Por SELINA TODD
La clase es una relación definida por el poder desigual, más que un modo de vida o una cultura que no cambia. No puede haber una clase obrera «ideal» o «tradicional». En su lugar hay individuos que son empujados a reunirse bajo circunstancias y experiencias compartidas. Son sus historias las que se plantea narrar El pueblo.
Este libro comienza en 1910 y acaba en 2010. Entre estas fechas, la clase obrera experimentó una transformación social y política masiva. En 1910 sus integrantes tenían pocos derechos y oportunidades. Dependían de sí mismos y de sus familias, en una era de escasas prestaciones sociales y alto desempleo. Hasta la década de 1940, la historia de la clase obrera fue principalmente la historia del pueblo luchando por la regulación más básica de sus vidas laborales, a menudo infructuosamente.
Hay dos puntos de inflexión para la clase obrera en el siglo xx. El primero fue la Segunda Guerra Mundial. La acuciante necesidad de fuerza de trabajo para ganar la guerra dio a la clase obrera una nueva importancia. El pueblo se aseguró de que esto perdurara en tiempos de paz, eligiendo en 1945 a un gobierno laborista que dejó el importante legado de un Servicio Nacional de Salud, una educación gratuita, seguridad social integral y pleno empleo. Hacia 1950 los hijos e hijas de los criados eran casi exclusivamente trabajadores de fábrica o empleados, la mayor parte de ellos sindicalistas, y todos contaban con la garantía de prestaciones sociales y seguridad laboral «de la cuna a la tumba».
Mas, por importantes que fueran esos años de posguerra –que señalaron el apogeo del poder político y económico de la clase obrera–, no fueron años de igualdad. Después de 1945, sucesivos gobiernos presentaron a Gran Bretaña como una meritocracia, en la que cualquiera podía ascender a otro estatus con trabajo duro y talento. Pero sólo unos pocos podrían lograr el «éxito». Lejos de ser una «meritocracia» en la que cualquiera podía tener éxito si trabajaba duro, la Gran Bretaña de la posguerra siguió siendo una sociedad en la que la cuna importaba más que el esfuerzo.
1979 marcó un punto de inflexión; por primera vez en cuarenta años la brecha entre los más ricos y los más pobres comenzó a ampliarse rápidamente, y Gran Bretaña asistió al declive de la clase obrera como fuerza económica y política
Pero los años entre 1940 y mediados de la década de 1970 fueron un periodo de promesas y relativa prosperidad, especialmente teniendo en cuenta lo que vino después. El segundo punto de inflexión llegó en 1979, con la elección del gobierno conservador de Margaret Thatcher. Como veremos, las semillas del tipo de individualismo que ella abonó fueron plantadas mucho antes de su victoria electoral. Desde finales de la década de 1960, la situación económica internacional se volvió cada vez más incierta, especialmente después de la crisis del petróleo de 1973. Para los diversos gobiernos, tanto laboristas como conservadores, fue cada vez más difícil conciliar los intereses de los empleadores, que esperaban un aumento constante de las ganancias, con los de la clase obrera, que quería una vivienda digna, salarios adecuados y, con el paso del tiempo, cierta participación en la forma en que se dirigían sus lugares de trabajo y sus comunidades. En los años setenta, los sucesivos gobiernos se colocaron del lado de los empleadores. Sin embargo, aunque esta prehistoria del thatcherismo es importante, 1979 marcó un punto de inflexión; por primera vez en cuarenta años la brecha entre los más ricos y los más pobres comenzó a ampliarse rápidamente, y Gran Bretaña asistió al declive de la clase obrera como fuerza económica y política.
La mayoría de las personas que aparecen en este libro nunca se hicieron ricas o famosas. Hay una excepción: Viv Nicholson, cuya historia se cuenta en diversos «interludios» a lo largo del libro. En 1961, el marido de Vivian Nicholson obtuvo el mayor premio de la historia de las quinielas británicas de fútbol. Viv declaró que ahora tocaba «gastar, gastar y gastar» todo el premio; lo hizo, y acabó en bancarrota a mediados de los setenta. He incluido la historia de Viv porque es marcadamente diferente de la arquetípica narrativa de la clase obrera «tradicional» que buscaba la respetabilidad o la revolución. En este libro planteo qué puede suceder con nuestra comprensión del siglo xx si incluimos a otros grupos dentro de esta historia: criados, alumnos de escuela, votantes tories y migrantes. No es un relato romántico o triunfalista. No necesitamos que la gente de clase obrera sean héroes revolucionarios o buenos vecinos para demostrar que la desigualdad es errónea y perjudicial. Comencé este libro porque no pude encontrar la historia de esas personas de clase obrera en el relato asentado del siglo xx, y tampoco pude descubrirla en cualquiera de los mitos romantizados de la clase obrera, promovidos por políticos y académicos de izquierda o por comprometidos trabajadores sociales. Las personas sobre las que escribo no fueron indefensas víctimas de la pobreza, que necesitaban que otros hablaran por ellas. Al igual que Viv, tenían voz e ideas propias.
He llamado a estos fragmentos de la vida de Viv «interludios» para distinguirlos en forma y contenido de los capítulos más sustantivos. Se extraen de la autobiografía de Viv y de informes periodísticos, apoyados por otros testimonios personales y fuentes que vinculan la historia de Viv a los temas principales del libro1. Tejen una historia pública más amplia, que narro desde una experiencia más privada y personal, la cual muestra que la clase tiene que ver tanto con sentimientos personales como con el activismo público.
No necesitamos que la gente de clase obrera sean héroes revolucionarios o buenos vecinos para demostrar que la desigualdad es errónea y perjudicial
La vida de Viv ofrece, de forma amplificada y glamurosa, una versión de lo que le ocurrió a la clase obrera. Entre 1910 y 1945 la clase obrera se transformó, y pasó de ser los pobres a ser la gente, el pueblo. No todos querían volverse respetables, como esperaban ardientemente los investigadores sociales de clase media: muchos querían liberarse de la necesidad y de la ansiedad, y se aprovecharon de la poca seguridad o crédito financiero que tuvieron para pasar un buen rato. Anhelaban las cosas buenas de la vida, y después de la Segunda Guerra Mundial se les animó a pretenderlas. Sin embargo, incluso cuando lograron conseguir casa y vacaciones, siguieron estando en lo más bajo de la escala política y económica. La riqueza, educación y redes heredadas siguieron siendo importantes e influyentes; repentinas subidas salariales, un salario mínimo, o incluso un premio inesperado en las apuestas, no podían cerrar esta brecha. En la década de 1980, los buenos tiempos llegaron a su fin. El gobierno acusó a la gente de causar su propio regreso a la pobreza, por su avaricia o su torpeza. Pero al igual que Viv, que como pensionista afirma, desafiante, que «no se arrepiente», muchas de estas personas se niegan a rechazar su identidad de clase obrera.
He intentado escribir una historia esperanzadora. Una mayoría de británicos continúan identificándose hoy como clase obrera. En medio de una gran recesión, la mayor parte de la gente, independientemente de si se identifica como clase obrera o no, es agudamente consciente de que la economía importa: quién tiene el poder económico, y qué hace con él, marca una gran diferencia en la calidad de todas nuestras vidas. Como veremos, muchos cuestionan la idea de que los intereses individuales sean la medida suprema, que cualquiera puede prosperar con trabajo duro y esfuerzo, y que esta sociedad es la mejor posible. Aquellos que ganaron guerras, que lograron una educación superando todos los obstáculos, que lucharon por mejores derechos laborales y que trabajaron duramente para proporcionar a sus hijos el mejor comienzo posible, sólo para verles después en las colas del paro; todos ellos subrayan que la vida no siempre ha sido así, y que puede cambiar una vez más.
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1.- V. Nicholson y S. Smith, Spend, Spend, Spend (Londres, 1977). El libro se publicó para aprovechar la publicidad que rodeó al estreno de la obra del mismo nombre de Jack Rosenthal, que dramatizaba la vida de Viv. No proporciono las páginas de referencia del libro, pero aporto todas las referencias al resto de fuentes citadas en los interludios. La información extraída de la autobiografía ha sido cotejada con otras fuentes, incluyendo las entrevistas de prensa a Viv y su familia, y los registros de vivienda y educación de Castleford. [^]