Por PAOLA LO CASCIO
¿Cómo valora la situación actual de la izquierda política y social en Europa?
La primera cuestión que hay que dirimir es qué entendemos si hablamos de izquierda política y social. En este sentido creo que hay que ensanchar más que buscar elementos de pureza. A nivel político se han de considerar las opciones que van desde la socialdemocracia hasta las ambientalistas, así como, evidentemente, las que se sitúan en la izquierda alternativa. Y desde un punto de vista de la izquierda social hay que poner ciertamente en el centro los sindicatos de clase pero contar con las muchas expresiones de los movimientos sociales, por la vivienda, las pensiones, los servicios públicos, los que abogan por la democratización de la circulación cultural en la red, los movimientos ecologistas, de los derechos civiles, antirracistas y para los derechos de los migrantes y sobre todo, el movimiento feminista, que ha demostrado ser en la última década un motor de una potencia increíble.
Esto es así no porque haya que reunir sin criterio en un totum revolutum todas las fuerzas disponibles en una dinámica defensiva, sino porque hay que hacer una nueva síntesis que permita superar algunas dicotomías que empiezan a ser un obstáculo serio para plantear proyectos de transformación inclusivos y efectivos, que sólo se pueden amasar a partir de sujetos que representan a sectores diferentes. Doy sólo algunos ejemplos. No hay duda de que una de las dicotomías importantes es la que se construye en torno a la escala de resolución de problemas. En este sentido, si no hay dudas de que la única escala posible es la europea, también es cierto que hay muchas resistencias en abandonar la idea de la viabilidad del marco del estado nación. En este sentido será fundamental una nueva alianza que intente superar las miradas más tradicionales y las visiones más cosmopolitas. O, por otra parte, habrá que intentar si no suturar, como mínimo acercar, las experiencias de las izquierdas de los países del centro y del norte de Europa con las del sur. De la misma manera que será preciso hilvanar un relato de cohesión territorial en un momento en el cual las ciudades parecen ya asentadas como motores económicos y unos entornos no metropolitanos que sufren el miedo -justificado-, de quedarse regazados. Por otra parte, también habrá que construir a partir de un diálogo entre generaciones, en donde hay una polarización bastante clara entre cohortes de edad más avanzadas y sectores de la población más jóvenes, así como en unas prácticas de movilización social que quedan fuera de las organizaciones clásicas de los trabajadores (aunque los datos del impacto de la pandemia tienden a explicar que cada vez menos). Por otra parte, no hay dudas que también los debates dentro del feminismo y en torno al reconocimiento de las identidades llevan contraposiciones que muchas veces se entrecruzan con algunas de las dicotomías anteriores y que también atraviesan a las izquierdas políticas y sociales.
Desde un punto de vista de la izquierda social hay que poner ciertamente en el centro los sindicatos de clase pero contar con las muchas expresiones de los movimientos sociales (…) En este sentido será fundamental una nueva alianza que intente superar las miradas más tradicionales y las visiones más cosmopolitas
Con todo ello, se quiere decir que ahora mismo el conjunto de las izquierdas en Europa tiene delante algunos debates sobre los que hay que trabajar. No en la óptica de llegar a consensos tan descafeinados que desdibujen cualquier programa, pero tampoco en la óptica de fortificar actores y posiciones. En este sentido, creo que lo más importante será el método del debate, dentro las fuerzas políticas y sociales y también entre ellas. Probablemente haya que aplicar aprendizajes procedentes de muchos espacios diversos, en los cuales lo más importante es en primer lugar la selección de los objetivos y, en segundo lugar, unos buenos mecanismos de cooperación y la disposición a la federación de competencias y al aprendizaje de los otros.
Por otra parte, y para responder concretamente a la pregunta, con respecto a los últimos años, las condiciones de partida de estos debates y de las posibilidades de las izquierdas políticas y sociales de hilvanar propuestas parecen en cierta manera haber mejorado. La crítica a las doctrinas neoliberales, que hace ya muchos años en las reuniones científicas de economistas se hace sin piedad, ha llegado ahora al debate público, con la experiencia de las consecuencias de las políticas de austeridad que se aplicaron después de la crisis de 2008 y ahora con una pandemia en la cual se hizo evidente que sin la contribución de los trabajadores y sin la garantía de servicios públicos de calidad, la situación hubiera sido mucho peor. En este sentido -y es obviamente arriesgado hacer previsiones-, parece que se ha fraguado un clima de sentido común más favorable, que las izquierdas políticas y sociales en su conjunto, con humildad, pero también con determinación, están llamadas a vertebrar.
Desde su punto de vista, ¿cuál debería ser el Plan de Acción de la(s) izquierda(s) europea(s) si pretende que su proyecto emancipatorio alcance la hegemonía?
Más que de un plan de acción, en mi juicio se tienen que identificar ámbitos prioritarios, tanto en términos organizativos como programáticos.
Por lo que se refiere a los primeros, el fortalecimiento de las relaciones entre organizaciones a nivel europeo parece prioritario. En términos sindicales está muy desarrollado a través de la CES, en términos de movimientos sociales también hay redes de alcance continental y global. En términos de partidos políticos, sería deseable una colaboración más estrecha entre los grupos socialdemócrata, verde y de la izquierda europea. Se han hecho iniciativas en este sentido, pero se debería insistir más. Entre otras razones porque las votaciones en el parlamento europeo han evidenciado que con respeto a los debates que antes se citaban las divisiones y los pareceres contrastados no siempre se corresponden con los grupos políticos. En este sentido sería muy deseable que hubiera más espacios de debate transversal, porque se recogerían y se integrarían perspectivas diversas que van más allá de las simples divisiones partidistas.
Por lo que se refiere a los ámbitos programáticos hay diferentes cuestiones que me parecen prioritarias.
La primera es el fortalecimiento de las instancias políticas de la Unión Europea -y concretamente de su Parlamento-, en la medida en que si aceptamos la realidad de que los desafíos de nuestros tiempos sobrepasan las estructuras de los estados nación (sólo hace falta pensar en la pandemia, pero también en la cuestión energética, la reindustrialización, la crisis demográfica…) la cuestión central es dotar a la ciudadanía europea de instrumentos para intervenir que tengan una dimensión y una efectividad adecuada. La alternativa es que ese espacio de gobierno de la realidad se deje a instancias, cómo las grandes corporaciones, que no tienen ninguna relación democrática con la ciudadanía.
El fortalecimiento de las relaciones entre organizaciones a nivel europeo parece prioritario. En términos sindicales está muy desarrollado a través de la CES, en términos de movimientos sociales también hay redes de alcance continental y global. En términos de partidos políticos, sería deseable una colaboración más estrecha entre los grupos socialdemócrata, verde y de la izquierda europea
Claramente vinculado al primer punto hay la segunda cuestión fundamental, que es la cuestión fiscal. Las transformaciones que el conjunto de la Unión Europea está llamado a acometer en términos de transición ecológica y restructuración de los sectores productivos tendrán coste. Todos los grandes cambios de paradigma productivo a lo largo de la historia han comportado facturas. Y en este caso -a pesar del negacionismo climático o de ciertos retratos edulcorados-, en este caso no va a ser diferente. Así las cosas, el debate central será en torno a quién y cómo pagará la factura de este cambio. Y aquí las izquierdas políticas y sociales tienen que poder trabajar en dos direcciones. La primera es una armonización fiscal que impida dumping y competencia desleal entre los diferentes países. Y, en segundo lugar, en una propuesta fiscal ambiciosa de carácter global, basada -como no puede ser de otra manera-, en una fuerte progresividad.
El tercer ámbito va relacionado con las transformaciones económicas y productivas y al papel que jugarán en ellas las fuerzas del trabajo. En parte, ya se ha comenzado a ver con las llamadas economías de plataformas, pero eso parece ser sólo el inicio. En este sentido, habrá que dibujar unas líneas de intervención que permitan dotar a los trabajadores y a sus representantes de instrumentos para que puedan participar activamente en el control y la gestión de las nuevas herramientas. En parte es lo que se ha empezado a hacer, aquí en España con la llamada Ley Rider.
El cuarto ámbito prioritario tiene que ver con las migraciones. Es un tema complicado porque las derechas construyen su consenso electoral a partir del rechazo y de la criminalización de los migrantes, pero se trata de una cuestión urgente y con respecto a la cual no puede haber medias tintas. No tanto o no sólo por una cuestión moral o de respeto de derechos humanos –que, obviamente, también-, sino política. Destruir la idea y la práctica de la Europa-fortaleza, mancomunar las políticas migratorias en sentido de apertura y dotación de derechos es un deber y una oportunidad y las izquierdas políticas y sociales han de apostar por ello.
Finalmente, el último ámbito prioritario que parece ineludible es el de la lucha contra una extrema derecha que crece en toda Europa, alimentándose de la desorientación y la incerteza de sectores amplios de la población delante de los cambios. A ello hay que oponer políticas de protección y de fortalecimiento de los servicios públicos, así como de estimulación de la ocupación ya que son la herramienta fundamental para atacar de raíz las causas de crecimiento de estas opciones políticas corrosivas para la democracia. Sin embargo, hay que actuar también rápidamente a través de acuerdos que orillen su margen de maniobra, teniendo como objetivo evitar que las derechas democráticas se vean tentadas de colaborar con ellas o, aún peor, adopten su agenda política.
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Paola Lo Cascio. Profesora de Historia Contemporánea en la Universitat de Barcelona. Entre sus publicaciones Nacionalisme i autogovern, Catarroja, Afers, 2008; La Guerra Civile Spagnola. Una Storia del Novecento, Roma, Carocci, 2013.