Por MANUEL ALCARAZ RAMOS
La secesión de los ricos, de Antonio Ariño y Joan Romero, con prólogo de Josep Ramoneda (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2016)
En la presentación del libro, en un Paraninfo abarrotado de la Universitat de València, Antonio Ariño hizo una afirmación clave: en realidad sabemos muchas cosas –casi todo– de los pobres, pero muy poco de los ricos. Esta es una constatación esencial que planea e ilumina toda la reflexión de estas páginas. Porque ese escape a la opacidad, a una insensible zona de sombra, es la primera de las huidas, de las secesiones, que los aberrantemente ricos emprenden como extravagante forma de cosmopolitismo autoafirmativo, como paradójico nacionalismo sin fronteras. El territorio que habitan, por tierra, mar y aire, no admite más perímetro definitorio que el de su propia atribución: es su territorio, por más desmaterializado que se encuentre y por más girones de niebla que constituyan sus no-banderas. Todo ello es, a la vez, metáfora y condición de la reproducción de su poder; espejo y pantalla de una desigualdad tan creciente como tóxica.
A explicar esta trama es a lo que se dedican Romero y Ariño, que se convierten así, por si hubiera dudas, en dos de los principales intérpretes de la realidad social en España y, con este volumen, en Europa. Y si digo esto no lo hago llevado de una amistad que confieso ni de un magisterio que con justicia les atribuyo, sino porque esta indagación –tan horizontal como vertical por las llanuras del interés como por los valles de la ética- bebe de las fuentes de la convicción sólo hasta donde sirve como motivación para lo que ha supuesto cuatro años de duro trabajo. Pero a partir de ahí imponen las evidencias, la aportación pertinente de estudios, el trabado minucioso de las causas y los efectos. Los ricos escapan cada día a sus olimpos, pero los efectos de sus dinámicas permanecen. De hacer ese seguimiento, escrupuloso y complejo, es de lo que se trata. En este sentido, y si se me permite lo abrupto de la expresión, el libro se constituye como una enciclopedia de lo que hay que saber para no ser idiota. Porque reduce a lo comprensible lo confuso, a lo inteligible y practicable los contornos difusos de expolios y las ideologías de las trampas justificadoras. Y para hacerlo no precisa ni de la altisonancia ni de la reiteración de esas verdades autoevidentes que tanto contaminan los actuales debates públicos, tan sobrados de adjetivos como ayunos de sustantivos definitorios.
En el estudio, pues, hay mucho de la mejor sociología, y economía, general y aplicada a fenómenos como la educación o el medio ambiente. Y, queda dicho, la (des)igualdad es la gran melodía de sus páginas. El lugar de los episodios: es ahí donde acontece cada episodio de la globalización, con sus reservas de vencedores y de derrotados. Pero sin renunciar a esa perspectiva global, numerosos aparatados hacen estación en Europa, pues los autores se confiesan decididos europeístas, lo que no debe sorprender: cada día que pasa de crisis irresuelta encontramos una razón más para la pereza moral y mental de las élites europeas… y otra razón para entender que el despertador sólo podrá sonar aquí. Porque la Historia es contradicción y, como tal, su heraldo es la paradoja.
Una buena parte del texto, también, se dedica a una caracterización de los ricos españoles, esto es, a la estructura de la desigualdad en España, en parte coincidente con el esquema general, en parte con definidores propios, muy especialmente los derivados de las dificultades de la extensión y arraigo del Estado del bienestar. La desigualdad española se yergue como una de las partes esenciales de la cara oculta de la crisis, como uno de sus frutos naturalistas que puede esconder perfiles y tremendos efectos, bajo el manto ideológico neoliberal-modernizador tanto como bajo la pobreza emprendedora e intelectual de sus estructuras de liderazgo. Todo ello configura un panorama que incide en una gama de fenómenos característicos, que van desde la penetrabilidad de la corrupción a las dificultades para dibujar nuevas alternativas institucionales.
Al final el libro es un libro de política. Porque cuando descubres, al fin, la utopía apocalíptica al 1% esquivo en su riqueza, lo que se impone es hablar de política, escribir con bisturí de política. Precisando más defenderé que los autores salen en defensa del honor político, y no para defender el enésimo arbitrio, la más preclara ocurrencia, sino al vincular la inteligencia y el saber con las líneas por las que necesariamente deberá transitar toda reflexión y toda acción que pretenda cambiar este horizonte de hirientes desigualdades. El libro, por eso, acaba siendo clásico: radical sin necesidad de proclamarlo, sincero sin que sea menester prometerlo, establece relaciones conceptuales dinámicas entre los planos económicos, sociales, culturales e institucionales. Y por ello, contra lo que suele ser habitual en nuestros días, acarrea en su exposición dramática la punta más acerada de la esperanza, paciente y poco vociferante, pero, por ello mismo, penetrante: no es texto para la fe ni para el grito, sí lo es para la inteligencia y para la acción transformadora.
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Manuel Alcaraz Ramos (1958), es profesor de Derecho Constitucional en la universidad de Alicante. Fue diputado por IU del País Valenciano. Miembro de la coalición Compromís, actualmente es Conseller de Transparencia, Responsabilidad Social, Participación y Cooperación de la Generalidad Valenciana.