Por ANTONIO J. SÁNCHEZ LÓPEZ
Hace unos años Javier Aristu se propuso alentar unos encuentros entre personas de Cataluña y de Andalucía interesadas en compartir y analizar los severos problemas de articulación entre Cataluña y el resto de España, que en esos meses adoptaban todo tipo de expresiones melodramáticas.
Si algo en común teníamos los convocados por Javier era nuestro deseo de que todos los ciudadanos españoles pudieran compartir un espacio de convivencia y de que ese espacio permitiera una vida digna a todos los que componían esa sociedad.
Conocimiento de la Andalucía de hoy
Poco que decir
En esos encuentros, algunos de los participantes del “lado andaluz”, nos sorprendimos de la dificultad que teníamos para ofrecer miradas innovadoras y críticas que aportaran algo a esas sesiones. Nos sorprendimos en especial de lo poco que teníamos que decir sobre dos tipos de cuestiones: las formas y procesos para materializar la solidaridad interterritorial (asignación de los recursos públicos, marco regulador de las instituciones…)1, y los modos de construir un estado de bienestar acorde con las necesidades actuales de los ciudadanos.
Cuando nos preguntamos el porqué de esa circunstancia, nuestra primera observación fue constatar que Andalucía carece de diagnósticos recientes sobre su situación, entendiendo por reciente el período que comienza con la crisis de 2008 y llega hasta la fecha. Carencia, particularmente remarcada, en cuanto se refiere a análisis holísticos, aunque tampoco son abundantes, en este inmediato período, los análisis puntuales.
¿Qué sucede entonces para que la “sociedad civil” andaluza sea una parca protagonista de ese análisis sobre su propia realidad?
Pero ¿por qué no ha habido diagnósticos recientes, cuando sí los hubo con anterioridad a esas fechas? La mera atención a la producción intelectual de académicos y de otras personas de Andalucía deja de manifiesto que no es exactamente por la ausencia de un “pensamiento crítico” en la región2, porque sí lo hay, por poco abundante que acaso sea, si bien sus sustentadores orientan sus inquietudes, bien hacia espacios globales o bien, por el contrario, a cuestiones muy particulares. ¿Qué sucede entonces para que la “sociedad civil” andaluza sea una parca protagonista de ese análisis sobre su propia realidad?
Y ¿qué sucede para que las instituciones públicas regionales, con sus anteriores diagnósticos desmantelados por las sucesivas crisis, y en plenas tormentas de todo tipo que cuestionan hasta su propia razón de ser, hayan abandonado ejercicios diagnósticos y propositivos de una mínima relevancia y calidad?
Propósito de enmienda
Con esas preguntas nos quedamos. Conscientes de estas relevantes carencias, y de la mano de Javier Aristu3, hemos tratado desde entonces de contribuir en nuestra medida a poner remedio a tanta sequía analítica. En ello nos encontramos.
Estamos tratando de averiguar4 qué puede explicar la escasa capacidad propositiva para afrontar los retos tan relevantes que hemos encontrado, el estado de “autoignorancia” en el que nos hallamos, nuestra incapacidad para formular un mínimo diagnóstico solvente sobre el estado de nuestra región.
Pero, y sobre todo, estamos tratando de alentar ese ejercicio diagnóstico propositivo, de alcance “generalista”, que tanto echamos en falta para orientar la actividad política de la región, en el más estricto sentido de acción “política”.
Para avanzar en este nuevo ejercicio nos hemos detenido en reconocer qué valía y qué no valía de los ejercicios diagnósticos pasados; qué podemos aprender de ellos.
En lo que queda de la presente nota apunto algunas de las posibles enseñanzas que podemos extraer de esos ejercicios pasados.
Estamos tratando de alentar ese ejercicio diagnóstico propositivo, de alcance “generalista”, que tanto echamos en falta para orientar la actividad política de la región, en el más estricto sentido de acción “política”
Aprendiendo de los análisis del pasado
El “monopolio” institucional de la mirada
Nuestros principales ejercicios de diagnóstico en los últimos cuarenta años han provenido en gran medida del impulso público del gobierno regional, ejercicios especialmente numerosos y “concretos” en los primeros años de la autonomía, sosteniendo el diseño de un sinfín de planes para acometer retos urgentes5. Planes muy marcados al inicio por lo económico, que fueron dando paso más tarde a diagnósticos con una explícita vocación omnicomprensiva6, y a todo un rosario de planes menores, vinculados a políticas muy concretas en ámbitos diversos, cada uno de los cuales se sostenía sobre ejercicios diagnósticos más o menos rigurosos7. Pocos, por no decir ninguno, de esos ejercicios han sido impulsados por las instituciones de la sociedad civil.
Quedémonos de esta frase con una afirmación -“desde el impulso público”-. Porque aquí hay una marca de la casa: las reflexiones diagnósticas con ánimo prospectivo, desde el inicio de la autonomía hasta comienzos del presente siglo, o han sido llevadas a cabo formalmente desde lo público o responden a iniciativas que, aunque de autoría más o menos privadas, se han sostenido por el dinero público.
Pocos ejercicios diagnóstico/prospectivos escaparon a esa dirección o patrocinio de la administración regional. La ausencia de reflexiones recientes impide juicio alguno sobre lo ocurrido en la actual etapa popular, con la excepción del esperpéntico ejercicio llevado a cabo por el Parlamento de Andalucía, a petición del gobierno, para identificar y estructurar las actuaciones que permitirían combatir los efectos de la COVI 19, de nuevo “público” y de una calidad ínfima; basta su lectura para comprobar este juicio.
El “ejercicio de la mirada” parece una tarea reservada a “los agentes públicos”. Cabe preguntarse, como en no pocas ocasiones se han formulado sociólogos, literatos y políticos a lo largo de los años, ¿dónde se halla entonces esa sociedad civil, supuestamente inquieta y creativa? Hallar una buena respuesta a esa pregunta es importante, a sabiendas de que puede proporcionarnos severas inquietudes.
La autocomplacencia
El origen de los impulsores de esos ejercicios y de los soportes financieros que los animaron tiene un reflejo inmediato en la inclinación de buena parte de ellos a la “autocomplacencia”8 y su reserva a cualquier conclusión de la que pudiera derivarse la menor crítica; comportamiento que fue creciendo a medida que pasaron los años de gobierno autonómico.
Una autocomplacencia que pronto tuvo un efecto: convertir a los ejercicios diagnósticos y prospectivos en productos de marketing político
Esta autocomplacencia fue pronto objeto de atención de diversos analistas, entre los que cabe destacar Manuel Pérez Yruela, que acuñó la expresión de la “paradoja de la satisfacción” para interpretar, entre otros fenómenos convergentes, esa aversión a salir mal en la foto.
Una autocomplacencia que pronto tuvo un efecto: convertir a los ejercicios diagnósticos y prospectivos en productos de marketing político. Ocupar muchas páginas y tiempos en la televisión y en los medios, tanto más cuanto más extensos y “participativos” (por digital cooptación) eran esos ejercicios. Tras su escasa duración (días, semanas…), los diagnósticos y los planes, por ponderadas y cualificadas que fueran sus aportaciones, pasaban a mejor vida: archivos, referencias puntuales en los preámbulos de algunas disposiciones… Así hasta apagarse, sin que fueran objeto de seguimiento y actualización, ni sirvieran tampoco de guías para la Oposición, que muy pocas veces los ha tomado como referencia, salvo para criticarlos puntualmente mientras se hacían.
Tiempos de referencia: pasado, presente…
Nos gusta entendernos y, básicamente, entender nuestro pasado, tarea siempre conveniente para comprender las sombras que proyecta sobre nuestro presente. Nuestros escasos ejercicios diagnósticos se detienen con morosidad en las bases históricas del momento presente; se sostienen en unas luces largas traseras que, con frecuencia, iluminan hasta varios siglos atrás y a esos remotos y manipulados focos se destinan con frecuencia no pocos de los recursos diagnósticos/prospectivos.
Pero, además, nuestros escasos ejercicios diagnósticos dignos de ese nombre, cuando se detienen en el presente, lo contemplan, por lo general, como un stock de datos y hechos, reconociendo apenas los flujos-fuerza, los procesos, que hoy lo configuran.
Sobre esas bases, al mirar al futuro, se enfrentan con un magma ilegible sobre el que poco son capaces de decir. Con frecuencia han solventado esa precaria posición analítica recurriendo a imágenes estereotipadas: vamos hacia el Silicon Valley europeo; somos la California de Europa…retórica; o imaginando futuros desde premisas teóricas abstractas (liberalismo, anticapitalismo…). Poca luz pudieron dar sobre el futuro los ejercicios realizados.
Nuestra ceguera
Algunos de los “vicios” señalados probablemente tengan como excusa nuestra pertinaz “ceguera”, esa ceguera sobre la que ya hablaron extensamente Sábato o Saramago, es la que nos impide ver los retos que tenemos delante: el reto del agua, la estancia en la ignorancia, la carencia de política efectiva en materias de cuidados, el envejecimiento, la presencia de inmigrantes… Poco que decir sobre la articulación regional del Estado; sobre nuestro sistema de salud; sobre nuestro sistema educativo; sobre nuestro “no sistema” de cuidados (mayores, enfermos, niños con problemas…); sobre un mejor camino para hacer más resiliente y fuerte nuestro sistema económico; sobre cómo afrontar los retos climáticos y ambientales; sobre la posición de la sociedad ante los retos tecnológicos…
Productos en descrédito
No ha de extrañar entonces que estos ejercicios diagnósticos prospectivos, a pesar de contener en ocasiones reflexiones de más o menos calidad para instrumentar políticas, al ser convertidos en la práctica en ejercicios retóricos banales, a mayor gloria de quienes los han alentado, interesen cada vez menos a la sociedad, e incluso a los propios agentes y a personas que en el pasado han participado animosamente en tales ejercicios.
Poco aportan a los méritos académicos, manchan de “partidismo” a quienes participan en ellos, requieren tiempo y a veces hasta dinero a quienes se implican en ellos… Factores, todos, para rehuirlos.
Diagnósticos “tecnocráticos”
Los ejercicios diagnósticos emprendidos en el pasado apenas contienen análisis holísticos, del conjunto de la sociedad. El análisis de los procesos que están dándose en una sociedad en plena efervescencia queda relegado a un segundo plano, en detrimento de perspectivas supuestamente económicas y/o centradas en problemas puntuales.
El sujeto de las reflexiones rara vez son las personas. Inquietudes más abstractas, el territorio, el paro, la competitividad, el conocimiento…son los temas básicos.
La desigualdad, la pobreza, la ausencia de expectativas, la crisis de las organizaciones familiares, la convivencia con los inmigrantes, la marcha de los jóvenes, el despliegue de las adicciones, el avance del populismo y la postverdad, la escasa calidad de la mayor parte del hábitat residencial, la salud…rara vez están en el punto de mira de esos ejercicios, como si fueran problemas menores y/o irrelevantes.
El sujeto de las reflexiones rara vez son las personas. Inquietudes más abstractas, el territorio, el paro, la competitividad, el conocimiento… son los temas básicos
Pero, además, los propios procesos de elaboración de esos ejercicios se han realizado sin la menor participación efectiva de la sociedad, por más que hayan sido objeto de consultas formales a los anquilosados y sumisos agentes económicos y sociales señalados por el promotor del diagnóstico. Aquí puede encontrarse quizás una de las principales enseñanzas para un mejor diagnóstico ejercicio futuro.
Diagnósticos para fundar peticiones
Se dice, con cierta frecuencia que una de las actitudes clásicas de las acciones políticas andaluzas es la de pedir -pedir dinero- una actitud en la que se ha agotado a veces el impulso público, particularmente en las proximidades de los momentos electorales y en los años “valle” de las crisis.
Esa perspectiva es consistente con que los enfoques de los ejercicios diagnósticos conduzcan con frecuencia a un solo marco propositivo: la cuantía de los recursos financieros necesarios para atender supuestas necesidades. Y al centrarse los más de los ejercicios diagnósticos en cuestiones relativas a la actividad económica, y al hacerlo sin unas mínimas premisas que permitan determinar las prioridades que han de atenderse, las demandas de mayores recursos versan a menudo sobre infraestructuras sin cuento, equipamientos banales, plantillas públicas desmesuradas… peticiones a terceros y planes propios sin dotaciones presupuestarias ni ordenación de los medios a desplegar….
Sin soporte. Una gran laguna: la Evaluación
Uno de los rasgos constantes de esos ejercicios diagnósticos explica bien su creciente banalidad: prácticamente ningún análisis diagnóstico-prospectivo de los realizados en Andalucía (y me temo que también en muchos otros lugares de Europa), se ha fundado en una mínima Evaluación de lo que se había emprendido hasta esa fecha en las materias objeto de los diagnósticos. ¿Alguien conoce una evaluación de la política de bilingüismo escolar en Andalucía; o de las políticas de incentivos a las pequeñas empresas; o de los modelos constructivos de las escuelas; o de la utilidad de las mejoras de los ferrocarriles autonómicos; o de los cambios habidos en el sistema de atención primaria; o de la patética política de cuidados a mayores?…
Y cuando esa evaluación, o algo parecido a ello, se ha tenido entre las manos (Informes especiales del Tribunal de Cuentas europeo; de la AIReF, del relator de Naciones Unidas sobre la pobreza, el del PISA, algunos pronunciamientos judiciales9…), o se han dejado de lado, o se han descalificado.
Enseñanzas
El ejercicio diagnóstico: una acción política
Tal cúmulo de desaciertos, acaso comunes con los que suceden en otras autonomías, aquellas donde sus instituciones no han llegado a reconocer aún la importancia de su propio papel, tiene una última expresión a la que Javier Aristu nos quería llevar constantemente: la necesidad de revitalizar y reivindicar la función de la visión y la acción política.
Quizás lo que deseamos -una reordenación acertada de una sociedad cuya acción pública se centre en el bienestar presente y futuro de sus componentes- sea una pretensión ingenua, pero es la pretensión que estimamos necesaria. Para conseguirlo no hay otro camino que la acción política: unas instituciones (parlamento, gobierno, instituciones independientes) conscientes de sus obligaciones y de sus campos de actuación; unos equipos de gobierno competentes y eficaces; unos instrumentos de actuación idóneos…y por debajo de todo ello, soportándolo todo, un constante monitoreo diagnóstico de la realidad, de sus procesos en curso, de los recursos e instrumentos que deben emplearse (o ajustarse o eliminarse) para mantener el rumbo hacia esa mejor sociedad para todos.
Una última expresión a la que Javier Aristu nos quería llevar constantemente: la necesidad de revitalizar y reivindicar la función de la visión y la acción política
Conclusiones desde los ejercicios pasados
Las observaciones anteriores nos aconsejan que un ejercicio diagnóstico sano asegure:
- Fundarse en hechos y datos solventes, no en ilusiones ni en modelos.
- Fundarse en buenos ejercicios de Evaluación de las acciones y políticas anteriores.
- Interesarse particularmente en el reconocimiento de los factores que configuran los cambios en curso.
- Realizarse mediante procesos abiertos a la sociedad y ampliamente comunicados.
- Hacer partícipe desde el primer momento a las instituciones civiles preexistentes: al tejido asociativo pertinente.
- Interesar a los responsables de las instituciones públicas: sindicatos, partidos, gobierno, parlamento, autoridades independientes…
- Orientarse a la acción.
El emplazamiento de Javier Aristu: mirar, conocer, actuar
Javier Aristu nos ha dejado al equipo que había aglutinado bajo el nombre “Nuevo Diagnóstico de Andalucía”, la tarea de esforzarnos por perfeccionar ese diagnóstico de la realidad andaluza, ese diagnóstico que nos permite entenderla y mejorar nuestra actuación ante lo que se sucede y ante los procesos que la conforman.
Un diagnóstico desde la perspectiva de la política, en su misión siempre permanente de construir una mejor sociedad. Un diagnóstico lo más solvente que podamos llevar a cabo, con los detenimientos precisos, sin digresiones escolásticas, que use lo mejor de la academia para su construcción –pero que deje atrás también lo peor de la academia…Un diagnóstico orientado a dar respuesta rápida a los problemas que van acumulándose (urgencia como nos recordaba hace poco Niall Ferguson), antes de que la suma de los problemas irresueltos aboquen a descontentos aún más profundos de los que ya se dan por el modo en que se hace política en las últimas dos década, descontentos que, de no satisfacerse, buscarán otras soluciones más autoritarias (como ya ocurrió con frecuencia en la España del XIX y del XX; como ocurre ahora en tantos países del mundo…) de las que solo cabe esperar más frustración.
Una inquietud, la de Javier, que tenía una finalidad bien clara: procurar que los ciudadanos de Andalucía no estén siempre los últimos de la cola en materia de igualdad, conocimiento, riqueza…y con ello los últimos de la cola de la dignidad. No debemos olvidar esa inquietud de Javier.
_______________
Antonio J. Sánchez López. Licenciado por la Universidad Complutense, gestor de proyectos, empresas e instituciones públicas y privadas.
NOTAS
1.- Al margen de los consabidos discursos reseñando e interpretando cuanto sucedió a comienzos de los ochenta; dejando de lado también el alineamiento de algunos constitucionalistas andaluces en el movimiento “federalista” español, tan poco presente sin embargo en el discurso de los agentes sociales, políticos, y mediáticos de Andalucía; y obviando la cierta difusión que van teniendo en algunos círculos de Andalucía las críticas y crípticas reflexiones “postcoloniales”. [^]
2.- Nunca ha sido tanta la producción de artículos académicos desde los investigadores y científicos sociales de las universidades y centros de investigación andaluces. [^]
3.- Javier Aristu tiene en imprenta una obra, de próxima publicación, que pasa revista a los ejercicios diagnósticos (las “miradas”) que, desde ópticas muy diferentes, fueron haciéndose en la posguerra y hasta fin del pasado siglo. [^]
4.- Acaso por estar instalados en ese “dejar de pensar”, en ese “pensamiento perezoso” del que habla Boris Cyrulnic.[^]
5.- Planes de desarrollo económico, planes de vivienda, planes de ordenación del territorio, planes forestales… [^]
6.- Los dos más relevantes fueron el del Foro de Andalucía en el Nuevo Siglo (1998-1999) y el denominado Segunda Modernización (2003). A ellos habría que agregar las iniciativas emprendidas por el IESA (CSIC), entre las que cabe destacar los trabajos comprendidos en la obra de Moyano, Eduardo y Manuel Pérez Yruela (coordinadores), La sociedad andaluza [2000], Córdoba 2002. [^]
7.- Algunos de los ejercicios realizados movilizaron a los mejores analistas de esos momentos; su destino y algunos otros factores en los que más adelante se abundan explican su escaso impacto. Pero muchos otros planes y ejercicios diagnósticos, en pocos casos respondían a un ejercicio sistemático de atención a las prioridades más relevantes. [^]
8.- Véase en el documento del Foro de Andalucía en el Nuevo Siglo las loas a la región como “sociedad tecnológicamente avanzada”, “capacitada”…[^]
9.- Por ejemplo, la sentencia 563/2017 de la Sección 5ª de la Sala Contencioso Administrativa del Tribunal Supremo, sobre la persistencia de los agentes públicos por promover una gran actuación logística (Las Aletas), en Dominio Marítimo Terrestre, cuya necesidad es cuestionada con un amplio despliegue argumental. [^]