Marc Riboud. Protesta por la guerra de Vietnam
¿Quién tiene la responsabilidad del inicio de la guerra en Ucrania?
Al contrario de lo que afirman muchos políticos y medios de comunicación occidentales, es un caso claro de responsabilidad compartida. Al final, todos los implicados eligieron opciones maximalistas en un conflicto que empezó mucho antes del febrero de 2022 y que forma parte de la rivalidad geopolítica entre Rusia y Estados Unidos.
- La responsabilidad de Vladimir Putin y su equipo político es obvia porque fueron ellos los que dieron la orden de marcha al ejército ruso intensificando el conflicto existente, con todas las destrucciones que eso implica.
- La responsabilidad estadounidense se remonta al menos al febrero de 2014, cuando Washington apoyó masivamente a las fuerzas antirrusas que derrocaron al presidente ucraniano Viktor Ianukovych (aquí un enlace sobre la implicación de EE.UU.: Ukraine crisis: Transcript of leaked Nuland-Pyatt call – BBC News). La aparición violenta de un gobierno prooccidental en Ucrania abrió la posibilidad de que la ciudad de Sebastopol en la mayoritariamente rusófona península de Crimea se convirtiera en una base naval estadounidense. Putin y su equipo político reaccionaron enviando el ejército ruso a Crimea para apoyar a los separatistas locales y evitar el riesgo estratégico para sus intereses en el Mar Negro. A partir de entonces, las tendencias negativas en las relaciones entre Rusia y Estados Unidos se reforzaron. El conflicto territorial irresuelto entre Rusia y Ucrania desencadenó la primera oleada de sanciones antirrusas que iban en aumento hasta 2022.
- El presidente actual de Ucrania, Volodymyr Zelenskyi, también tiene su parte de responsabilidad en la reciente escalada, si bien es menos grande que la de Rusia y Estados Unidos. Al ser elegido en 2019, Zelenskyi prometió solucionar pacíficamente el conflicto armado con los rebeldes prorrusos en Donbas, que también databa de 2014. Sin embargo, se vio presionado por los nacionalistas ucranianos, quienes no querían negociar con Rusia, y dio una vuelta de 180 grados a su posición inicial. Al hacerlo, Zelenskyi infravaloró el peligro de que su escalada retórica dirigida contra Rusia se tomara muy en serio en el Kremlin. Según el Wall Street Journal (Vladimir Putin’s 20-Year March to War in Ukraine—and How the West Mishandled It – WSJ), cinco días antes de que las tropas rusas se pusieran en marcha Zelenskyi había rechazado el consejo del canciller alemán Olaf Scholz de renunciar a la idea de adherirse a la OTAN. Así, perdió la oportunidad de declarar la neutralidad de Ucrania y evitar la situación actual.
¿Qué consecuencias puede tener esta guerra para Rusia?
Si el ejército ruso consigue una victoria militar, aunque sea parcial, Rusia se podrá afirmar como actor clave en la Europa oriental. En cambio, la influencia estadounidense en esta parte del mundo irá a la baja. El éxito militar ruso depende sobre todo de la capacidad de la economía rusa de adaptarse a las sanciones europeas y estadounidenses. De momento, no conocemos la envergadura de la crisis económica que Rusia tendrá que abordar en el próximo año o dos. Si las pérdidas económicas no son excesivas, podrán seguir con la guerra tanto tiempo como consideren oportuno sin temer mucha resistencia en la sociedad rusa. Mucho dependerá de la capacidad de la clase gobernante rusa de manejar bien los recursos que tienen y de autolimitarse en su política restrictiva contra la oposición. Parece claro que en los próximos años la sociedad rusa vivirá en un ambiente más autoritario que hace una década. Pero si la economía funciona, la gente tiende a perdonar mucho a los gobernantes.
¿Cómo puede quedar la Unión Europea después de todo esto?
Si aceptamos a Ucrania como miembro de la UE, toda la construcción se convertirá en poco más que una zona de libre comercio. Pero dada la resistencia de varios Estados miembros esta opción es poco probable. Con más probabilidad la Unión Europea seguirá en su estado actual, medio descompuesta y poco influyente. Con mucha suerte, en cinco o diez años Francia, Alemania e Italia podrían acordar la creación de una fuerza militar común, lo cual no sería una mala opción, no tanto porque hay que preparase para una guerra contra Rusia, sino porque la proyección del poder militar es necesaria para promover los intereses europeos (que no son idénticos a los intereses estadounidenses). Junto con el poder económico, científico y cultural dicha fuerza militar podría contribuir a la creación de lo que el politólogo Joseph Nye llama smart power, aunque es evidente que ni los estadounidenses, ni los rusos, ni los chinos tienen mucho interés en que esto pase.
¿Qué puede decir de la actitud de China?
Los chinos intentan mantenerse al margen del conflicto, pero su neutralidad es claramente prorrusa. Por un lado, la no implicación les permite obtener numerosos beneficios económicos, por ejemplo, ocupando los nichos del mercado ruso que están quedando libres después de la salida de las empresas occidentales. Por otro lado, China se encuentra en medio de una guerra comercial y tecnológica contra Estados Unidos, con lo cual resulta lógico su apoyo tácito a Rusia, cuyo éxito contribuiría al debilitamiento del poder global estadounidense.
¿Hay posibilidades de negociación de paz a un plazo razonable en Ucrania, o la guerra va para largo?
De momento, la iniciativa estratégica y táctica está del lado del ejército ruso y es poco probable que esto cambie rápidamente. Por lo tanto, un armisticio está condicionado por la consecución de una situación operativa que el liderazgo ruso puede considerar como una victoria, por ejemplo, la obtención del control sobre todo el Donbas como objetivo mínimo o el dominio sobre la costa septentrional del Mar Negro y la Ucrania oriental como objetivo preferible. La valoración de los costes y los beneficios de la campaña militar por parte de Putin y su equipo político determinará su decisión sobre la duración de la guerra. Si ven que les sale caro, pararán en unos pocos meses al alcanzar el objetivo mínimo. Si los costes no suben rápido, seguirán al menos hasta el año que viene. Más allá del armisticio, una paz duradera depende de la disposición de Rusia y Estados Unidos de buscar soluciones pactadas para la seguridad europea y global.
- Se está responsabilizando a Rusia de agravar la frágil situación alimentaria de muchos países del sur al impedir la exportación de grano ucraniano por el bloqueo militar de los puertos del Mar Negro.
El comienzo de la guerra en sí creó una situación que dificulta la exportación del grano ucraniano, pero muy probablemente el bloqueo ruso de los puertos del Mar Negro obedece en primera línea a las consideraciones militares, y la crisis alimentaria relacionada con ello es más bien un efecto secundario. Evidentemente, Rusia usa en su beneficio la frágil situación alimentaria. Sin embargo, en Occidente deberíamos preguntarnos en qué medida las sanciones impuestas sobre los buques mercantes rusos complican la situación, ya sea en el ámbito alimentario, petrolero o de cadenas de suministros en general.
¿Cómo ve esta guerra en el marco del mundo actual?
Estamos en medio de un cambio profundo del orden global. Estados Unidos está perdiendo su posición como superpotencia frente al desafío económico chino y el desafío militar ruso. De momento Washington aguanta gracias al privilegio exorbitante derivado de controlar el dólar considerado como moneda de reserva global, lo que le permite endeudarse a “coste cero” y mantener un altísimo gasto militar, pero tarde o temprano este privilegio se erosionará. Entonces, el orden global ya no estará centrado en Estados Unidos, sino que será policéntrico y dependerá de los acuerdos pactados entre los diferentes actores internacionales sin que un solo país pudiera dictar su voluntad a todos los demás.
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Gennadi Kneper es profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona. Es autor de varias publicaciones sobre temas relacionados con el radicalismo ruso y los movimientos nacionales del siglo XIX. Su investigación actual se centra en las conexiones entre el nacionalismo, el populismo y la cultura política en la Europa central y oriental.
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