Por CARLO FORMENTI
Comencemos afirmando que Podemos es hoy objeto de una violenta agresión por parte de todos los medios españoles, similar a las que en todos los países europeos se están ejecutando con el marchamo de la amenaza “populista”. Las comillas se imponen porque el término se está usando de forma indistinta: populistas son Evo Morales y Marine Le Pen, Rafael Correa y Grillo, Trump y Podemos. Un reduccionismo que no es fruto de la incapacidad de análisis político, al contrario, refleja la concisa polarización formulada hace algunas semanas por el director del Wall Street Journal. Este ha declarado que, de ahora en adelante, el enfrentamiento no será ya entre derecha e izquierda sino entre globalizadores y antiglobalizadores. Igual es la receta con la que enfrentarse a estos: construir grandes coaliciones entre liberales y socialdemócratas con vistas a bloquear su paso (coaliciones en las que tienden a situarse en una posición subordinada aquellos partidos de la izquierda “radical” que se dejan convencer por las elites liberales sobre la necesidad de hacer frente al peligro “fascista”).
En España, como explica el diputado de Podemos Manolo Monereo en un artículo en Cuarto Poder, esta campaña se ha convertido en histérica desde que Podemos decidió establecer una alianza electoral con Izquierda Unida antes que con el PSOE. Por ello, dado que la primera opción era apoyada por Pablo Iglesias y la segunda por Íñigo Errejón, y dado que las dos tesis se enfrentan de nuevo en la asamblea de Vistalegre, los medios están entrando a saco en el debate precongresual con la esperanza de conseguir romper el partido o, secundariamente, reforzar en su interior la corriente que encabeza Errejón. Pero vayamos a los documentos.
Los efectos devastadores del proyecto neoliberal han generado una creciente resistencia de los pueblos europeos (…) Y, en este contexto, han surgido movimientos de masas que reivindican democracia y soberanía populares, provocando de esta forma una auténtica crisis de régimen
El documento de Iglesias se inspira en consideraciones análogas a las de la fase histórica mundial: la globalización está entrando en una crisis donde poco a poco surgen nuevas resistencias y adversarios políticos; no solo los movimientos sociales sino también gobiernos guiados por fuerzas políticas soberanistas/progresistas que, sobre todo en América latina, tratan de volver a dotar de un papel estratégicoal Estado en materia de política económica y llevan a cabo programas de reformas radicales, a la vez que se está produciendo un reequilibrio geopolítico de relaciones de fuerzas debido a la emergencia de superpotencias viejas y nuevas, como Rusia y China. La crisis europea es parte integrante de tal contexto: los efectos devastadores del proyecto neoliberal (consagración del tratado de Maastricht a rango constitucional bajo hegemonía alemana, pérdida de la soberanía monetaria y consecuente desautorización de los gobiernos nacionales privados de poderes decisionales en temas estratégicos; ataque a los salarios y al estado social; recortes generalizados en el gasto público; sistema de medios “blindado” en apoyo del pensamiento único liberal, etc.) generan una creciente resistencia de los pueblos europeos. En España, el prolongado consenso sustentadoen sectores sociales que aspiraban a ser integrados en la clase media y gestionado alternativamente por democristianos y socialistas, se ha disuelto tras la explosión de la crisis global y la “cura” que la UE ha impuesto a España y que ha producido desindustrialización y desempleo. De esta forma han surgido movimientos de masas que reivindican democracia y soberanía populares, provocando de esta forma una auténtica crisis de régimen. En esta situación los medios de comunicación dominantes se han hecho garantes de la continuidad de las opciones políticas neoliberales, apoyando el surgimiento de una gran coalición liberal socialdemócrata inspirada en el modelo alemán.
El documento pasa después a reconstruir la breve historia de Podemos: nacido entre 2013 y 2014 a iniciativa de un grupo de militantes de diversas procedencias (movimientos estudiantiles, izquierda anticapitalista, excomunistas, movimiento de base, etc.) inspirados por el ejemplo del “giro a la izquierda” que habían realizado muchos países latinoamericanos a fin de construir experimentos populistas de izquierda, el partido ha lanzado un programa político que exigía un proceso constituyente basado en reformas radicales: reconquista de la soberanía popular que hiciera posible acometer una política económica redistributiva y de recuperación de los derechos sociales; reforma en sentido proporcional del sistema electoral, reforma de la justicia de cara a aumentar la autonomía de esta respecto del poder político; lucha contra el TTIP, lucha por la igualdad de género y por el reconocimiento del carácter plurinacional del estado español, etc. Programa que ha recogido un amplio consenso entre los sectores populares y en las clases media empobrecidas, permitiendo alcanzar importantes éxitos electorales.
Tras esto Iglesias reclama (y reivindica) el giro que ha visto cómo el partido se aliaba con la izquierda radical de Izquierda Unida y se enfrentaba al frente del bloque de poder liberal-socialdemócrata. Recuerda que tal giro maduró tras un intenso debate interno en el que la base rechazó la opción (defendida por Errejón) de un acuerdo con el PSOE, escogiendo al contrario la vía de una alternativa radical al sistema de poder. Esta línea, que Iglesia se presta a defender en la asamblea general [Vistalegre II], se basa en la hipótesis de que la crisis política y económica no se encamina hacia la normalización sino que al contrario está destinada a agudizarse posteriormente. La tarea de Podemos, por tanto, no es la de proponer un plan alternativo de gobierno sino más bien la de construir un nuevo proyecto de país, manteniendo firmemente unido un bloque social formado por sectores populares y clases medias.
Pablo Iglesias reclama (y reivindica) el giro que ha visto cómo el partido se aliaba con la izquierda radical de Izquierda Unida y se enfrentaba al frente del bloque de poder liberal-socialdemócrata
Para llevar a cabo este proyecto es necesaria una reforma de la organización del partido que, en la convulsa fase de crecimiento, se había centrado en la construcción de una máquina electoral favoreciendo la concentración del poder de decisión en manos de la cúpula. Ahora se trata de superar esta estructura vertical bien reforzando las estructuras de base que echan sus raíces en el territorio, bien promoviendo y acompañando el nacimiento de auténticas instituciones de democracia popular, una red de contrapoderes de modo que las victorias sean percibidas como victorias de un bloque social más que como victorias de Podemos. Finalmente, si se quiere construir un modelo alternativo de País, el programa de este partido de nuevo tipo —que debe representar un proyecto compartido de identidades políticas, sociales y territoriales diversas—está obligado a realizar un salto de cualidad que el documento identifica con objetivos ambiciosos: instituir un control democrático (mediante regulaciones públicas y/o nacionalizaciones) sobre sectores productivos estratégicos y en especial sobre el financiero, el energético y el de las comunicaciones; reindustrializar el país frente a su reducción como país preponderantemente turístico impuesta por la UE; esforzarse en alcanzar la soberanía alimentaria; ofrecer apoyo a la pequeña y mediana empresa, al cooperativismo y la economía social.
El documento de Errejón dedica menos espacio al análisis de la fase histórica, se concentra sobre todo en las relaciones de fuerza entre los partidos, en las alianzas y en las perspectivas electorales, dando relativamente poco peso a los factores socioeconómicos. En particular, se abordan los siguientes temas: 1) análisis de los errores de Podemos que, según Errejón, habrían frenado su ascenso electoral; 2) necesidad de transformar Podemos en una fuerza de gobierno; 3) reactivación, para esta finalidad, de la hipótesis de alianza con el PSOE (y crítica de la alianza con IU); 4) necesidad de reformar el partido, reduciendo el poder de la cúpula y “feminizándolo”; 5) desplazamiento del objetivo de construir un bloque social a favor del de “construir un pueblo” (a propósito de esto véaseel libro-diálogo entre Íñigo Errejón y Chantal Mouffe, Construir un pueblo, ed. Icaria), del que se prosigue la reformulación del conflicto social casi exclusivamente en términos de oposición arriba/abajo, pueblo/elite; 6) especial atención a las expectativas de seguridad y orden de las clases medias. Pero veamos en detalle el desarrollo de estos aspectos.
Para Errejón, Podemos encarna un ciclo de movilización que ha dividido la sociedad española entre la “gente común” y una casta privilegiada (se trata de la formulación “clásica” del fenómeno populista según las teorías de Ernesto Laclau). Por eso su vocación es la de construir una fuerza política de nuevo tipo (más allá de los dogmas de la izquierda tradicional) que persiga un cambio de poder a favor de las mayorías sociales (¡cambio de poder, no ruptura sistémica!).
El documento de Errejón se concentra, sobre todo, en las relaciones de fuerza entre los partidos, en las alianzas y en las perspectivas electorales, dando relativamente poco peso a los factores socioeconómicos (…) Para Errejón, Podemos encarna un ciclo de movilización que ha dividido la sociedad española entre la “gente común” y una casta privilegiada
Para superar la actual estructuraimpuesta de arriba abajo (objetivo en el que coincide con Pablo Iglesias, como hemos visto) Errejón propone una receta basada en principios “clásicos” de la democracia parlamentaria burguesa y de sus partidos: división de poderes, distribución de los cargos de acuerdo con criterios de “proporcionalidad” entre las corrientes internas (cuya existencia se da por descontado como garantía de funcionamiento democrático). Finalmente, “feminización” del partido para cumplir lo que en Italia definimos como el principio de las cuotas rosa1 (aspecto sobre el que volveré más adelante porque me parece relevante en relación con las diferentes perspectivas políticas entre las dos posturas).
En el asunto de las alianzas Errejón es fuertemente crítico con relación al acuerdo electoral con IU (a la cual achaca el frustrado crecimiento en la última convocatoria electoral), a la vez que lanza la hipótesis de la alianza con el PSOE, a pesar de la trágica crisis de este partido y al hecho de que la base había rechazado (ver el documento Iglesias) tal idea. Por un lado, sostiene que si se hubiera impuesto la relación con el PSOE de forma “laica” (implícita alusión a la hostilidad ideológica de la base de izquierda en relación con los socialistas) se habrían obtenido resultados más productivos de los que se hubieran producido con la línea de contraposición frontal adoptada. Aparte de que esta tesis da por descontada la posibilidad de forzar al PSOE a sumarse a una alianza de centroizquierda, es evidente que el resultado al que aquí se alude consiste en la posibilidad de que Podemos consiga finalmente convertirse en una fuerza de gobierno. Pero ¿a qué precio político? El documento, no por casualidad, sobrevuela sobre las políticas desarrolladas por el PSOE en el pasado, es decir, sobre la completa conversión al credo neoliberal. Quizás para no admitir que un acuerdo con el PSOE implicaría, mucho más probablemente, un deslizamiento de Podemos hacia el centro más que de los socialistas hacia la izquierda.
Sin embargo, Errejón confirma su propia convicción de que, a las fuerzas de las elites no se puede contraponer la izquierda sino “la mayoría heterogénea de quien está abajo”. Acerca de cuál sería la naturaleza de la mayoría heterogénea que tiene en cabezaErrejón nos ofrece un indicio con su repetida referencia a la necesidad de responder a las exigencias de certeza, orden y seguridad de la gente: el “pueblo” en cuestión está formado sobre todo por esas clases medias que esperan poder recuperar las posiciones de privilegio perdidas por la crisis, un pueblo al que no hay que asustar contrayendo imprudentes alianzas con las clases subalternas. En síntesis, podríamos decir que estamos ante un proyecto neo socialdemócrata según el cual Podemos se vería forzado a integrar, absorber y revitalizar un partido socialista deslegitimado tras haber entregado el país al saqueo del capital financiero global.
Se confrontan dos concepciones distintas del concepto de hegemonía: la primera inspirada en la idea de bloque social de Gramsci, la segunda en la idea de pueblo de Laclau
Como se ve, la alternativa planteada por los dos documentos es radical: por un lado tenemos la idea de que la crisis está destinada a agravarse y no demanda un simple cambio de política económica sino más bien un auténtico cambio de civilización; por otro, la idea de que es posible una “normalización” de la crisis a través de un cambio de gobierno y la adopción de medidas capaces de mitigar la dureza de la civilización neoliberal. Por un lado tenemos la concepción de un proceso constituyente gestionado por nuevas instituciones de contrapoder popular y por un partido capaz de guiar un bloque social de clases subordinadas y clases medias empobrecidas, y por el otro lado la convicción de que basta revitalizar las instituciones de la democracia representativa y refundar la socialdemocracia para devolver poder decisional al pueblo.
Podríamos también decir que se confrontan dos concepciones distintas del concepto de hegemonía: la primera inspirada en la idea de bloque social de Gramsci, la segunda en la idea de pueblo de Laclau —dos concepciones que nos llevan a dos modelos distintos de “socialismo del siglo XXI” (no se puede olvidar que tanto Iglesias como Errejón deben su propia formación política a la experiencia latinoamericana): por un extremo, el modelo de la revolución bolivariana de Morales y Linera, por otro el modelo de la Revolución Ciudadana de Rafael Correa (el que, para entendernos, gusta a Grillo: si ganase Errejón, Podemos se parecería al Movimiento 5 Estrellas mucho más que en la actualidad).
Finalmente, es significativa la diferencia de actitud de los dos documentos sobre el tema de la igualdad de género: ambos atribuyen importancia fundamental al objetivo pero en el documento de Errejón está en el centro, con referencias al mismo repetidas casi obsesivamente, y en las que se evoca en varias ocasiones el concepto de “feminización” (del partido, de las instituciones, del programa, etc.). La duda es que tanta insistencia sea explicable más que como homenaje a la ideología feminista como convergencia con la campaña global que el frente liberal está dirigiendo contra la amenaza populista, campaña en la que la ideología ‘políticamente correcta’, los derechos civiles e individuales y la exaltación de todas las diferencias se movilizan para impedir que la lucha por los derechos sociales vuelva a ocupar el centro de la escena.
La experiencia griega ha demostrado que el objetivo de reconquistar la soberanía popular en materia de democracia, bienestar y política económica no es compatible con la permanencia en la UE
Para concluir: es deseable que la heterogeneidad de los dos bloques sociales y de las dos culturas políticas que conviven hoy dentro de Podemos no provoque una ruptura que sería desastrosa para el movimiento antiliberal español pero, al menos desde el punto de vista de quien escribe, es no menos deseable que la unidad se mantenga bajo la hegemonía de la línea de Iglesias, a la que creo se le puede reprochar casi únicamente la evidente incoherencia en la cuestión de Europa: la experiencia griega ha demostrado que el objetivo de reconquistar la soberanía popular en materia de democracia, bienestar y política económica no es compatible con la permanencia en la UE, incompatibilidad que, hasta ahora, Pablo Iglesias ni siquiera ha tenido el valor de tenerlo en cuenta.
[Artículo publicado en la revista Micromega. La traducción es de Javier Aristu]
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Carlos Formenti (1947). Periodista y escritor italiano dedicado a temas políticos y sociales. Fue director del mensual Alfabeta y ha escrito en L’Europeo y otros periódicos. Autor de diversos libros sobre la nueva economía, redes sociales y el trabajo cognitivo.
1.- En España serían las cuotas de mujeres en puestos directivos de empresas u organismos públicos. [^]