Presentamos dos entrevistas realizadas a THEODOR W. ADORNO pocos meses después de los acontecimientos de Mayo del 68: Las tendencias fascistas, que le realizó Robert Stengl para Zweite Deutsche Fernsehen (ZDF) el 5 de febrero de 1969; y Teoría crítica y movimiento de protesta, publicada por Süddeutschen Zeitung el 27 de abril de 1969.
LAS TENDENCIAS FASCISTAS
El 5 de febrero de 1969 se difundió por la cadena de televisión Zweite Deutsche Fernsehen (ZDF), una emisión, presentada por Gerhard Löwenthal, en la que se incluía una entrevista con Theodor W. Adorno. Al día siguiente Robert Stengl, el periodista que le había hecho las preguntas, le envió la transcripción con una nota en la que le precisaba que, por razones de tiempo, las tres últimas preguntas y sus respuestas habían tenido que ser suprimidas.
ROBERT STENGL. Querido profesor, usted pasa por ser uno de los padres espirituales de la rebelión estudiantil. Ante todo ahí están sus investigaciones y trabajos sobre el problema del fascismo que han encontrado eco en la izquierda radical. Estudiantes, alumnos suyos, protestan y consideran que hoy, en la República federal, se vive bajo el reino del fascismo. ¿Ve usted, en la RFA, fascismo por alguna parte, tendencias fascistas?
THEODOR W. ADORNO. Para empezar, me gustaría decir que es difícil para mí no ver hasta qué punto yo he tenido influencia sobre el movimiento estudiantil. No directamente, eso es cierto, sino principalmente por el tenor teórico de algunas de mis publicaciones. Dicho esto, y en lo que respecta a los problemas del fascismo, es necesario precisar rápidamente dos cosas: por un lado, creo que el fascismo no es un accidente desgraciado de la historia que habría ocurrido solamente en Alemania sino que está estrechamente ligado a tendencias de la sociedad en su conjunto, con el tránsito a la concentración, a la concentración administrativa y económica. En consecuencia, la caída de Hitler no ha sido suficiente para eliminarlo. Por otro lado, puesto que es en Alemania donde la herencia hitleriana continúa teniendo repercusiones, es aquí donde las tendencias fascistas y fascistoides reclaman una atención crítica más importante que en ninguna otra parte de la tierra, donde nunca ha sucedido algo como esto.
R.S. Podría precisarnos más en qué esta herencia hitleriana continúa teniendo efectos ¿Podría usted citar instituciones o mencionar algunos nombres?
T.A. Sí, es absolutamente indudable que la herencia hitleriana permanece todavía viva, sobre todo dentro de la extrema derecha. Pero es también indudable que una tendencia es dominante, y no puedo detenerme a analizar aquí con usted por falta de tiempo: en el seno de nuestra propia democracia parlamentaria, yo la percibo en esa tendencia a roer en los principios fundamentales, no es tanto una tendencia a abolirlos, sino más bien a despojarlos de una parte de su fuerza, cuando es justamente en Alemania donde la integridad de las instituciones democráticas debería ser particularmente auténtica y sólida. Esta tendencia podría comenzar en este país por cosas como el estado de urgencia (Notstandgesetz) o, por ejemplo, por la detención preventiva.
Theodor W. Adorno: «Es en Alemania donde la herencia hitleriana continúa teniendo repercusiones, es aquí donde las tendencias fascistas y fascistoides reclaman una atención crítica más importante que en ninguna otra parte de la tierra, donde nunca ha sucedido algo como esto»
R.S. En estos ejemplos que usted nos da —la ley de excepción y la detención preventiva— ¿ve usted un peligro fascista?
T.A. En todo caso veo momentos del mismo que, en la específica situación de Alemania, son muy peligrosos, sobre todo cuando concebimos el fascismo como algo que no habría sido conjurado de una vez por todas. Y esos dos ejemplos tienen, justamente en Alemania, un peso distinto que en otros países donde, yo lo sé bien, nos encontramos también con leyes semejantes en vigor, pero donde no predomina, como en nuestro caso, ese entusiasmo por el estado de urgencia (Notstandfreude). Aquí, hay que tener bien en cuenta el hecho de que a numerosas fuerzas, incluso en el seno de la política oficial y democrática, les gustaría sobre todo la presencia de un hombre fuerte, de una mano fuerte, en suma más firmeza.
R.S. ¿Puedo interpretar eso que usted dice en el sentido de que los estudiantes, los estudiantes radicales, tienen razón cuando expresan la protesta que ya conocemos?
T.A. Los estudiantes radicales tienen razón sin duda cuando nos advierten contra el potencial fascista, presente hoy como ayer en Alemania por las razones que acabo de subrayar. Pero creo que cometen el error que cometieron los comunistas contemporáneos de Hitler respecto a éste, el de calificar a los social-demócratas de «social-fascistas» (Sozialfaschisten) y de enfrentarse a estos antes que contra los nazis. Todo ello tuvo un efecto absolutamente desastroso dado que la resistencia contra el nacionalsocialismo en pleno auge se debilitó considerablemente. La oposición se guía mucho más –me refiero a la actual oposición estudiantil– en contra de las tendencias reaccionarias en el seno de la democracia, que por supuesto existen, más que contra las fuerzas que buscan derribar la democracia. Dicho esto, la línea entre ambas, lo sé, no es fácil de marcar, y la reacción en el seno de la democracia puede también transformarse en una reacción antidemocrática. Pero en todo caso, existe una diferencia entre el sistema en el que vivimos y un auténtico sistema fascista, y esa diferencia tiene que ver con la totalidad. Por otra parte, yo vería irracional y aberrante que se quiera borrar esa diferencia y que se pretenda describir la forma de Estado y de la sociedad en Alemania como fascista en todos sus términos. Esto revela de hecho la impotencia para defenderse contra lo que verdaderamente es el fascismo; cualquiera que haya vivido bajo el mismo puede hacerse una idea de lo que ha sido.
Theodor W. Adorno: «Los estudiantes radicales tienen razón sin duda cuando nos advierten contra el potencial fascista, presente hoy como ayer en Alemania 8(…) Pero creo que cometen el error que cometieron los comunistas contemporáneos de Hitler respecto a éste, el de calificar a los social-demócratas de social-fascistas»
R.S. Actualmente, los estudiantes radicales practican cada vez más la violencia en sus luchas. Esta táctica, o esta estrategia, ¿le parece buena o mala?
T.A. Me parece que esta táctica es de todo punto mala y, en mi opinión, sobre ella recae la verdadera responsabilidad de lo que llamamos una escalada. De hecho, creo que el movimiento estudiantil en sus comienzos, cuando recurría a la no-violencia, iba por mejor camino. Sin embargo, me gustaría matizar y añadir que una gran parte de la población, sin este movimiento, no habría tomado conciencia de la situación moribunda en la que se encuentra el debate público, o de la imposibilidad de la formación de un juicio autónomo, es decir, del progreso de la inmadurez (Unmündigkeit). Una gran parte de la población, por tanto, no habría tomado conciencia de todo esto si los estudiantes no hubieran puesto en marcha acciones completamente espectaculares, que en parte se pueden considerar ilegales; y esta manera de formular las cosas, como todos saben, no vienen de la izquierda radical.
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TEORÍA CRÍTICA Y MOVIMIENTO DE PROTESTA
[Entrevista con T. W. Adorno publicada por el Süddeutschen Zeitung el 27 de abril de 1969]
PREGUNTA. En el debate público se tiene la impresión de que habría que reconducir en parte la actividad revolucionaria de algunos grupos de estudiantes a su punto de partido filosófico, punto de partida que usted ha contribuido a elaborar, y del que usted es uno de sus representantes. El Instituto de investigaciones sociales de Fráncfort es considerado el lugar de nacimiento intelectual de la «izquierda revolucionaria». ¿En qué medida es acertada esta idea?
THEODOR ADORNO. La relación entre un punto de partida filosófico y las consecuencias prácticas se ha ido rompiendo constantemente de forma extrema, y más en el caso actual. Robespierre hizo una mala utilización de la voluntad general de Rousseau para justificar el terror impuesto por su clan. La teoría crítica, tal y como ha sido desarrollada con total autonomía y total libertad de pensamiento por el Instituto de investigaciones sociales de Fráncfort, nunca se ha explayado sobre su aplicación y no se ha sometido a la prueba de la aplicación. No estoy en condiciones de juzgar cuáles de nuestros temas teóricos hayan podido tener influencia en el seno del movimiento estudiantil. Hasta ahora nadie me ha demostrado una relación verdadera e inteligible entre nuestros pensamientos y el presente activismo que considero como altamente problemático. Acciones irracionales, desprendidas de una teoría a la que se desprecia, son simplemente acciones que, para nosotros, nunca han tenido lugar. La teoría crítica comprende necesariamente en ella el análisis de la situación que se ahorra, respecto de él mismo, el activismo para no tener que meditar sobre su propia caducidad. La tesis según la cual nosotros habríamos desarrollado ideas que, tal y como han sido puestas en práctica, se habrían vuelto contra nosotros es particularmente grata para aquellos que han sido también probablemente los inventores de la misma, y que quieren paralizar la libertad de pensamiento crítico con un gesto que significa «Mirad lo que habéis conseguido». Yo no suelo inclinarme antes tales gestos como tampoco ante la obligación de la solidaridad reclamada por los activistas.
P. ¿Dónde trazaría usted la frontera entre una interpretación práctica legítima de su teoría crítica de la sociedad y otra que se basa en un malentendido y una ideologización, en otros términos, en una interpretación falsa de su pensamiento, tal y como Jürgen Habermas lo ha criticado? ¿Qué es lo que permite distinguir a ambas?
T.A. Yo estoy completamente de acuerdo con la posición crítica de Habermas según la cual el pensamiento crítico habría sido distorsionado por el activismo. Igual que él, yo sitúo al activismo en el relato de la pseudo-actividad. El límite que establece una diferencia decisiva es que, en las actuales condiciones sociales y técnicas, la praxis transformadora simplemente solo es representable bajo un aspecto no violento, y dentro del marco de la Constitución (Grundgesetz).
Theodor W. Adorno: «Yo estoy completamente de acuerdo con la posición crítica de Habermas según la cual el pensamiento crítico habría sido distorsionado por el activismo. Igual que él, yo sitúo al activismo en el relato de la pseudo-actividad»
P. En una encuesta realizada por nuestro periódico, con ocasión del Año Nuevo de 1967, usted dijo que sentía cada vez más aversión por la práctica, y esto está en contradicción con sus propias posiciones teóricas. ¿No es posible que estos estudiantes a los que usted condena debido a su actividad revolucionaria no hagan sino buscar una salida fuera de esta contradicción –la suya, profesor Adorno– y así, tal y como ellos lo intentan, no hacen sino poner en práctica su pensamiento de forma consecuente?
T.A. Mi creciente reserva respecto de la práctica depende mucho menos de mi propio desarrollo individual que del carácter cada vez más ilusorio de este tipo de práctica en las condiciones actuales. Es evidente que los estudiantes buscan una salida y creen desesperadamente en la misma, pero para mí tal salida está ya condenada. Las consecuencias del activismo indican justamente una dirección hacia la que los estudiantes, si juzgamos la conciencia que ellos tienen de la misma, no desean ir por nada del mundo. Yo no tengo miedo en absoluto de las contradicciones. Estas pueden referirse al asunto y no necesariamente a la persona. Un yo prueba su fuerza por su capacidad de acoger en su pensamiento las contradicciones objetivas y no por la de expulsarlas con violencia.
P. Además de su aversión «por la práctica», la actual degradación de las relaciones entre profesores y estudiantes del Instituto de investigaciones sociales ¿no podría explicarse por la postura resignada que algunos –como por ejemplo Georg Lukács o Leo Kofler– atribuyen a la actual Escuela de Frankfurt, a pesar de todas sus reflexiones iluminadoras (aufklärerischen), revolucionarias y anticapitalistas?
T.A. Considero mi propia posición, como la de Horkheimer, como lo contrario de la resignación –acabo de tratar este tema recientemente en una breve intervención en la radio de Berlín, que va a ser publicada dentro de poco1. Los intentos por obligarme a la acción y transmitirme mala conciencia, como si se quisiera forzarme a entregar mi competencia en relación con sombrías historias, todo eso no me afecta en absoluto. Están al servicio de ese tipo de colectivización que yo siento como la obligación coercitiva a simplemente suscribir todo, es decir, a dedicarse en cuerpo y alma. No hacer eso es justamente lo que se halla en el concepto de Aufklärung al que yo me atengo. Mis relaciones con mis estudiantes no están más dañadas que las ya existentes de manera general, en el marco del conflicto que existe actualmente en las universidades. Las discusiones, las hacemos de forma fructífera y objetiva, sin ataques personales.
P. Como profesor de universidad, usted es también enseñante. ¿Se siente usted afectado, desde la perspectiva de su responsabilidad pedagógica, cuando se le reprocha, en el debate público, el ser uno de los padres espirituales de la revuelta estudiantil? Para decirlo de forma más simple: ¿se siente usted culpable de alguna manera?
T.A. No, no me siento responsable, desde una perspectiva pedagógica, de las revueltas de los estudiantes. No tengo sentimiento de culpabilidad. Entre las personas que han leído mis escritos o que han asistido a mis cursos, ninguna puede hasta ahora interpretarlos como incitaciones a la violencia. Cuando me enfrenté por primera vez en Berlín, en 1967, a una manifestación que tenía por objetivo impedir una de mis intervenciones, me quedé completamente sorprendido.
Theodor W. Adorno: «Mis relaciones con mis estudiantes no están más dañadas que las ya existentes de manera general, en el marco del conflicto que existe actualmente en las universidades. Las discusiones, las hacemos de forma fructífera y objetiva, sin ataques personales»
P. Recientemente usted se ha quejado en estos términos: «¿Cómo habría podido imaginar que la gente querría realizar mi modelo de pensamiento teórico a golpe de cóctel Molotov? ¿Le ha afectado personalmente el deterioro de las relaciones con sus estudiantes? ¿Está usted decepcionado?
T.A. Yo no estoy decepcionado y, a tenor de la asistencia a mis cursos, tampoco los estudiantes. En conjunto, yo creo que el nivel general es muy elevado. Y, por ende, me refiero también a aquellas y aquellos con los que, en relación con la práctica política, no estoy en absoluto de acuerdo.
P. ¿Va usted a sacar de estas experiencias algunas consecuencias, o bien considerar otra forma bajo la que compartir sus concepciones, su teoría crítica de la sociedad, revisar su relación con la práctica? ¿Su relación con la «teoría crítica» se ha transformado a lo largo de los últimos años?
T.A. Yo no veo ninguna razón particular por la que deba revisar la «forma bajo la que compartir» mis concepciones, mi teoría crítica de la sociedad. Tal modificación vendría dictada por la adaptación a eso que hoy nos encanta llamar la comunicación. Eso significaría perjudicar y bajar el nivel y a eso me opongo. Sobre la relación entre teoría y práctica espero poder presentar pronto algunas reflexiones fundamentales, que van más allá de lo que se dice en Dialéctica negativa. Hay sin duda una evolución entre los primeros textos de la teoría crítica y estos. Espero que no hayamos llegado todavía a eso que se denominan posiciones inconmovibles. Hoy como ayer yo me identifico con la teoría crítica, sin sentir el menor deseo de alguna revisión.
[Entrevistas obtenidas del número 699 de la revista Les Temps Modernes, julio-septiembre 2018. Traducción del francés Javier Aristu]
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1.- Adorno se refiere al texto «Resignación», en GS, 10, II, op. cit., pp. 785-799. [^]