso antagónicas, parece haber surgido un intento de reconversión de la imagen tradicional de lo andaluz.
De una parte, una vindicación de las raíces populares de la identidad andaluza en clave nacionalista intenta presentarse como vector principal de la lucha por la emancipación de una tierra históricamente explotada y abandonada en manos del señoritismo. Por otra, una corriente regionalista que impregna también a la derecha política buscaría modernizar el tópico y los tópicos de lo andaluz para adaptarlos al escenario actual de competición territorial, con vistas a la captación de inversiones foráneas, asentando un nuevo mito basado en la gran “calidad de vida” de una tierra que habría pasado a ser de promisión y no de emigración.
A poner claridad frente a los nuevos y viejos relatos se orientan las dos obras que ahora reseñamos al unísono, las cuales, aún con su diverso alcance y especificidad, se anudan en una complementaria intención de iluminar causas, consecuencias y manifestaciones concretas de la verdadera realidad social, económica y cultural andaluza.
El primero de ellos, SEÑORITOS, VIAJEROS Y PERIODISTAS (Miradas sobre la Andalucía del siglo XX), de Javier Aristu, ya ha sido comentado en PASOS por el autor de la obra a la que va dedicada la segunda parte de esta reseña, Carlos Arenas. Es obligado remitirse al texto de Carlos, publicado en el número 27, en el que se ofrece una precisa y emocionada reflexión sobre el contenido y significado de la obra póstuma de Javier. Pero también lo es aproximarse a este libro desde la perspectiva de quiénes, no siendo andaluces, hemos entendido que la buena comprensión de Andalucía es uno de los rastros ineludibles a seguir para entender el “laberinto español” en su totalidad y complejidad.
Lo primero que llama la atención en SEÑORITOS, VIAJEROS Y PERIODISTAS es la pregunta que formula: ¿de qué hablamos hoy cuando hablamos de Andalucía? Una cuestión que intenta ser contestada mediante un recorrido crítico y revelador que gira sobre la obra de personas con distintas elaboraciones acerca de lo andaluz que fueron relevantes en la segunda mitad del siglo XX.
Javier Aristu contrasta las miradas de quienes construyeron el imaginario conservador de Andalucía a partir de la guerra civil, que ha subsistido a lo largo de muchos años y aún hoy condiciona las percepciones de lo andaluz, desmontando los mitos que personalidades de gran influencia política y social contribuyeron a difundir«
Javier Aristu contrasta las miradas de quienes construyeron el imaginario conservador de Andalucía a partir de la guerra civil, que ha subsistido a lo largo de muchos años y aún hoy condiciona las percepciones de lo andaluz, desmontando los mitos que personalidades de gran influencia política y social contribuyeron a difundir, reforzados por los medios que el poder puso a su disposición, en particular José María Pemán.
También lo hace evidenciando otras exploraciones de los perfiles distintivos de la economía y la sociedad andaluza puestas de manifiesto por testigos más libres, y que se detuvieron en Andalucía (en el Valle del Guadalquivir, en las ciudades, en la costa, en la zona oriental…) en los años cincuenta y sesenta (Fraser, Pitt-Rivers, Brenan, Marsé, Goytisolo, Martínez Alier, Caro Baroja…). E igualmente las visiones de muchos andaluces, desde los sesenta hasta comienzos de los ochenta (Burgos, Salas, Castilla del Pino, Clavero…).
Está presente en el retrato que suscitan las distintas miradas que examina Javier una profunda diferencia entre aquellos que intentan transmitir una visión idealizada de la vida cotidiana y la convivencia entre clases sociales, sublimada en una suerte de Andalucía eterna y esencial, cuyo folclorismo y alegría vital descartaría la existencia de tipo alguno de contradicción social, y quienes observan y estudian las condiciones materiales de vida reales de la mayoría de la sociedad andaluza y la verdadera actitud de esta ante la escasez y la pobreza.
El logro de Javier Aristu es ser capaz de alinear en una obra sugerente y de fácil lectura, no a través de un ensayo científico-social, un verdadero y riguroso análisis de clase que se manifiesta a través de una exposición rotunda del papel que desempeñaron en la defensa de los intereses de la gran propiedad andaluza y el statu quo dominante, personajes importantes de la cultura oficial cuyas obras atienden a la necesidad de conformar marcos de consentimiento social entre las clases subalternas complementarios a los derivados de la coacción estatal. Del mismo modo, la exposición de una realidad de fondo en clara oposición a los relatos difundidos por las élites queda reflejada en el libro mediante la visión con la que otros observadores de primer orden intelectual se enfrentaron a la narrativa de las clases dominantes.
Sin olvidar la influencia de los cambios en el contexto económico, primordialmente en los años sesenta del pasado siglo, en la evolución el comportamiento de las élites andaluzas, tampoco la emigración como gran fenómeno producido en esa década, ni las esperanzas depositadas en la democracia y el régimen autonómico; en estas cuestiones Javier es especialmente lúcido al aportar una mirada propia hacia el futuro. Y, así, apunta una reflexión sobre el ejercicio del autogobierno que vino de la mano de una casi unánime reivindicación de la autonomía por la sociedad andaluza, entendiendo que el imaginario forjado en torno a esa idealización de los rasgos más estereotipados de lo andaluz no se ha visto sustituido por otros modelos más enraizados en valores de solidaridad e intercomunidad de las clases subalternas, ni el modelo económico ha transitado suficientemente hacia una estructura más innovadora e igualitaria.
Es ciertamente un enfoque en el que Javier Aristu deja fuera de juego cualquier tentación identitarista o etnicista como posible solución a los problemas de Andalucía. La modernización vendrá determinada por una apuesta clara por el equilibrio social y la reactivación económica superadora de modelos caducos, en estrecha conexión con una España diversa y un proyecto europeo social e integrador.
Para entender España hay que entender Andalucía.
Desde las mismas premisas, Carlos Arenas nos aporta una obra magna, de obligada lectura, para conocer Andalucía. Y para conocer España. Porque no hay duda, más aún tras leer LO ANDALUZ. HISTORIA DE UN HECHO DIFERENCIAL (El Paseo Editorial 2022), que para entender España hay que entender Andalucía. El autor, miembro del Consejo Editorial de esta revista, presenta una trayectoria que incluye, además de la docencia universitaria como Catedrático de Historia e Instituciones Económicas, la publicación de más de 50 libros.
El objetivo que propone la obra, de casi 600 páginas, pero que absorbe al lector desde sus primeras líneas, es construir una propuesta historiográfica de lo que viene a identificar como el hecho diferencial andaluz desde la Edad Media hasta la actualidad. Al igual que en el resto de su obra, el acertado enfoque metodológico con el que Carlos Arenas aborda esta tarea hace posible comprender la singularidad del caso andaluz dentro del proceso de configuración del Estado español. Una labor que impacta por su rigor y que no habría sido viable sin un enorme trabajo de investigación, que se apoya en una impresionante bibliografía.
Se desentrañan de esta forma los elementos definitorios de la realidad presente de Andalucía desde el análisis de lo político y lo culturalmente simbólico, pero fundamentalmente, a mi juicio, sosteniendo dichos análisis en las bases y estructuras socioeconómicas que particularizan al capitalismo andaluz.
La obra se sistematiza en nueve bloques, el primero de los cuales está dedicado a la España Medieval, en el que el autor examina los principales acontecimientos que desembocaron en la consolidación de las monarquías hispánicas, al tiempo que se avanzaba en la conquista de al-Ándalus. La batalla de las Navas de Tolosa y la conquista del valle del Guadalquivir, junto con el establecimiento de la frontera de Castilla con Granada, puede ser considerado a su entender, el origen de Andalucía. Pero estos hechos no serían en sí mismos determinantes, si no fuera por las peculiaridades de los asentamientos que llevan consigo y a las que el autor asigna un efecto clave que se proyectaría en toda la configuración posterior de la formación social andaluza.
En este sentido, la particular “colonización” que se produce por el predominio en el reparto de tierras en favor de las órdenes militares y la propia Corona, sería el origen de las diferencias sociales, económicas, culturales y políticas que hasta hoy subsisten. Pero, sin duda, la tesis más importante que de este hecho deriva Carlos Arenas, y que hay que considerar fundamental en la explicación del hecho andaluz, es que esto dio lugar a un capitalismo señorial, o extractivo, que, a juicio del autor, permanece en la actualidad. En Andalucía nunca ha habido, por lo tanto, feudalismo, y ello significa un modelo en el que las relaciones productivas y el modo de producción también es diferente al predominante en otros capitalismos peninsulares.
A continuación, analiza los siglos XVI a XVIII, subrayando el papel de Sevilla y Cádiz como receptoras de la plata y oro de América, lo que sirvió para financiar las guerras de los monarcas de las Casas de Austria y Borbón. En este periodo, a los dominios señoriales ya existentes en el territorio andaluz desde la época medieval se suman los surgidos tras la conquista de Granada. El autor aporta un elemento clave para explicar la situación a inicios del siglo XVI: el repoblamiento de las tierras confiscadas a los moriscos por orden de Felipe II, llevada a cabo, en su mayoría, por cristianos viejos procedentes del sureste andaluz. Además, Carlos Arenas destaca el papel que la Iglesia católica siguió desempeñando en la construcción del Estado español durante esta etapa y el de la religiosidad popular, siguiendo los dictados de Trento, momento en el que surgen la mayor parte de las cofradías.
En el análisis del siglo XIX andaluz se sitúan cuestiones tan importantes como las desamortizaciones religiosas y civiles de los años 1836 y 1854, que amplían el proceso medieval de acaparamiento de tierras de la Reconquista y que consolidan la singularidad del capitalismo andaluz. En paralelo, enfatiza cómo la creación de instituciones para la cohesión social burguesa —casinos y círculos, fundamentalmente—, la literatura andaluza de la época, pinturas, retratos y revistas, y la Iglesia, generaban respectivamente un imaginario idealizado de Andalucía y una intermediación entre el universo simbólico y la vida cotidiana con el objeto de arraigar unas relaciones sociales sumisas y clientelares.
Carlos Arenas resume la situación de Andalucía a mediados del XIX como la de una región caracterizada por un gran número de «campesinos sin tierra» en la que el analfabetismo y el veto a la escuela «formaban parte deliberada del ecosistema económico y social construido por la burguesía regional». En todo caso, hasta el sexenio democrático (1868-1874), Andalucía también poseía una economía que no era comparativamente menos pujante que la de otras regiones españolas. Abierta al librecambio, disponía de los puertos de Málaga, Cádiz, Sevilla, Almería, con entrada y salida de productos elaborados y semielaborados, también de materias primas, que le servían a la industria andaluza para prosperar. Eso se termina con la restauración borbónica y los aranceles del año 1892 y siguientes.
Defiende el autor que a partir de la mitad de siglo XIX a Andalucía se le asigna un papel concreto en el conjunto de España, apartada de la industrialización. El proteccionismo, basado en doctrinas económicas que propugnaban la diversificación y especialización regional, así como la minimización de las relaciones comerciales exteriores, favorece a otras regiones y penaliza a Andalucía, solidificando las desigualdades en la estructura económica de los capitalismos hispánicos.
En las relaciones de intercambio entre unos productos con valor añadido, como son los industriales o los financieros, y los productos sin valor añadido, como son los productos de la tierra o del subsuelo, los primeros se revalorizan progresivamente y los segundos no y el papel que se le asignó a Andalucía fue producir los segundos.
En este sentido, como resume el propio Carlos Arenas en una entrevista en EL CONFIDENCIAL “en las relaciones de intercambio entre unos productos con valor añadido, como son los industriales o los financieros, y los productos sin valor añadido, como son los productos de la tierra o del subsuelo, los primeros se revalorizan progresivamente y los segundos no y el papel que se le asignó a Andalucía fue producir los segundos”.
En este orden de cosas, se detiene especialmente en valorar la influencia negativa en el desarrollo político, económico y social que supuso el papel de Cánovas del Castillo y su peso específico en la configuración del régimen de la Restauración.
Por otro lado el autor plantea significativamente que, con el fracaso de la Revolución de 1868, la Restauración borbónica y la subida al trono de Alfonso XIII, se echan a perder las posibilidades de construir la “nación desde abajo”, por lo que los impulsos democráticos y federales que habrían podido constituir el sustrato de un Estado más cohesionado e incluyente, se abortan en favor de un modelo que va a sostener las relaciones de dominación imperantes.
En el retrato de los años de la II República, llama la atención la posición del autor sobre la forma en que el nuevo régimen pensó llevar a cabo la reforma agraria. Era esta una cuestión esencial para reconducir no solo el atraso económico de Andalucía sino también la situación de extrema explotación de los jornaleros, que fue abordada por la élite gubernamental republicana sin considerar las especificidades propias de Andalucía, lo que contribuyó a la crudeza con la que se expresó con posterioridad el conflicto social subyacente.
El impulso andalucista e izquierdista se perdió y las viejas instituciones permanecen con un modelo económico de baja productividad y una mano de obra barata y que el modelo autonómico no ha supuesto la gran transformación que necesita Andalucía, con la responsabilidad que en ello han tenido sus propios gobernantes.
Finalmente, se abordan la guerra civil, el franquismo, la emigración y los años de la transición a la democracia, en donde se debe destacar su reflexión sobre lo que ha supuesto para Andalucía el régimen autonómico tan mayoritariamente respaldado por el pueblo andaluz en el referéndum de 1980. Estima el autor que el impulso andalucista e izquierdista se perdió y las viejas instituciones permanecen con un modelo económico de baja productividad y una mano de obra barata y que el modelo autonómico no ha supuesto la gran transformación que necesita Andalucía, con la responsabilidad que en ello han tenido sus propios gobernantes.
En definitiva, dos textos esenciales de obligada lectura.
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Julián Sánchez-Vizcaíno. Es uno de los promotores de la Asociación ISEGORÍA.
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