Por Javier Castillo Hinojosa.
Villa y Zapata en el Palacio presidencial
Escribo esta reseña mientras el mundo observa atentamente la Invasión de Rusia a Ucrania, conflicto que amenaza con desestabilizar la recuperación económica post-pandemia. Mi generación -pertenezco a los nacidos en la segunda mitad de la década de los noventa- ha vivido dos fuertes crisis en un lapso relativamente corto: la crisis financiera de 2008 y la crisis derivada de la Pandemia del COVID-19.
Con esta crisis derivada de la COVID-19 como escenario de fondo aparecía en febrero de 2021 este trabajo de la historiadora Selina Todd. Snakes and Ladders: The Great British Social Mobility Myth ofrece una perspectiva en clave histórica de la movilidad social en Gran Bretaña desde finales del siglo XIX hasta finales del siglo XX. El título constituye toda una declaración de intenciones: la autora sostiene durante toda la obra la tesis de que la movilidad social ha servido como mito o discurso legitimador de la desigualdad social producida por la desregulación y el libre mercado. Esta tesis tan clara y taxativa es, desde mi punto de vista, sin duda uno de los aciertos del libro. Selina Todd consigue defender con éxito que la movilidad social ha fracasado como mecanismo para generar una sociedad mejor. En suma, la autora acierta en desmontar el discurso -hoy en día, todavía vigente- de que la movilidad social es resultado de valores clásicos de la clase media como la meritocracia o la cultura del esfuerzo.
la autora sostiene durante toda la obra la tesis de que la movilidad social ha servido como mito o discurso legitimador de la desigualdad social producida por la desregulación y el libre mercado.
El presente libro está compuesto de seis partes. Ordenadas cronológicamente, en cada una de ellas la autora cubre distintos periodos asociados a siete generaciones diferentes para estudiar cómo han experimentado la movilidad social en cada contexto histórico. Anticipo ahora que la autora se centra fundamentalmente en dos variables para analizar la movilidad social: la educación y el trabajo.
La Parte I hace referencia a la llamada generación de Los Pioneros, aquellos que nacieron en el periodo comprendido entre 1880 y 1899. Sostiene Todd que esta fue la primera generación en la historia de Gran Bretaña que pudo experimentar en una proporción significativa la movilidad social. La generación de Los Pioneros fue la primera que pudo esperar terminar en un peldaño de la escalera social diferente al de sus padres. Y poco tiene que ver en ello la capacidad personal, la meritocracia o la cultura del esfuerzo. Esta oportunidad que ahora se vislumbraba como posible estuvo más relacionada con el acceso a la escolarización primaria universal y obligatoria -esta fue la primera generación en beneficiarse de ella-. La movilidad social que se produjo en esta época, lejos de estar impulsada por la iniciativa individual y la ambición tuvo más que ver con las respuestas colectivas que dieron los sujetos de aquella generación a su coyuntura social:
“Lejos de ser la historia de unos pocos individuos particularmente talentosos, (…) los caminos ascendentes de esta generación fueron el resultado de la ayuda colectiva, de familiares, maestros, sindicatos y sociedades cooperativas1.”
Testimonios como el de Albert Mansbridge nos demuestran como hombres y mujeres de esta generación utilizaron todo su talento y el conocimiento que habían conseguido adquirir no para escalar de forma individual en el escalafón social, si no para ayudar a construir una carretera -que sustituyera la estrecha escalera- por la que otros hombres y mujeres de su clase pudieran hacer su mismo camino.
En la Parte II, Todd aborda la generación nacida de 1900 a 1919, a la que ella etiqueta como la Generación Precaria. En este segundo capítulo la escritora vuelve a poner sobre la mesa como la movilidad social es influenciada por las decisiones políticas y la coyuntura económica. Si la generación de Los Pioneros experimentó movilidad ascendente de forma significativa a causa del empleo y la educación, la movilidad descendente que experimentó la Generación Precaria se debe a la misma reducción de estos elementos. El desempleo de larga duración producido en estas dos décadas – en 1921, el 17 por ciento de la fuerza laboral estaba desempleada- afectó a las perspectivas de futuro de estos hombres y mujeres. El anhelo de la generación anterior de que los trabajadores manuales podrían usar su experiencia y sus conocimientos para aportar valor a la sociedad se veía ahora truncado.
La Generación de la Ruptura, nacida entre 1920 y 1934 es analizada en la Parte III. Esta generación quedó marcada social y económicamente por un hecho histórico crucial: la II Guerra Mundial. Según Todd, dicha generación encontró en la recuperación inmediatamente posterior a la guerra la oportunidad de construir una sociedad más igualitaria que la que habían conocido antes de ésta. El desarrollo económico trajo la oportunidad para estos jóvenes de encontrar posibilidades más amplias en el mercado laboral a través de nuevas profesiones. Para ellos “(…) el estado del bienestar era un punto de conexión con las familias y comunidades de las que procedían. Ahora era posible encontrar trabajo profesional que contribuyera a mejorar la vida de aquellos con los que habían crecido2.”
En la Parte IV se estudian las experiencias de la Generación de Oro (1935-1955). Según Todd, esta generación contó con más oportunidades de ascender socialmente que cualquier otra, anterior o posterior: “Más del 50 por ciento de los hombres y el 40 por ciento de las mujeres alcanzaron una clase social superior a la de sus padres, y menos del 20 por ciento de ellos experimentaron movilidad descendente3.” De nuevo, la coyuntura económica y las decisiones políticas influyeron notablemente en ello. Esta fue la generación que vivió los años dorados de recuperación económica posteriores a la II Guerra Mundial, caracterizados no sólo por el crecimiento económico, sino también por políticas económicas expansivas del estado del bienestar, sindicatos y partidos obreros con fuerza y presencia en la sociedad, y en general, buenos niveles de redistribución de la riqueza y una tendencia de reducción de la desigualdad4. Una cuestión que no es sólo económica sino de modelo político y social. Todd señala cómo esta generación se benefició de la ampliación de la educación pública -aunque con desequilibrios- y de la expansión de ciertos tipos de trabajo en desarrollo como oficinistas, técnicos, y puestos de gerencia, pero también gracias a empleos que ahora ofrecía el sector público, como la enseñanza o la enfermería.
La generación nacida entre 1956 y 1971 padeció una ruptura con la tendencia de la generación dorada y presentó contradicciones y desequilibrios, según Todd. La Parte V de este trabajo va dedicada a analizar esta generación, también llamada Generación Magpie. Nacidos bajo la protección del estado del bienestar y la expansión económica, consideraron que sus expectativas de ascender socialmente se verían correspondidas. Sin embargo, la década de los setenta supuso un cambio de tendencia y un fin de ciclo de los años dorados de la socialdemocracia. La autora plantea que, si bien es cierto que se produjeron ciertos niveles de ascenso social en este periodo, en términos generales la sociedad experimentó mayor inseguridad y precariedad, producto de la crisis económica del petróleo de 1973, el giro político neoliberal y el reflujo de los movimientos sociales, sindicatos y partidos de izquierda. En suma, un proceso que conocemos como Gran Divergencia, término que acuñó el economista Paul Krugman, y que pretende definir el momento en el que la tendencia progresiva a la disminución de la desigualdad mediante la distribución de la riqueza se agota como modelo social5. Los nacidos en esos años, aun cuando experimentaron la movilidad social ascendente, lo hicieron de forma matizada por una mayor inseguridad en términos generales: la red de garantía que suponía el fuerte estado del bienestar de la etapa anterior ya no existía. Esto generó experiencias contradictorias sobre lo que supuso a nivel personal el ascenso social.
Por último, la sexta y última parte de dicha obra aborda la generación de Los Hijos de Thatcher (1972-1985) y la generación Millenial (1985-1999). Estas dos generaciones crecieron en plena ofensiva neoliberal y bajo unas altas tasas de desempleo estructural: padecieron el desmantelamiento del estado del bienestar como mecanismo que había logrado una progresiva disminución de la desigualdad, lo que se tradujo en un estrechamiento de las oportunidades para ascender socialmente -sobre todo entre las clases trabajadoras manuales-. Todd sostiene que estas dos generaciones experimentaron un retroceso en las expectativas sociales sin parangón en sus generaciones antecesoras: “(…) los hijos de Thatcher, fueron los primeros en cuatro generaciones en tener más probabilidades de deslizarse por la escalera que de ascender (…). Los nacidos después de 1985, los millennials, tenían aún más posibilidades de descender por la escalera6.”
Todd sostiene que hasta un 40% de hombres y mujeres millenials experimentaron movilidad descendente. De igual forma, aquellos que no experimentaron movilidad social descendente, percibieron con mayor inseguridad y precariedad su posición en la sociedad. Incluso entre aquellos que experimentaron cierta movilidad ascendente en esta generación, es posible observar de sus testimonios y experiencias un anhelo por el mayor grado de estabilidad y seguridad que habían vivido las cuatro generaciones anteriores gracias al desarrollo del Estado del Bienestar y a la acción colectiva. La generación de los hijos de Thatcher no tuvo, según Todd, las herramientas colectivas -como la ayuda mutua y la solidaridad, imprescindibles en la construcción de oportunidades- que otras generaciones sí se esforzaron en desarrollar. En buena medida, la juventud condensa de forma aguda los cambios y contradicciones que se producen en la sociedad7. La generación de hijos de Thatcher no consiguió construir una alternativa a la hegemonía neoliberal: sin la alternativa colectiva, toda la presión por tener éxito socialmente se basó en una idea individualista del progreso social que añadió más presión a estos jóvenes.
La generación de los millenials padeció igualmente la inseguridad. Incluso entre aquellos que consiguieron ascender socialmente, la nueva flexibilidad y precariedad laboral hizo que, en términos generales, la vida de los millenials estuviese marcada por un anhelo de mayor estabilidad y seguridad. Sin embargo, esta generación dio una respuesta diferente a su antecesora. La crisis financiera de 2008 sirvió a esta generación para cuestionar si realmente, una sociedad estructurada en forma de escalera -y, por cierto, bastante estrecha- era justa y deseable. Dicha crisis social evidenció que aquellos pocos que estaban en la cúspide de la pirámide -y que, por tanto, según el modelo meritocrático debían ser los más preparados- habían originado una catástrofe social y económica de enormes dimensiones. Estos jóvenes, que encontraron con dificultad sus primeros trabajos después de 2008, estaban convencidos de que la desigualdad era resultado de la gestión de una pequeña élite como estrategia para preservar su propia riqueza y poder, lo que se contraponía y limitaba las oportunidades de la mayoría. Para esta generación, la movilidad social y la meritocracia ya no podían ser una solución a la desigualdad.
En suma, considero que la principal aportación de esta obra reside en que -a diferencia de gran parte de la bibliografía existente sobre la movilidad social, que se centra en un análisis sociológico de las clases sociales- estudia la movilidad social en perspectiva histórica a partir de la experiencia de aquellos hombres y mujeres que la vivieron. Los testimonios aportan valor en este sentido. El elemento que más valor aporta a este trabajo, a mi juicio, es que Selina Todd consigue hacer un verdadero análisis histórico de la movilidad social a partir de la experiencia de aquellos sujetos -hombres y mujeres- que en el pasado la vivieron en sus propias carnes. Y esta decisión no es neutra: implica una interpretación concreta de la historia. Los que compartimos esta interpretación consideramos que de la experiencia de los hombres y mujeres del pasado se pueden extraer valiosos aprendizajes. Las respuestas que ellos dieron a sus conflictos -actuando colectivamente, organizándose, etc.- nos sirven para entender mejor el pasado, pero también para dibujar alternativas en el presente.
El libro cubre de forma satisfactoria aspectos interpretativos y de análisis como el género y la migración. Considero que la tesis central del libro -sobre el fracaso de la movilidad social como mecanismo igualador de oportunidades- es defendida con éxito. Uno de los puntos fuertes del texto es que a través de las diferentes generaciones de jóvenes podemos analizar como los proyectos políticos han influido en construir sociedades más igualitarias y con más oportunidades para todos, o bien sociedades más desiguales, con menor seguridad y estabilidad para todos. Y no sólo eso, sino que nos ofrece la posibilidad de ver ejemplos en la historia en los que la multitud ha contribuido con sus esfuerzos de forma colectiva a construir una sociedad más justa y mejor para todos. Experiencias que conviene recordar en el presente. Sin embargo, considero que una oportunidad poco explotada y trabajada en esta obra es el análisis de la juventud. A través de los testimonios y experiencias de las diferentes generaciones de jóvenes en los distintos contextos sociales, la obra podría haber analizado con mayor profundidad cómo la juventud funciona como metáfora o condensación de los cambios sociales.
me parece acertado que gran parte del análisis sobre la movilidad social se centre en el mundo del trabajo, y por extensión, también en la educación. La pandemia de la COVID-19 ha puesto de relieve que debemos reorganizar el mundo del trabajo. Este libro pone de manifiesto cómo el valor y el prestigio que asociamos a los diferentes trabajos es cambiante y depende de las decisiones políticas y el contexto social.
Por último, me parece acertado que gran parte del análisis sobre la movilidad social se centre en el mundo del trabajo, y por extensión, también en la educación. La pandemia de la COVID-19 ha puesto de relieve que debemos reorganizar el mundo del trabajo. Este libro pone de manifiesto cómo el valor y el prestigio que asociamos a los diferentes trabajos es cambiante y depende de las decisiones políticas y el contexto social. La Pandemia hizo patente que muchos de los trabajos que son esenciales para el funcionamiento de la sociedad -cómo trabajadoras de la limpieza, transportistas, personal de supermercados, enfermeras, etc.- están mal remunerados, se encuentran bajo condiciones precarias y reciben poco prestigio social. El modelo neoliberal de libre mercado se ha mostrado totalmente ineficiente -y abocado a la desigualdad- a la hora de organizar el mundo del trabajo. Urge repensar el mundo del trabajo en su conjunto.
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Javier Castillo Hinojosa. Máster en Historia Contemporánea y Mundo Actual, Universitat de Barcelona.
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*Reseña de: TODD, Selina. Snakes and Ladders: The Great British Social Mobility Myth. Ed. Chatto Windus, 2021, 448 pp. Todas las citas en el artículo han sido traducidas por el autor de la reseña TODD, Selina. Op. Cit. Pg. 24.
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TODD, Selina. Op. Cit. Pg. 66.
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TODD, Op. Cit. Pg. 111.
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KRUGMAN, Paul. «The Rich, the Right, and the Facts: Deconstructing the Income Distribution Debate» prospect.org, December 19, 2001.
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KRUGMAN, Paul. «The Rich, the Right, and the Facts: Deconstructing the Income Distribution Debate» prospect.org, December 19, 2001.
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TODD, Selina. Op. Cit. Pg. 115.
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FEIXA, Carles. La juventud como metáfora: del franquismo a la democracia. Revista de Estudios de Juventud, 2003 (Ejemplar dedicado a: Jóvenes, Constitución y Cultura Democrática), págs. 45-55.
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