Por GERMÁN LABRADOR
«I’m out for presidents to represent me»
(Nas The World is Ours 1994)
Cuando acabo estas líneas, suenan los últimos compases del show de las elecciones. Mis amigos en Estados Unidos se dividen entre aquellos que creen que va a ganar Biden y lo dicen, y aquellos que temen que Trump pueda volver a ganar, pero lo callan. Este es un tiempo extraño –todos lo son, de una u otra forma– pero nadie espera de la nueva administración que venga a cancelarlo, que sea capaz de devolver la sensación de un refugio, el retorno a alguna vieja normalidad, más cálida o segura para quienes pudieron alguna vez disfrutarla. Llama la antención de la campaña lo poco que se habla del futuro, de un futuro donde pueda suceder algo distinto a lo que ya ocurre. Solo la alarma permanente del eterno presente que marca el virus es capaz de mover las promesas de los candidatos. Y, así, frente al covid-19 el republicano quiere «dejar que la tormeta se desate», mientras pide protección y refugio el demócrata. Pero la distancia social ya era la forma de la vida cotidiana habitual en los States. Hoy escasean promesas que desborden la alarma permanente de un presente continuo y asustador. Se diría que tan solo sus ritmos aún separan los deseos de ambos candidatos: Sleepy Joe afirma querer prolongar la danza de la realidad que conocemos, llamada capitalismo avanzado, para cerrar con un aquí no pasa nada la era Trump, mientras que POTUS se entregaría gozoso al cumplimiento acelerado del baile corporativo –dance to the end of love–, cuyas vibraciones rebasan con mucho lo que pueda o no representar un presidente. Los ritmos del futuro nos conectan con el corazón de un tiempo. Y este no usa las urnas para hablar.
La crisis de la democracia liberal, las revoluciones tecno–digitales y el colapso ecológico global son las coordenadas sobre las que el ganador de las elecciones –en las urnas o en las cortes– emitirá sus discursos y escribirá sus tweets, en un contexto geopolítico de posthegemonía de un imperio en declive. Sobre los dramas sociales del país, la desigualdad hiriente, la vulnerabilidad económica y sanitaria, el racismo, la violencia policial, el desempleo, las deportaciones, la encarcelación masiva, los suicidios, la heroína y la locura, la cuestión no es tanto de ritmo, sino de intensidad. Quizá en esas áreas se jueguen algunas diferencias en las políticas posibles de ambas administraciones. Pero en el largo y tardío otoño de un imperio resulta difícil esperar otra cosa de las elecciones. Estas, sin embargo, se viven como un plebiscito mortal entre dos visiones incompatibles del país–continente. De un lado estarían los defensores de la Arcadia regresiva de una Norteamérica blanca feliz que nunca existió. De otro, los partidarios de un sueño de oportunidades y trabajo duro igual de imaginario. En medio, los escépticos, los lúcidos, los melancólicos y los seguidores de Bernie. Es cierto que, según quien gane, van a cambiar los tweets, los insultos, el lenguaje. Es decir, las formas. Y que quizá mejoren las condiciones de vida para algunos muchos pocos. Y todo ello importa. Pero, en cualquier caso, cuando nos despertemos, los Estados Unidos seguirán allí, y también sus sueños, fantasías, sus terrores. Y los libros que reúno en este texto hablan de ellos.
La crisis de la democracia liberal, las revoluciones tecno–digitales y el colapso ecológico global son las coordenadas sobre las que el ganador de las elecciones –en las urnas o en las cortes– emitirá sus discursos y escribirá sus tweets, en un contexto geopolítico de posthegemonía de un imperio en declive
Si la memoria es aquello que recordamos porque no ha de volver, diríamos que la historia es lo que se repite pero parece nuevo. Nos hace falta el pasaporte del tiempo para leer el mundo y por eso muchos de los textos elegidos comprenden el presente desde el pasado. Nos explican cómo, con al paso de los años, mediante violencias y luchas, se ha ido configurado un Leviatán cuyos súbditos (con suerte un tercio de ellos) elegirán el 3 de Noviembre a personas que no van a cambiar significativamente los procesos que los libros que aquí cito estudian. También en el capitalismo avanzado, lo político es aquello que sucede más allá de la política. A propósito de sus irrupciones el hoy y el ayer se enfrentan en un juego de espejos contrapuestos, porque todo presente se configura históricamente y todo relato del pasado asume las necesidades del ahora. Así, los libros seleccionados, aún cuando remitan al ayer, nos hablarán al cabo de un mapa de luchas y conflictos, de los que poco se ha hablado en esta campaña, pero cuyo ruido resuena tras estas elecciones. Quizá su ámbito es otro. Su mundo suena más allá de los muros del espectáculo electoral. Escuchándolo sabremos reconocer la emergencia de movimientos sociales, redes de ayuda mutua, revueltas, asociaciones, en resumen, el rico tejido ciudadano de un país, cuya densidad y energía puede obligar al estado, desde fuera, a asumir cambios y políticas contrarias a sus planes. Los textos que aquí presento son impensables sin esa cultura activista subterránea y rizomática (grassroots, raíces bajo la hieba) propia también del universo norteamericano. Esta produce y, a su vez, es producida por un saber activista, académico y literario mediante libros conmovedores e irrepetibles, en cuya lectura sentimos que la historia es sólo una forma consciente de habitar en el presente.
1. Joan Garcés. Soberanos e intervenidos. Estrategias globales, americanos y españoles (Madrid: Akal, 1996).
Este clásico contemporáneo ha conocido varias reediciones desde su aparición a finales de los noventa y resulta imprescindible para una comprensión de Estados Unidos desde la península. Sus revelaciones a propósito de algunos de los episodios cumbre de la historia española contemporánea –como el hecho de que la cúpula militar franquista estuviese a sueldo del imperio inglés– fueron ignoradas en su momento, pero se han convertido en lugares comunes colectivos. En su conjunto narra la historia geopolítica contemporánea del mundo occidental a partir de la historia cruzada de España y de América, desde la guerra de sucesión (1701-1714) hasta la caída del muro de Berlín, y con especial énfasis en el siglo XX. En el centro, se sitúa la política exterior de Inglaterra primero, y de Estados Unidos después, dirigida a la producción de balances de poder globales (y al control del estrecho de Gibraltar, uno de los siete candados del mundo, como lugar clave para el mantenimiento de la hegemonía militar). Para ello, constan diversas estrategias de intervención política (y/o militar) que garantizaron gobiernos afines (intervenidos) en los países iberoamericanos. Garcés analiza los intereses anglosajones durante la Guerra Civil, el mantenimiento de la dictadura, y la tutela exterior del proceso de transición a la democracia. También estudia la extensión de la OTAN tras caída del muro de Berlín, como oportunidad perdida de construir un nuevo orden global que no estuviese basado en la agresión militar. Del asesinato de Carrero al viaje de Felipe a Suresnes, del golpe de Pinochet al de Tejero, Garcés reconstruye la historia de la diplomacia norteamericana contrastando la increíble sincronía entre los hechos sucedidos y sus diseños estratégicos. Para ello emplea documentación desclasificada. De este fresco, el Reino de España emerge como plácida provincia del Imperio, sometida sin embargo a sus vaivenes electorales, aunque no vote en ellos.
2. Roxane Dunbar-Ortiz. La historia indígena de Estados Unidos (Madrid : Capitán Swing, 2018)
En 1980, el historiador y activista Howard Zinn publicó su libro más influyente: A People’s History of the United States (completado dos décadas después en Voices of a People’s History of the United States, con Anthony Arnove, 2004). Se trata de una historia de Estados Unidos contada desde abajo, a partir de las luchas ciudadanas de mujeres, obreros, minorías, migrantes y activistas por enfrentarse a los planes autoritarios de un poder con vocación de dominio imperial. El trabajo de Zinn servía para entender que la historia del poder era también la historia de sus resistencias y que fenómenos en apariencia minoritarios, al menos en sus inicios, como el abolicionismo, el pacifismo o el movimiento de derechos civiles fueron capaces de torcerle el brazo a los aparatos de estado político–militares en diversos momentos de la historia del país. Nacía así un tipo de historiografía que aún estamos aprendiendo a hacer, basada en el ejercicio relatos colectivos, con muchas voces, contados desde abajo, hilando solidaridades y resistencias. Estos han proliferado desde entonces. Hija de los movimientos civiles de los años 60, cruzando su ascendencia nativo-americana y latina, Roxane Dunbar-Ortiz prolonga el esfuerzo de Zinn para contar la historia del continente desde otro ángulo: el genocidio sistemático y prolongado de las naciones indígenas desde el comienzo de la colonización hasta el presente. La violencia sin cuartel contra los pueblos originarios representa un tipo de guerra novedoso, descrito por John Grenier (The First Way of War. American War Making on the Frontier, 1607-1814): guerra de frontera, de exterminio y colonización, que define la modernidad norteamericana en clave expansiva y que hoy vemos prolongarse en Palestina. Crueldades, torturas, engaños, deportaciones, campos de concentración, espolios de tierras, secuestro o asesinato de niños, tratados traicionados o ecocidios son el contrapunto del mito del «destino manifiesto» que sostiene la conquista del Oeste. Así, el derecho a portar armas que reconoce la constitución norteamericana es inexplicable sin las matanzas de campesinos indígenas que le eran contemporáneas. A pesar de verlos siempre a caballo en la imaginación, las naciones indígenas eran en muchos casos urbanas y agrícolas… hasta que las expulsaron de sus tierras. El caballo es el signo del destierro, al igual que los laberintos la llamada «Casa de los Espíritus» de la heredera del fabricante de rifles Winchester nos hablan de una nación que busca en el sus palacios –como Citizen Kane– huir de los fantasmas que la fundan. Al circular en carretera por los Estados Unidos, entre topónimos indígenas y coloniales, muchas veces me ha sorprendido la sensación extraña de atravesar un país violento, antiguo y roto. Después de leer este libro, supe por qué.
3. Ruth Gilmore. Golden Gulag: Prisons, Surplus, Crisis, and Opposition in Globalizing California (Golden Gulag: Prisons, Surplus, Crisis and Opposition in Globalizing California, 2007).
No se llega a ser el país con el mayor porcentaje de población carcelaria del mundo por casualidad. Los 2.3 millones de presos que en teoría almacenan las cárceles del país forman parte de un complicado entramado que ha crecido exponencialmente en las últimas cuatro décadas, alimentado por el neoliberalismo como diseño de mundo. Racismo, supuesta guerra contra las drogas, segregación social, especulación urbana, violencia policial, control migratorio, intereses económicos, inversiones privadas, trabajo esclavo, torturas y pena de muerte forman un cóctel demencial que cuestiona el significado de conceptos como derechos humanos o justicia. Y ello sin hablar de las cárceles ilegales que se mantienen fuera del territorio norteamericano, sus muchos Guantánamos. En las demandas de este verano del movimiento Black Lives Matter en favor de reducir el volumen de los sistemas policiales («defund de police») confluyen muchos años de denuncias a propósito del sistema carcelario. Fenómenos como el pandillismo centroamericano, y las actuales guerras internas que sacuden su territorio, se gestan en el interior de las prisiones norteamericanas, como explica Óscar Martínez, en obras como Una historia de Violencia: Vivir y Morir en Centroamérica. A pesar de lo que uno quizá imaginaría, California es el epicentro de este diseño disciplinario. Allí, el boom de las cárceles corporativas fue correlativo del boom de las tecnológicas y del capitalismo digital, en las mismas geografías en las que se fue articulando el «mayor proyecto de construcción de prisiones en la historia del mundo», al menos según Ruth Gilmore. En su libro Golden Gulag, la autora afirma que este incremento penitenciario sin precedentes no se liga a un aumento de la delincuencia, sino a los modos de inversión propios del capitalismo financiero, en una combinación perversa de intereses inversores, fin de un modelo productivo, desempleo, crisis urbana, derrotas de los movimientos sociales negros y represión sociopolítica contra las minorías. Puesto en perspectiva con otros trabajos, como el de Kelly Lytle Hernández sobre la historia de las cárceles de Los Ángeles (City of Inmates: Conquest, Rebellion, and the Rise of Human Caging in Los Angeles, 1771-1965), nos permite contemplar de qué manera íntima y radical el desarrollo de la modernidad norteamericana resulta inseparable de un sistema de explotación y encierro que, de las plantaciones a las cárceles de alta seguridad, de las reservas indias a los centros de encierro de inmigrantes representa un poderoso archipiélago concentracionario en el corazón de Occidente.
4. Angela Y. Davis La libertad es una batalla constante: Ferguson, Palestina y los cimientos de un movimiento (Tafalla, Nafarroa: Txalaparta 2017)
Freedom Is a Constant Struggle: Ferguson, Palestine, and the Foundations of a Movement, (Haymarket Books, 2015) es el penúltimo libro de la activista e intelectual Angela Davis. Lo forma una colección de entrevistas y charlas en diversos lugares del mundo dadas entre 2013 y 2015, en conexión con movimientos sociales y foros, en las que se plasma la visión y la experiencia de quien es un puente entre el activismo afroamericano de los años sesenta y los nuevos movimientos negros. El libro se articula a partir de las protestas que tuvieron lugar en la ciudad de Ferguson (en Missouri) a partir del asesinato de Michael Brown por la policía, en lo que fue la primera gran ola de los nuevos movimientos civiles (Black and Latinxs Lives Matter), que han marcado el curso del verano. Pero en Ferguson en 2014 ya estallaba todo un paradigma de gestión policial progresivamente militarizada del orden público, que hundía sus raíces en la historia de segregación y esclavitud afroamericana, y las técnicas represivas –hasta el terrorismo de estado– con el que se combatió los movimientos sociales en los años sesenta. En La libertad es una batalla constante, Davis lanzaba una invitación a pensar estas luchas no sólo en una perspectiva histórica, sino también en una perspectiva global, de solidaridad transnacional entre minorías, pueblos y personas. Ahí tiene todo el sentido la evocación de Palestina como un espacio en el que se cumplen los mismos desginios del complejo industrial de prisiones que determina la vida y muerte de millones de personas en los Estados Unidos. También defiende Davis, a partir de la experiencia de su generación y de su propia biografía política, la alianza entre feminismo y abolicionismo como motor de transformación. Esta perspectiva forzosamente incluiría América Latina y, específicamente, Brasil, como argumentó en 2018 en el aniversario del asesinato de la activista Marielle Franco en Rio de Janeiro, ante una audiencia multicultural en la Universidad de Princeton.
Los libros seleccionados, aún cuando remitan al ayer, nos hablarán al cabo de un mapa de luchas y conflictos, de los que poco se ha hablado en esta campaña, pero cuyo ruido resuena tras estas elecciones. Quizá su ámbito es otro. Su mundo suena más allá de los muros del espectáculo electoral
5. Steve Fraser. Every man a speculator : a history of Wall Street in American life (New York: Harper Collins, 2015).
Every man a speculator es un libro sobre la articulación cultural de una de las instituciones más importantes del mundo, la bolsa de Wall Street. Lo que Steve Fraser estudia no es su impacto económico, ni su influencia política, sino algo más sutil y quizá más importante, su condición de «becerro de oro», es decir, el modo en que la bolsa newyorkina ha ido configurando la mente norteamericana en sus «sueños y pesadillas». Verdadero inconsciente colectivo, de su caja negra brotan las creencias más profundas del país sobre la importancia del trabajo, su relación con el juego, la conexión entre capitalismo y democracia, riqueza e igualdad, misión nacional y progreso económico. Se trata de un libro colosal, monstruoso, que se remonta a la fundación de Wall Street y acaba en las vísperas del hundimiento financiero de 2008, donde se inicia el ciclo histórico que hoy vivimos y al que pertenece el trumpismo como modulación. La historia del lugar es, en realidad la historia del país, de sus utopías, miedos y desengaños, pero es también una historia cíclica de crisis y de burbujas, de enriquecimiento súbditos y desposesiones. Es también una sutil tecnología religiosa, el templo sin el cual no sería posible pretender escribir en el corazón de cada norteamericano una idea de ciudadanía ligada a una idea de riqueza, donde cada individuo es o debe ser un broker de si mismo y para los demás. Aún Scorsese no había filmado su inolvidable Wolf of Wall Street, pero Frase encuentra en La hoguera de las vanidades (Bonfire of the Vanities) de Tom Wolfe (1987) su emblema crítico para leer el misterio ritual de la bolsa newyorkina, pira en la que arden y se inmolan los deseos y trabajos de generaciones enteras, ahorros de vidas, planes de pensiones, presupuestos públicos y privados. También en la caverna platónica hubo una hoguera y así es como Wall Street proyecta sus grandes fantasmagorías sobre los ciudadanos que aherroja. Entre ellas, lo que el autor llama «la Frontera financiera» y el culto a sus «pioneros», una tradición de especuladores, charlatenes y vendehumos sin la cual es difícil entender una figura como la de Donald Trump («un hombre que le vendería arena a los árabes», a decir de un colaborador). Es difícil encontrar un paralelo en otras latitudes con este espacio (¿la Lotería en España?, pero en favor de otra muy distinta religión de la ganancia). Son los viejos sueños del dinero multiplicándose ilimitadamente, contra toda lógica, hasta llenar de dólares la piscina del tío Gilito, los que brillan tras la decoración de hoteles y casinos Trump, el lujo ostentoso y falso que resume un entero universo de afectos y sentidos que no se forja en un día y que explica los orígenes de la capacidad seducción del actual presidente y de la capacidad de ser seducidos de sus votantes, de sus espectadores. Por eso bebemos lejía.
6. Thomas Frank. ¿Qué pasa con Kansas? Como los ultraconservadores conquistaron el corazón de Estados Unidos (Madrid: Acuarela&Antonio Machado Libros, 2015).
Porque antes de Trump hubo un Bush, y antes de Bush otro, y un Reagan. Y, así, la historia es lo que se repite pero parece nuevo, tanto al menos como lo que, en efecto, cambia. Thomas Frank, uno de los analistas culturales más brillantes de Estados Unidos, fue capaz de nombrar el síntoma de una época en What’s the Matter with Kansas? (New York: Metropolitan Books, 2004), libro en el que se refugió la opinión pública liberal en los años traumáticos de la Guerra contra el Terror, para averiguar cómo y porqué había surgido una militancia conservadora en estados con antiguas tradiciones obreras. Pero más allá de las transformaciones concretas de la Kansas natal del autor, el libro plantea tempranamente los efectos demoledores que están teniendo un tipo de forma de hacer política basada en batallas culturales, progresivamente desconectadas de bases materiales. Como Amador Fernández Savater discutió tempranamente, el universo político que explora Frank es un espacio fantasmal crecido en el vacío dejado por las instituciones que definían el mundo obrero norteamericano como tal –particularmente, la fábrica, el sindicato, la pensión, el seguro médico y (lo más importante) el salario—, después de que sus valores fuesen cuestionados por la revolución cultural de 1968. No en vano, Frank es el autor de otro libro importante (La conquista de lo cool), sobre la mercantilización de la contracultura en Estados Unidos, cuyas tesis se han extrapolado con demasiada alegría para el caso español. Doblemente angustiadas en sus valores (asediado un modo de masculinidad, un tipo de sexualidad y de familia, de privilegio blanco) y en su economía (tras el traslado de sus fábricas a Oriente), las clases obreras blancas norteamericas se refugiarían en un neoliberalismo ultraconservador que promete restaurar trabajos y tradiciones. Reagan será el catalizador de un patrón que, desde entonces, una vez cada década, se reinventa y radicaliza, pudiendo llegar más lejos en cada ocasión, como supo capturar Adam McKay en su biopic sobre Dick Cheney (Vice, 2018). Pero también el archivillano Steve Bannon en su documental de agit-prop Reagan. In the Face of Evil (Reagan frente al mal 2004). No deja de ser inquietante que compartamos una idéntica –aunque de signo contrario– lectura de la historia.
7. Wendy Brown. In the Ruins of Neoliberalism. The Rise of Antidemocratic Politics in the West (NY: Columbia University Press, 2019)
Thomas Frank no está solo. La tarea de crítica de la economía política del neoliberalismo que Wendy Brown había realizado en sus libros anteriores, subrayaba la importancia de los cambios corporativos en la educación superior, el derecho y las formas de gobierno. En el fondo, estaba en juego la posibilidad de extender la racionalidad mercantil a todos los ámbitos de la existencia, y prioritaramente a aquellos regidos por instituciones públicas, la espina dorsal de la democracia. En las ruínas del neoliberalismo esa crítica se hace cargo del terremoto que la victoria de Trump supuso en el imaginario político norteamericano y los efectos nocivos que su forma de hacer política ha tenido internacionalmente. Síntoma de una crisis más profunda de las democracias liberales –crisis de representación que las primaveras ciudadanas de 2011 supieron diagnosticar–, el trumpismo representa la reacción conservadora de un ultraliberalismo político que pretende conjurar las heridas que él mismo ha producido a través de fantasías consolatorias dirigidas a las antiguas clases medias blancas y, en particular, a sus varones, en lo que Brown define como «populismo apocalíptico». Las consecuencias lógicas de la extensión de los axiomas neoliberales (que buscan «desmantelar la sociedad», «destronar a los políticos», «extender la esfera privada») en el deterioro de la vida colectiva produciría, en el cruce con una ideología religiosa cristiana radical, un cóctel de nihilismo, fatalidad y resentimiento que explicaría (al menos según Brown) el triunfo de Trump. También el ascenso global de otras opciones afines. Brown, es explícita en su intento de extender el argumento de Thomas Frank sobre el viraje cultural de la clase obrera blanca desposeída hacia el universo neocon. La tesis de fondo es que lo que se anuncia a partir de este escenario marcado por el ataque a la mera idea de «sociedad» y a las instituciones democráticas es un orden político nuevo, en la encrucijada de neoliberalismo, nacionalismo, racismo y masculinismo. La derrota de Trump puede frenarlo temporalmente, pero no cancelar su ascenso indefinidamente.
8. Gloria Anzaldúa. Borderlands. La Frontera. La nueva mestiza (Madrid: Capitan Swing, 2016).
A pesar de los treinta años transcurridos desde su escritura, Borderlands. La Frontera. The New Mestiza (San Francisco: Aunt Lute Books, 1987), no ha dejado de ganar actualidad, como indica su reciente traducción al castellano. Se trata de un libro ya clásico, donde se funda la literatura chicana, y una suerte de biblia espiritual y política de su movimiento. Representa un canto íntimo a la frontera mexicana y a las formas de vida que esta ampara, pero quiere hablar a los habitantes de todas las fronteras políticas y geográficas y quiere hablar de las otras fronteras –sexuales y espirituales– que vienen con aquellas. Relato donde lo colectivo y lo individual no pueden separarse, fronterizo también en su propio género –narrativo, biográfico, ensayístico, poético–, propone una antropología de lxs habitantes de la raya mexicano-norteamericana, de sus genealogías políticas y culturales, transitivas antes de toda frontera, lingüísticas entre lenguas y entre cuerpos. El racismo, la militarización de la línea, la espectacularización de la represión (y sus contrarios: la solidaridad, la acogida, el refugio, las «ecologías migrantes del cuidado» que documenta Pablo Domínguez, https://ecologiesofmigrantcare.org/) definen los últimos años de Trump (pero también –y quizá aún más, al menos en cuanto a deportaciones– de Obama). Y han hecho más urgente aún la llamada al mestizaje por la que aboga Aldanzúa, para lxs nacidxs en las tierras de la frontera, habitantes de ese lugar intermedio que es y no es ninguno de los mundos que lo atraviesan y dividen. Mis estudiantes latinxs, dreamers y ciudadanxs, han sabido encontrar en sus páginas inspiración y consuelo, comprenderlo como una suerte de manual para el «cambio de código», la instrucción básica para cualquier existencia fronteriza, que anima a pensar en otros mestizajes a partir de la gramática de ese lugar de cruces y regresos, de destierros, de memorias y mitologías indígenas –caníbales, serpientes, chamanes, mujeres-cactus– cruzadas por violencias, lenguajes y deseos. Me gusta imaginar a qué sonarían textos semejantes escritos en Melilla y en tantas otras islas, ciudades y fronteras de la Europa amurallada de los últimos años.
9. David Graeber. La utopía de las normas. De la tecnología, la estupidez y los secretos placeres de la burocracia (Barcelona: Ariel, 2015).
Resulta forzoso mencionar en este repaso al antropólogo recientemente fallecido David Graeber, una de las voces más visibles del movimiento Occupy Wall Street y el autor del monumental tratado sobre la deuda Debt. The first 5.000 years (2011), un volumen fascinante que traza la historia de los sistemas de intercambio económico y crédito social desde el neolítico al presente en los cinco continentes con el objeto de demostrar dos cosas: la deuda no es mala en si misma, sino una necesidad cultural de todo sistema de intercambios, porque de ella emana la confianza mutua, e históricamente no es cierto que todas las deudas tengan que ser pagadas, porque las distintas culturas han articulado mecanismos para cancelarlas, y empezar de nuevo, justo cuando la deuda amenaza con devorar la sociedad de la que surge. Como ahora. Pero si el objetivo, entonces, era reclamar un borrón y cuenta nueva en la economía global, un jubileo, y nuevo punto de partida, en The Utopia of Rules. On Technology, Stupidity, and the Secret Joys of Bureocracy (Brooklyn: Melville House, 2015) parecería indagar las razones culturales que no han hecho posible este perdón de las deudas y los deudores después de las crisis neoliberales de los dosmildiez. Pero también Graber deseaba establecer un horizonte de acción política hacia el futuro, una suerte de testamento moral de su trabajo, junto con su último Bullshit Jobs. A theory (Trabajos de mierda. Una teoría. Barcelona: Ariel, 2018). En ambos textos concentra la mirada sobre una sociedad regida por reglas y protocolos en apariencia carentes de sentido, donde la tecnología aumenta los deberes y trabajos de una ciudadanía sometida a sus rigores y expropiada de su tiempo. La Utopía de las Reglas se pregunta por la ausencia de una teoría de la burocracia desde el pensamiento de izquierda y la paradoja de la desaparición de la crítica de la protocolarización del trabajo y la existencia, mientras la burocracia triunfa. Esta se ha expandido inexorablemente en todos los ámbitos de la vida a caballo de las nuevas tecnologías, los call-centers, la atención telefónica, los interfaces y la deslocalización. Quien haya visto Buried (Enterrado, 2010) de Rodrigo Cortés, una suerte de Kafka contemporáneo, no olvidará los niveles extremos de deshumanización a los que la burocracia virtualizada comporta en la sociedad norteamericana. Son los mismos recursos que hoy importamos a la nueva normalidad europea: citas médicas telefónicas, depositorios informáticos y protocolos web van progresivamente ocupando el tiempo-espacio de los servicios públicos, la atención al cliente y el trabajo localizado. La gran paradoja, que formula Graeber como «ley de hierro del liberalismo», consiste en que la «desregulación» que el neoliberalismo reclama aumenta la burocracia y no al revés, no sólo en el ámbito corporativo sino en la propia lógica del estado neoliberal desregulador. Ese deseo normativo tiene una poderosa utopía («credencialista» la llama) en su base, que al tiempo que desposee a los ciudadanos de agencia en sus prácticas más triviales, sustituye la toma de decisiones y la responsabilidad por protocolos, sostenidos en el secreto placer de no pensar.
10. Elizabeth Rush. Rising: Dispatches from the New American Shore (Minesota: Milkweed Ed., 2018)
Sea como sea, bajo la forma de un Green Deal nacional o de un acuerdo planetario, la nueva administración americana debería afrontar la necesidad de un cambio enérgico en la relación del capitalismo con la naturaleza …o puede perfectamente seguir como hasta ahora, por otros cuatro años más, porque, al cabo, los tiempos del apocalipsis no son los de las elecciones. ¿O quizá sí? Para hacernos una idea de lo que está sucediendo –y de lo que está por venir– podemos leer Rising de Elizabeth Rush, una joven autora que trabaja entre la fotografía artística, el periodismo creativo y el testimonio medioambiental. Su libro, un pequeño fenómeno editorial que debe ser urgentemente traducido al castellano (y replicado en España), aborda, hilando con cariño y cuidado, voces y experiencias a pie de costa, testimonios de un fenómeno imparable: el crecimiento de las aguas. Está subiendo el mar dicen los litorales del Maine y de Louisiana, las costas de Rhode Iland y Florida, las tormentas de Staten Island, los estuarios y humedales de Oregon y las aves. A todos ellos sabe Elizabeth poner voz, a través de habitantes, investigadores, testigos para quienes las crecidas del mar hacen desaparer mundos. Desplazamientos, especulación, seguros de inundación, memorias y ruínas construyen un paisaje de éxodos y migraciones, contado con sencillez, hermosura y poesía, narrado de cerca con cuidado y acompañamiento de los refugiados climáticos del llamado primer mundo. Creo que el mayor acierto del libro está en su propio tono, que parece capturar la lentitud y el silencio de las aguas que suben poco a poco, pero de forma inexorable, mientras se derriten los polos. Gane quien gane. Y pierda quien pierda. Después de las tormentas.