Por PIERRE LARROUTUROU y DOMINIQUE MÉDA
¡Cuánto tiempo perdido!
Einstein tenía razón. Debemos reducir el tiempo de trabajo. Tenía razón en 1933 cuando escribió su librito sobre las causas de la crisis que comenzó en 1929 y sobre las mejores formas de salir de ella, pero la reducción de la jornada laboral es aún más necesaria hoy, después de cuarenta años de ganancias de productividad más allá de las logradas, gracias a Ford y Taylor, en la década de 1920. ¡Que perdida de tiempo! Cada vez que participamos en un debate público sobre el tema del empleo, cada vez que defendemos una reducción fuerte y bien financiada del tiempo de trabajo, cada vez que destacamos los tremendos beneficios, de todo tipo, que se pueden esperar de un reparto civilizado del trabajo, algunos ciudadanos expresan enérgicamente el mismo sentimiento de despilfarro.
Sí, cuánto tiempo se perdió desde 1993, cuando Gérard Larcher, actual presidente del Senado presentó una enmienda “para experimentar con las 32 horas” además de la ley quinquenal de empleo del gobierno de Balladur: “Pronto, las empresas crearán dos veces más riqueza con la mitad del trabajo humano, por eso tenemos que reducir la jornada laboral”, afirmó en octubre de 1993 el hombre que ocupó la segunda responsabilidad del Estado.
Aún en octubre de 1993, fue Michel Rocard quien afirmó que se había equivocado, estando en Matignon, al creer en el retorno del crecimiento y que «la semana de 4 días es un objetivo digno, urgente y razonable».
En julio de 1995 fue el presidente Chirac, quien, apenas electo, dedicó su primera visita de campo a Brioches Pasquier, una de las cinco empresas que utilizaron la enmienda Larcher-Fourcade para pasar a 4 días. «¿Por qué lo que se hace en Pasquier no se hace en otra parte?» Preguntó el presidente con entusiasmo.
En 1994, Michel Barnier1, uno de los pilares del gobierno de Juppé y futuro comisario europeo, escribió: “La semana de 4 días no es bajo ningún concepto un proyecto maltusiano como a veces escuchamos. Al contrario, es uno de los raros instrumentos de reconciliar a nuestro país con su futuro. […] Es necesario organizar un referéndum que permita al pueblo francés aprobar una ley que reduzca la jornada laboral a 32 horas, en un horizonte de tres o cuatro años».
En 1995, como vimos anteriormente, las conclusiones del informe Boissonnat aparecieron en la portada de todos los periódicos: “Debemos reducir el tiempo de trabajo entre un 20 y un 25% en veinte años».
En enero de 1997, fue el ministro de Trabajo, Jacques Barrot, quien dijo en prime time en TF1: «Pierre Larrouturou tiene razón: podemos crear dos millones de puestos de trabajo yendo a 4 días», lo que provocó la ira de los parados presentes en el plató de Paul Amar: si podemos crear 2 millones de puestos de trabajo, y si el ministro lo sabe, ¿a qué espera para acelerar el movimiento?
¿Cómo pueden mirarse en el espejo, toser los que saben muy bien, en el fondo de sí mismos, que la semana de 4 días puede ser un arma eficaz en la lucha contra el paro y, en cambio, aullar junto a los lobos contra las 35 horas?
¡Que perdida de tiempo! Para “consolarnos” y evitar que quienes llevan veinte años cargando con estas ideas se sientan demasiado culpables, algunos dicen que tienen el mismo sentimiento de despilfarro en otras cuestiones tan fundamentales como esta:
- la cuestión del clima: el IPCC se creó en 1988 a petición del G7. Si el G7 tomó tal decisión fue porque ya existía un consenso bastante amplio sobre la gravedad del calentamiento en curso. ¿Qué se ha hecho de decisivo desde entonces?
- sobre las cuestiones europeas: en 1992, durante el martirio de Sarajevo, todas nuestras élites afirmaron «¡Nunca más!» Si Estados Unidos no intervino para detener la masacre, ya era hora de que finalmente naciera una Europa política con verdadera diplomacia y defensa. Un cuarto de siglo después, Europa apenas ha avanzado y está subcontratando la «gestión» de los refugiados a Turquía …
Por supuesto, el tema de la lucha contra el desempleo no es el único tema fundamental sobre el que nuestros gobiernos muestran una formidable inercia (lo que hace que sea absolutamente urgente acabar con los bloqueos de nuestras instituciones y la no renovación de nuestros líderes, una cuestión fundamental que no tenemos lugar para tratar aquí). El argumento indudablemente permite no sentirse culpable pero no es muy tranquilizador …
En nuestra opinión, no debería haber tabúes. Debemos luchar contra las desigualdades por todos los medios posibles
«Por nuestra inercia, le quitamos al mundo su rostro humano», decía el filósofo Alain. Debido a nuestra incapacidad para gestionar inteligentemente las colosales ganancias de productividad logradas en los últimos cuarenta años, estamos robando al mundo su rostro humano.
Tenemos, colectivamente, una responsabilidad muy grande: si no logramos, muy rápidamente, relanzar el debate y la negociación sobre la semana de 4 días, entonces dejaremos que nuestro país se hunda en la crisis y dejaremos que las demás naciones crean que solo el crecimiento y la desregulación pueden reducir el desempleo. No nos extrañemos, entonces, que, en todo el mundo, los líderes estén dispuestos a hacer cualquier cosa para reactivar el crecimiento: ¡unos minutos más, señor verdugo!
Lástima que la liquidez vertida por los bancos centrales amenace con provocar, a medio plazo, un tsunami financiero de violencia aún desconocida: a corto plazo, la imprenta del dinero todavía tiene un pequeño efecto sobre el crecimiento…
Y lástima si los pozos y la explotación del gas de esquisto son muy peligrosos para la salud de los ciudadanos y para la salud del planeta, ya que, a corto plazo, estos pozos dan trabajo a unos pocos miles de empleados y, al hacer bajar el precio de la energía, permitir incrementar un poco el crecimiento …
Existe una necesidad urgente de relanzar el movimiento histórico para reducir las horas de trabajo. En su último libro, Philippe Askenazy2 subraya una paradoja bastante fundamental: el debate sobre las desigualdades y sobre los medios para limitarlas mediante la redistribución (reforma fiscal, renta básica, etc.) es cada vez más vivo, pero muchos parecen resignarse a no cambiar nada en la distribución inicial. Sin embargo, lucharemos con mucha menos eficacia contra las desigualdades si nos conformamos con actuar en la redistribución, sin cambiar la distribución inicial (de trabajo e ingresos) realizada por el mercado.
En nuestra opinión, no debería haber tabúes. Debemos luchar contra las desigualdades por todos los medios posibles: mejorar el acceso de todos al conocimiento (desde los primeros años de vida, en todo el territorio y a lo largo de la vida … los tres constituyen grandes retos), luchar contra el reparto cada vez más desigual del trabajo (y por tanto contra el reparto cada vez más desigual de los ingresos que eso provoca), sin descuidar evidentemente la necesidad de una reforma fiscal real como propone Thomas Piketty, ni el debate sobre una renta de existencia3.
Es por el desempleo que las negociaciones sobre salarios y las condiciones de trabajo están tan desequilibradas en todos nuestros países (…) No habrá paz duradera ni estabilidad económica, sin justicia social
En Bruselas, el ministro de Economía quiere experimentar con la semana de 4 días. El número de mayo de 2016 de Alternatives Économiques publicó una convocatoria de 150 personalidades para relanzar el debate sobre la reducción de la jornada laboral. Empezó a circular el informe Romagnan, que finalmente elaboró, quince años después, una valoración serena de las 35 horas. A principios de 2016, durante el debate sobre la Ley del Trabajo, la discusión se reanudó tímidamente. Demasiado tímidamente.
Una pregunta absolutamente fundamental
Hemos demostrado en este libro que el desempleo no es solo una consecuencia de la crisis, sino que es una de sus causas fundamentales: es por el desempleo que las negociaciones sobre salarios y las condiciones de trabajo están tan desequilibradas en todos nuestros países. Por lo tanto, es debido al desempleo que la participación de los salarios ha disminuido drásticamente en los últimos treinta años, lo que ha llevado a un aumento considerable de las desigualdades y a la creciente dependencia de todos nuestros países de la deuda (deuda privada y luego deuda pública), que hoy empuja a los bancos centrales a continuar practicando políticas cada vez más peligrosas … Como dijeron los Jefes de Estado reunidos en 1944 en Filadelfia, no habrá paz duradera ni estabilidad económica, sin justicia social.
También hemos visto que, cualesquiera que sean las fallas de una globalización muy mal regulada, la deslocalización en sí explica solo una pequeña parte del desempleo: la mayor parte de la destrucción de puestos de trabajo y de la diferencia entre el crecimiento de la actividad y el crecimiento del empleo proviene de las colosales ganancias de productividad logradas en los últimos cuarenta años como resultado de una doble revolución, tecnológica e intelectual.
La «no reducción del tiempo de trabajo» (con un margen del 5%, la duración real de un trabajo a tiempo completo es casi la misma que hace cuarenta años, mientras que la productividad ha dado grandes pasos adelante) es, por tanto, la causa fundamental de la multicrisis que asola a nuestros países: crisis sociales, económicas y financieras que obviamente alimentan la crisis política.
Para luchar contra el desempleo, no existe una varita mágica, pero una reducción fuerte, bien financiada y negociada, del tiempo de trabajo es sin duda la palanca más poderosa para crear empleos masivamente y reequilibrar las negociaciones sobre salarios y sobre condiciones laborales.
¿Cómo hacer frente a esto?
¿Cómo relanzar el debate y la negociación? En Francia, este problema de las horas de trabajo es objeto de tensión nacional debido a la violencia del conflicto que siguió al anuncio de las leyes Aubry (1998 y 2000). Un furioso debate en el que la organización oficial de la patronal (Medef) y la derecha olvidaron por completo que ya teníamos más de tres millones de desempleados y el balance de las anteriores leyes de Robien (1996), mientras que la mayoría de los representantes de la izquierda pretendía ignorar las ambigüedades de la segunda ley que ellos mismos sostuvieron; estalló así una virtual guerra civil contra la idea de una ley de reducción de la jornada laboral.
Las mismas personas que encontraron perfectamente normal actuar por decreto o por ley para cambiar el horario de trabajo necesario para obtener una pensión completa, encontraron totalmente escandaloso e imperdonable actuar por ley sobre el horario de trabajo … para luchar contra el desempleo. ¡Entiendan esto!
Una parte de los empleadores franceses siempre ha sufrido un bloqueo irracional en la cuestión del tiempo de trabajo
¿Hemos hecho notar que, en la entrevista a Henry Ford citada al comienzo de este libro, en 1926, fue «un francés» quien adelantó el argumento de que, si reducimos el tiempo de trabajo de los obreros, empezarán a beber y ya no trabajarán correctamente? Una parte de los empleadores franceses siempre ha sufrido un bloqueo irracional en la cuestión del tiempo de trabajo. En 1936, cuando Francia era el único país que no daba vacaciones pagadas a sus empleados, algunos afirmaron: “Se van a ir a la playa y no volverán. En retrospectiva, podemos admitir que esta preocupación era infundada: los trabajadores aprendieron a nadar y regresaron en gran forma. Y el turismo se ha convertido en el primer sector de actividad de nuestro país mientras que hubiera quedado como un sector totalmente marginal si hubiéramos escuchado a todos aquellos que, durante un siglo, se han opuesto, en cada etapa, a cualquier reducción del tiempo de trabajo (RTT)… Sin tiempo libre, sin fines de semana y sin vacaciones, ¿quién tendría tiempo para el turismo?
¿Cómo hacer frente a esto? No debemos en modo alguno reavivar el conflicto, pero con más de 6 millones de ciudadanos registrados en Pôle Emploi4, no podemos aceptar que la solución más eficaz contra el desempleo siga siendo un tabú. La cuestión del método es obviamente fundamental. No repitamos los errores de los noventa: el patrón de los patronos, Jean Gandois, no era del todo hostil a la RTT ni siquiera a la posibilidad de una ley de escoba para acelerar el movimiento si era demasiado lento, y lo dijo con toda claridad. Pero no pudo soportar la ausencia de negociaciones sobre el contenido de leyes y decretos.
¿Cuál es el vínculo entre la ley y las negociaciones? No nos corresponde a nosotros decir esto hoy. Pero podemos inspirarnos en algunas experiencias exitosas como la del proyecto de formación profesional, liderado por Jacques Delors a principios de la década de 1970. Cuando Delors aceptó trabajar con Chaban-Delmas, no ocultó su ambición: construir un nuevo derecho y aprobar una ley que permitiera a todos los empleados formarse durante el tiempo trabajo, por cuenta de la empresa. El objetivo era muy claro pero su método descansaba en el diálogo: antes de redactar una única línea de la ley, Jacques Delors comenzó lanzando una gran negociación.
Y para que las negociaciones no partan de miedos a priori o infundados, dio voz a los pioneros: a las empresas que ya habían innovado e impartido formación costeada por la empresa y durante la jornada laboral. El testimonio de estos pioneros demostró que la ambición de Delors era realista, que el derecho a la formación no es una utopía de sesentayochistas retardados o de católicos de izquierda apartados de la realidad: es posible porque ya se hacía, en decenas de empresas de todos los tamaños y sectores. Es posible y rentable. Y es bueno para los empleados. El testimonio de los pioneros abrió la negociación. En unos meses, Delors obtuvo un acuerdo interprofesional muy ambicioso que luego se podría traducir en una ley para acelerar el movimiento y la financiación conjunta.
Para relanzar el debate sobre el tiempo de trabajo, ahora debemos romper con el jacobinismo de algunos de nuestros líderes y confiar en las experiencias sobre el terreno. […]
Relanzar la experimentación
La ley del Trabajo debe reescribirse por completo para permitir la experimentación de una RTT fuerte, como la ley de Robien en su época. También debe facilitar -e incluso establecer como norma general- la reducción defensiva del tiempo de trabajo: en lugar de favorecer los despidos de las empresas en crisis, es necesario promover la flexibilidad interna que consiste en reducir la jornada laboral (y los salarios), con una compensación financiada por Unédic5 y que el Estado mantenga el 95 o el 98% de los ingresos, inspirándose en el sistema canadiense de trabajo a tiempo adaptado y en el sistema alemán de Kurzarbeit que ha permitido a 1,5 millones de empleados alemanes reducir su jornada laboral en un 31% de media, manteniendo el 98% de sus ingresos.
¿Deberíamos recordarlo? Durante todos los años de crisis, Angela Merkel hizo todo lo posible para evitar despidos, adoptando el punto de vista contrario a Nicolas Sarkozy. «Trabajar menos para despedir menos»: este principio de sentido común ha permitido a Alemania ver aumentar su desempleo seis veces más lentamente que Francia entre 2008 y 2011. Permitir a todas las empresas reducir su tiempo de trabajo de forma rápida y sencilla en caso de dificultades en su cifra de negocios, debería ser la prioridad de la Ley del Trabajo para evitar un máximo de planes sociales; mientras que, por el contrario, el proyecto desarrollado por el gobierno pretendía facilitar los despidos y alentar a las empresas a hacer trabajar más a los empleados restantes.
Relanzar la experimentación también significa permitir que las empresas con buena salud experimenten con la semana de 4 días para crear puestos de trabajo. Después de haber leído el libro publicado en 2013 por Michel Rocard y Pierre Larrouturou en su propia editorial, el director gerente de Flammarion quiso reflexionar sobre las posibilidades de aplicar los 4 días. Fueron los autores quienes tuvieron que disuadirlo de hacerlo: la ley Robien ya no existe. ¡Hoy ya no es posible pasar a 4 días manteniendo los salarios!
Es difícil ver cómo François Hollande y el gobierno de Manuel Valls podrían oponerse a estas dos peticiones de sentido común; Debemos reescribir completamente la Ley del Trabajo con una enmienda “Kurzarbeit” para evitar despidos reduciendo las horas de trabajo, pero manteniendo el 98% de los ingresos y una enmienda “Robien” para relanzar las negociaciones de creación de empleo. Sería difícil entender por qué los socialistas franceses fueron más conservadores que la derecha alemana en 2009 o la alianza UMP-UDF en 1995 … Si pudiéramos, además, introducir disposiciones que permitieran a las empresas «tomar esa responsabilidad en serio»6 y avanzar hacia una verdadera co-determinación a la francesa, el último año del quinquenio no habría sido del todo inútil.
Más allá de estas experiencias, para preparar el movimiento más amplio posible, el gobierno debería constituir una comisión Boissonnat «veinte años después» (o Boissonat 2.0, que es más moderno), que se encargaría de enumerar todos los experimentos realizados en Francia contra el desempleo y la precariedad. En particular, sería responsable de hacer balance de los acuerdos negociados tanto con la ley Robien como con la primera ley Aubry. Vimos anteriormente que el CEO de Yprema está tan entusiasmado con la idea de la semana de 4 días que le gustaría financiar un estudio para hacer un balance de estos experimentos. Sería una buena política que el gobierno pidiera hacer balance de las cuatrocientas empresas que pasaron a 4 días con la ley Robien: enumerar todas las dificultades, pero también todas las soluciones inventadas en estas empresas, podría alimentar un debate fascinante. Más allá de estos experimentos, esta comisión se encargaría de proponer uno o más escenarios para avanzar hacia un movimiento lo más general posible.
¿Habrá una ley? Sin duda. Y tal vez incluso dos: una ley para relanzar experimentos si la nueva ley laboral, con las enmiendas de Kurzarbeit y Robien, no es suficiente para hacerlo, y una ley escoba.
«Es la Ley la que libera y la Libertad la que oprime»
«Entre el rico y el pobre, entre el poderoso y el débil, entre el amo y el sirviente, es la Libertad la que oprime y la Ley la que libera», afirmó Henri Lacordaire ya en 1848. La experiencia de las leyes sobre 35 horas no debe prohibirnos por siempre el uso de la ley: desde su Congreso en Montpellier en 1995, la CFDT ha pedido «una ley marco para pasar a las 32 horas» pero es necesario, en primer lugar, que el contenido de la ley se negocie; en segundo lugar, que la implementación también se negocie, rama por rama, empresa por empresa, servicio por servicio …
Un nuevo contrato social negociado a nivel nacional, para tener en cuenta a los millones de desempleados y personas precarias
El 1 de mayo de 2013, mientras debatía en Europa 1 con uno de nosotros, Benoît Roger-Vasselin, presidente de la Comisión de Empleo de Medef, comenzó por rechazar cualquier idea de una ley marco nacional: “Todo debe negociarse a nivel de empresa. Hemos sufrido demasiado por las medidas generales”, dijo al comienzo de la emisión. Pero, a medida que avanzaba el debate, reconoció que:
- Los desempleados no están en las mesas de negociaciones de las empresas.
- A nivel de empresa, la libertad de negociación está limitada por el miedo al desempleo (“Si no está contento, vaya y busque en otra parte”), o por la ausencia de una regla que también se aplique a los competidores (“Ya me gustaría, pero si los competidores no lo hacen, es imposible”).
- Todo lo relativo a la calidad de vida, al respeto de los ritmos de la vida familiar y social, sigue siendo muy difícil de tener en cuenta en las negociaciones de empresa.
Esto le llevó, al final del programa, a aceptar públicamente la idea de “un nuevo contrato social negociado a nivel nacional, para tener en cuenta a los millones de desempleados y personas precarias. Contrato social, cuya concreta ejecución se negociaría luego rama por rama y empresa por empresa”.
Centrarse en la inteligencia
El objetivo de este libro no es ofrecer soluciones llave en mano a todos los problemas que surgirán. Habrá muchos. Es evidente. La tarea será muy importante, como ya hemos dicho. Pero ¿quién no ve hacia qué problemas aún más graves y numerosos nos encaminamos si permitimos que se disparen el desempleo y la precariedad?
Nuestro objetivo sólo es lograr relanzar el debate: permitir que el mayor número posible de personas tenga toda la información para comprender hasta qué punto las políticas clásicas de «crecimiento y competitividad» están condenadas al fracaso y cómo la reducción del tiempo de trabajo es necesaria, indispensable y posible.
«La felicidad es una idea nueva en Europa», afirmó Saint-Just en 1794. También hoy, creer en la felicidad, seguir creyendo en el progreso social, es una idea nueva. ¡Es una idea nueva pensar que las ganancias de productividad, fruto de nuestra inteligencia, pueden ponerse al servicio del progreso social, para la felicidad del mayor número de personas!
Relanzar el debate, con calma, para conseguir reactivar una voluntad colectiva de progreso social. Una voluntad compartida, una decisión colectiva, eso es lo esencial.
O bien, nuestro país en su conjunto, se decidirá por un estallido de inteligencia y de compartir, y entonces todas las dificultades que surjan en la implementación, podrán solucionarse porque la mayoría de ciudadanos, empleados, desempleados y líderes empresariales, habrán entendido la importancia del proyecto y harán todo lo posible para poner aceite en las ruedas, o de nada sirve imaginar una nueva etapa de RTT: en el actual clima de crisis, una medida impuesta desde arriba sólo agravaría las tensiones y estaría condenada al fracaso.
Pero si logramos relanzar el debate, si logramos hacer de la semana de 4 días uno de los elementos clave de un nuevo Pacto Social; si, todos juntos, decidimos arremangarnos y apelar a la imaginación y creatividad de todos movilizados, ninguna dificultad podrá detener el movimiento.
La experiencia que ambos tenemos de debates públicos, incluso en redes de líderes empresariales que a menudo son a priori hostiles a la RTT, pero que después de dos o tres horas de discusión minuciosa y serena aceptan el principio, nos hace pensar que este proyecto no es tan utópico. La crisis ha movido las líneas y muchos entienden que es urgente inventar algo nuevo.
Si, al inicio del mandato, lo ponemos todo sobre la mesa (el daño que provoca el paro, los límites al crecimiento y la necesidad de negociar una división del trabajo diferente, más civilizada que la que imponen hoy las leyes del mercado), creemos que el país estará listo para iniciar este proyecto y decidir un nuevo contrato social.
¿Un nuevo contrato social aprobado por referéndum?
¿Por qué no debería someterse a referéndum un nuevo Contrato Social, que podría negociarse al inicio del mandato, si la izquierda finalmente llega al poder en 2017? Esto daría a las nuevas reglas del juego la estabilidad que a menudo carecen las reformas sociales en Francia y permitiría un debate fascinante. Además, si millones de franceses votan «sí» a un referéndum que abarque, entre otros temas, la semana de 4 días, se sentirán corresponsables de la correcta implementación de esta reforma a la hora de ensuciarse las manos para cambiar la organización del trabajo en su empresa, de desarrollar la polivalencia o de acoger a desempleados de vuelta al mundo laboral …
Una política de civilización es una política que permite a todos tener tiempo para vivir, tiempo para acceder a la cultura, el deporte, la ciudadanía…
«Dame una palanca y un punto de apoyo, y cambiaré el curso de los planetas», afirmó Arquímedes. Para cambiar el rumbo de nuestra sociedad, tenemos un punto de apoyo: la gravedad de la crisis (millones de parados y precarios, una economía que amenaza con colapsar …), que hace aspirar a millones de ciudadanos la necesidad de cambiar. Y tenemos una palanca: el cambio neto de todo el tiempo social (horario laboral, horario de formación, horario escolar, servicio civil …).
¿Civilización o barbarie?
En enero de 2008, Nicolas Sarkozy sorprendió a todos al anunciar sus deseos de una «política de civilización». Unas semanas más tarde, dicha ambición se olvidó por completo. Es una lástima porque, dada la gravedad de la situación tanto en Europa como en Asia, por supuesto que estamos tratando de cuestiones de civilización. La crisis de 1929 desembocó en la barbarie. ¿Quién puede estar seguro de que no verá renacer el caos en los próximos años?
En el librito de Edgar Morin que inspiró el discurso de Nicolas Sarkozy7, la política de civilización no es en absoluto una idea hueca: nuestro amigo Edgar propone soluciones muy concretas en términos de educación, política de la Unión Europea, regulación monetaria, y toma una posición muy clara a favor de reducir la jornada laboral a 30 horas semanales.
Una política de civilización no significa trabajos ocasionales de 10 o 12 horas a la semana. Requiere una reducción muy fuerte de la jornada laboral para salir de ese disparate que contempla cómo la productividad, fruto de nuestra inteligencia, provoca un paro masivo capaz de destruir, poco a poco, los cimientos mismos de nuestra sociedad.
Una política de civilización es una política que permite a todos tener tiempo para vivir, tiempo para acceder a la cultura, el deporte, la ciudadanía …
¿Reparto salvaje del trabajo decidido por el mercado o reparto civilizado decidido por referéndum y negociación? Depende de nosotros elegir
Si nuestros líderes ya no quieren oír hablar del tiempo de trabajo, si están paralizados por el miedo o bajo el poder de los grupos de presión, es nuestra responsabilidad actuar. Depende de nosotros actuar para acabar con la división del trabajo cada vez más desigual impuesta por el mercado. Depende de nosotros actuar para luchar contra el desánimo. Depende de nosotros liderar la batalla intelectual que permitirá hacer retroceder las pseudo-soluciones impuestas por cuarenta años de lavado de cerebro dictados por unos pocos lobbies neoliberales.
¿Reparto salvaje del trabajo decidido por el mercado o reparto civilizado decidido por referéndum y negociación? Depende de nosotros elegir.
Depende de nosotros actuar para crear una sociedad de pleno empleo y plena actividad. Una sociedad de equilibrio, innovación y convivencia. Una sociedad que redescubra el gusto por la celebración.
Está a nuestro alcance.
Traducción de Pere Jódar, Pasos a la Izquierda.
_______________
Pierre Larrouturou. Ingeniero agrónomo y diputado europeo.
Dominique Méda. Profesora de sociología en la Universidad de París-Dauphine-PSL, directora del Instituto de Investigación Interdisciplinar en Ciencias Sociales (IRISSO, UMR CNRS INRAE) y co-titular con Florence Jany-Catrice de la cátedra “trabajo ecológico, empleo y políticas sociales” en la Facultad de Estudios Globales (CEM). Extracto de las conclusiones del texto de Pierre Larrouturou y Dominique Méda (2016) Einstein avait raison. Il faut réduire le temps de travail. La semaine de quatre jours, c’est possible. Ivry-sur-Seine, Les éditions de l’atelier. Texto amablemente cedido por Dominique Mèda.
NOTAS
1.- Michel Barnier, Vers une mer inconnue, Paris, Hachette, 1994. [^]
2.- Philippe Askenazy, Tous rentiers! Pour une autre repartition des richesses, Paris, Odile Jacob, 2016. [^]
3.- NT: equivaldría a una renta social garantizada. [^]
4.- NT: el SEPE francés. [^]
5.- NT: Unédic (originalmente acrónimo de «unión interprofesional nacional para el empleo en la industria y el comercio» y marca registrada desde 2001) es una asociación responsable por delegación del servicio público de la gestión del seguro de desempleo en Francia, en cooperación con Pôle emploi. [^]
6.- Alain Supiot, Mireille Delmas-Marty (dir.), Prendre la responsabilité au sérieux, Paris, PUF, 2015. [^]
7.- Edgar Morin, Pour une politique de civilisation, Paris, Arléa, 2002. [^]