Por GONZALO WILHELMI
Durante la transición política, las huelgas generales, organizadas fundamentalmente por Comisiones Obreras, canalizaron reivindicaciones laborales, pero sobre todo políticas, como el fin de la dictadura o la exigencia de democracia y libertades. En el País Vasco y Navarra, los paros generales también incluyeron el rechazo a los atentados de ETA, al terrorismo de Estado y de la ultraderecha, y reclamaron la disolución de los cuerpos represivos, y su sustitución por una policía democrática.
Las huelgas generales fueron un elemento decisivo para que el rey Juan Carlos y los sectores reformistas de la dictadura abandonaran su plan inicial de reformas menores para mantener el franquismo tras la muerte de su fundador. Y para que se pusieran al frente de un proyecto reformista para transitar a un sistema democrático.
Una vez finalizada la transición, en los 80 y los 90, las huelgas generales de ámbito provincial o autonómico fueron un recurso habitual para confrontar con las políticas de desmantelamiento industrial de los gobiernos del PSOE. Estas movilizaciones fueron organizadas sobre todo por CCOO, por el sindicalismo nacionalista gallego (primero INTG, después CIG) y vasco (ELA, LAB) y a partir de 1990, contaron también con la participación destacada de UGT. El seguimiento de estas convocatorias fue muy alto en todos los casos, así como la asistencia a las manifestaciones de las jornadas de huelga.
La mayoría de las huelgas generales de ámbito español de los 80, los 90, y los primeros 2000 reivindicaron cuestiones político-laborales y presentaron elementos comunes: todas tuvieron un importante nivel de seguimiento, todas lograron mejoras a corto plazo y todas fueron insuficientes por sí solas para conseguir las principales reivindicaciones, cuando no tuvieron continuidad, es decir, cuando no se integraron en una estrategia de movilización mantenida en el tiempo
Las otras huelgas generales, las organizadas en todo el país, también fueron acontecimientos centrales en la vida social y política. Salvo contadas excepciones, tuvieron un carácter unitario, y fueron convocadas por CCOO y UGT, junto con el resto de sindicatos de clase, (ELA, CGT, CIG, LAB…), si bien en algunas ocasiones las centrales nacionalistas vascas optaron por convocar por separado o incluso en fechas distintas, pero próximas.
La mayoría de las huelgas generales de ámbito español de los 80, los 90, y los primeros 2000 reivindicaron cuestiones político-laborales y presentaron elementos comunes: todas tuvieron un importante nivel de seguimiento, todas lograron mejoras a corto plazo y todas fueron insuficientes por sí solas para conseguir las principales reivindicaciones, cuando no tuvieron continuidad, es decir, cuando no se integraron en una estrategia de movilización mantenida en el tiempo.
La huelga general del 20J de 1985 supuso la reducción parcial del recorte de pensiones finalmente realizado por el Ejecutivo del PSOE. Gracias a la huelga general del 14D de 1988, el Gobierno presidido por Felipe González retiró el contrato para jóvenes sin derecho al salario del convenio, reconoció el derecho a la negociación colectiva para los empleados públicos, realizó una subida general de las pensiones y creó las pensiones no contributivas. La huelga general del 28M de 1992 no impidió los recortes en el seguro del paro, pero forzó al Gobierno socialista a modificar un proyecto de ley de huelga muy restrictivo con este derecho colectivo. La huelga general del 27E de 1994 no logró la retirada de la reforma laboral, pero dio lugar a acuerdos que supusieron la subida de pensiones, la mejora del subsidio para los parados del campo (PER) y la anulación del recorte salarial de los empleados públicos. La huelga general del 20J de 2002 no fue suficiente para obligar al Gobierno del PP a ceder, pero tras las manifestaciones del mes de octubre, el Ejecutivo de Aznar, que contaba con mayoría absoluta, retiró su reforma laboral: los sindicatos de clase lograron la restitución parcial de los salarios de tramitación en los despidos improcedentes, las mejoras del subsidio agrario y de los autónomos, la compatibilidad del cobro del paro con otras rentas o indemnizaciones y la protección del desempleo para los fijos discontinuos.
En estas décadas, también se llevaron a cabo varias huelgas generales con reivindicaciones más políticas que político-laborales. En la mayoría de los casos fueron huelgas generales en el País Vasco y Navarra, convocadas por la izquierda independentista, generalmente para protestar contra la represión.
Dentro de este tipo de huelgas generales más políticas que político-laborales destaca la de 2003. En los primeros meses de ese año, se sucedieron las movilizaciones por todo el mundo contra el plan de EEUU de invadir Irak y derrocar a su antiguo aliado el dictador Sadam Hussein. En España, el presidente del gobierno José María Aznar decidió sumarse a la coalición invasora, a pesar de que el 90% de la población se oponía a esta guerra imperialista. La decisión del líder del PP intensificó las protestas y en este contexto, se convocó una huelga general contra la guerra de 2 horas por parte de UGT, el sector crítico de CCOO (con el rechazo de la mayoría liderada por el secretario general Fidalgo), la CIG en Galicia y con el apoyo de CGT y CNT (que extendieron la convocatoria a una huelga de 24 horas). A pesar de las amenazas de la CEOE, la huelga general parcial fue secundada por varios millones de personas trabajadoras, sobre todo en grandes empresas de la industria y los servicios y en la administración pública, mientras que apenas tuvo repercusión en las pequeñas empresas. Además, las manifestaciones que cerraron la jornada reunieron a cientos de miles de personas en todo el país.
La realidad muestra que las huelgas generales se han convocado sobre todo para mejorar la situación de los sectores más vulnerables de la clase trabajadora, que son precisamente los menos organizados en sindicatos
Frente al argumento de la derecha (y compartido incluso por una parte de la izquierda), de que los sindicatos de clase (especialmente CCOO y UGT), se movilizan para beneficiar a sus afiliados y para grupos de trabajadores en concreto (“los privilegiados”), con un enfoque corporativo, la realidad muestra que las huelgas generales se han convocado sobre todo para mejorar la situación de los sectores más vulnerables de la clase trabajadora, que son precisamente los menos organizados en sindicatos. Algunos ejemplos de esta dinámica de largo recorrido son la huelga general del 14D de 1988 contra los contratos basura para los jóvenes, la huelga general por el salario social del 21M de 1999 realizada en el País Vasco y Navarra y la huelga general del 20J de 2002 contra el recorte de los subsidios a los parados.
A partir de 2008, las políticas neoliberales y de recortes aplicadas al calor de la crisis social y económica, tuvieron efectos profundos y duraderos, que llegan hasta nuestros días y también condicionaron la acción sindical y especialmente la convocatoria de huelgas generales.
Entre 2010 y 2012, CCOO y UGT convocaron tres huelgas generales en toda España (29S de 2010, 29M de 2012 y 14N de 2012), contra los recortes sociales y contra las reformas laborales de 2010 (con gobierno del PSOE) y de 2012 (con gobierno del PP). En estas huelgas también participaron (con excepciones) otros sindicatos como CGT, CIG, ELA y LAB y en algunas ciudades se sumó de forma activa el movimiento 15M.
Este nivel de huelgas generales no tenía precedentes desde la transición. Además, una de estas huelgas, la del 14N de 2012, tuvo carácter europeo al coordinarse con otras huelgas en Italia y Portugal contra las políticas neoliberales de austeridad, un hito también sin precedentes.
El nivel de huelgas generales fue aún mayor en el País Vasco y Navarra, donde las centrales nacionalistas organizaron otras tres huelgas generales adicionales en 2009, 2011 y 2013 (y otra recientemente en 2020). En Galicia, la CIG también sacó adelante la huelga general de 2011.
El desarrollo del movimiento feminista a partir de 2016, con una explosión de movilizaciones y de organización de asambleas locales y coordinadoras, animó a CCOO y a UGT a convocar una huelga general feminista de 2 horas por turno el 8 de marzo de 2018, convocatoria en la que también participaron el resto de centrales sindicales de clase como ELA, LAB, CIG y CGT.
El nivel de huelgas generales fue aún mayor en el País Vasco y Navarra, donde las centrales nacionalistas organizaron otras tres huelgas generales adicionales en 2009, 2011 y 2013 (y otra recientemente en 2020). En Galicia, la CIG también sacó adelante la huelga general de 2011
En Catalunya, en el contexto del auge del movimiento independentista y de las políticas represivas del gobierno del Partido Popular, en los años 2017 y 2018 se realizaron cuatro huelgas generales de carácter antirrepresivo, con distintos convocantes y diversos niveles de seguimiento en cada caso.
Como se puede ver en este rápido recorrido por nuestra historia más reciente, las huelgas generales han estado en el centro de la vida social, económica y política. Esta forma de movilización se ha adaptado a las distintas coyunturas, desde las huelgas generales contra la dictadura en los 70, a las huelgas generales provinciales o autonómicas contra el desmantelamiento industrial en los 80 y los 90, pasando por la huelga general en el País Vasco y Navarra por el salario social de 1999. Las huelgas generales contra las reformas laborales desreguladoras y neoliberales han sido una constante durante todo este periodo, y han convivido con las huelgas generales antirrepresivas, de larga tradición en el País Vasco y Navarra, y que se han organizado más recientemente en Catalunya. Por último, destacan también unas huelgas generales con un especial potencial transformador, que han sido verdaderos, hitos, como la huelga general contra la guerra de 2003, la huelga general europea de 2012 o la huelga general feminista de 2018.
Como se puede ver en este rápido recorrido por nuestra historia más reciente, las huelgas generales han estado en el centro de la vida social, económica y política
Las huelgas generales han tenido por tanto elementos específicos en función de cada momento histórico, pero también elementos comunes, entre ellos, la alta participación en la gran mayoría de las convocatorias. Este grado de participación mantenido en el tiempo, década tras década, nos indica que, durante los últimos cincuenta años, desde el inicio de la transición hasta hoy, las huelgas generales han sido unas de las formas de movilización más queridas por las personas trabajadoras, como herramienta de reivindicación laboral y social y también como forma de participación política directa.
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Gonzalo Wilhelmi. Doctor en historia y miembro de la Fundación Salvador Seguí ha escrito El movimiento libertario en la transición. Madrid 1975-1982 (Fundación Salvador Seguí 2012); Romper el consenso. La izquierda radical en la transición 1975-1982 (Siglo XXI 2016); Sobrevivir a la derrota. Historia del sindicalismo en España, 1975-2004 (Akal 2021).