Por GUIDO VIALE
Migrantes. En la defensa de sus poderes e intereses, los señores de la globalización no han desplegado únicamente las armas, sino además las movilizaciones soberanistas, nacionalistas y fascistas. Pero, en la lucha desigual por la convivencia pacífica, migrantes y nativos tienen intereses coincidentes porque lo tienen todo por ganar en el combate contra el poder de quienes nos gobiernan.
En la marcha de los hondureños hacia los Estados Unidos es difícil no reconocer el Quarto stato de Pellizza da Volpedo; y no ver también, en ese presentarse desarmados y hambrientos en una frontera, la convicción de que la Tierra es de todos. Por tanto, no solo la desesperación, sino también la reivindicación del reparto de los bienes que los señores de la globalización roban a su país, forzándoles a abandonarlo.
Así como es difícil no reconocer en el ejército movilizado para impedirles la entrada en los Estados Unidos una reedición de los cañones con los que, a finales del siglo xix, el general Bava Beccaris dispersaba y diezmaba a los manifestantes que luchaban por el pan.
Entre aquellos que intentan entrar en las ciudadelas del bienestar (en gran parte a nuestras espaldas) y los poderes que se afanan para rechazarlos se ha abierto un conflicto social o, si queremos, una “lucha de clases” de alcance planetario
Tal es la versión americana de la guerra desencadenada contra los migrantes en el Mediterráneo para hacer que se ahoguen o rechazarlos hacia los campos de concentración libios; o de las barreras y de los rechazos en las fronteras terrestres; o de su expulsión de los centros de acogida negándoles toda forma de protección. En suma, entre aquellos que intentan entrar en las ciudadelas del bienestar (en gran parte a nuestras espaldas) y los poderes que se afanan para rechazarlos se ha abierto un conflicto social o, si queremos, una “lucha de clases” de alcance planetario, destinada a dominar el curso del siglo.
Un hecho que tiende a volver opaco un escenario tan claro es que, en la defensa de sus privilegios y sus poderes, los señores de la globalización han desplegado no solo armas y arsenales de toda clase, sino además la movilización soberanista, nacionalista, a veces fascista, pero en todo caso racista, de una parte creciente de sus súbditos directos: es decir nosotros, los nativos de los países que constituyen la meta del “asalto al cielo” de los migrantes. Los intereses de migrantes y nativos no son opuestos: ambos, en formas y en medidas diversas, están sometidos al yugo y a la explotación por parte de la gran finanza que domina el mundo. Pero, como ya sucedía en los tiempos del colonialismo y del imperialismo («última fase del capitalismo»; ¡ojalá!), nosotros, los “nativos”, somos el referente único de las tantas izquierdas que se pretenden enemigas de los poderes mundiales.
Para ellas los migrantes son solo un “engorro”, un problema marginal; y así se convierten en rehenes del capital al que fingen combatir.
Hoy el conflicto social que opone a los poderes que gobiernan toda la Tierra y a las gentes en marcha que reivindican la recuperación de la porción de tierra que poseían, es una lucha por la hegemonía sobre una “zona gris” que somos nosotros, los nativos. Este hecho explica cómo ha podido suceder que se movilicen, en ayuda de los poderes que dominan un mundo hoy globalizado, soberanismos, nacionalismos y fascismos que no son desde luego sus enemigos, sino al contrario su sostén más seguro, el único capaz de poner un freno eficaz a las reivindicaciones, pero sobre todo a los cuerpos y las vidas, de las gentes en marcha que reclaman compartir con nosotros los bienes que les han sido sustraídos.
En lo que se refiere a nosotros los nativos, esa hegemonía la hemos abandonado en manos del enemigo; y tanto más, cuanto más pensamos que para arrebatársela son suficientes proclamas y medidas que no se ajustan al contexto general del conflicto, porque consideran solo los pros y los contras inmediatos: el caramelo envenenado al que se encomienda la protección de la “nación” frente a ambos: el gran capital y los migrantes.
Cómo ha podido suceder que se movilicen, en ayuda de los poderes que dominan un mundo hoy globalizado, soberanismos, nacionalismos y fascismos
Hoy, en apoyo de los poderes que dominan el mundo se despliega una bandada de representantes suyos en casi todos los campos de la política, de las profesiones, de las academias, de las fuerzas represivas. Mientras que para la defensa de las razones y los cuerpos de las gentes que se agolpan en los confines de las ciudadelas de un bienestar hoy evanescente, no se alinea por ahora nadie más que un papa que predica cada vez más al viento, enredado como está en la maraña de intereses, vicios y corrupción de la organización que encabeza; y los miles de organizaciones de la solidaridad, que operan tanto en los confines del mar y de la tierra para salvar vidas, como en el ejercicio de una acogida que excluye el robo, o en procesos de inclusión social que son criminalizados por una persecución que no da tregua.
Es una lucha desigual, parecida a la de los albores del movimiento obrero, cuando un “vulgo” disperso y desorganizado chocaba con un aparato militar convertido, desde la guerra al enemigo exterior, a la guerra contra el enemigo interno. Pero es aquí donde se deciden la colocación y los compromisos inmediatos y futuros de cada cual: en el acto de dar voz a quienes no la tienen para concederles una hegemonía cultural y política sobre la zona gris que somos nosotros; en nombre de, pero cada vez más también junto a, los migrantes que hoy son la antítesis del estado de cosas presente.
Demostrar en la práctica que los intereses profundos de nativos y migrantes coinciden; que unos y otros lo tienen todo por ganar si consiguen minar el poder de quienes nos gobiernan. Todo ello – conviene recordarlo ─ en un trasfondo de cambios climáticos, desastres ambientales, guerras y convulsiones sociales que están en el origen tanto de la fuga de millones de personas de las tierras que habitaban desde siglos atrás, como del poder ejercido por un puñado de sátrapas indiferentes a los riesgos de devastación del planeta. Porque las principales víctimas de esta catástrofe de dimensiones planetarias son los pobres de la Tierra.
[Publicado originalmente en Il Manifesto, 20/11/2018. Traducción del italiano, Paco Rodríguez de Lecea]
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Guido Viale (1943). Sociólogo, economista y ensayista, fue uno de los líderes estudiantiles en el 68 y co-fundador de Lotta Continua. Entre sus obras recientes, Pruebas de un mundo diverso y Refundar Europa junto a prófugos y emigrantes.