Por RICARD BELLERA
IBEX 35. Una historia herética del poder en España, de Rubén Juste (Capitan Swing, 2017)
La victoria moral de Jeremy Corbyn en las elecciones del Reino Unido celebradas el pasado 8 de junio parece evidente. La sorprendente recuperación en la expectativa de voto, y el resultado, con poco más de 750.000 votos de diferencia entre el partido laborista y los tories de Theresa May, ponen de manifiesto el apoyo creciente, especialmente entre los jóvenes, a un modelo de socialdemocracia que renuncia a la tercera vía y promete volver a sus esencias ideológicas. El programa de Corbyn, encabezado por el lema: “Para los muchos, no para los pocos” (For the many not the few) parece explícito en este sentido, especialmente cuando denuncia que muchos bienes y servicios de primera necesidad han sido retirados del control democrático y público a través de su privatización. El consiguiente aumento de precios y la reducción de la calidad del servicio es razón suficiente para que el laborismo de Corbyn planteara en su campaña la renacionalización de empresas en sectores estratégicos como el ferrocarril, la energía, el agua o el servicio de correos.
No cuesta mucho imaginar lo que habría supuesto en nuestro país un programa de características parecidas, si este hubiera sido planteado por el principal partido de la oposición. De hecho, y a pesar de quienes quieren ver en Pedro Sánchez, por su apoyo en las bases y por su enfrentamiento con la burocracia del partido, a un Corbyn español, es muy improbable que este quisiera presentar un programa similar, so pena de ser sometido, previsiblemente, a un impenitente acoso y derribo por bolivariano y bolchevique. Entender por qué y cómo siguen mandando en la política y en la opinión pública españolas algunas vacas sagradas, es uno de los propósitos del libro del sociólogo Rubén Juste “IBEX 35. Una historia herética del poder en España”. Se ofrece este como una guía útil y de intensa lectura, para entender la historia reciente y no tan reciente de la concentración económica en nuestro país, y para poder situar las claves y el cambio de paradigma al que nos enfrentamos hoy, y que ha de marcar nuestro futuro inmediato.
Una guía útil y de intensa lectura, para entender la historia reciente y no tan reciente de la concentración económica en nuestro país, y para poder situar las claves y el cambio de paradigma al que nos enfrentamos hoy
Aunque como recuerda Juste, la cosa va menos de vacas sagradas que de otro animal al que se asocia una simbología mucho más subversiva. IBEX remite, en inglés, a una cabra salvaje de largos cuernos curvados, propia de Eurasia y África, y cuya imagen ha sido asociada siempre a rituales de minorías que conspiraban contra una mayoría. El libro desarrolla precisamente esta idea de ‘minoría dominante’ en tres planos diferentes: analizando sus orígenes, con la creación del índice bursátil, en 1992, a través de su historia de dominación, y, finalmente, señalando el encaje institucional, político y económico que le ha permitido a esta minoría perpetuarse en el poder a lo largo de los últimos 25 años, con independencia del color que vistieran los distintos gobiernos. Empieza la crónica con el glamur del 5º centenario y con la puesta de largo de la España postindustrial, que se presenta al mundo en la Expo de Sevilla y en las Olimpiadas de Barcelona. El pragmatismo liberal que se anunciara en el programa de gobierno presentado en el XXIX congreso del PSOE, en 1981, había supuesto una apuesta por una mayor desregulación, una economía globalizada y la cesión del liderazgo a la iniciativa privada. De 1983 a 1996 se llevaron a cabo una media anual de 7,4 privatizaciones de grandes empresas como Seat, Pegaso, Marsans, CEPSA o la Maquinista Terrestre y Marítima. El arquitecto de esta operación, que movía los hilos desde el ministerio de Industria, (1982-1985) y posteriormente de Economía (1983-1993), era ‘el muñidor del PSOE’, Carlos Solchaga. El sector industrial se redujo, de 1980 a 1994, en 6,4 puntos del PIB, en un proceso que se resumía en aquel entonces en el dicho “El Estado lo crea y el IBEX se lo lleva”. La privatización sería sin embargo paulatina, reservándose el gobierno una parte del capital con tal de asegurarse el control en la gestión. En 1991, de los 486 consejeros del IBEX, 138 proceden de la alta administración del estado, el 28% del total. La capitalización de las seis empresas públicas que cotizan en el índice de referencia de la economía española (FECSA, Repsol, Telefónica, Sevillana, Tabacalera y Endesa) supone en ese momento casi el 40% de su capitalización.
La co-gestión que introduce Solchaga tiene poco que ver con una dirección compartida entre trabajadores y propietarios. Su fundamento es la participación en los consejos de administración de las grandes empresas de una burocracia de élite, designada por el gobierno, que se sienta junto a los representantes de los accionistas mayoritarios. En 1992 hay 43 consejeros que han sido ex altos cargos del Gobierno del PSOE, por 35 que provienen de la plana mayor del franquismo, la mayor parte de ellos relacionados con el grupo del numerario Laureano López Rodó, y otros que gozan de la confianza de la monarquía. Desde su inicio el IBEX 35 se define así por ser una estructura de poder en la que se reflejan los partidos, un grupo selecto de funcionarios, y las grandes familias del tardofranquismo. Esta lógica tampoco se verá alterada con la victoria de José María Aznar, en 1996, que optará sencillamente por colocar sus propias piezas, un selecto grupo de iniciados, o beautiful people, que, a través de la confianza y de los favores debidos, le permitan extender su poder. En una primera fase lo hará situando, como el PSOE, a personas de confianza como Villalonga (Telefónica), César Alierta (Tabacalera) o Francisco González (Argentaria) al frente de las empresas privatizadas, y en una segunda, coincidiendo ya con la mayoría absoluta del PP, a través del control del sector financiero. Este se realiza mediante la concentración bancaria (BSCH y BBVA, en 1999) que, como contrapartida, obliga a los bancos a deshacerse de constructoras e inmobiliarias. Estas habrán de jugar en lo sucesivo, gracias a la Ley del Suelo, aprobada en 1998, y la reducción de los tipos que comporta la introducción del Euro, un papel central en compañía de las cajas de ahorro, sus grandes aliadas. Al frente de Caja Madrid, Aznar ha colocado a su ‘funcionario de confianza’ Miguel Blesa, mientras que en una extensión financiera del Pacto del Majestic, Isidre Fainé pasa en el año 2000, a formar parte de cinco consejos de administración. De 1999 al año 2000 el volumen de negociación de empresas del IBEX casi se doble, llegando a la nada despreciable cantidad de 448.000 millones de €.
Desde su inicio el IBEX 35 se define así por ser una estructura de poder en la que se reflejan los partidos, un grupo selecto de funcionarios, y las grandes familias del tardofranquismo
En la investidura de José Luís Rodríguez Zapatero el diputado por ERC Joan Puigcercós manifiesta su consternación por el control que ejerce el gobierno Aznar sobre las empresas de mayor interés estratégico, sobre la mayor parte de los medios de comunicación, e incluso sobre el poder judicial. Cuando Europa ya no permite aplazar más la eliminación de la ‘acción de oro’, tiene lugar la toma de posición de las constructoras en el sector eléctrico aprovechando el respaldo que tienen en el sector financiero, y especialmente en las cajas. Acciona compra un 10% de Endesa, la ACS de Florentino Pérez se hace con Unión Fenosa y Sacyr controla Repsol. Este entramado se verá sacudido con la crisis de las subprime que comporta, el 13 de octubre de 2008, la mayor caída del IBEX 35 en sus 16 años de historia. Tras una primera respuesta keynesiana por parte del gobierno del PSOE (Plan ‘E’), en mayo de 2010 se produce el giro dictado por Europa hacia las políticas de austeridad. En este momento la deuda de las mayores 25 empresas por capitalización bursátil alcanza la cuarta parte del PIB español, siendo las empresas del IBEX 35 las más endeudadas (junto al FTSE italiano) del continente. La extravagante campaña de marketing del sector empresarial #estoloarreglamosentretodos con argumentos tan peregrinos como: “Somos gente como tú, y pensamos lo mismo que tú piensas. Y lo que hacemos es lo que tú hubieras hecho en nuestro lugar”, no hace sino anunciar la precarización del factor trabajo, alentado a través de las reformas laborales, y la socialización de la factura de la crisis, a través del endeudamiento público. Este tendrá su máxima expresión con la nacionalización, dos años después, en mayo de 2012, de Bankia. Se inicia así la cuarta y última fase descrita por Juste, una transición a un modelo de acumulación centrado en inversionistas donde jugarán un papel principal los fondos y bancos custodio estadounidenses, y especialmente el mayor de ellos, Blackrock Inc, a cuyo presidente, Larry Fink le debemos la abominable cita: “Hay que educar a la población (en Europa) para que vote al líder correcto que tome las medidas correctas”.
Con este último giro la privatización de las empresas públicas y su control mediante instrumentos financieros cercanos al poder, tiene su desenlace en la pérdida de soberanía económica. Hoy Blackrock es el mayor inversor de la banca española (mayor accionista del Santander y del BBVA), participa en 17 sociedades del IBEX y es el principal beneficiario de los grupos empresariales ligados a la construcción que han monopolizado a lo largo de los últimos años los recursos privatizados por el Estado; ya sea en el ámbito energético, los hospitales, aeropuertos, agua, servicios de limpieza o carreteras. Como recuerda Juste: “Es la última fase de un proceso que cierra la privatización de nuestros recursos más estratégicos” incluyendo, cómo no, los principales medios de comunicación. El IBEX condensa por tanto una trayectoria de privatización cuyo control pasa del Estado (1991-1996) a los bancos y cajas de ahorro (1996-2011) y, finalmente, a los fondos de inversión (desde 2012). Cómo y hasta qué punto la minoría dominante influye en nuestra vida diaria lo podemos leer en la factura de la luz, en las cartas de despido, o en la redistribución de la renta nacional. A lo largo de sus 25 años de historia, el IBEX ha funcionado como palanca de control social y económico y como “centro de extracción de excedente para un conjunto social determinado”, y eso que a pesar de gestionar el 50% de la riqueza del país, tan sólo aporta el 7,5% de los ingresos del Estado y genera empleo para el 7,35% de la población ocupada. El control de la riqueza no se corresponde así con el compromiso con el funcionamiento del estado ni con el bienestar de la sociedad, sino que es expresión de la codicia y de la voluntad de poder. Las grandes familias, que vienen en buena parte de la restauración, cuentan para ello con los partidos, que facilitan la financiación, y con los altos cuerpos del Estado, que mediante concesiones, ventajas fiscales, rescates y subvenciones, garantizan que puedan perpetuarse de una a otra generación.
En mayo de 2010 se produce el giro dictado por Europa hacia las políticas de austeridad. En este momento la deuda de las mayores 25 empresas por capitalización bursátil alcanza la cuarta parte del PIB español, siendo las empresas del IBEX 35 las más endeudadas (junto al FTSE italiano) del continente
En una entrevista reciente Rubén Juste definía el desempleo como “una forma que tenemos de ver cómo la propiedad se concentra por arriba y no se socializa por abajo”. El capitalismo subvencionado que es el hilo conductor de la economía española a lo largo de la historia reciente de nuestra democracia, ha servido el interés de unos pocos (unas 1.000 personas), y ha comportado la precariedad y la desigualdad para los muchos (45 millones). La solución pasa hoy por un mayor grado de transparencia y de fiscalización, por la aplicación estricta de las leyes de competencia (el valor lo aportan las personas, no las empresas) y por recuperar la capacidad de presión de los trabajadores. El punto de giro no lo debería suscitar la pérdida de la ‘soberanía’ sobre las grandes empresas, porque esta, al no tener control democrático ni función social, no ha existido nunca, sino la necesidad y legitimidad para definir nuestro modelo industrial, económico y social. Para ello es muy probable que, como propone Corbyn, haya que renacionalizar recursos estratégicos para garantizar derechos fundamentales establecidos en nuestra Constitución. Al mismo tiempo habrá que recuperar el diálogo y la participación, no mediante el acceso al Olimpo empresarial de una hueste de funcionarios de carrera, sino a través de una concertación reforzada y de la dinamización de instrumentos de democratización económica como la negociación colectiva. Para ello hará falta una mayoría de izquierda como a la que hace referencia el PSOE en el lema de su último congreso. No son tiempos de medias tintas, sino de entender que la alternativa hoy es o Corbyn o Macron. Ser la izquierda y ponerse del lado del primero requiere, para empezar, una revisión crítica de las últimas 3 décadas de socialdemocracia. Es el momento para que ‘esto lo arreglemos entre todas’, sí, pero tan solo lo haremos en tanto recuperemos la centralidad del trabajo, la coherencia ideológica, y el pulso democrático para nuestra sociedad.
Ricard Bellera. Estudió filosofía en Berlín y Comunicación en la Universitat Autònoma de Barcelona. Ha trabajado como periodista, realizador y como gestor cultural en diferentes empresas. Ha sido Secretario de Internacional, de Cooperación y Migración en CCOO de Catalunya, y Presidente de la Fundación Pau i Solidaritat para la cooperación y desarrollo.En la actualidad es Secretario de Trabajo, Economía y Estudios de CCOO de Cataluña.