Por GUY AZNAR
Es este un largo texto que Aznar enriquece con entrevistas a protagonistas del job sharing (mi-temps; medio tiempo) y emprendedores ‘libres’. Para ampliar la información de otros artículos sobre la jornada en este número de pasos hemos transcrito un fragmento de la primera parte del libro, en el que el autor repasa los diferentes escenarios que rodean la salida a los actuales problemas del empleo, la justicia y la libertad en una sociedad que nos somete. A partir de ahí hace hincapié en el cuarto escenario propuesto: el del dualismo bipolar o Escenario Azul. Una polarización entre el empleo subordinado y la ocupación libre, en la que cada persona permanece parte de su tiempo en uno y en otro; a diferencia de la dualidad a secas, la polaridad que propone Aznar y que asume Gorz, no divide la sociedad entre los que trabajan y están protegidos y los precarios o desempleados expuestos; cada individuo vive la dualidad la mitad del tiempo.
Todo concuerda para sugerir que, con la llegada de los robots, el número de parados seguirá aumentando. Cuatro millones de personas más, menos ofertas de trabajo, ¿qué hacer? Respondemos: reducir la jornada laboral. Pero más allá del objetivo de las 35 horas, que ya no es simple y probablemente no sea suficiente por sí solo, para resolver el problema del desempleo, intuimos que el próximo paso no se dará mañana. Entonces, ¿cómo adaptar la amplia oferta de brazos a los pocos puestos de trabajo disponibles? Este es el tipo de problema que tenemos que afrontar. Sea como sea, tendremos que repartir. Incluso más de lo esperado si aumenta la presión de los países pobres. El truco está en saber cómo.
¿Cuáles son las hipótesis -escenarios- de las que podemos disponer? Distinguimos cuatro. Para debatir sobre los diferentes sistemas de reparto posibles, nos remitimos, de hecho, a los cuatro planes de futuro descritos por los expertos del VIII Plan1 del Gobierno francés, como parte de una reflexión prospectiva sobre el Futuro del Trabajo:
CUATRO ESQUEMAS DE FUTURO 1. “Productivismo de mercado”: La vuelta al pleno empleo mediante la reanudación de la expansión global y la competitividad francesa. 2. «Productivismo dirigido y autocentrado»: El retorno al pleno empleo mediante la reactivación planificada de una economía nacional protegida del mercado mundial. 3. “Dualismo sectorial”: La distribución de la población activa entre los empleos del sector productivista integrado en el mercado mundial y los del sector dual, menos restrictivo, pero con menor remuneración. 4. «Dualismo temporal»: El reparto del tiempo entre un tiempo de trabajo «clásico» significativamente reducido y la compensación de la «pérdida de ingresos» por el desarrollo de actividades autónomas, productivas o no. |
Esquema n° 1: “productivismo de mercado”
Los esquemas n° 1 (productivismo de mercado) y n° 2 (productivismo dirigido y autocentrado) podrían caricaturizarse con una designación del tipo “capitalismo musculado” y “socialismo musculado”.
El 1º postula «la vuelta a un ritmo de crecimiento sostenido», que ya es un postulado aventurado. Se acompaña de una división internacional del trabajo (¿los japoneses hacen la foto, los alemanes el coche, los franceses…?), supone una voluntad sostenida de ayudar al Tercer Mundo, una política rigurosa de ahorro de energía.
Todo concuerda para sugerir que, con la llegada de los robots, el número de parados seguirá aumentando. Cuatro millones de personas más, menos ofertas de trabajo, ¿qué hacer? Respondemos: reducir la jornada laboral
Como indica el texto, «inmediatamente vemos que estas condiciones no son fáciles de cumplir». En el lado positivo, podemos considerar que en este escenario se recuperaría el pleno empleo, gracias al «renacimiento de un entorno económico expansivo». Por tanto, no es necesario, dice el informe, «recurrir a remedios peligrosos, y a la larga, irreversibles, como la reducción de la jornada laboral o el reparto de los empleos. ¿Qué promete este escenario a las partes interesadas? Por un lado, la seguridad de que nada cambia en la sociedad, de que nada está trastornado, de que todo esto no es tan grave. Y al final del camino se iluminan los fuegos de la sociedad de consumo, el cebo de la sociedad de la abundancia recuperada, los espejismos de la civilización del ocio.
Por otro lado, en la realidad laboral, se obtienen beneficios que son más cualitativos que cuantitativos (ya que la jornada laboral no se modifica, ni siquiera se amplía con horas extraordinarias). A los gerentes, por ejemplo, se les prometen sistemas de participación, consulta, asociación en las decisiones y mayor autonomía. A los trabajadores, se les promete acabar con los métodos tayloristas (suprimir la cadena de producción) y mejorar las “condiciones laborales”. De hecho, es el retorno a la sociedad pre-petrolífera. En cuanto a la riqueza, la división seguirá siendo tan desigual como siempre, pero en la corriente expansiva esto será menos notorio. En cuanto al empleo, todavía habrá algunos parados, pero en menor número, podemos olvidarnos de ellos. En el peor de los casos, les pagaremos más.
Los principales defectos de este escenario son, a nuestro juicio, que es inmoral (mantiene desigualdades nacionales e internacionales), insatisfactorio (prolonga el sistema de trabajo a tiempo completo), increíble (no aguantará hasta el próximo shock petrolífero), y peligroso (no tiene flexibilidad de adaptación y solo puede terminar en una ruptura).
Esquema n ° 2: «Productivismo dirigido y autocentrado»
Tiene, de entrada, los méritos de la virtud. Reconoce la realidad de la crisis y el improbable retorno al crecimiento «de antes de la guerra», y organiza el pleno empleo mediante una planificación rigurosa, en el marco de una economía más ‘nacionalista’ [proteccionista]. El cierre de fronteras estimula la reactivación de la producción nacional que genera empleo. Por otro lado, se crean muchos empleos colectivos o sociales. En una versión del socialismo «centralizado», la planificación es más rígida. En una variante «autogestionaria», «la autogestión a nivel de talleres, islas de montaje, oficinas, obras de construcción, permite mejorar las condiciones y relaciones en el trabajo». Este proyecto es, sin duda, más justo, en la medida en que la planificación puede verse como más justa que la lucha por la vida del expansionismo salvaje. Pero esta justicia es consecuencia de una libertad disminuida, en el caso de una versión «centralizada».
En cuanto a la autogestión, creemos que es poco realista considerar que basta con eliminar el carácter detestable de determinadas tareas. Saber que el taller de estampación es «autogestionado», cuando hay que trabajar allí 8 horas al día, 40 horas a la semana, nos parece un pequeño consuelo.
Como escribe André Gorz, “la división del trabajo inevitablemente despersonaliza… La autogestión en un gran complejo, en una gran fábrica o en una administración no puede ser eficaz: siempre se enfrentará a la rigidez de las limitaciones técnicas y al número de mediaciones entre “los de abajo” y los resultados fijados por la oficina de métodos y tiempos”.
Detestable en su versión centralizada, ilusorio en su versión de autogestión, poco creíble a nivel económico, y que no parece estar respaldado por el consenso social, este escenario particular nos parece a la vez irreal e insuficiente en su promesa. Con los escenarios 3 y 4 se alcanzan proyectos compartidos más originales, que si pueden considerarse proyectos alternativos.
El 3 se designa con la expresión «dualismo sectorial», el 4 con la expresión «dualismo temporal». Invitamos al lector a que tome conciencia de la diferencia entre estos dos escenarios. Por supuesto, ambos son «dualistas» en la medida en que proponen una partición en dos.
Pero el significado del reparto es diferente, lo que resulta en configuraciones no relacionadas, sobre las cuales se pueden hacer juicios bastante opuestos. Por dualismo “sectorial” (3) entendemos la división de la sociedad en dos, una distinción entre dos categorías de personas que, en lo que respecta al trabajo en particular, obedecen a reglas de juego diferentes. Este es el escenario al que generalmente se hace referencia como «economía dual».
Por dualismo «temporal» (4), nos referimos a repartir en cada individuo, dos tipos de tareas, aquellas tareas ingratas o macrosociales, y aquellas otras tareas de mayor implicación o microsociales. El escenario del dualismo «temporal» es el Escenario Azul y a través de nuestra participación en el grupo de trabajo del Octavo Plan, nos complace haber contribuido a su formulación.
Esquema n ° 3: «economía dual»
Su principio es considerar una división de la sociedad entre dos grupos de ciudadanos, descritos en estos términos por Alain Cotta: «Es muy probable que nuestro país defina dos grandes subconjuntos de actividades e individuos tanto más complementarios y necesarios cuanto que son diferentes. El primero, integrado en el espacio global, compuesto por empresas exportadoras, deslocalizadas, sometidas a competencia internacional, hombres que pasan una parte importante de su vida en aeródromos y cadenas hoteleras … El segundo estará integrado por hombres menos móviles, de organizaciones de vocación nacional e instituciones de distribución».
La división se lleva a cabo voluntariamente según el siguiente razonamiento: se propone «aceptar una heterogeneización de los estilos de vida y de las actitudes ante el cambio … En lugar de enfrentar a la sociedad francesa al desafío de un cambio rápido que correría el riesgo de desintegrarla en grupos rivales” (Amado y Stoffaes).
Por un lado, por tanto, directivos y trabajadores altamente cualificados, directivos hechos a la medida de «las presiones competitivas que obligan a las empresas a utilizar cada vez más un tipo de hombre homogéneo», con «cabeza», que «sepa manejar la informática, las técnicas avanzadas y las lenguas extranjeras”, hombres dinámicos; «la selección y motivación de las personas con mayor capacidad de adaptación conlleva la exclusión de las menos aptas para la competencia industrial». Y «trabajadores super-cualificados en tecnologías avanzadas, aceptando las reglas del trabajo restrictivo (alta productividad, parcelación, rendimiento) a cambio de ventajas económicas».
En el otro lado, «los hippies y los apóstoles del regreso a casa que se unen a las nuevas generaciones que prefieren vivir en el campo antes que ceder a las limitaciones del mercado global» (el Futuro del trabajo). Aunque faltará que acepten «no reclamar la misma naturaleza de beneficios, especialmente en términos de ingresos, que aquellos que están sujetos a las limitaciones del imperativo tecnológico» (Amado y Stoffaes).
No aceptamos una sociedad de dos velocidades que, inevitable y progresivamente, dividiría a los asalariados en dos grupos antagónicos, distorsionando peligrosamente el tejido social
El esquema es claro, por un lado, los «ejecutivos» sobreexcitados y bien pagados, por el otro los hombres barbudos en les Cévennes [montañas y parque nacional francés] viviendo «frugalmente». La mitad de los franceses que trabajan como locos, el otro que se baña en atenciones suaves y amables.
Por nuestra parte, solo podemos rechazar este tipo de escenario segregacionista, rayano en el racismo, que solo podría desembocar en conflicto y frustración. Coincidimos con Edmond Maire cuando dice: “Porque no aceptamos una sociedad de dos velocidades que, inevitable y progresivamente, dividiría a los asalariados en dos grupos antagónicos, distorsionando peligrosamente el tejido social. ¿Cuánto tiempo podría resistir nuestra sociedad a este apartheid económico?”
Tanto más cuanto que la segregación sólo podría reforzarse a lo largo de las generaciones: ¿cuántos hijos o hijas “asistidos” accederían, si lo desearan, al sector competitivo, cuando se han educado con otros valores, en un entorno diferente, y medios económicos mucho más bajos?
La economía dual organiza metódica y duraderamente una estratificación social que evoca irresistiblemente las castas de los hindúes, la distinción entre nobles y plebeyos, la relación entre la raza de los señores y la raza de los esclavos.
Esquema 4: «El Escenario Azul»
Aún tenemos que considerar el cuarto escenario, designado en los esquemas del Plan como «dualismo temporal” [en ocasiones Aznar lo denomina bipolar], que aquí llamamos Escenario Azul y que es el tema de este libro. No caemos, por supuesto, en la solución fácil que consistiría, después de haber presentado cuatro hipótesis y eliminado las tres primeras, en querer creer que la cuarta es la única correcta. Si el campo de posibilidades se ha dividido aquí en cuatro familias, otros podrían haberlo dividido en seis, otros en ocho. E incluso si hubiéramos mirado a nuestro alrededor el conjunto de ideas ahora en el aire, todavía nos quedaría imaginar otras. Sin embargo, esta presentación tiene el mérito de mostrar que el Escenario Azul corresponde a una cierta lógica y que cada sistema de repartir el trabajo corresponde a un sistema de valores. El principio del escenario azul es simple: dado que tenemos que compartir la riqueza y el empleo, en lugar de repartir entre dos categorías de personas a las que se les asignan funciones específicas, como se propone en el escenario 3 (economía dual), las repartimos en el seno de cada individuo gracias al principio de la ‘mitad del tiempo’ (mi-temps2): la mitad del tiempo para adaptarse a la sociedad productivista, la otra mitad del tiempo -tiempo para vivir a nuestro aire-, la mitad del tiempo para el trabajo forzoso, la mitad del tiempo para el trabajo que implique compromiso. En lugar de definir dos razas de hombres, se equilibran dos mitades de cada vida.
Si bien los sistemas actuales sólo ofrecen un todo o nada arbitrario: trabajar a tiempo completo o no hacer nada, el ‘escenario azul’ ofrece una gran cantidad de soluciones para elegir el tipo correcto de relación laboral en función del «tiempo». Trabajar menos y ganar menos si lo desea. Trabajar más mientras ganas más si quieres. Cada uno elige su ritmo, su sistema, su equilibrio.
Llegados aquí saltamos a la tercera parte del texto en la que Guy Aznar nos ofrece algún detalle del ‘escenario azul’, que reparte la trayectoria vital y laboral de una persona en dos mitades temporales. Naturalmente en los otros capítulos, apartados , o en las entrevistas a trabajadores/as, ofrece aún mayor concreción.
Si bien los sistemas actuales sólo ofrecen un todo o nada arbitrario: trabajar a tiempo completo o no hacer nada, el ‘escenario azul’ ofrece una gran cantidad de soluciones para elegir el tipo correcto de relación laboral en función del «tiempo». Trabajar menos y ganar menos si lo desea. Trabajar más mientras ganas más si quieres. Cada uno elige su ritmo, su sistema, su equilibrio
El interés del «Todo a medio tiempo» es el de ser un cambio que se puede lograr a corto plazo, en el contexto actual, por etapas, sin «cambiar el mundo». En sí mismo, eso es suficiente y podemos dejarlo así. Por nuestra parte, vemos un interés adicional en él, y es que el sistema de medio tiempo puede dar lugar a un nuevo proyecto social. O más bien a una sociedad que flota en el aire y que algunos llaman «sociedad postindustrial», «sociedad posmoderna» o «sociedad alternativa», etc. La que todos tenemos más o menos en mente, sabiendo que debemos cambiar, aunque no sabemos realmente qué; que hay que empezar a buscar, a imaginar juntos, puesto que para eso se necesita tiempo …
La sociedad bipolar
La idea fundamental de la jornada de medio tiempo, como hemos dicho, es ante todo ser doble jornada, parte dedicada al trabajo forzoso, parte al trabajo libre o a una actividad que requiera compromiso. Esta división del tiempo permite que cada individuo se relacione con las dos dimensiones del mundo que nos rodea. Por un lado, todo se vuelve más grande, más amplio, estructuras, empresas, problemas, debates. Pero, al mismo tiempo, cuando todo se vuelve inmenso, gigantesco, “mega”, “macro”, tendemos a refugiarnos en sistemas pequeños, cercanos y cálidos. Dado que la empresa se vuelve multinacional, europea, global, nos apoyamos en la región, la vida asociativa, el distrito, la casa. Asimismo, la tecnología galopa a una velocidad vertiginosa, inventando nuevas palabras y dispositivos extraños, y creemos que sería una locura detenerla. Pero cuanto más se desarrolla este movimiento, más queremos encontrar la naturaleza, las cosas sencillas, la chimenea y las verduras que plantamos nosotros mismos o las frutas que recogemos a mano [hoy día esta conjunción se denomina glocal].
El Escenario Azul, como la mayoría de los escenarios alternativos, es precisamente un intento de responder a la pregunta que plantea el progreso tecnológico. Subrayemos que el desarrollo tecnológico nos asusta. La proliferación de mega-máquinas, mega-sistemas, fábricas robóticas y del mundo robótico en general, de las computadoras, ofimática, cibernética, energía nuclear, etc., despierta una sorda angustia frente al poder de un universo que nos supera y reduce.
Hay un mundo feliz en este paisaje y fantasías de cyborg reinando en un mundo de esclavos como en las historias de ciencia ficción. Es fácil invocar temores tradicionales a este respecto, el «progreso» (los que temían las primeras locomotoras) visto como manifestaciones de espíritus conservadores y atrasados. Y puede ser cierto que existe neurosis por miedo a las máquinas. Pero esta no es una razón para no interrogarse sobre las opciones tecnológicas.
Quisieran hacernos creer que la humanidad avanza lentamente por un solo camino, con trazado ya definido, que conduce hacia el horizonte luminoso del «Progreso». Los «científicos» son los que preceden a la cohorte, los técnicos les siguen. Y, por lo tanto, están los que salen «adelante» en la gloriosa «progresión» y los que se quedan «atrás», los atrasados, los desinteresados.
Podemos elegir fácilmente otra alegoría. Ésta presentaría un camino salpicado de encrucijadas. Y, en cada una de ellas, en lugar de elegir el camino más simpático y agradable, la cohorte insensata seguiría ciegamente a la primera oveja que saltara al precipicio. A veces, un sabio Cosinus3, que descubre, siguiendo las leyes del azar, un truco nuevo y emocionante, a veces un financiero megalómano que descubre una veta tecnológica, a veces un guerrero que descubre el principio de una nueva arma, a veces una máquina empaquetada, que adquiere autonomía y vaga alegremente por las laderas de un precipicio.
Es obvio que a menudo ha habido una correlación entre el progreso tecnológico y los avances en los estilos de vida. Pero no está claro por qué la correlación ha de ser automática y absoluta, ya que la tecnología no se basa en un sistema de valores, sino que se desarrolla de acuerdo con mecanismos internos de autodesarrollo que son en parte aleatorios.
Como vemos a menudo en las novelas de ciencia ficción, la ciencia engendra ciencia, la tecnología produce técnica, el robot genera el robot, sin otro objetivo que «innovar». Es el «progreso por el progreso», desprovisto de moral, de ideología, desprovisto de sentido (por lo tanto «loco») lo que da como resultado mecánicas maravillosas y juguetes prodigiosos a los que luego se busca cuál será su finalidad.
La idea fundamental de la jornada de medio tiempo, como hemos dicho, es ante todo ser doble jornada, parte dedicada al trabajo forzoso, parte al trabajo libre o a una actividad que requiera compromiso
«El desarrollo de las telecomunicaciones, escribe J.-J. Servan-Schreiber, permite multiplicar las aplicaciones de la electrónica y diseñar su siguiente paso, la integración mundial, desde el momento en que la comunicación remota, en sus formas comunes, ha sido capaz de adaptar el mismo código que la electrónica: el código binario … Todos los seres humanos, continúa, vengan del Norte o del Sur, progresivamente serán llamados a realizar tareas similares, para las cuales deberán ser capacitados de la misma manera». Esto es indudablemente cierto, pero con la condición de que recordemos que el código binario es realmente la forma de comunicación más simple y pobre. Podría decirse que es cierto y necesario, en una parte de nuestra realidad, en una parte de nuestro tiempo. Sin duda, es incluso maravilloso como medio de tener suficiente para comer, y como medio de liberar tiempo para poder, una vez eliminadas “las tareas de la misma naturaleza, realizadas de la misma manera”, dejar que las diferencias individuales se expresen dando a todos la posibilidad de realizar diversas tareas de manera incoherente, dejando que cada uno autogestione su vida en el interior de su propio sistema de valores.
Cualquier técnica nueva es «salvaje» mientras que una cultura, es decir, una ideología y una moral, no se apodere de ella para “nombrarla», darle un valor, un estatus y unos límites de uso. La ciencia y la tecnología son peligrosas, no en sí mismas, sino en su estado salvaje de desarrollo y práctica. El peligro es dejar que el tecnócrata imponga sus técnicas cuando no es su trabajo (o, peor aún, dejar que las máquinas produzcan otras máquinas por sí mismas); la diversión es dejar que el científico organice el reinado de la ciencia mientras que el político, el moralista, el filósofo, el sacerdote, el poeta se hagan cargo.
«Progreso» es una palabra vacía. Sólo hay progreso «hacia» algo, hacia un fin, hacia una forma de vida, hacia una civilización elegida. Como escribe Ivan Illich, deberíamos reservar el término «progreso» para los casos en los que «las nuevas herramientas amplían la capacidad de un mayor número de personas». Por el contrario, renunciar a los beneficios positivos de la tecnología (es decir, los descubrimientos que aportan un beneficio existencial sin una contrapartida demasiado costosa) también sería un comportamiento loco.
Dado que la telemática, los sistemas de teleconferencia y el acceso a bancos de datos vía satélite, se habrán desarrollado podremos vivir en el campo mientras trabajamos en casa [la pandemia Covid-19 acelera esta tendencia]; debido a que las células de silicio se producirán en masa, podremos tener una casa solar autosuficiente; dado que los microprocesadores se venderán en Monoprix4 podremos trabajar menos, trabajar en otro lugar, trabajar de manera diferente. Rechazar grandes inventos que mejoran los estilos de vida, como la electricidad o las pastillas anticonceptivas, por ejemplo, sería una actitud suicida que nadie imagina realmente.
El acercamiento de ciertas personas marginales que huyen de la sociedad tecnológica para tratar de encontrar un modo de vida rural, frugal, natural, es un gesto valiente, heroico, una especie de apostolado, muy útil por su función simbólica de cuestionamiento, pero no puede pretender ser un modelo de sociedad.
Precisamente el sistema bipolar [a diferencia del dual del esquema 3] pretende encontrar un equilibrio entre estos diversos excesos. En lugar de obligar a todos a sumergirse a fondo, y por entero y a tiempo completo en un solo sistema, el del mundo tecnológico o el de la lámpara de aceite y el velero, permite a todos equilibrar y dosificar. Al crear dos polos, nos permite distanciarnos, juzgar, elegir. Se basa en una ideología: la de un posible equilibrio entre el individuo y la sociedad, en una moralidad de la diversidad de culturas y estilos de vida libremente elegidos, en una estrategia selectiva respecto al progreso tecnológico, en el rechazo de la falsa alternativa: progreso o muerte.
Nos negamos a elegir entre el joven tecnócrata de mirada metálica y el barbudo de las Cévennes, y oponerlos nos parece un sinsentido. Entre el frenesí industrial y el retorno nostálgico a la economía del pueblo, entre el derroche energético de los ricos y la frugalidad del cuarto mundo, entre la idolatría hacia la tecnología y su absoluto rechazo, la lista de posibles alternativas sería larga. La «bipolaridad» es precisamente unir estos extremos. Una concepción que es la inversa de la media áurea: no la suave tibieza de los compromisos, sino la exageración de los extremos. Para algunos momentos, para algunas cosas, vaya más rápido, use la técnica más moderna. Para otros, vaya lento, quédese quieto, hágalo a mano. A veces subes a un avión supersónico, otras montas en bicicleta; algunos días usa la telemática para pedir comida congelada, otras veces hace su propia ropa; charla por teleconferencia con amigos lejanos y encuentra al día siguiente, en la esquina de la fuente, bajo los plátanos, el placer de confeccionar un babero con gente que conoces.
El progreso técnico galopa en una carrera exponencial sobre sus circuitos impresos; mientras las sociedades humanas quieren seguir su ciclo sincrónico, sinuoso, ajustado al curso del sol, a la duración de una vida, a la lenta trama de las generaciones. De ahí la necesidad de una organización bipolar. Para sintonizar una y experimentar la otra, el ojo mirando a veces el reloj de cuarzo, a veces el reloj de sol, aprovechando tecnologías fabulosas a la Servan-Schreiber y convivialidades afectivas a la Illich.
Esta disociación “bipolar” nos permite ver el futuro de manera diferente. Aunque podamos temer la exageración tecnológica y el «daño del progreso», desearemos por el contrario su desarrollo, sabiendo que afectará sólo a una esfera de nuestra existencia, sólo la mitad de nuestra vida; aunque podamos temer la apertura al mundo, la internacionalización de los problemas, podremos abordarla de una manera más abierta sabiendo que encontraremos en una sociedad microlocal, más a nuestra medida, una zona de equilibrio.
Este «modelo» bipolar se adapta más a nuestra época porque es menos malgastador, menos derrochador, más económico en energía y materia prima. Porque, si bien durante una parte de nuestra vida seremos consumidores de sofisticación, frente a ello, desarrollaremos una forma de vida y una economía más directamente vinculada a nuestras necesidades: la esfera de la autoproducción, la economía del intercambio; la de caminar y cuidar el jardín.
Deberíamos reservar el término «progreso» para los casos en los que «las nuevas herramientas amplían la capacidad de un mayor número de personas»
En lugar de incitar a las sociedades subdesarrolladas a seguir nuestro mal ejemplo, es decir a copiar nuestro modelo de desarrollo industrial (quitar el control a los campesinos de sus medios de producción, condujo a los pueblos que habían encontrado un modelo de subsistencia a la condena actual a morir de hambre, como demuestran los autores de Sillons de la faim5 -surcos del hambre-), nos acercaremos a ellos compartiendo nuestras tecnologías avanzadas (información, microprocesadores, energía solar) y tomando prestado de ellos una forma de vida que también nos conviene: la de una microeconomía basada en la autoproducción y la producción artesanal.
Las dos esferas
Si cedo totalmente a las exigencias de la máquina que me obliga a trabajar a tiempo completo, en ciudades concentracionarias, dentro de oficinas climatizadas, sobre máquinas transfer, para producir en masa el Concorde en la cadena de producción: he perdido.
Para ganar, debo desviar una parte de las herramientas y usarlas, para delimitar mi esfera, proteger mi espacio, proteger mi forma de vida, cultivar mi jardín a mi manera, huir de la ciudad, reunirme con amigos en la onda corta, fortalecer mi autonomía (en el límite mi autarquía, que me permitirá burlarme de la gran estructura), en la solidaridad de pandillas amigas donde se incorporarán los «liberados».
“En resumen, solo hay soluciones dualistas”, escribe Gorz, “a través de la organización de un espacio social que comprenda dos esferas distintas, y una vida marcada por el paso de una a otra. El sistema super-industrializado «asegura la producción planificada de todo lo necesario para la vida de los individuos y el funcionamiento de la sociedad, de la forma más eficiente y por tanto con el menor consumo de esfuerzo y recursos». En el microsistema, por el contrario, «los individuos producen de manera autónoma, fuera del mercado, solos o libremente asociados, bienes y servicios materiales, no necesarios sino de acuerdo con los deseos, gustos y fantasías de cada uno …»
La misma intuición está presente en Ivan Illich6 que, lejos de defender la abolición de la producción y del trabajo industrial como a veces se cree, pide por el contrario una síntesis entre los modos de producción de los grandes sistemas y los modos de producción autónoma. “Para ser preservada”, dice, “la autonomía individual requiere herramientas complejas y técnicas avanzadas, y la facilidad de uso de la herramienta no depende de su nivel de complejidad. En verdad, no hay razón para prohibir a una empresa cualquier herramienta potente fácil de usar y cualquier producción centralizada … lo que importa es que dicha empresa logre un equilibrio entre, por un lado, las herramientas de producción y, por otro, las herramientas. que estimulan la realización personal. Las primeras materializan programas abstractos referentes al hombre en general, las segundas promueven la capacidad de cada uno para perseguir sus fines, de una manera limpia e inimitable”.
La sociedad bipolar consiste, no en reservar un vehículo rápido para determinadas categorías de personas y un vehículo lento para otras, como en el escenario de la economía dual que divide a la sociedad en dos, sino en permitir que todos cambien de vehículo de vez en cuando.
El escenario de medio tiempo (de tiempo doble) permite dar un contenido concreto y realista a esta propuesta.
[Guy Aznar (1981) Tous à mi-temps! Ou le scénario bleu. Paris, Seuil. Traducción: Pasos a la Izquierda]
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Guy Aznar (1934). Licenciado en derecho y en economía, diplomado en psicología social, ha desarrollado una intensa vida profesional en el campo de la creatividad de ideas; interesado también en el trabajo y en la ecología. Entre sus publicaciones destacamos: Trabajar menos para trabajar todos, HOAC 1993; Emploi, la grande mutation, Hachette 1998; con Stéphane Ely, La posture sensible dans le processus de création des idées, Éditions Créa Université 2010.
NOTAS
1.- Réflexions sur l’avenir du travail, Ville Plan, La Documentation française. En este plan Aznar pudo plantear su cuarto escenario. [^]
2.- También se podría traducir por tiempo parcial, aunque la traducción literal es medio tiempo, porque la referencia del autor es que en la ‘economía dual’ uno trabaja siempre o protegido y otro no trabaja nada o lo hace desprotegido; mientras que en el ‘escenario azul’ todos trabajan la mitad de su tiempo en un sector y otra mitad de su trayectoria laboral en el otro sector. [^]
3.- Cosinus, personaje de un cómic francés que inició su andadura en 1893; Cosinus, curioso e inasequible al desaliento, siempre está inventando y siempre fracasa con sus invenciones. [^]
4.- Cadena popular de grandes almacenes en Francia. [^]
5.- J. Berthelot et F. de Ravignan, Les Sillons de la faim, Éditions L’Harmattan, Paris. [^]
6.- Ivan Illich. La Convivialité, Éditions du Seuil. 1973 et 1975. Traducción castellana La convivencialidad, México, Ocotepec, 1978. [^]