Entrevista a DJORDJE KUZMANOVIC. Por RÉMI NOYON
¿Debe la izquierda revisar su programa en el tema de la inmigración? La cuestión está planteada desde que en Alemania Sahra Wagenknecht, una de las principales representantes del partido Die Linke, presentó como «irreal» la idea «de abrir las fronteras a todos». Su decisión de crear un nuevo movimiento político, llamado Aufstehen («De pie»), en el pasado mes de septiembre, ha sido calificada por algunos de viraje «anti-migrantes». No obstante, Sahra Wagenknecht sigue defendiendo el derecho de asilo y el deber de acoger a los refugiados.
Estos debates internos de la izquierda alemana han tenido repercusiones en Francia, en particular en el seno de “Francia insumisa”, movimiento hermanado con Die Linke. El programa defendido por Jean-Luc Mélenchon en su campaña presidencial presenta la emigración como «sufrimiento» y se apoya en dos pilares: «luchar contra las causas de las migraciones» y «asumir el deber humanitario hacia los refugiados que llegan a Europa». Ese doble objetivo tiene la ventaja de amalgamar colores políticos variopintos: por un lado, una cultura más soberanista, que valoriza la idea de las fronteras; por el otro, una actitud más internacionalista que insiste en la libre circulación de las personas.
«L’Obs» ha entrevistado a dos miembros de “Francia insumisa”. Djordje Kuzmanovic asesora a Jean-Luc Mélenchon en cuestiones internacionales y de defensa.
Rémi Noyon. En Alemania, Sahra Wagenknecht dice querer acabar con la «buena conciencia» de la izquierda respecto de la inmigración. ¿En qué consiste esa «buena conciencia»?
Djordje Kuzmanovic. Hace ahora treinta años, la socialdemocracia optó por construir una Unión Europea liberal antes que defender a las clases populares. Para distinguirse de la derecha, esa izquierda se concentró en cuestiones societarias – el feminismo, los derechos LGBT y los migrantes – que, por lo demás, no son específicamente «de izquierda». Por supuesto no hay que olvidar esos temas, pero no es posible separarlos de lo que ha de ser para la izquierda el núcleo de su combate político: la defensa de las clases populares y la lucha contra el capital.
Respecto de la cuestión migratoria, en particular, la buena conciencia de la izquierda impide reflexionar de forma concreta sobre la manera de frenar, incluso de enjugar, unos flujos migratorios, que corren el riesgo de acentuarse más aún debido a las catástrofes climáticas. En lugar de repetir, ingenuamente, que se ha de «acoger a todo el mundo», se trata de confrontarse con las políticas ultraliberales; algo que la socialdemocracia ha renunciado a hacer. Se han de denunciar, por ejemplo, los acuerdos de colaboración económica (partenariat économique, APE) con los países africanos. Esos acuerdos arruinan los mercados de los países más débiles económicamente y fabrican miseria a gran escala, y en consecuencia candidatos a la migración.
R.N. En el programa del Frente de Izquierda, de 2012, se dice que la inmigración «no es un problema» y que Francia no debe «temer» los flujos migratorios. ¿Es que ha cambiado la situación?
D.K. Francia es un país de migraciones. Pero desde 2012, con la aceleración de la globalización, las desigualdades crecen y los destrozos medioambientales son cada vez más irreparables; sin olvidar la explosión demográfica. Este seísmo lanza en todo el mundo a la gente a los caminos y nos obliga a pensar de otra manera las cosas. Aun así, seguimos insistiendo en el hecho de que no son los migrantes quienes plantean un problema, sino las destrucciones económicas que empujan a millones de personas a abandonar su país o su región de nacimiento.
Djordje Kuzmanovic: «En lugar de repetir, ingenuamente, que se ha de «acoger a todo el mundo», se trata de confrontarse con las políticas ultraliberales; algo que la socialdemocracia ha renunciado a hacer»
R.N. ¿No es utópica la idea de que las migraciones disminuirán si se ayuda al desarrollo de los países en dificultades? El periodista Stephen Smith, por ejemplo, asegura que las ayudas al desarrollo, en un primer momento, provocan una mayor movilidad de las poblaciones…
D.K. Las ayudas al desarrollo, hoy, se inscriben en el marco de las políticas económicas dominantes. Pueden, en algunos casos, favorecer la emigración de sectores de población de un nivel educativo alto, y por esa razón nosotros proponemos un paradigma distinto: el proteccionismo solidario. Los países más pobres no pueden desarrollarse si sus riquezas económicas son saqueadas por las multinacionales, si se ven aplastados por el peso de una deuda ilegítima, si sus clases medias cultas emigran a países más ricos y si sus industrias se orientan en exclusiva hacia los mercados exteriores.
Esta visión coincide con la del antiimperialista burkinés Thomas Sankara : es necesario proteger el propio país y su economía, no desde una lógica de repliegue sobre sí mismo, sino con una perspectiva internacionalista, de respeto y de igualdad entre las naciones, cuestión que ha sido defendida tradicionalmente por la izquierda.
R.N. Usted insiste en las migraciones intra europeas…
D.K. Sí. El fenómeno de la desestabilización de las economías es visible en Europa: en los países de la Europa del Este, Grecia, Portugal, Italia, se dan emigraciones masivas; Rumania y Bulgaria ven como sus médicos jóvenes se marchan a Francia, por ejemplo. Los «no-borders» y la extrema derecha siguen hablando de migrantes originarios del África del Norte o la subsahariana. Esas poblaciones son en realidad minoritarias respecto de los flujos migratorios europeos, que se producen debido al dumping social en Europa. Los trabajadores polacos no sufren por la llegada masiva de migrantes africanos, sino por la de trabajadores ucranianos…
R.N. La estrategia de Aufstehen se basa en la idea de que el voto a AFD expresa miedo a la inseguridad económica, y que sería «recuperable» para la izquierda. ¿No manifiesta también una parte de esos electores un sentimiento de «inseguridad cultural»?
D.K. Algunos votantes de izquierda basculan hacia los populismos de derecha, pero el problema principal es que una gran parte de los sectores populares se abstiene. Si hay un electorado que necesitamos recuperar, ¡es precisamente ese! Corremos el riesgo, si no lo conseguimos, de encontrarnos en una situación similar a la de Italia, donde las fuerzas progresistas han sido trituradas y la derecha xenófoba ostenta el poder. Así pues, me parece que el discurso de Sahra Wagenknecht sobre la cuestión migratoria es una cuestión de salubridad pública.
Djordje Kuzmanovic: «Algunos votantes de izquierda basculan hacia los populismos de derecha, pero el problema principal es que una gran parte de los sectores populares se abstiene. Si hay un electorado que necesitamos recuperar, ¡es precisamente ese!»
En cuanto a esa supuesta inseguridad cultural, no tiene mucho peso frente a los determinantes económicos. Yo fui candidato a las legislativas en la cuenca minera del Norte. Es una tierra de inmigración: polacos, italianos, marroquíes, que han sido llevados allí para asumir los trabajos más duros. No pueden acoger a otros migrantes: ¡la tasa de pobreza es del 40%, la tasa de desempleo del 30%! El sentimiento de ver deshilacharse su cultura está ligado a un repliegue “comunitarista”, algo extraño en principio al republicanismo francés y que se explica por la crisis política y económica que nos afecta. Estas tensiones se reabsorberían si fuéramos capaces de luchar contra la precariedad y de compartir la riqueza producida, que acaba principalmente en las manos de los ultra ricos.
R.N. Al desplegar la retórica del «exceso numérico», y relacionar el desempleo con la migración, ¿no entramos en un terreno favorable a la extrema derecha?
D.K. Esa acusación es absurda. Emana de una parte de la izquierda ─ la misma que yo denunciaba antes ─ que ha olvidado los discursos de Jaurès por un «socialismo aduanero»1, por ejemplo. Si eres una persona de izquierda y tienes sobre la inmigración el mismo discurso que la patronal, ahí hay sin duda un problema… Lo que decimos nosotros no tiene nada de nuevo. Es un análisis puramente marxista: el capital se procura un ejército de reserva. Cuando tiene la posibilidad de pagar mal a los trabajadores sin papeles, genera una presión a la baja sobre los salarios. ¿Es este un análisis de extrema derecha? Bromea usted.
R.N. La extrema izquierda opone a ese punto de vista la libertad de circulación…
D.K. Ese argumento procede de una confusión grave entre el ideal de la Ilustración, que predica la libertad de circulación de los hombres y de las ideas, y que nosotros, evidentemente, suscribimos, y el régimen impuesto por la globalización del capitalismo. Si pudiera salir de su tumba, estoy convencido de que Rousseau no defendería el desplazamiento de masas de campesinos de un país a otro. La libertad de circulación choca con el principio de realidad: ¿qué hacer con las masas de migrantes climáticos que van a zonas sometidas a un estrés hídrico? ¿Con los migrantes económicos que llegan a zonas donde escasea el trabajo?
R.N. Entonces, ¿qué propone hacer? El programa de “Francia insumisa” prevé «rechazar la militarización» de las fronteras de Europa…
D.K. Estamos en contra de la caza al migrante: eso supone una gran diferencia respecto de la extrema derecha. Si queremos oponernos a las migraciones descontroladas y a la explotación, es necesario enfrentarse a quienes emplean a trabajadores clandestinos. Es más, hará falta emprender una regularización masiva de los sin papeles, con el fin de obligar a los empleadores a pagar salarios decentes y a que los asalariados se sitúen en pie de igualdad ante la ley. Finalmente, es preciso poner remedio al dumping social intra europeo. Si existe un efecto llamada, viene de los patronos que maximizan sus beneficios explotando la miseria de la gente. En lo que respecta a las escasas decenas de miles de personas que huyen de la guerra, no hay problema en acogerlas, es un deber inscrito en las convenciones internacionales de Ginebra de 1957 y 1962, que Francia ha firmado. No se puede dejar morir a la gente en el Mediterráneo; pero si una persona no puede reclamar para sí el derecho de asilo, habrá que devolverla a su país. Y rápidamente.
Djordje Kuzmanovic: «Si pudiera salir de su tumba, estoy convencido de que Rousseau no defendería el desplazamiento de masas de campesinos de un país a otro. La libertad de circulación choca con el principio de realidad»
R.N. Varios países de Europa han endurecido las condiciones para el reagrupamiento familiar. ¿Piensa que debería hacerse lo mismo en Francia?
D.K. No lo creo. Si un individuo está instalado legalmente en el territorio nacional, tanto si se trata de un refugiado como de un trabajador extranjero, sería inhumano separarlo de su familia. ¿Qué sentido tendría? Lo que importa es asegurar una vida digna a todos y dotarse de medios para garantizar una integración adecuada, en particular por medio de la escuela republicana, aunque para eso habría que frenar la degradación de la educación nacional.
R.N. Se discute cada vez más la distinción entre «migrantes» y «refugiados», dado que las causas de la marcha son complejas…
D.K. Sí. Cada vez va a ser más difícil mantener esa distinción. Por eso estoy convencido de que el sistema, tal como lo conocemos hoy, estallará debido a sus contradicciones. Mientras el barco flota, seguimos acogiendo a la gente, pero habremos de trabajar para limitar las catástrofes climáticas y económicas y evitar así los flujos migratorios sin control en todo el mundo. Ahora bien, el orden neoliberal mundial nos está empujando más y más contra la pared.
[Entrevista publicada originariamente en L’Obs, 8/09/2018. Traducción, Paco Rodríguez de Lecea]
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1.- «Lo que no queremos es que el capital internacional vaya a buscar la mano de obra en los mercados donde está más envilecida, humillada, depreciada, para volcarla sin control ni reglamentación en el mercado francés, y para llevar en todo el mundo los salarios al nivel de los países en los que están más bajos. En este sentido, y solamente en este sentido, queremos proteger a la mano de obra francesa de la mano de obra extranjera; no, lo repito, por un exclusivismo chovinista, sino para imponer la internacional del bienestar frente a la internacional de la miseria.» Jean Jaurès, Discurso “Por un socialismo aduanero”, 17 febrero 1894. [N. del T.] [^]