Por Guillermo Martín Argüelles
En Madrid no hay clasismo, no existen clases sociales. Da igual cuánto ganes que nadie te va a decir nada. Nos gusta vivir a la madrileña, irnos a una terraza a tomar una cerveza. Madrid es la única capital de provincia de España dónde puedes cambiar de pareja y no te encuentras a tu ex. Madrid es España dentro de España. Libertad es poder llevar una pulsera que pone libertad.
Estas son tan sólo algunas de las ilustres frases con las que la principal referente de la ultraderecha cultural y política española, Isabel Díaz Ayuso, ganó las elecciones autonómicas a la Comunidad de Madrid de mayo de 2021. Horteradas y superficialidad al margen, me gustaría resaltar especialmente el concepto que acuñó, y que triunfó, vivir a la madrileña, basado fundamentalmente en que la libertad es sinónimo de cañas, tapas y cachondeo, en contraposición a las restricciones que gobierno y administraciones autonómicas de todo color político, aplicaron durante el auge de la pandemia por covid-19. Más allá de la negligencia y la desatención que vivieron las residencias de ancianos, con triaje eugenésico incluido; lo que queda claro es que una parte significativa de la derecha y la ultraderecha (aunque cada vez cuesta distinguir más una de la otra), ha hecho un viraje en sus postulados ideológicos, culturales y discursivos. De esta manera, el tablero de disputa política se ha trasladado al terreno de lo cultural, en el que estas derechas alternativas, cuestionan hechos como la violencia de género, el cambio climático o la misma existencia de la pandemia.
Pablo Stefanoni, nos explica en este ensayo, algunas de las claves para comprender y entender cómo y cuándo se han ido produciendo estos cambios culturales e ideológicos en el espectro de la derecha liberal y conservadora. Publicado en 2021, Stefanoni es autor de Los inconformistas del Centenario. Intelectuales, socialismo y nación en una Bolivia en crisis (1925-1939). Escribe asiduamente en el diario La Nación y Le Monde Diplomatique. Además, combina la investigación en ciencias sociales con el trabajo periodístico, teniendo como campo de especialidad el análisis de las izquierdas latinoamericanas.
Definir a las nuevas extremas derechas que surgen del escenario post-2008 no siempre es fácil, ni tampoco existe un consenso, ni tiene por qué haberlo. La complejidad hacia la que avanzan las sociedades, la ausencia en numerosas ocasiones de un proyecto ilusionante por parte de la izquierda que, paralizada e incapaz de imaginar un futuro, se dedica a caer en el solucionismo tecnocrático y el cortoplacismo.
Definir a las nuevas extremas derechas que surgen del escenario post-2008 no siempre es fácil, ni tampoco existe un consenso, ni tiene por qué haberlo. La complejidad hacia la que avanzan las sociedades, la ausencia en numerosas ocasiones de un proyecto ilusionante por parte de la izquierda que, paralizada e incapaz de imaginar un futuro, se dedica a caer en el solucionismo tecnocrático y el cortoplacismo. El futuro parece clausurado, en palabras de Stefanoni, y cualquier oferta revolucionaria o reformista pierde todo interés, ante la imposibilidad para llevarla a cabo por las numerosas limitaciones y contradicciones existentes en el capitalismo financiarizado.
Es aquí cuando el analfabetismo ilustrado, conocido también como cuñadismo o tietisme (en función de su ubicación en la Península Ibérica), toma terreno y asienta posiciones. La gente está enfadada, es algo objetivo y evidente. Allá dónde vas el malestar, la rabia e incluso el nihilismo son parte de la cotidianidad. En el trabajo, en el bar, con los amigos o la familia, el ambiente que flota en las conversaciones es de que todo puede ir a peor y de que estamos cayendo por una espiral que parece no tener fin.
La búsqueda de culpables y la caja de Pandora de nuestros males es el principal ariete que estas derechas esgrimen. Feminazis, moros, subvencionados y maricones son sólo algunos de los causantes de este desasosiego que según ellos corroe a la sociedad. La dictadura de lo políticamente correcto (incluso el señoro de las hormigas tiene una sección en su programa nocturno de Mediaset), la policía del pensamiento (denunciada públicamente por neonazis en la nave del misterio), son los ejes narrativos que articulan un nuevo discurso, fresco y rebelde, en el que la igualdad y los derechos humanos son vistos como amenazas a combatir. Éstos además cuentan con una tropa de choque nada despreciable: youtubers, streamers, instagramers, que desde el terreno de lo virtual llegan a modo de intelectuales orgánicos a amplios sectores de jóvenes y adolescentes, que inician su politización en el mundo online. Conviene no despreciar y arrogarse de superioridad intelectual ante este fenómeno, pues las nuevas generaciones no conocen otra realidad que la tecnológica, y en mi opinión, aquí radica uno los principales frentes de disputa política del presente y del futuro.
Mundo virtual aparte, las nuevas derechas no son un conglomerado homogéneo, ni en sus formas ni en sus orígenes. Según el autor se podrían dividir en tres grandes grupos; el primero es el que emana del neoliberalismo, el cual impregna estos nuevos discursos rebeldes, no tan sólo en cuanto la política económica, sino también respecto al tipo de modelo de sociedad que se quiere construir, basada en la tecnocracia y el funcionalismo orgánico, dos pivotes bajo los que organizar la sociedad. Otra, más clásica si cabe, señala como origen de todos los males al islam y la inmigración, y busca proteger a Occidente y preservar sus valores. Y, por último, una vertiente que podríamos llamarla fasciohippy, la cual sitúa a la industrialización y la acción del hombre como el inicio del declive de Occidente. En esta encrucijada beben desde los ecofascistas hasta algunos sectores primitivistas.
Contradicciones y friquismo sirven para apuntalar una serie de discursos y posiciones culturales que, aunque en ocasiones son antagónicas, tienen un objetivo: revertir el sentido común sobre lo que está bien y lo que está mal, mezclando el victimismo con la necesidad de restituir el orden y una serie de derechos naturales que se encuentran en entredicho.
Llama la atención cómo estás nuevas derechas esgrimen la bandera del ecologismo o del colectivo LGBTQ para hacer llegar su mensaje a sectores de la población que históricamente les han sido hostiles. Por eso no es de extrañar figuras como la de Milo Yiannopoulos, activista gay y defensor de Donald Trump, quién sirvió para romper la asociación entre libertad sexual y progresismo, un terreno del que la derecha política había quedado al margen durante décadas.
De la misma forma, el ecologismo se utiliza por parte de estas derechas para fijar una serie de valores como el conservadurismo (preservar la tierra), la natalidad (lo local frente a lo foráneo) o los valores comunitarios (la tradición), que los cambios producidos por la industrialización y la modernidad habrían desvirtuado a Occidente de sus valores morales. De la misma manera, la crisis climática es utilizada como elemento apocalíptico, que irremediablemente llevaría a una deriva reaccionaria y de lucha por la supervivencia al más puro estilo Mad Max, en el que las salidas antidemocráticas e iliberales toman fuerza y que parecen inevitables.
Y es que la principal dicotomía que según Stefanoni hay en nuestras sociedades oscila entre aquellos que instruidos y móviles valoran la fluidez y la autonomía (cosmopolitismo), frente aquellos que menos instruidos y más estáticos, valoran la seguridad que le dan los vínculos de grupo (localismo).
Stefanoni propone que conviene huir de articular un movimiento populista de izquierdas (rojipardismo) que se contraponga a los populismos de derechas. Por contra, cree que hay que combinar las demandas de reconocimiento de las minorías junto a las de redistribución de la riqueza, movilizar a sectores precarizados y atraer a las nuevas generaciones.
Qué hacer frente a esta metamorfosis de una derecha desacomplejada, que llega a sectores abstencionistas y precarizados de la clase trabajadora. Frente a los agoreros (dentro de la izquierda también los hay), que dicen que hay que elegir entre avanzar en derechos civiles o laborales, y que las demandas del movimiento feminista y de los derechos de las minorías deben subyugarse a la conquista de derechos sindicales y del mundo del trabajo, Stefanoni propone que conviene huir de articular un movimiento populista de izquierdas (rojipardismo) que se contraponga a los populismos de derechas. Por contra, cree que hay que combinar las demandas de reconocimiento de las minorías junto a las de redistribución de la riqueza, movilizar a sectores precarizados y atraer a las nuevas generaciones. Apostar por un socialismo democrático que articule la unidad en la diversidad, y que se proponga superar la desigualdad de manera radical.
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Guillermo Martin Argüelles. Historiador.
Reseña del texto de Pablo Stefanoni (2021) ¿LA REBELDÍA SE VOLVIÓ DE DERECHA? Cómo el antiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común (y por qué la izquierda debería tomarlos en serio). Buenos Aires, Siglo XXI.
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