Por JAUME SUAU PUIG1
¿Por qué China2? Si repasamos los grandes desafíos globales que actualmente condicionan el mundo en que vivimos y las amenazas que tenemos que afrontar, así como los principales debates sobre ideas que han centrado, en gran medida, la atención mundial, tanto en los medios de comunicación, como en los ámbitos académicos y políticos, China ha tenido un protagonismo indiscutible. Por ejemplo, el cambio climático, la transición energética, la seguridad internacional, la evolución de los regímenes políticos, la mundialización (sus ventajas e inconvenientes), la gobernanza mundial, y, desde un punto de vista geopolítico, los cambios que experimenta el actual orden internacional, los elementos de cambio y continuidad que condicionan la agenda global. Por todo ello resulta necesario y pertinente conocer su evolución reciente, su situación actual y las perspectivas que se le abren en los próximos años.
China ha vivido en las tres últimas décadas transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales de gran calado. Pero, en muchos aspectos, continuidad y ruptura, tradición y modernidad, continúan coexistiendo. Es, por ello, una entidad singular, muy compleja y plagada de contrastes. ¿Cómo tenemos que abordar su estudio?
Cuando analizamos la amplia literatura que ha suscitado el interés por el “mundo chino”3, a menudo descubrimos discursos, argumentos y opiniones muy discutibles, cuando no manifiestamente erróneas, muy alejados de lo que exige un pensamiento crítico, que, a grandes rasgos, debería alejarse de análisis reduccionistas y explicaciones simplistas. Sería necesario priorizar enfoques pluri causales y evitar caer en planteamientos teleológicos y deterministas, que responden, muy a menudo a una cosmovisión “occidental centrista”. Como muestra, veamos algunos ejemplos. Se afirma que China se ha “modernizado”, pero ¿en qué sentido lo ha hecho? ¿su proceso de modernización tiene que generar, necesariamente, la “democracia”? ¿existe un único camino hacia el “desarrollo”? ¿no la distorsionamos y simplificamos con nuestra visión occidental, a menudo plagada de prejuicios? (Gentelle, 2011) ¿no destacamos sus aspectos negativos, como los costes del “progreso”, la represión en Tíbet y Sinkiang, el “autoritarismo” de su régimen político, los atentados al medio ambiente, las insuficiencias de la protección social y tantos otros? ¿no percibimos de manera contradictoria sus avances y progresos recientes, como la rapidez e intensidad de su crecimiento económico y sus progresos tecnológicos, especialmente en el campo digital, la robótica y la inteligencia artificial, al mismo tiempo que denunciamos las supuestas consecuencias negativas de este dinamismo sobre las economías y las sociedades occidentales? ¿no tenemos tendencia a considerar que su avance subvertirá, de forma inevitable, el actual orden internacional? Por contra, una mirada “menos occidental” de la historia mundial, y, por tanto, también de China, ¿no nos permitiría entender mejor su pasado, su presente y enfocar de forma más coherente su futuro? ¿no nos obligaría a replantearnos las bases de “nuestro” mundo occidental, nuestra manera de entender el mundo, sus supuestos valores universales, y sus creencias? (Wang, 2011; Bell, 2015).
China ha vivido en las tres últimas décadas transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales de gran calado. Pero, en muchos aspectos, continuidad y ruptura, tradición y modernidad, continúan coexistiendo
De acuerdo con este planteamiento, nuestro objetivo no es ofrecer un estado de la cuestión exhaustivo sobre la evolución de China, su situación actual y sus perspectivas de futuro, ni tampoco hacer una defensa o reivindicación de este país. Lo que pretendemos es proponer un conjunto de reflexiones críticas sobre los temas recurrentes que aparecen en la bibliografía más reciente que ha aparecido sobre este país y que hemos considerado más interesantes por las controversias que suscitan, como las relacionadas con su crecimiento económico, con su modelo de desarrollo, con su régimen político y con la geopolítica mundial.
Los activos de China4
El ascenso de China a potencia mundial es un hecho incuestionable que constituye una de les claves indiscutibles del siglo XXI. Activos no le faltan. Desde el inicio de las reformas emprendidas por Deng Xiaoping -a finales de la década de los setenta y durante los años ochenta de la pasada centuria-, el país consiguió llevar a cabo, con notable éxito, la transición desde una economía centralmente planificada a una de mercado. Desde entonces, ha ido ganando fuerza en los terrenos5 económico, financiero, tecnológico, y militar. Aunque está todavía lejos de alcanzar a Estados Unidos de América6, es ya la segunda economía mundial. La rapidez, intensidad y continuidad de su crecimiento no tienen precedentes en la historia, aunque, como veremos, se trata de un fenómeno que plantea muchas dudas. Podemos destacar las siguientes, ¿ha crecido sólo la economía? ¿se ha producido un desarrollo económico y también un progreso social? ¿han mejorado, de forma indiscutible, sus niveles de desarrollo humano? De hecho, es el único país que ha logrado pasar de la categoría de “desarrollo humano bajo” a “alto” desde que el PNUD empezó a analizar las tendencias del IDH a escala mundial en 19907. Una evolución tan positiva sólo es posible si ha tenido lugar de manera paralela un aumento general del bienestar social, en especial en los ámbitos de longevidad, educación e ingreso nacional bruto per cápita8.
¿Cómo ha conseguido éxitos tan notables y en un tiempo tan reducido, en términos comparativos? ¿de qué depende su evolución en el mundo actual? Para responder estas tenemos que evaluar el peso relativo de los diversos factores que pueden haber incidido en el proceso. ¿Es responsable un único factor o una interrelación de elementos económicos, políticos, institucionales y culturales, en un contexto geopolítico muy favorable? En consecuencia, hay que sospesar el peso relativo de los condicionantes internos y externos, -en especial, de la mundialización económica-, como serían el de una mano de obra abundante, de bajo coste, fuertemente controlada por las autoridades, instruida, disciplinada, empleada en fábricas de montaje instaladas por empresas extranjeras, cuyo objetivo es producir productos baratos; incentivos fiscales; una financiación exterior asequible y abundantes flujos de entrada de capitales. Por otra parte, sería interesante esclarecer si se ha seguido una misma estrategia desde el inicio de las reformas o éstas se han ajustado a las condiciones variables de las diferentes circunstancias en que se han llevado a cabo y, también, si ha habido unanimidad en torno a las políticas de reforma o se han tenido que vencer resistencias por parte de algún sector de las élites que controlan el Estado.
La rapidez, intensidad y continuidad de su crecimiento no tienen precedentes en la historia, aunque, como veremos, se trata de un fenómeno que plantea muchas dudas. Podemos destacar las siguientes, ¿ha crecido sólo la economía? ¿se ha producido un desarrollo económico y también un progreso social? ¿han mejorado, de forma indiscutible, sus niveles de desarrollo humano?
Si analizamos el “modelo de modernización económica” seguido por China, se nos plantean dos preguntas. Una, si se trata de una vía de desarrollo original y dónde estriba su singularidad, y la otra, si podemos extraer algunas lecciones interesantes para valorar las políticas que en los últimos años han exigido los organismos internacionales a los países en vías de desarrollo, o que se enfrentaban con graves problemas económicos.
Para orientar nuestra reflexión al respecto sugerimos algunos interrogantes. ¿Qué es más importante la “mano del Estado” o el imperio de los mercados? ¿existe una única vía de desarrollo o de modernización? ¿puede imponerse una política económica general, válida para todos los países y contextos históricos? Sobre esta última cuestión, vale la pena tomar en consideración el último informe de Jason Hickel (Hickel, 2020)9 sobre Pobreza Extrema y Derechos Humanos, donde afirma que lo que distingue positivamente a China de la mayoría de los otros países del Sur global, que intentan encontrar una vía hacia la prosperidad, es que no fue sometida a las políticas preconizadas por el llamado “Consenso de Washington” (la «terapia de choque» del Banco Mundial y los programas de ajuste estructural del Fondo Monetario Internacional).
En el terreno geopolítico, tiene una especial relevancia estudiar qué consecuencias ha tenido el protagonismo creciente del país en la dinámica mundial, cómo actúa a nivel internacional, especialmente en el terreno de la gobernanza mundial, cuáles son sus objetivos estratégicos a largo plazo, cómo se posiciona en relación con sus vecinos y, cómo reacciona la superpotencia norteamericana ante el peso creciente del gigante asiático. Cualquier conjetura o previsión sobre estas cuestiones exige conocer cuál es su fuerza real y si, en consecuencia, estamos en presencia de una potencia regional o de una superpotencia.
A continuación, expongo una breve síntesis de las ideas que han aparecido en los posicionamientos y debates entre especialistas que, a mi entender, pueden tener más interés como claves de análisis de las problemáticas que plantean los interrogantes antes planteados.
- Características del actual sistema internacional: Continúa siendo heterogéneo, desestructurado, con una interdependencia e interrelación crecientes, multipolar y cada vez más complejo. Contrariamente a la Unión Soviética, que se encontraba fuera de la economía capitalista mundial, China se ha convertido en uno de sus componentes esenciales. De momento, este país y Estados Unidos son concurrentes y, a la vez, interdependientes. En este escenario, la competición chino-americana es un fenómeno estructurante, pero no determinante del sistema político mundial (De Montbrial, 2019; 2020). Así, los cambios que en él se producen no dependen, exclusivamente, del ascenso de China (Mahbubani, 2018), aunque la competición entre las dos potencias provoca una polarización creciente del mundo. Cada vez más Estados se ven forzados a tomar partido por una de las dos partes en lucha en los terrenos económico, tecnológico o institucional, por lo que las elecciones que acaban tomando acaban teniendo una clara connotación geopolítica. Las tensiones entorno a la empresa china Huawei y a la tecnología de teléfonos móviles 5G serían una muestra significativa.
- Como en cada período histórico en que se produce un enfrentamiento entre una gran potencia emergente y otra, en supuesto declive, se plantea la cuestión de si la pugna terminará en confrontación bélica. Es lo que ha sucedido en 12 de las 16 situaciones en que ésta se ha producido en los últimos 500 años. ¿Pueden Estados Unidos y China evitar caer en la “trampa de Tucídides”? Para muchos analistas, ésta es la cuestión geopolítica más transcendental de los próximos años (Allison, 2017). No hay consenso, de momento, a la hora de pronunciarse al respecto10.
- El consenso sí que existe sobre la fuerza respectiva de los dos contendientes. Hoy por hoy, la superioridad norteamericana no ofrece dudas en todos los dominios clave: económico, tecnológico, sistema de alianzas y militar. Las relaciones de su contrincante con eventuales aliados, como Rusia o India, son difíciles; sus respectivos intereses estratégicos, siempre han terminado divergiendo. Le queda a China, todavía, un amplio recorrido antes de constituir una amenaza real a la, desde hace años, potencia dominante (Julienne, 2020; Xuetong, 2019).
- Sobre los motivos del enfrentamiento entre las dos potencias, ¿por qué ha pasado China a ser, a ojos de Washington, de una aliada y socia, en la etapa final de la Guerra Fría, a una “amenaza” para la paz mundial y los intereses de Estados Unidos? ¿la rivalidad es exclusivamente económica y tecnológica o, cada vez más, ideológica y política? ¿se oponen tan sólo economías o, también, sistemas políticos, con visiones diametralmente opuestas de la función del Estado en la economía, la sociedad y la vida cotidiana de las personas, como antes preguntábamos? (Dufour, 2019; Ekman, 2018; Meyer, 2018)
- Por lo que se refiere a los objetivos estratégicos de China en el ámbito internacional (Brown, 2017; 2018; Harris, 2014), antes nos hemos referido a que se ha convertido, en los últimos años, en una auténtica potencia militar. En este sentido, no hay duda de que también se ha “modernizado” militarmente11. Pero, sus espectaculares incrementos en el presupuesto de defensa y sus últimos proyectos, como, la nueva “ruta de la seda”, “Made in China 2025”,o propuestas de desarrollo y de cooperación con países africanos y de América Latina, la creación de la Banca Asiática de Inversiones para las Infraestructuras, en la cual participan ya 57 países, entre ellos algunos europeos, que tantas iras ha suscitado en Washington, ¿responden a una estrategia defensiva u ofensiva? ¿qué tiene más peso en las decisiones que toman los actuales dirigentes chinos en el terreno geopolítico, el recuerdo de las humillaciones padecidas por el país desde las guerras del opio (French, 2017), o su voluntad de consolidarse como gran potencia y superar a su rival, Estados Unidos? ¿o ambas a la vez? También en este campo, los hechos se prestan a interpretaciones opuestas sobre los objetivos reales de Pekín.
¿Por qué ha pasado China a ser, a ojos de Washington, de una aliada y socia, en la etapa final de la Guerra Fría, a una “amenaza” para la paz mundial y los intereses de Estados Unidos? ¿la rivalidad es exclusivamente económica y tecnológica o, cada vez más, ideológica y política?
Retos y desafíos que pueden condicionar la evolución futura de China
El antiguo Imperio del Centro tiene que hacer frente hoy a muchos problemas y desafíos, tanto en el ámbito interno como externo, que pueden comprometer, según se afirma, la continuidad de su desarrollo. ¿Qué tipo de amenazas y cuál es su entidad?
Empezaremos nuestra indagación abordando las cuestiones de carácter económico. No por considerar que tienen más importancia, sino porque son las que más atención han merecido. Nadie pone en duda el crecimiento de la economía china en los últimos años, al que ya nos hemos referido. Ahora bien, son muchos los especialistas que matizan su intensidad, en términos comparativos. Otros, sugieren reformas imprescindibles para que continúe siendo viable, y, finalmente, algunos mantienen que es insostenible a largo plazo. Las principales dudas que se han planteado al respecto son
- ¿Es tan fuerte el crecimiento económico como se afirma oficialmente? En términos de PIB por habitante12, China, con 10.261,7, ocupa la posición noventa, muy por detrás de Estados Unidos (65.118,4), Alemania (46,258,9), Reino Unido (42.300,3) o Japón (40.246,9). En los últimos años, el crecimiento se ha moderado. Ha pasado de una fase de fuerte aceleración, desde el inicio del nuevo milenio -de 8,49% en el año 2000 a 14,23% en 2007-, a una desaceleración significativa del 6.75% en 2018 y a 6,11% en 201913. La caída, ¿se debe a condicionantes coyunturales, como la crisis económica iniciada a nivel global a partir de 2008 y la incidencia posterior del COVID-19, o hay que tener también en cuenta constreñimientos estructurales de la economía y de la sociedad chinas, como, por ejemplo, la moderación del aumento de la fuerza de trabajo, los rendimientos decrecientes de las inversiones empresariales, el estancamiento de la productividad y tantos otros? ¿qué políticas debería llevar a cabo el gobierno chino para paliar estos inconvenientes?
- En cuanto a la naturaleza de la especialización económica sobre la que ha pivotado, a nivel general, el modelo chino de desarrollo, ¿no padece una doble dependencia, por una parte, de las multinacionales extranjeras14 y, muy especialmente, de la tecnología occidental, y, por otra, de las exportaciones, de la demanda externa, en definitiva?
- Dada la rapidez con que se ha introducido la economía de mercado en China, en un marco en que continúa siendo determinante la planificación económica, heredada del régimen “comunista”, ¿es necesario introducir ajustes entre los dos sistemas con el objetivo de mejorar su coordinación y eficiencia para la satisfacción de las necesidades de los ciudadanos? ¿se contemplan desarrollos institucionales en este sentido?
Y ello nos lleva a abordar otro tipo de problemas, de naturaleza estrictamente política. La relación entre la naturaleza política de un Estado y sus perspectivas económicas es una de las cuestiones fundamentales que más interés ha suscitado en las ciencias sociales. ¿Qué es mejor para el crecimiento económico, “una mano firme que nos guíe y esté libre de la competencia política, o una pluralidad de intereses opuestos que fomente la apertura a nuevas ideas y nuevos actores políticos”? (Rodrik, 2018: 131-132). Los ejemplos de Corea del Sur, Taiwán, Singapur y la misma China, para no salirnos del área geopolítica de Asia Oriental, parecen indicar que la democracia no es un requisito para el éxito económico. Pero, para algunos analistas (Acemoglu & Robinson; 2019a y b; Rodrick, 2018), su desarrollo se ha producido a pesar de sus instituciones políticas, no gracias a ellas. En su modernización económica habría sido determinante su integración en la economía internacional, en definitiva, la mundialización. En regímenes autoritarios, bajo instituciones “extractivas”15 y gobiernos despóticos, la sociedad es débil, porque carece de libertad y su participación en el proceso político es muy reducida. No hay equilibrio entre el Estado y la sociedad. Bajo estas circunstancias, la prosperidad es, siempre, temporal; es cuestión de tiempo que la innovación y el progreso, acaben perdiendo impulso. La historia comparada de los procesos de crecimiento económico acreditaría que el autoritarismo no es favorable. La democracia superaría a las dictaduras. Por todo ello, sería del todo imprescindible una reforma radical de las instituciones políticas chinas.
Y, ¿qué es la “democracia”? ¿Cuándo puede ser considerado “democrático” un Estado? Fijémonos en Estados Unidos, el gran rival actual de China en el escenario geopolítico mundial. Durante años, en especial, a lo largo de la Guerra Fría, su modelo político ha sido presentado como arquetipo de democracia y faro de la prosperidad. Pero la adquisición de derechos civiles y sociales ha sido un proceso largo y complejo, con etapas de retroceso, como en la época de la “caza de brujas”, exacerbada bajo el senador Joseph McCarthy, en los años 1950-1954
Ahora bien, ¿es tan clara la relación de causa-efecto? La democracia, ¿garantiza el crecimiento económico? Y, a la inversa, la modernización económica, ¿conduce necesariamente a la democratización de los regímenes políticos? ¿qué ejemplos históricos avalan semejante supuesto? Algunos de los países que más crecieron en el siglo XIX, por ejemplo, Prusia, Japón, y tantos otros, eran regímenes autoritarios, absolutistas. El primero desembocó en el totalitarismo nazi y el segundo en un militarismo imperialista, fuertemente autoritario.
Y, ¿qué es la “democracia”? ¿Cuándo puede ser considerado “democrático” un Estado? Fijémonos en Estados Unidos, el gran rival actual de China en el escenario geopolítico mundial. Durante años, en especial, a lo largo de la Guerra Fría, su modelo político ha sido presentado como arquetipo de democracia y faro de la prosperidad. Pero la adquisición de derechos civiles y sociales ha sido un proceso largo y complejo, con etapas de retroceso, como en la época de la “caza de brujas”, exacerbada bajo el senador Joseph McCarthy, en los años 1950-1954. La esclavitud fue abolida oficialmente por la Decimotercera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, en 1865, aunque, la segregación racial persistió gracias a las leyes Jim Crow, vigentes entre 1876 y 1965. La represión de la población afroamericana continúa en nuestros días. La pobreza y la marginación social afecta a sectores importantes de la población. Los niveles de desigualdad imperantes en el país son de los más elevados del mundo, un 20,5%, no muy lejanos de los de China16? ¿Y qué decir de su falta del más mínimo “escrúpulo democrático” en sus reiteradas agresiones externas, en especial en su “patio trastero”? (Smith, 1999). Hace tiempo que se han denunciado sus déficits en este terreno, tanto históricamente (Zinn, 2016) como en la actualidad (Wolin, 2011; Lee, 2020). Y, en caso de que, en algún momento, haya alcanzado los mínimos estándares exigibles para poder ser considerado un régimen plenamente democrático, ¿volvió a alejarse de ellos? Por otra parte, y a nivel general, ¿dónde ha existido la democracia real? La historia de los regímenes occidentales, ¿no ha sido, de hecho, la historia de los intentos de controlarla y de desvirtuarla, para hacerla imperfecta en relación con su modelo ideal? ¿Cómo, entonces, presuponer que un régimen “democrático” es imprescindible para que se sostenga la prosperidad económica? ¿no será que, como sugiere J.L.Rocca (2019), se parte de la superioridad intrínseca de las sociedades occidentales -a pesar de sus “defectos”- y que cuando se contraponen los regímenes políticos chino y occidental, de lo que se trata, en el fondo es de esconder la base que sustenta los “valores” comunes que, desde hace tiempo, se encuentran presentes en sus diferentes tipos de capitalismo?
“Amenazas” relacionadas con la contestación interna, con la conflictividad.
China no ha sido nunca, a lo largo de su historia, un país estable17. La conflictividad interna y la represión política y social han sido una de sus características predominantes. A partir de los años centrales del siglo XIX se generalizaron las revueltas internas, con graves consecuencias, entre ellas, el debilitamiento del Estado, que le expuso, todavía más, a las amenazas externas. Algunas de estas grandes revueltas provocaron el cambio de las dinastías imperantes. El régimen actual es el resultado de una de éstas, sin duda de las más importantes: la comunista, con amplio apoyo campesino, que constituía el sector mayoritario de la población china y que terminó triunfando en 1949. Por ello, no parece acertado el calificativo de “dócil” o “apolítica” que algunos autores occidentales aplican a la población china18. Las reformas que en los últimos años han llevado a cabo los sucesivos gobiernos de Pekín han gozado de importantes apoyos populares, pero es muy discutible que esto pueda explicarse exclusivamente por la “sumisión” de la población.
En la actualidad, la sociedad china continúa más activa de lo que se presupone. Entre 2011 y 2018, el país concentró el 37,6% de todos los conflictos civiles registrados en la región del Asia-Pacífico, aunque la conflictividad, sin haber mejorado19, no ha aumentado de forma significativa en los últimos años, especialmente en el Tíbet. Ha oscilado en Sinkiang y se han desatado las protestas en Hong Kong, la llamada “revolución de los paraguas”, según la prensa occidental.
¿Cuál es la naturaleza de esta conflictividad? ¿qué hay detrás de las explosiones puntuales de cólera? ¿viejos problemas, como las reivindicaciones de carácter étnico y levantamientos contra la discriminación de las minorías, por ejemplo, en Sinkiang -musulmanes- y Tíbet -budistas-? ¿nuevas fuentes de conflicto aparecidas, o agravadas, a lo largo del proceso de modernización, como sería la sobreexplotación de los trabajadores, la creciente brecha social, las desigualdades territoriales? ¿el creciente control autoritario de Hong Kong por parte de Pekín? Por otra parte, ¿cuáles son los objetivos de los diferentes movimientos, exigencia de más autonomía, independencia, mejoras de carácter social y económico? La diversidad de las reivindicaciones y de objetivos es evidente. Pero un tipo de contestación ha pasado más desapercibida o se ha subestimado, la de carácter social, particularmente aquella que tiene que ver con la sobreexplotación de los trabajadores. Se trata de un hecho incuestionable que ha supuesto un elevado coste humano20. Fuentes oficiales aceptan que, en los últimos años, las manifestaciones de protesta oscilan anualmente en torno a 74.000. Ello, una vez más, pone de manifiesto la compleja relación que mantienen la “sociedad” y el “poder” en China (Rocca, 2010: 9; 22).
En la actualidad, la sociedad china continúa más activa de lo que se presupone. Entre 2011 y 2018, el país concentró el 37,6% de todos los conflictos civiles registrados en la región del Asia-Pacífico, aunque la conflictividad, sin haber mejorado, no ha aumentado de forma significativa en los últimos años, especialmente en el Tíbet
¿Qué entidad tienen estas amenazas? ¿qué políticas siguen las autoridades chinas? ¿cómo reaccionan? La estabilidad política, ¿se encuentra bien asegurada? ¿qué base y qué audiencia, tiene la disidencia, a la que tanta prensa se concede en los medios de comunicación occidentales? ¿hay un cuestionamiento del régimen por parte de la mayoría de los intelectuales chinos? ¿o se limitan a criticar actuaciones concretas de las autoridades centrales o locales? Por lo que se refiere a la contestación de carácter laboral y social, a que antes nos hemos referido, la posibilidad de que acaben generando inestabilidad de amplio alcance, ¿es alta o baja? Frente a las reivindicaciones de las minorías uigur y tibetana, que están padeciendo discriminación y asimilación forzadas, y del todavía “territorio autónomo” de Hong Kong, ¿responde el autoritarismo chino sólo con medidas centralizadoras y represivas? ¿puede el Estado enfrentarse en el futuro con graves dificultades en estos territorios? La respuesta, firme y sin concesiones, de las autoridades, por ejemplo, en la revuelta estudiantil de Tiananmen (1989), ¿es una muestra de la fortaleza o de la debilidad del régimen? Todo este conjunto de cuestiones nos conduce a destacar un factor esencial, la naturaleza de la gobernanza política.
La respuesta a los problemas que afectan actualmente al país dependerá no sólo de las amenazas internas o de las presiones externas. Por la transcendencia que ha tenido en el desarrollo del país, también hay que contar con un elemento clave, el régimen político chino. En este último apartado ofrecemos algunas reflexiones sobre sus características, su respaldo social y la evolución de la gobernanza en los últimos años.
- Para empezar, no existe la menor duda de que el modo de organización del poder político no tiene nada que ver con una “democracia”, con una “democracia liberal” o “iliberal”21. Su índice de democracia es muy bajo, concretamente el 2,26 -sobre 10, y, según el Economist Intelligence Unit22, ocupa la posición 153 de 167 Estados. Por su parte, Freedom House23 considera que China es un país “not free”. De ahí que las primeras preguntas que podemos plantearnos se refieren a cómo se puede caracterizar este régimen, ¿es autoritario? ¿despótico? ¿totalitario? ¿democrático “a la China”? ¿capitalista? ¿capitalista de Estado? ¿comunista? Este sistema de gobernanza ¿ofrece alguna ventaja respecto al de las supuestas “democracias liberales”? (Bell, 2015)
- Por lo que se refiere a su manera de operar, ¿con qué medios y mediante qué procedimientos consiguen las élites chinas mantener su control y regulación social? (Raphaël; Xi, 2019) ¿cómo han incidido los cambios sociales y económicos que se han producido durante los últimos cuarenta años en las estructuras de poder y en la dinámica de las élites que dirigen el país? No faltan las voces críticas que denuncian su cerrazón e inmovilismo, los altos niveles de corrupción y de clientelismo que imperan en el sistema político y su deriva autoritaria, desde que se fue diluyendo el espíritu de cambio y de apertura imperantes hasta los eventos de 1989. El mundo del arte contemporáneo, puede servir de ejemplo (Huang; Suau, 2020). Como en otros sectores, ha ido sufriendo un importante retroceso: “el régimen ya no toleraba la discrepancia abierta y pública, la censura se hacía cada día más presente y las consecuencias personales y económicas serían cada día más duras para los discrepantes. Los artistas que deseaban continuar viviendo de su obra únicamente podían adoptar posiciones pragmáticas, más conservadoras. La contestación social o política se abandonó así de forma gradual: la autocensura domina hoy en un ambiente en el que aquellos que siguen las normas no escritas, pero conocidas, son ampliamente recompensados.”
- Los retos con que se enfrentan las élites dirigentes y las dificultades que tienen que superar, son enormes (Domenach, 2012). Pero, por el momento, a pesar de los problemas que presenta la estrategia de reforma y de modernización, los dirigentes chinos, situados entre la necesidad del desarrollo económico y las amenazas de agitación social, están dando muestras de una notable habilidad política para mantenerse en el poder. Bajo el firme liderazgo y guía del Partido Comunista Chino se han conseguido éxitos notables, como hemos visto, por lo que éste goza de una legitimidad política incuestionable, como mínimo en sectores amplios de la población.
- Ahora bien, pensando en el futuro, ¿continuará siendo el PCX el motor del cambio político y social? ¿qué puede pasar cuando el crecimiento económico se frene, se ralentice o la economía entre en crisis? ¿se acentuarán las divisiones entre las élites dirigentes sobre los cambios, por ejemplo, que sería conveniente introducir en la vida política? ¿cómo se comportará políticamente la nueva clase media surgida durante los últimos años?
Si el crecimiento económico continúa sin cambios políticos, con un régimen que refuerza el control social y la represión de las minorías y llega a superar al “mundo libre” en sectores clave, como inteligencia artificial, redes de comunicaciones, telefonía móvil y teléfonos inteligentes, biotecnología (…) ¿no ganaría progresivamente más prestigio internacional, con lo que su modelo “autoritario” de desarrollo y progreso, podría acabar resultando más atractivo que las viejas y debilitadas democracias?
La cuestión radica en que muchas de estas preguntas, en el fondo, pueden responder, como al principio advertíamos, a unas preocupaciones políticas, a unos estereotipos, a unos esquemas interpretativos occidentales de la evolución política de las sociedades, a una cosmovisión ajena a la cultura política, en este caso, de China. Hasta el momento, como acabamos de sugerir, la modernización económica no ha ido acompañada de reformas políticas acordes con las normas e instituciones que hacen posible el funcionamiento de un régimen respetuoso con los derechos fundamentales básicos24, y éstas no se intuyen. El concepto de “modernidad política” que tienen en mente las autoridades chinas y que impregna, en gran manera la cultura política tradicional, es ajena al sentido de la democracia política occidental (Gentelle, 2011). Pero, además, la comparación que pueden hacer los gobernantes e intelectuales chinos de cómo han respondido los Estados occidentales y el gobierno de Pekín y la sociedad china, a problemas recientes, como la crisis financiera iniciada en 2008 y a las amenazas planteadas por el COVID-19, ¿no salen mucho mejor parados estos últimos? (Bradsher, 2020).
Si el crecimiento económico continúa sin cambios políticos, con un régimen que refuerza el control social y la represión de las minorías y llega a superar al “mundo libre” en sectores clave, como inteligencia artificial, redes de comunicaciones, telefonía móvil y teléfonos inteligentes, biotecnología … -con lo que contradeciría los negros augurios de los teóricos occidentales, a que antes hemos aludido, que pronostican su inevitable estancamiento a largo plazo-, ¿no ganaría progresivamente más prestigio internacional, con lo que su modelo “autoritario” de desarrollo y progreso, podría acabar resultando más atractivo que las viejas y debilitadas democracias? (Rodrik, 2018). ¿Estamos asistiendo a un cambio realmente histórico? Desde hacía mucho tiempo, no existía una alternativa sólida, creíble y realmente existente, al modelo económico y político occidental. Hoy, los éxitos de China podrían generar tanto una expectativa para los Estados que todavía no han conseguido entrar en el sendero del desarrollo, como, paradójicamente, también para aquellos que pretenden ‘amordazar’ los espacios de libertad en los países capitalistas más avanzados (Unión Europea, Estados Unidos). Las autoridades chinas apuestan por su concepto de “buena gobernanza”, basado en el orden, la estabilidad, la seguridad, la eficiencia y “la harmonía social”, por los réditos que, a su entender, les ha proporcionado. Desprecian la democracia liberal porque, a su entender, genera todo lo contario y porque, en definitiva, es un obstáculo para la buena gestión de cualquier Estado. A manera de conclusión, la experiencia china de desarrollo plantea todo tipo de dudas y nos obliga a reflexionar críticamente sobre todos los campos que señalábamos en el inicio del trabajo, pero también puede constituir, en clave positiva, un reto para las sociedades europeas, que puede sintetizarse en la siguiente pregunta: ¿adiós a Pericles (Tugores, 2010) o acicate para mejorar nuestro sistema político? (Levitsky; Ziblatt, 2018; Innerarity, 2020)
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Jaume Suau Puig. Doctor en Filosofía y Letras (Sección de Historia Moderna), por la Universidad de Barcelona. Analista histórico del tiempo presente y especialista en investigación en la docencia de la historia contemporánea. Desde hace años investiga históricamente los conflictos armados y las guerras actuales.
NOTAS
1.- Agradezco la lectura que han hecho del texto G.Jover, Ll.Muntaner, I.Moll, C.Martínez, J.Tébar, J.M.Thomàs, Mei Huang y Jaume Suau Martínez. Sus sugerencias, han sido de un gran interés. [^]
2.- Para abreviar el texto, me referiré a la República Popular China como “China”. [^]
3.- En el sentido que le da Jacques Gernet (2007). Incluye la comunidad china de la diáspora, unos 35 millones de personas. [^]
4.- Las fuentes de información se indican en el apéndice. [^]
5.- Ver los apéndices núms.1 y 2. [^]
6.- A partir de aquí, Estados Unidos. [^]
7.- Ver el apéndice núm.1. [^]
8.- De acuerdo con el Banco Mundial y el PNUD, unos 800 millones de personas habrían salido de los niveles de pobreza y entorno a los 400 millones podrían ser considerados en la actualidad “clase media”. Ver el apéndice núm.1. [^]
9.- Argumentos ya expuestos en Hickel, 2017. En la misma línea, Rodrik, 2018: 166. [^]
10.- Visión pesimista, Allison (2017), Mearsheimer (2001). Moderadamente optimista, Cocker (2015), French (2017), entre muchos otros. [^]
11.- Ver el apéndice núm.2. [^]
12.- A precios actuales, en dolares $. El valor de China corresponde a 2019. Ver el apéndice núm.1. [^]
13.- Banco Mundial/Datos. Crecimiento del PIB (% anual). Ver el apéndice núm.1. [^]
14.- Entorno al 40% de las exportaciones chinas son efectuadas por empresas extranjeras, que continúan controlando la totalidad de la cadena productiva. [^]
15.- En el sentido que le dan Acemoglu y Robinson (2019b: Cap.5, “He visto el futuro, y funciona”: el crecimiento bajo instituciones extractivas”, pp.153-184; Síntesis general, en las páginas 181-183): “Denominamos instituciones políticas inclusivas a aquellas que están suficientemente centralizadas y que son pluralistas. Cuando falle alguna de estas condiciones, nos referiremos a ellas como instituciones políticas extractivas.” (p.103). [^]
16.- Ver el apéndice núm.3. [^]
17.- Gernet, 2007; Roberts, 2008. [^]
18.- Acemoglu; Robinson, 2019a, en todo el libro, pero especialmente en el cap.7, “El mandato del cielo”, pp.101 y ss., p,280 y 292; Montbrial, 2019: 28. [^]
19.- La fuente de información se indica en el apéndice núm.3. [^]
20.- “Aquí clavado junto a la línea de montaje, manos al vuelo, cuántos días claros, cuántas noches negras, así tal cual, de pie me duermo.” (Yang et al., 2019: 85). [^]
21.- En el sentido que le da F.Zakaria (2003). [^]
22.- La fuente de información se indica en el apéndice núm.5 [^]
23.- La fuente de información se indica en el apéndice. [^]
24.- De acuerdo con las exigencias que apuntaba hace tiempo R.A.Dahl (1989: 221-223) y que son comúnmente aceptadas. [^]
Apéndices
La información estadística que sustenta las ideas contenidas en el trabajo se ha extraído de las fuentes que se detallan a continuación.
Número 1
Sobre población, extensión geográfica, economía e indicadores de desarrollo humano (IDH del PNUD) se ha extraído de las siguientes fuentes:
Banco Mundial. Datos. https://datos.bancomundial.org/indicator/AG.SRF.TOTL.K2; Datos sobra las cuentas nacionales del Banco Mundial y archivos de datos sobre cuentas nacionales de la OCDE. 1978-2019. https://datos.bancomundial.org/indicator/NY.GDP.MKTP.KD.ZG?locations=CN&name_desc=true
PNUD, Informe sobre desarrollo humano 2019. Más allà del ingresso, más allà de los promedios, más allà del presente: Desigualdades del desarrollo humano del siglo XXI, New York, PNUD, 2019; United Nations, Department of Economic and Social Affairs, World Population Prospect: The 2019 Revision, 2019. https://population.un.org/wpp/
China National Human Development Report Special Edition, Pekin, PNUD, China Publishing Translation Publishing House, 2019. www.ctph.com.cn
Número 2
Sobre cuestiones relacionadas con presupuestos militares.
Stockholm International Peace Research Institute, SIPRI Military Expenditure Database, 1988-2019, 2019. En dólares constantes (2018) y en % del PIB (2019) https://www.sipri.org/databases
Número 3
Sobre conflictividad.
Center for Systemic Peace. Major Episodes of Political Violence 1946-2019. Magnitud: 1 (más baja) – 10 (máxima)
1850-1864. Revuelta popular de Taiping (corazón económico del país, valle de Yangtsé)
1853-1868. Revuelta de los Nian (norte del país).
1854: Levantamientos musulmanes. Oeste (Yunnan; Shaanxi). Revuelta de los Turbantes Rojos.
1950-1951. Invasión del Tíbet. Magnitud 2 ±2000 víctimas
1950-1951. Represión comunista. Magnitud 4 ±1.500.000 víctimas
1956-1967. Guerra étnica (tibetanos). Magnitud 4 ±100.000 víctimas
1959. Represión de los contrarrevolucionarios. Magnitud 2 ±50.000 víctimas
1966-1975. “Revolución Cultural”. Magnitud 5 ±500.000 víctimas
1980-1998. Violencia étnica (uigures, kazajos). Magnitud 2 ±10.000 víctimas
1983-1984. Represión disidentes. Magnitud 2 ±5000 víctimas
1990. Represión disidentes. Magnitud 1 ±2000 víctimas
1989. Violencia civil. Protestas de Tiananmen. Magnitud 1 ±2000 víctimas
2009-2015. Violencia étnica. Magnitud 1 Uigures en Sinkiang. ±800 víctimas
Se recogen tan solo los levantamientos, revueltas y la represión más importantes. Center for Systemic Peace. Major Episodes of Political Violence1946-2019. Compiled by Dr. Monty G. Marshall Director, Center for Systemic Peace
http://www.systemicpeace.org/warlist/warlist.htm ; Monty G. Marshall. 1998-2020. «Current Status of the World’s Major Episodes of Political Violence.» Monthly reports to US Government’s Political Instability Task Force, most recent report February 29, 2020.
Institut for Economic and Peace, Global Peace Index 2020. Measuring Peace in a Complex World, Sidney, junio del 2020, http://visionofhumanity.org/reports Índices de conflictividad. China ocupa la posición 104 de 163 Estados y ha descendido cuatro respecto del último informe.
Número 4
Sobre desigualdad a nivel mundial.
World Inequality Database. Top 1% national income share, en 2015.
https://wid.world/es/pagina-de-inicio/
Número 5
Sobre indicadores políticos y respeto de los derechos fundamentales, libertad, asociación, información …
Economist Intelligence Unit. Democracy Index de 2019. El índice oscila entre 0 y 10. La democràcia “completa” se sitúa entre los valores 8 y 10 y los regímenes autoritarios por debajo de 4. https://www.eiu.com/topic/democracy-index Freedom House. Freedom in the World, 2019. https://freedomhouse.org/sites/default/files/Feb2019_FH_FITW_2019_Report_ForWeb-compressed.pdf
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