Por MANUEL ZAGUIRRE
Tengo la impresión, tal vez errónea dada mi lejanía de la cocina sindical desde hace ya casi una década, que el ejercicio del derecho de huelga con carácter progresivo y mirando globalmente hacia adelante, lleva tiempo en horas bajas, entre nosotros y en la mayor parte de los países centrales donde ello es democráticamente posible (en países centrales como Rusia o China, por ejemplo, ese ejercicio es un exotismo bien por lo restrictivo o totalmente prohibido dicho derecho). Se hacen huelgas, faltaría más, de alcances y efectos muy limitados en los países de capitalismo avanzado y en proceso permanente de mutación tecnológica.
La huelga en origen: Para sobrevivir a la explotación
Por un sentimiento espontáneo de autodefensa frente a la desesperación, en el origen de la clase trabajadora prehistórica, hace más o menos siglo y medio, la huelga fue el modo genuino de encontrar fuerza y valor suficiente por parte de los trabajadores para sobrevivir y aliviar la carga de la explotación, las jornadas agotadoras, el trabajo de los niños, la pobreza y el hambre por efecto de salarios de esa medida, la muerte en suma de los más débiles, mujeres, niños, ancianos, por confluencia de todos los factores anteriores. Con las huelgas y las luchas nace y toma forma otra dimensión humana y material consubstancial a la conciencia de clase: la solidaridad y las asociaciones primitivas de apoyo y socorro mutuo, gérmenes de los sindicatos y el mutualismo obrero. Con la huelga empezó todo.
Conviene saber, y no olvidar quien lo sepa, que en origen la acumulación capitalista fue el resultado de una apropiación casi genocida del valor del Trabajo de una clase trabajadora, proletariado en la terminología de la época, analfabeta, desorganizada y sin conciencia de sí misma y de su potencialidad histórica. A esa apropiación y al expolio colonial debe el capitalismo su origen y extensión.
En el origen de la clase trabajadora prehistórica, hace más o menos siglo y medio, la huelga fue el modo genuino de encontrar fuerza y valor suficiente por parte de los trabajadores para sobrevivir y aliviar la carga de la explotación
La huelga fue la respuesta instintiva a un capitalismo que, privado de la explotación del trabajo interrumpido, podía colapsar en el nivel empresarial, local, sectorial, o más amplio incluso. De hecho, a finales del XIX y principios del XX, los grandes momentos fundacionales de la conciencia y la organización obrera están motivadas y asociadas a estallidos huelguísticos forzosamente insurreccionales y heroicos, saldados con sangre la mayoría de las veces: Chicago, las plantaciones del sur, Sonora o Hidalgo, los cafetales vallenatos, el cobre chileno, los obreros colonos patagónicos, los telares norteamericanos, belgas o británicos, la siderurgia y la minería alemana y asturiana, La Canadiense …
La huelga va evolucionando, según evolucionaba la conciencia y la organización estable de los trabajadores, de posiciones defensivas ante la explotación salvaje, a posiciones más ofensivas hacia la conquista de derechos básicos sin los cuales la huelga y el derecho a ejercerla sin riesgo de represión o muerte deviene inviable o corre con los riesgos y costes del heroísmo. Me refiero a los derechos de reunión, asociación y organización, sufragio libre, educación, seguridad en el trabajo, la salud, la vida, la vejez … Y no fue fácil ni gratis. Ya entrado el siglo XX, todavía morían en la horca o frente al pelotón o por garrote vil militantes de las asociaciones obreras o pre-sindicatos, por luchar con la huelga por el logro y ejercicio libre de esos derechos.
De La Canadiense a la IIª Guerra
Las formas de producción industrial masiva -el fordismo- con el inicio del siglo XX, facilitan la huelga y el derecho a ejercerla sin riesgo de represión o muerte. Ya entrado el siglo XX, las grandes concentraciones obreras y con ellas la seguridad de la fuerza que da la unión, la solidaridad y las reivindicaciones comunes refuerzan el rol del Trabajo y de los trabajadores en el proceso productivo. Ello impulsa el nacimiento y crecimiento de grandes organizaciones en los países centrales y en el plano internacional y prestigia la huelga como el instrumento más eficaz para el logro de reivindicaciones próximas y locales, pero también de grandes conquistas sociales y laborales en el plano global nacional. El impulso pacifista y progresista tras el horror de la 1ª Guerra favorece un contexto en el que las grandes luchas y movimientos huelguísticos cosechan importantes resultados. Hasta que el ascenso del nazismo y el fascismo devuelven a Europa y al mundo al horror de la guerra, la destrucción y la muerte.
Las formas de producción industrial masiva -el fordismo- con el inicio del siglo XX, facilitan la huelga y el derecho a ejercerla sin riesgo de represión o muerte
Tras la 2ª Guerra, en los países centrales capitalistas, los imperativos de la reconstrucción y el miedo al fantasma del comunismo dieron grandes márgenes de lucha y de organización sindical a las clases trabajadoras. Es en ese periodo que se va configurando y perfeccionando el llamado “Estado del bienestar” o “Estado Social” como yo prefiero llamarlo. Como solía decir un amigo mío, comunista él y con el tiempo bastante menos, “el marxismo donde ganó batallas de verdad fue en los grandes países capitalistas; en los países del llamado “socialismo real” las perdió todas …
La huelga en España para salir del atraso.
España es históricamente un país de los más atrasados de Europa. El poder omnímodo de las castas terratenientes reaccionarias, con el apoyo incondicional de la Iglesia y de un Ejército especializado en la represión de los levantamientos obreros y populares y anticoloniales, que jamás encaró la defensa de la nación por agresión exterior alguna, condenaron a nuestro país a la injusticia y la explotación estructurales, el analfabetismo, el hambre, en el campo como sector central y en la incipiente industria. El mapa se corresponde con las patrias de los grandes latifundios, Andalucía y Extremadura, y las regiones de tardía e incipiente industrialización: Catalunya, Asturias, Vizcaya, Madrid … Aquí se llegó tarde a casi todo en los dos últimos siglos: a la revolución industrial, a la burguesa y democrática, a la participación mínima de la clases obreras y populares en la riqueza nacional para cuya producción eran decisivas. Eso explica el bucle siniestro entre explotación y condiciones indignas de trabajo y de vida y la radicalidad extrema de las luchas y las huelgas y represión y muerte como respuesta … y vuelta a empezar.
Y, a su vez, ese bucle siniestro determina la impronta radical y extrema de las organizaciones obreras más importantes: marxista en el caso de la UGT/PSOE, y anarquista sin paliativos en el caso de la CNT/FAI.
Aquí [en España] se llegó tarde a casi todo en los dos últimos siglos: a la revolución industrial, a la burguesa y democrática, a la participación mínima de la clases obreras y populares en la riqueza nacional para cuya producción eran decisivas. Eso explica el bucle siniestro entre explotación y condiciones indignas de trabajo y de vida y la radicalidad extrema de las luchas y las huelgas
No fue ni una casualidad, ni bendición ni maldición alguna, que el anarquismo tuviera en España, en Catalunya en especial por su configuración industrial y agrícola a la vez, la mayor implantación y fuerza de toda Europa. Sino una consecuencia lógica de esas condiciones extremas y el sufrimiento de unas gentes que abrazaban el maximalismo revolucionario y formas de lucha y de huelga que incluían la violencia y el terrorismo, incluso, como respuestas legítimas del proletariado explotado y sometido. Aún es posible escuchar a García Oliver en un mitin en La Monumental de Barcelona proclamar “nosotros somos los terroristas de la clase obrera” para referirse a los líderes de la FAI y de los sectores más extremistas de la CNT. Corría el primer tercio del siglo XX.
Por la misma razón, pero a la inversa, y dada la complicidad sin matices de la Iglesia con los poderes reaccionarios, la Doctrina Social de ésta y el sindicalismo cristiano tuvo una presencia irrelevante en los grandes núcleos obreros y campesinos de España.
Esa bipolarización, política y sindical, de las organizaciones obreras españolas en sus estrategias de lucha, de uso de la huelga, de programas máximos y mínimos, etc., no fue siempre para bien, ni mucho menos. El periodo de la IIª República, 1931-1936, y cómo comportarse en ella en función de armonizar los desarrollos democráticos imprescindibles, con la urgencia de las reivindicaciones inmediatas en los latifundios y en las fábricas, y el enfoque político-militar de la guerra contra el fascismo, 1936-1939, marcan los peores desencuentros y enfrentamientos de esa bipolarización, cuyas consecuencias se alargaron en la postguerra y hasta finales de los 50 en los que irrumpen en escena histórica nuevas organizaciones nacidas de las nuevas generaciones obreras, con nuevos enfoques y estrategias y tácticas de lucha contra el franquismo como muleta implacable de un capitalismo que fundaba su acumulación y expansión en la dictadura y el sometimiento de unas clases obreras y populares que se batían entre el miedo, la brega diaria para comer y sobrevivir y evitar la emigración forzosa y la rebeldía generacional de jóvenes trabajadores urbanos que no sufrieron el trauma de la guerra y la derrota con la misma intensidad que sus padres y abuelos o que, simplemente, aspiraban a un país y a una sociedad próspera y libre sin facturas pendientes con el pasado. Es obvio que estoy pensando en la USO como nueva organización obrera nacida tras la guerra y las primeras Comisiones Obreras, que el Partido Comunista de España, PCE, veía con recelo más que con apetencia.
En el largo periodo de la dictadura franquista, 1939-1975, la huelga estaba rigurosamente prohibida y perseguidos y condenados quienes la impulsaran o participaran de ellas; era “delito de lesa patria”, cuyo ejercicio podía ser juzgado en la jurisdicción militar; así mismo, empresas estratégicas como los ferrocarriles, metro urbano o aviación comercial, podían ser militarizadas -RENFE lo fue en dos ocasiones- y sus trabajadores sometidos a la disciplina y jerarquía y castigos propios de los cuarteles, para cortar cualquier intento de conflictividad o huelga.
En el largo periodo de la dictadura franquista, 1939-1975, la huelga estaba rigurosamente prohibida y perseguidos y condenados quienes la impulsaran o participaran de ellas
A pesar de ello, y era mucho pesar, las clases obreras y populares no renunciaron jamás a gritarle al franquismo que las vencieron, pero ni las convencieron ni las exterminaron. Y desde muy pronto, la lucha y la resistencia más relevante contra la dictadura fueron movimientos huelguísticos como peldaños heroicos de lucha para escalar mejores condiciones salariales y laborales, espacios de libertad cotidiana en los centros de trabajo, condena de la falta de libertades, exigencia de democracia y homologación socioeconómica con Europa a la que el franquismo aspiraba por la puerta de atrás y aquella Comunidad Europea rechazaba por ser España una dictadura pero al mismo tiempo, hipócritamente, invertían y hacían espléndidos negocios trayendo aquí sus empresas al calor de la falta de libertades que aseguraban rendimientos y beneficios fabulosos. Aquella actitud hipócrita de Europa suponía todas las ventajas para las empresas y las inversiones europeas y para la dictadura franquista que se veía reconocida y todas las desventajas para los trabajadores y los pueblos de España que debían seguir privados de sus libertades sindicales, la huelga entre ellas, y de la democracia en su conjunto.
Algunos de los peldaños para escalar el progreso y la libertad frente a la dictadura en forma de huelgas históricas fueron:
Los metalúrgicos vizcaínos a finales de los 40 …
Las huelgas de los tranvías de Barcelona de 1951 y 1955 …
Los jornaleros andaluces a finales de los 50 …
La minería asturiana al inicio de los 60 …
La más larga -6 meses duró- y tal vez más heroica de cuantas hubo en la dictadura: La huelga de los trabajadores de Laminación de Bandas en Frío en Echévarri, junto a Bilbao. Ésta, como las anteriores y todas las grandes huelgas se saldaban con violentas represiones y, en algunos casos, con sangre derramada de huelguistas.
Los ferroviarios madrileños …
La de los trabajadores de Blansol, Camy, Olivetti … en Barcelona.
Las de la construcción en Granada, con sangre obrera derramada, Murcia, Almería …
La de la SEAT, al arranque de los 70, con sangre obrera derramada.
Los movimientos huelguísticos generalizados en los sectores de astilleros y del metal en Guipúzcoa y Vizcaya.
La de los trabajadores de astilleros en Ferrol, en febrero del 72, con sangre obrera derramada.
Las de los trabajadores bancarios en distintos sitios de España.
Las de las trabajadoras y trabajadores textiles en Catalunya y el País Valenciano.
Los movimientos huelguísticos en los grandes centros industriales de España, tras la muerte de Franco, para exigir la democracia, las libertades, la amnistía general y la laboral, los Estatutos de Autonomía … y para ensanchar los límites del primer proyecto de transición de la dictadura a la “democracia”.
El movimiento huelguístico de Vitoria, 1976, saldado con sangre y muerte obrera en desgraciada abundancia.
La huelga en la Democracia.
Cuando reconquistamos la Democracia y la Libertad Sindical, 1977, el paisaje de la huelga en España era extenso, disperso, desordenado, pero basado en la convicción general de los núcleos obreros más combativos de que con la huelga y la lucha el protagonismo de la clase trabajadora y el sindicalismo serían centrales en la democracia. Los “Pactos de La Moncloa”, octubre 1977, nos disuadieron tempranamente de que eso no iba a ser exactamente así, ni mucho menos.
El derecho de huelga, aún en fase previa a la Constitución de 1978, fue ordenado a efectos procesales y administrativos a la espera de ser sancionado como derecho fundamental en el texto constitucional inminente.
Se hacían muchas huelgas reivindicativas puntuales, con todo tipo de duración y extensión. Lo normal era conocer la convocatoria; el seguimiento, resultados, evaluación, etc., quedaba puertas adentro de los huelguistas. Había un problema estructural de difícil solución: Una huelga local o sectorial lo era normalmente por una diferencia salarial en el convenio; el descuento del tiempo de huelga casi siempre era igual o superior al aumento salarial reivindicado. El ejercicio del derecho de huelga perdía así prestigio en un escenario abierto y democrático en el que eran protagonistas no sólo los activistas concienciados y experimentados, sino toda la población trabajadora.
Cuando reconquistamos la Democracia y la Libertad Sindical, 1977, el paisaje de la huelga en España era extenso, disperso, desordenado, pero basado en la convicción general de los núcleos obreros más combativos de que con la huelga y la lucha el protagonismo de la clase trabajadora y el sindicalismo serían centrales en la democracia
Tras el referéndum constitucional de diciembre 1978, en la USO fijamos nuestra posición estratégica ante el Derecho de Huelga ya con mayúscula constitucional:
- Rechazo a toda forma de “regulación” de dicho derecho como pretendía el mundo empresarial, las derechas y algunos sectores de la izquierda. El instinto nos decía que la supuesta “regulación” era un eufemismo para disimular la intención de limitar y recortar dicho derecho fundamental y provocar debilitamiento en la capacidad reivindicativa y contractual del trabajo. Proponíamos mecanismos de autoregulación por parte de los sindicatos y, en su caso, acuerdos puntuales con la patronal y el Gobierno en determinados sectores y situaciones en el caso de huelgas en sectores de fuerte impacto social a terceros. Andado el tiempo, implantaron e impusieron decretos de servicios mínimos abusivos para abortar las huelgas en los llamados “servicios esenciales” … Y hasta hoy.
- Con el fin de ordenar y optimizar los resultados del ejercicio del derecho de huelga, en la USO lanzamos, al inicio de los 80, la Caja de Resistencia y Solidaridad (CRS), con una premisa estratégica: HACER MENOS HUELGAS DISPERSAS, CONCENTRARLAS, PERO QUE SEAN DE VERDAD Y PROCURANDO GANARLAS TODAS ASEGURANDO A CADA HUELGUISTA -AFILIADO A LA USO- UNA PARTE DE SU SALARIO MIENTRAS DURE LA HUELGA. La CRS era para resistir y era solidaria porque se nutría de una parte de la cuota de todos los afiliados y afiliadas y eran beneficiaros de ella los afiliados que debían hacer huelga para ganarla, en base al principio clasista de que una huelga ganada es positiva, directa o indirectamente, para el conjunto de la población trabajadora … Han pasado 40 años y, como la Puerta de Alcalá, ahí está, ahí está, la CRS de la USO. Y debe tener un saldo de categoría porque hace mucho tiempo que en España se hacen menos huelgas en democracia que las que hacíamos en y contra la dictadura.
El futuro incierto de la huelga, del trabajo, de la vida …
Ese desfonde del derecho de huelga, y su inevitable efecto global sobre el valor del Trabajo, con deliberada mayúscula, tiene que ver, a mi juicio, más que probablemente erróneo, con la irrupción del desempleo estructural masivo coincidiendo con la restauración democrática, de la eventualidad y la precariedad del llamado “mercado de trabajo” -qué horror de concepto-, la regresión salarial que arranca en los Pactos de La Moncloa, la descentralización, externalización y subcontratación productiva, la individualización de las relaciones de trabajo y del “capital humano” -otro concepto horrible-, la implantación y extensión salvaje de nuevas tecnologías digitales y robóticas, sin marco alguno de diálogo y compromiso histórico para armonizar su indudable utilidad con los imperativos sociales de Trabajo decente, salud, educación, vivienda, en un mundo en el que apenas unas decenas de poderosos, ajenos a las urnas, acumulan y derrochan fortunas superiores a la renta disponible de más de la mitad de la Humanidad, etc…
Todos los factores anteriores, han debilitado y buscan arrumbar el peso y el valor del Trabajo en España, en los países centrales y en los periféricos e inutilizar su capacidad de ejercer con eficacia el derecho de huelga.
Abundando en lo anterior, y tal vez por mi lejanía ya de la cocina sindical nacional e internacional, me asombra sin límite ver como este capitalismo global, sin resistencia apenas, hace fosfatina la fuerza del Trabajo a base de disolver su concentración y unión. El sueño de más de un siglo, vencer y desarmar el Trabajo, lo están haciendo gratis y fácil con la coartada de los desarrollos tecnológicos. El teletrabajo, la conciliación, la flexibilidad a la carta individual en empresas que se pintan como mini paraísos para el goce y realización del “capital humano” … uno por uno, eso sí. Tal vez estos fenómenos tengan una cara positiva, pero lo que es indiscutible es que tienen una cruz pesada que es la disolución de la fuerza y la unión de la clase trabajadora, fundamento del protagonismo y la centralidad del Trabajo.
Lamento mi escepticismo ante el futuro al cierre de este artículo. Sin duda es a causa de mi ignorancia y ausencia de ideas a aportar. Pero, qué quieren que les diga, un capitalismo que produce capital sin límite por mecanismos especulativos, ajenos las más de las veces al imperativo de producir bienes y servicios y a la necesidad vital de prever las demandas sociales de nuestras sociedades asumiendo para ello fiscalidades justas y solidarias a niveles nacionales y globales … Un capitalismo que como un caballo loco y sin jinete patea el planeta en un bucle infinito de producción, consumo, destrucción por obsolescencia programada, y vuelta a empezar hasta el colapso … Un capitalismo que pretende, en excluyente alianza con la tecnología, que la vida, el trabajo, la cultura, la inteligencia humana, tengan la “lógica” de la velocidad de la luz … Un capitalismo que le dice a todo lo que es humano, “adáptense, sométanse, o échense a la cuneta, porque el progreso tecnológico es imparable, indiscutible, innegociable, y las víctimas sociales colaterales no son nuestro problema” … Un capitalismo que, ante la probabilidad de estallidos históricos a causa de esos “efectos colaterales” amaga y amenaza con ciscarse en la democracia liberal y los derechos humanos, en tanto que obstáculos fastidiosos para el progreso tecnológico enloquecido y a la velocidad de la luz … No otra cosa son los Trump, los Putin, los Bolsonaro, los Xi Jinping, y los epígonos neofascistas que pululan por todas partes al amparo de la desmemoria de nuestras sociedades y la ignorancia provocada de las generaciones jóvenes.
Qué quieren que les diga, un capitalismo así no me inspira confianza porque no creo que augure nada bueno a medio y largo plazo.
Una ideología, la mía, y la de tantos, espero, que afirma la primacía y centralidad del Trabajo humano por encima de la tecnología y el capital, importantes instrumentos que deben servir al logro y calidad del primero
Cierro con una anécdota, más bien un conjunto de ellas, que resumiría la esencia de este largo texto. En diciembre de 2018, intervine en un evento sobre el futuro del trabajo. Yo abrí con una ponencia y cerró la recién nombrada ministra de trabajo del gobierno federal de México, Luisa María Alcalde Luján. El título del evento era “El trabajo ante los desarrollos robóticos y digitales”. Yo arranqué planteando que como el orden de los factores no altera el producto, mi intervención versaría sobre “El futuro de los desarrollos robóticos y digitales ante el Trabajo”. Nada más enunciarlo ya hubo algún murmullo. El público era en gran medida cuadros sindicales, políticos, empresariales, del mundo académico y así. En mi intervención, de pie, desgrané esta idea: primero el Trabajo humano y luego, a su servicio la tecnología y los capitales …
En el coloquio llegué a escuchar la palabra histriónico en relación con mi enfoque. Lo que más me entristeció fue una intervención, casualmente del mundo sindical, que vino a reprochar que aquello era un planteamiento meramente ideológico. Cortésmente apelé a mi derecho a tener una ideología y expresarla, tras casi 60 años al lado del Trabajo, de la gente trabajadora y empobrecida en todas partes, no sólo en España o en Europa. Una ideología, la mía, y la de tantos, espero, que afirma la primacía y centralidad del Trabajo humano por encima de la tecnología y el capital, importantes instrumentos que deben servir al logro y calidad del primero y no al revés como viene sucediendo.
Ante la insistencia, acabé irritándome y proclamando que ideológico y estéril, es promover debates sobre la robótica a la que debe supeditarse el trabajo, en un país como México o un continente como América Latina en el que el 70% largo de la población malvive en la economía informal, sin contrato, ni salario, ni cobertura social alguna, y en el que apenas el 30%, siendo generoso, tiene algún tipo de cobertura pública en materia de seguridad social, salud, desempleo o pensiones de jubilación … En estos escenarios los debates sobre la robótica y la digitalización son divertimentos inútiles y un poco snobs, como si fuéramos Singapur, Japón o Alemania … Obviamente, el paisaje social y humano de América Latina es transmutable a África y a regiones de EuroAsia.
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Manuel Zaguirre. Secretario General de la USO de Catalunya de 1969 a 1972. Secretario general y presidente de la USO de España de 1977 a 2010. Presidente y director de SOTERMUN de 1994 a 2012. Ha ejercido responsabilidades dirigentes en la CMT y CSI mundiales y la CES europea, así como en las fundaciones solidarias de éstas.