Por GUILLERMO MARTÍN
Varios autores. Neorrancios. Sobre los peligros de la nostalgia. Península, 2022
Recién salido del horno, Neorrancios es un ensayo plural, escrito por diferentes críticos culturales, historiadores, politólogos y periodistas, en el que analizan desde diversas perspectivas el zeitgeist de nuestra época: cualquier tiempo pasado fue mejor.
En el escriben Pablo Batalla, Desirée Bela-Lobed de, Eudald Espluga, Mar García Puig, Javier Gil, Rocío Lanchares, Pau Luque, José Rama, Noelia Ramírez y Rubén Serrano, que cuentan con la coordinación de Begoña Gómez Urzaiz.
El texto nace a raíz de la polémica generada con la publicación del libro Feria de Ana Iris Simón y su posterior ponencia en mayo de 2021 en La Moncloa en un acto de la Agenda España 2050, donde afirmó que envidiaba la vida que tenían sus padres a su edad. En su discurso, ensalzaba la vida tranquila de pueblo, llena de certezas y estabilidad, en la que acceder a una vivienda, formar una familia y tener un trabajo estable, eran supuestamente, las aspiraciones que una mayoría social tenía la posibilidad de realizar. Un discurso muy tentador y que podría seducirnos, haciéndonos caer en la trampa del rojipardismo, al vernos obligados a escoger de manera falaz, entre la lucha de clases y la igualdad de género, o la dignificación del trabajo y el racismo, como si éstas no formasen parte de una misma esfera de combate.
El texto nace a raíz de la polémica generada con la publicación del libro Feria de Ana Iris Simón y su posterior ponencia en mayo de 2021 en La Moncloa en un acto de la Agenda España 2050, donde afirmó que envidiaba la vida que tenían sus padres a su edad
Otra crítica que se le hace es que la nostalgia que transmite Ana Iris Simón hace referencia a unas condiciones sociales y materiales que forman parte de un pasado que nunca volverá. Como es bien sabido la globalización neoliberal ha transformado por completo las relaciones sociales e interpersonales, el concepto de soberanía y el mundo del trabajo.
Reclamar recuperar las circunstancias del pasado es tratar de materializar un sueño de carácter prepolítico y fantasioso, en el que alegaríamos nuestra infancia como ente supremo de la felicidad. Por no hablar de cómo impregnar de sentimentalismo y emociones un discurso o un posicionamiento político, impide que se pueda debatir de manera racional y sosegada sobre cuál es el mejor camino para el devenir común. O, por no hablar de que la nostalgia y los recuerdos están cargados de amnesia, pues sólo se rememoran los momentos de alegría y felicidad.
Otro elemento que sale en ambos ensayos es la alusión al neorruralismo y a la España vaciada, elementos que sin ninguna duda son una muestra más del agotamiento del pacto político y constitucional del 78.
Las dinámicas centro-periferia son inherentes al capitalismo, y en nuestro país se le añade el centralismo que desde la M-30 y Madrid absorben buena parte de los recursos físicos, humanos y administrativos de la meseta central. Esto ha provocado una lógica y legítima demanda de algunas regiones provinciales traducida en organizaciones políticas (Soria Ya!, Teruel Existe, Unión del Pueblo Leonés, etc.), que probablemente tendrán una incidencia notoria en el próximo ciclo electoral.
Sin embargo, convendría no romantizar el mundo rural ni el campo, con la premisa de que todo era predecible -y orgánico-, pues en ese supuesto mar en calma, bajo su superficie, se esconde un ecosistema en el que la diversidad sexual y los roles de género estaban muy ceñidos a lo que marca el heteropatriarcado, con unos clichés profundamente reaccionarios.
Es aquí donde en mi opinión se llega a la parte más relevante del ensayo, la nostalgia como una herramienta más del repliegue conservador que estamos viviendo. El uso de la experiencia subjetiva para analizar la realidad, así como la filosofía de la autoayuda, sirven ante la falta de perspectivas que ofrece el futuro como agente legitimador de la esfera privada en la que debemos ser felices, o por lo menos intentarlo, ya que no podemos cambiar las cosas.
Ningún pasado fue mejor para el colectivo LGTBIQ, ni para las personas racializadas, ni para las propias mujeres, cuyo rol quedaba atado al hecho de ser madre y apechugar con lo que viniera. De la misma manera, miles de homosexuales tuvieron que crecer y vivir parte de su vida en completo silencio, aparentando ser quienes no eran, y viéndose obligados a mudarse a una gran ciudad en la que poder vivir su sexualidad sin temor a que les dieran una paliza. De la misma manera, los avances que ha conseguido el movimiento feminista han sido notorios, pues tanto la maternidad como la familia tradicional han dejado de ser elementos de realización para una parte sustancial de las mujeres, pues existen muchas posibilidades de tejer redes de amor y, desgraciadamente, la familia nuclear no siempre implica seguridad y bienestar.
En conclusión, se trata de un ensayo lúcido y necesario que ofrece una visión panorámica sobre las vías que la izquierda debería seguir, así como aquellos caminos que ya fueron recorridos, que están agotados y que de emprenderlos de nuevo representarían el fracaso de las estrategias de vuelo gallináceo
Por último, la nostalgia con respecto al acceso a la vivienda tiene también su propia trampa. Ser propietario era un factor diferencial a la vez que un acto constitutivo de la clase media. Acceder a una hipoteca a veinte o treinta años, al mismo tiempo que establecer como factor de renta el usufructo de la vivienda, cristalizaría en una de las principales problemáticas de nuestro país: los precios abusivos del alquiler. Tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, la estafa bancaria con las hipotecas de alto riesgo y los centenares de miles de desahucios a familias que cayeron presas de la rapiña hipotecaria ha quedado un panorama desolador. En este se siguen transfiriendo capitales de las rentas bajas a las rentas altas a través de los precios del alquiler, que han pasado a convertirse en uno de los principales mecanismos de obtención de beneficios del sistema. Por lo tanto, añorar el sistema hipotecario y de crédito fácil, que tanto sufrimiento produjo, es apostar por la individualización de la sociedad y la corrosión de las instituciones sociales que garantizan la igualdad.
En conclusión, se trata de un ensayo lúcido y necesario que ofrece una visión panorámica sobre las vías que la izquierda debería seguir, así como aquellos caminos que ya fueron recorridos, que están agotados y que de emprenderlos de nuevo representarían el fracaso de las estrategias de vuelo gallináceo. Desde el progresismo, no se debe caer en la falsa dicotomía de elegir solucionesentre unas problemáticas u otras, pues este marco es el que quiere establecer la ranciedad política y mediática. Los movimientos sociales y políticos de transformación deberían contemplar la realidad de forma esférica y entendiendo la complejidad como una virtud, indispensable y fundamental para el cambio y el progreso.
_________________
Guillermo Martin Argüelles. Historiador.