Por LUCÍA GARCÍA COBO
La convocatoria de elecciones generales para el próximo día 20 de diciembre, puede ser una fecha para volver a evaluar y, aún mejor reflexionar, sobre cuál es el papel de las mujeres en la vida social y política de nuestro país (o país de países o estado español, me cuesta porque, desde el mayor respeto de todas las ideas, no entiendo las fronteras, lo que separa; ese es otro debate aunque no tal lejos del que vamos a plantear a continuación).
La vida, con sus logros y sus tropiezos, es un continuo; no se para con el final de una legislatura y se pone en marcha con el inicio de la siguiente. Y, sin embargo, más de una vez nos da esa impresión cuando se presentan los programas electorales, con su apartado específico en el que propone reconocimientos y mejoras para las mujeres. En este punto considero imprescindible detenernos sobre el hecho quela propuesta se enmarque bajo el título, por ejemplo, medidas para la igualdad de la “mujer”. Mujer como ser generalizable y amorfo, en cuyo caso estamos ante la primera crítica a estos “esfuerzos” de la clase política que demuestran su impostura cuando intentan demostrar interés por las medidas a las que volvieron la espalda o pusieron poco entusiasmo en los años precedentes. Ni que decir tiene, que este tratamiento es parejo al hecho de la invisibilidad de las necesidades de las mujeres, como colectivo aún con grandes desigualdades en nuestra sociedad. Si la propuesta se realiza en plural, no garantiza que las propuestas sean producto del debate intenso que se merece y el trabajo posterior en los cuatro años de mandato, pero estará en mejor punto de partida para comprender la complejidad de las propuestas.
Todos los gobiernos desde 1977 han hecho gala de los avances de las mujeres en España. El listón estaba por los suelos o más allá, de modo que no era difícil mejorar la situación (al igual que en todos los derechos individuales, sociales y políticos de quienes venían de sufrir una dictadura). En definitiva, las mujeres avanzaron mucho en ese recorrido y así se reconoce. Pero no es menos cierto que su desigualdad, en términos cualitativos y cuantitativos, es demasiado grande. Cada avance ha costado más que cualquier otra medida, incluida la famosa reforma constitucional; el ejemplo más claro es la ley de interrupción del embarazo, el innombrable aborto ¿Cuántos intereses ideológicos en esos debates, por encima de los derechos de las mujeres?
Ahora cabe preguntarse, una vez más, ¿por qué? Y sobre todo ¿cómo se puede cambiar esta situación? Las preguntas nos llevan a extensos trabajos y debates muy interesantes, de los que muchas de nosotras nos consideramos deudoras. El objetivo de este primer encuentro en estas páginas no puede ser otro que servir para pensar, repensar, exponer y quien lo decida exigir en sus plataformas y organizaciones otra manera de HACER en política, no basta con estar, hay que llegar más lejos, si pensamos en cambiar radicalmente esta sociedad tan desigual.
Volviendo a retomar las preguntas anteriores y a modo de invitación para continuar con este debate, os planteo las siguientes cuestiones, que necesitan del protagonismo de las mujeres pero que también queremos agregar a esos hombres que piensan y trabajan para conseguir una sociedad más democrática, más justa, más igualitaria, más solidaria, más ecológica en sentido amplio y, al final, más vivible. Vamos en forma de guión, no excluyente de otras propuestas para seguir en este foro, que nos acerquen a saber las razones por las que eliminar (tratar de eliminar con ahínco) la desigualdad social de las mujeres se queda fuera de la agenda de nuestros gobiernos:
- La igualdad de oportunidades de mujeres y hombres y su desarrollo no puede ser un asunto declarativo, sino que cambia la concepción misma de la sociedad; en sus relaciones personales, organización social y económica, y en la forma de entender la representación política.
- La igualdad de oportunidades supone valorar el trabajo doméstico, el olvidado en las estadísticas oficiales, nacionales e internacionales, y no por casualidad porque esta valoración nos conduce al núcleo de los sistemas de acumulación de beneficios económicos.
- Las medidas contra la desigualdad solo son efectivas en un planteamiento integrador en todos los ámbitos. La transversalidad de este tipo de medidas es una premisa esencial, exige trabajar de otra forma y esto cuesta porque no sirven las rutinas conocidas, ahí está la garantía de los resultados.
- ¿Cómo demandar e interpretar la paridad en la presencia de representación política? También habría que añadir la representación social y en la esfera económica, pero siempre el debate se vuelve más vehemente en la presencia de las mujeres (y por ende de los hombres, no olvidar) en las instituciones políticas. A quienes criticaban esas medidas, decirle que deben mirar los escaños en las cámaras y los puestos en los gobiernos para comprobar que esa reivindicación y el pulso que supuso en los partidos y organizaciones de la izquierda ha servido para que todos los grupos tengan más mujeres que años atrás, también en los gobiernos. Ahora llama la atención cuando están por debajo de la paridad o cercano a esa paridad. No se pone en tela de juicio la capacidad de las mujeres (al menos públicamente, y eso es importante) y hay que explicar cuando un partido o un gobierno está lejos de contar con mujeres en su composición. La paridad es un paso necesario pero no basta para el cambio social que planteamos.
- Relacionado con el anterior punto, la presencia de más mujeres en las instituciones no ha resuelto dar mayor contenido a las políticas de igualdad. Este es el siguiente paso. Y para este paso se necesita mayor presión de las propias mujeres, definir los objetivos y entender que nuestra propuesta debe ser renovadora, esa es una más de las dificultades a las que habrá de dar respuesta (como decía el insigne investigador, para tener resultados diferentes hay que hacer cosas diferentes).
El listado de propuestas para iniciar el debate puede ser verdaderamente mucho más largo, no es alentador, pero así sucede. Más cercano, cuestiones sobre cómo desarrollar las políticas sectoriales, su voluntad integradora y, más allá, los conceptos ideológicos que han determinado la situación social de las mujeres, imprescindible para avanzar en los cambios reales de igualdad de oportunidades para, entre otras cuestiones, que desaparezca la lacra de la violencia contra las mujeres, en sus diversas manifestaciones desde la violencia doméstica y el maltrato machista a la trata de mujeres o su utilización en las guerras.
Frente al pesimismo de la razón, que nos puede asaltar si pensamos que hay mucho por hacer, que llevamos tiempo y tiempo y cuesta mucho conseguir y consolidar avances os propongo ese optimismo comprometido, con tintes de alegría que nos empuje a ser más para hacer posible otra sociedad. A veces pienso que nos da tanto pudor pensar en términos positivos que nos paramos, no somos conscientes de nuestra capacidad y fuerza para cambiar las cosas. Para empezar, esta es mi propuesta. Seguro que nos iremos conociendo más, saber quien está al otro lado de la pantalla. Este proceso de aprendizaje solo nos puede traer cosas buenas. Nos vemos, bueno nos leemos. Con mis mejores deseos, disfrutar del camino.