Por Pello Igeregi Santamaría
Contra la educación sexual
Me gustan las novelas históricas, especialmente las ambientadas en la Roma imperial. Puede que no tenga nada que ver con la realidad de lo que sucedió o puede que lo que voy a escribir ahora sea una simplificación histórica enorme, pero he llegado a la conclusión de que el colapso de Roma tuvo origen en un emperador hispánico, en Adriano. Fue este emperador quien detuvo la política expansiva de Roma, estableció fronteras estables, como el famoso muro de Adriano en la actual Escocia. Roma necesitaba crecer, expoliar los territorios conquistados para poder financiar ese imperio colosal, sin nuevas conquistas el declive resultó imparable.
Probablemente nos encontremos en ese momento dentro del sistema capitalista. El capital requiere de crecimiento, aumentos de producción continuos para poder funcionar. El capital necesita expoliar la naturaleza para sobrevivir. El muro al capitalismo no lo ha construido nadie, es el planeta quien se rebela frente al ser humano, porque el crecimiento infinito es imposible en un planeta finito.
Putin es funcional para explicar todos los males que vivimos actualmente. Cuando la OTAN ha centrado las futuras amenazas al modo de vida occidental apuntando a China, en realidad pretende establecer las reglas del juego de un nuevo modo de vida, el post-capitalista. La geopolítica es hoy una lucha de unos y de otros por el control de las reservas naturales del planeta. Porque el decrecimiento no es solo una opción política deseable, simplemente ha llegado. El pico de extracción de numerosos materiales imprescindibles para la producción de los bienes que consumimos ha sido superado o se va a superar en los próximos años. Este es el caso del cobre, de otros metales escasos, el fósforo o el uranio-235. La lucha por los recursos naturales es vital para los Estados Unidos si quieren mantener su posición hegemónica, y es imprescindible para China disputársela. La distracción ucraniana (no pretendo con ello menospreciar el sufrimiento humano que se vive en Ucrania y el Donbass) es funcional para que miremos a otro lado, cuando los aumentos del IPC eran previos a la invasión rusa.
El capital requiere de crecimiento, aumentos de producción continuos para poder funcionar. El capital necesita expoliar la naturaleza para sobrevivir. El muro al capitalismo no lo ha construido nadie, es el planeta quien se rebela frente al ser humano, porque el crecimiento infinito es imposible en un planeta finito.
Quizá sea yo quien se ha distraído, porque me habían solicitado un artículo sobre negociación colectiva en mi calidad de responsable de dicha materia en ELA. He decidido iniciar el artículo con esta “distracción”, ya que creo que el contexto de la negociación colectiva, nuestra coyuntura, viene marcada absolutamente por el cambio estructural descrito. La transformación del sistema capitalista puede darse en términos de justicia social, garantizando un buen vivir a toda la población mundial, en equilibrio con el planeta y con una gestión democrática del proceso (el ecosocialismo); o bien en términos fascistas, en los que una parte pequeña de la población mundial pretenda mantener su estatus privilegiado a costa de la mayoría del planeta. Ese es el dilema que gestionamos en nuestra negociación colectiva y tiene un punto de conflicto claro, mantener el poder adquisitivo de los salarios o permitir que los beneficios empresariales se mantengan a costa de empobrecer a la clase trabajadora, rebelarse frente al nuevo autoritarismo para dirigir democráticamente el cambio de ciclo o rendirse a la precarización de la vida imprescindible para mantener el estatus privilegiado de quienes detentan el capital.
La negociación colectiva que quiere hacer ELA este 2022 viene marcada por este contexto y por dos grandes objetivos. Hacer frente a la precariedad laboral y al empobrecimiento forzado por los aumentos de precios. Y queremos afrontar ambos retos mirando al mercado laboral desde los ojos de quienes peor se encuentran: mujeres, personas migrantes o jóvenes.
Antes de que el IPC se disparará ELA ya tenía en marcha una campaña contra la precariedad. Según nuestros cálculos hay más de 541.600 personas trabajadoras en Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa que sufren la precariedad laboral. Consideramos que una persona sufre precariedad laboral cuando no tiene ingresos que le permitan una vida digna (18.200 euros anuales), cuando no tiene un contrato estable sobre el que construir una vida con un mínimo de seguridad, o si el hecho de acudir a trabajar pone en peligro su salud. Y resulta que más del 50% de la población vasca asalariada sufre al menos alguno de estos elementos de precariedad. Nuestro sindicato tiene clarísimo que nuestra utilidad para la clase trabajadora dependerá totalmente de nuestra capacidad de adaptación para responder a esta realidad, si no somos capaces de organizar a las personas trabajadoras para que puedan escapar de la precariedad el sindicato no será una referencia para la mayoría de la población.
Y, asimismo, el aumento exponencial de precios está empobreciendo día tras día a todas aquellas personas que cobran un salario y no tienen garantizado mediante un convenio colectivo que disfruten de subidas salariales superiores al IPC. Esta devaluación salarial afecta sobre todo a las personas con menores rentas, aquellas cuyos ingresos se destinan preferentemente a artículos indispensables para una vida digna (alimentación, vivienda, electricidad o transporte).
Estos dos elementos son la forma que adquiere el capital para seguir desposeyendo a la clase trabajadora y mantener sus beneficios. Es la forma que adquiere el post-fascismo post-capitalista. No es algo que se supere cuando Rusia se retire de Ucrania o la OTAN inhabilite los misiles que apuntan a Moscú, es simplemente la lucha de clases de los poderosos contra la población asalariada.
Iniciamos 2022 con el peor dato de convenios actualizados desde la imposición de la Reforma Laboral de 2012. 380.000 personas tienen su convenio colectivo decaído o prorrogado, el 70% de los hombres asalariados y el 80% de las mujeres, lo cual aumenta aún más la brecha salarial que sufren las mujeres trabajadoras.
A este dato de convenios decaídos debemos sumarle todo el sector público, al que se le imponen las subidas salariales mediante legislación básica y no tienen un acuerdo regulador de sus condiciones de trabajo desde el año 2010. La subida salarial de 2022 ha sido del 2%, siendo el IPC del año pasado de un 6,5%, y la actual ya supera los dos dígitos. En este caso también hablamos de sectores esenciales y, entre otras, nos referimos a aquellas personas que nos cuidaron frente a una pandemia.
Tres factores explican este escenario. Por un lado, la pandemia de la COVID supuso la paralización de toda negociación colectiva en nuestro territorio, a excepción del convenio colectivo del Metal de Gipuzkoa.
Por otro lado, el aumento de precios es un enorme acicate para la patronal a la hora de paralizar las negociaciones, dado que cada día que pasa sin cerrar un acuerdo trae consigo la devaluación relativa de los salarios. Solo haber dejado de negociar los salarios de 2021 y 2022 ya ha supuesto un ahorro del 17% para las empresas. En consecuencia, aumentan sus beneficios, y hay que remarcar que en líneas generales las empresas están repercutiendo a sus precios finales el aumento de costos de las materias primas que consumen.
Y, por último, la COVID también conllevó una disminución de la conflictividad laboral, que se encontraba en cifras récord con anterioridad al estado de excepción de 2020.
Debemos recalcar que éste está siendo un contexto de aumentos enormes en los beneficios empresariales. Solo dos datos: el reparto de dividendos ha aumentado un 98% respecto al año pasado y las empresas del IBEX han aumentado sus beneficios respecto a 2019 (año sin efecto COVID) en un 83%.
Mantener actualizado un convenio no significa por sí mismo que las condiciones de trabajo vayan a mejorar, el contenido acordado debe ser bueno para ello. En nuestro sindicato solemos decir que lo único que se necesita para firmar un convenio es un bolígrafo, pero que si queremos buenos contenidos la organización sindical y el conflicto son imprescindibles. 2020 se inició con la mayor cobertura de convenios de la última década, además con contenidos novedosos y beneficiosos para las personas trabajadoras (una cláusula de subrogación muy completa para las subcontratas del Metal de Gipuzkoa o medidas para eliminar la contratación a tiempo parcial en el Comercio de Alimentación de Bizkaia, por poner sólo dos ejemplos). Esa cobertura convencional no fue fruto de la casualidad. 2019 fue el año con mayor conflictividad laboral de la última década en nuestro territorio. Según datos recogidos por el Consejo de Relaciones Laborales solo en la Comunidad Autónoma del País Vasco se convocaron 308 huelgas, hubo 80.000 huelguistas y se perdieron 400.000 jornadas laborales como consecuencia de esas huelgas, prácticamente la mitad del total de jornadas perdidas en todo el Estado siendo el 5% de la población activa. Este nivel de huelgas es excepcional en Europa. En el territorio de influencia de ELA se convocan más huelgas en el sector servicios que en todo el resto del Estado y, de este modo, demostramos que no hay sector que no sea organizable.
2022 está siendo un año curioso en la negociación colectiva. ELA tiene muy claro que no va a cejar en su empeño de cerrar acuerdos que garanticen el poder adquisitivo y terminen con la precariedad. ELA no va a ser un factor que acompañe la devaluación salarial. Nos da la impresión de que este punto de vista de ELA no es compartido por el resto de los sindicatos; al menos en la práctica no está siendo así.
ELA ha firmado 6 convenios sectoriales este año (peluquerías de Nafarroa, construcción y alojamientos en Gipuzkoa, autoescuelas de Bizkaia e intervención social y ocio educativo de Araba). En todos ellos hemos acordado subidas salariales que garantizan el poder adquisitivo a lo largo de la vigencia del convenio. ELA es el sindicato mayoritario en todos esos convenios y el resto de los sindicatos también los han firmado.
ELA ha dejado de firmar otros convenios sectoriales. Los dos convenios que ELA no ha firmado y el resto ha dado por buenos y que afectan a más trabajadores y trabajadoras han sido, a la finalización de este artículo, la limpieza de Bizkaia y el metal de Araba. En el primero el poder adquisitivo no se ha garantizado por parte de los sindicatos firmantes (LAB, CCOO y UGT). En el segundo, esos mismos sindicatos han dado por buena una subida salarial que solo le será de aplicación al 10% de las personas trabajadoras del sector. Nos ha apenado que LAB haya acompañado a UGT y CCOO en esta firma. Son los mismos sindicatos que desactivaron una lucha ejemplar por el mantenimiento del poder adquisitivo en la mayor planta de Araba, en Mercedes, y que tienen como leitmotiv la desactivación de la conflictividad. La falta de un acuerdo estratégico entre ELA y LAB, y que en la práctica esta última se encuentre más a gusto firmando convenios que no garantizan el mantenimiento del poder adquisitivo es una noticia pésima para ELA.
Y, sin embargo, incluso allí donde no firmamos nos sentimos útiles. Hemos encarecido esos acuerdos mediante huelgas. En el Metal de Araba, por ejemplo, teníamos firmados con otros sindicatos los contenidos mínimos del convenio sin los que ningún sindicato lo firmaría y nos comprometíamos a seguir llamando a la huelga; incluso cuando no han cumplido con esos mínimos de lealtad, y por ello nuestra gente está muy satisfecha con nuestra labor y la forma en la que hemos condicionado la negociación gracias a la movilización. A veces la actitud de otros sindicatos es dolorosa, como en el caso de UGT en las Residencias de Gipuzkoa. UGT ha firmado un acuerdo de eficacia limitada, en un sector en el que únicamente ostenta el 7% de la representación con el objetivo de ayudar a la patronal a desactivar un conflicto que ha tenido ya casi 270 días de huelga. Aspiramos a más del IPC en ese sector tan precario y feminizado, pero esa subida salarial se la han ganado nuestras huelguistas.
Es más, en esos casos, y en tantos otros convenios sectoriales en el que el resto de los sindicatos firman acuerdos que no nos parecen suficientes, ELA tratará de abrir negociaciones en empresas y centros de trabajo que superen los convenios sectoriales. Pretendemos acordar condiciones de trabajo sustancialmente mejores a las de esos convenios y conseguir referencias positivas para el resto de trabajadoras y trabajadores de esos sectores y, de este modo, animarles a organizarse y a movilizarse. Por poner dos ejemplos de este mismo año, en la limpieza subcontratada del ayuntamiento de Gorliz hemos acordado una subida salarial del 44% en dos años, con lo que acabamos con la brecha salarial que sufren frente a los trabajadores de la limpieza viaria. Y en la limpieza del Guggenheim la subida salarial es del 20% (además de la subida acordada en el sector) y se van a completar las jornadas parciales a quienes tenían ese tipo de contrato (el 46% de la plantilla), por lo que la subida salarial media supera el 40%. Entre estos y otros ejemplos existe un nexo común, la convocatoria de huelgas indefinidas y la utilización del conflicto para aumentar el poder sindical a lo largo de dichos conflictos. También en todos los centros del grupo CIE en Araba hemos conseguido subidas salariales superiores al IPC, además de otros logros.
Se presenta un otoño muy interesante. A ELA le gustaría aumentar aún más la conflictividad laboral. Esperemos llegar a un acuerdo con el resto de los sindicatos para convocar más huelgas en el metal de Bizkaia, serán necesarios más de los tres días de huelga que hicimos en junio para obtener logros.
En ELA tenemos muy claro que nuestra estrategia de negociación colectiva debe garantizar que las condiciones de trabajo no se conviertan en el modo en el que el capital compense haberse topado con los límites del planeta. Pero, asimismo, tenemos muy claro también que resulta imprescindible un cambio de modelo económico, transformar el modelo productivo y encarar el mundo post-capitalista desde el reparto y la justicia social. Los pequeños conflictos que generamos son una rebelión frente al autoritarismo del capital, que no ceja en su empeño de seguir acumulando beneficios. El planeta ya ha construido su muro de Adriano, ahora le toca a la humanidad decidir si se gestiona la vida desde el reparto, desde la justicia, desde la democracia, o desde el autoritarismo.
Y, sobre todo, esperamos poder llevar adelante huelgas en los sectores feminizados, aquellos con peores condiciones de trabajo y en los que más difícil está siendo forzar la voluntad de una patronal cicatera y machista. La patronal no quiere reconocer el valor de esos sectores, que resultan imprescindibles para el sostenimiento de la vida (el comercio o los cuidados). Tampoco quieren reconocer este valor en sectores que están ganando dinero a espuertas, como la hostelería. Todos estos sectores esperamos que se encuentren en huelga en un corto plazo de tiempo, esperamos, también, que los gobiernos de la CAPV y Nafarroa no boicoteen estas movilizaciones con servicios mínimos abusivos.
En ELA tenemos muy claro que nuestra estrategia de negociación colectiva debe garantizar que las condiciones de trabajo no se conviertan en el modo en el que el capital compense haberse topado con los límites del planeta. Pero, asimismo, tenemos muy claro también que resulta imprescindible un cambio de modelo económico, transformar el modelo productivo y encarar el mundo post-capitalista desde el reparto y la justicia social. Los pequeños conflictos que generamos son una rebelión frente al autoritarismo del capital, que no ceja en su empeño de seguir acumulando beneficios. El planeta ya ha construido su muro de Adriano, ahora le toca a la humanidad decidir si se gestiona la vida desde el reparto, desde la justicia, desde la democracia, o desde el autoritarismo. Una pequeña aportación de ELA a dicho objetivo serán las huelgas que organizaremos este otoño.
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Pello Igeregi Santamaria. Responsable de Negociación Colectiva de ELA.