Por Richard Hyman
Philip Lorca diCorcia. Sergio and Totti, 1985
Queridos amigos y colegas
No es fácil responder a dos días en los que he sido el foco de una atención tan halagadora. He elegido para mi intervención en la clausura una presentación multimedia, mi primer intento absoluto en el género. Está claro que Hegel tenía razón cuando escribió que el búho de Minerva solo emprende el vuelo al anochecer.
[En este momento suena una interpretación (por un grupo desconocido) de “Bandiera rossa”. Accesible en: https://www.youtube.com/watch?v=z_Azs0PzQd8]1
Mi primer cometido es dar las gracias al British Journal of Industrial Relations por organizar esta conferencia, y específicamente a Carola Frege, Pat McGovern y Sylvia Roesch; y al personal de la oficina EROB por su eficacia para llevar a cabo un feliz desarrollo de las sesiones. A continuación, quiero daros las gracias asimismo a los que habéis aportado intervenciones escritas: la respuesta al llamamiento ha sido tan abrumadora que una conferencia de un día se extendió a dos, y aun así resultó por desgracia necesario excluir muchas aportaciones excelentes. En tercer lugar, gracias a los muchos otros amigos presentes en este acto. Gracias a todos.
Es obvio que esta ha sido una celebración, pero algunos de vosotros me habéis preguntado si no ha sido más bien algo parecido a la asistencia a mi propio funeral. Solo puedo responder que es demasiado pronto para juzgarlo. Sin embargo, no tengo intención de conformarme con esta amable despedida; creo incluso que es posible que los rumores sobre mi retiro hayan sido muy exagerados.
Soy poco propenso a creer en héroes, y tampoco en heroínas; pero si lo hiciera, Tom Mann figuraría muy arriba en mi lista. Incluso a aquellos de ustedes que vienen de otros países, les resultará probablemente familiar el nombre: un socialista, sindicalista e internacionalista, cuya carrera de agitador, organizador y líder se extendió a lo largo de seis decenios.
La imagen lo muestra en su celda en Australia hace justamente un siglo, en uno de sus numerosos períodos de prisión, cuando encabezó una lucha por la libertad de expresión en la ciudad de Melbourne. Uno de los dichos de Tom Mann citados con más frecuencia, es este: «Sabiendo lo que ahora sé, espero resultar cada vez más peligroso al paso de los años.» Ahora que he quedado libre de mi puesto de trabajo remunerado, espero poder decir lo mismo. Necesitamos cada vez más a los pensadores peligrosos. Les necesitamos por razones tanto intelectuales como políticas. Permitidme que empiece por referirme a las actuales condiciones materiales.
«Necesitamos cada vez más a los pensadores peligrosos. Les necesitamos por razones tanto intelectuales como políticas»
No va a ser necesario entrar en mucho detalle porque los horrores de las actuales circunstancias son muy obvios. Destacaré solo tres aspectos. Si examinamos los Estados del bienestar de la segunda mitad del siglo XX –en algunos países, incluso desde mucho tiempo antes–, el relativo pleno empleo y una muy activa negociación colectiva fueron conquistas importantes. Eran conquistas en algunos aspectos defectuosas y profundamente ambiguas, pero pese a todo constituyeron avances importantes a los que el movimiento de los trabajadores contribuyó de forma decisiva a través de sus luchas. En los dos últimos decenios, esos logros han sido objeto de un ataque sistemático por parte de un capital multinacional insurgente, y de los gobiernos neoliberales. La Unión Europea, que para muchos progresistas fue alguna vez un sueño, se ha vuelto una pesadilla. En esta conferencia hemos escuchado algo sobre las muchas promesas incumplidas de una ‘Europa social’, y sobre las sentencias del Tribunal Europeo de Justicia que suponen un golpe mortal para los sistemas nacionales de derechos laborales2. Se asigna una prioridad absoluta a la competencia sin restricciones y a las prerrogativas del capital. La idea de que la protección social mediante la integración en Europa podía ser una fuente importante de progreso, ha sido traicionada.
«En los dos últimos decenios, esos logros han sido objeto de un ataque sistemático por parte de un capital multinacional insurgente, y de los gobiernos neoliberales»
Desde luego, la crisis global actual demuestra el carácter antisocial inherente al liberalismo de mercado. La desregulación de los mercados financieros, y otros, no va dirigida a abolir la norma, sino a adoptar un juego de normas diferente: la ley de quienes tienen a su favor la riqueza y la fuerza. Hemos visto las respuestas de los ricos y poderosos que han sido los responsables de la devastación. Iba a decir que se han ido a llorar a los bancos, pero no lloran –de hecho, sus maniobras de extracción abusiva de rentas están ya en marcha de nuevo–, y los bancos han sido rescatados con nuestro dinero, hipotecando nuestro futuro y en particular los futuros de nuestros hijos y nuestros nietos.
Se ha producido una gama amplia de reacciones. Los italianos presentes reconocerán la pancarta: noi la crisi non la paghiamo! Está apareciendo ahora, traducida, en las manifestaciones de toda Europa. ‘¡No vamos a pagar vuestra crisis!’ Un bonito eslogan, pero la realidad puede ser bastante diferente. En gran medida todo depende de cómo responda la gente y de lo que haga. Hay sin duda mucha indignación en las calles –David Marsden se ha referido al tema en su presentación de hoy–, pero también hay una buena medida de fatalismo, desesperación y populismo de derechas. Ciertamente, en muchos países de Europa esa parece ser la reacción dominante. De modo que una pregunta clave es: ¿cómo podemos convertir la crisis, de una amenaza, en una oportunidad para respuestas constructivas y solidarias? Y al hacernos esa pregunta, estamos señalando la necesidad de una teoría de la práctica y una práctica de la teoría.
«¿cómo podemos convertir la crisis, de una amenaza, en una oportunidad para respuestas constructivas y solidarias?»
Todo ello conduce, por supuesto, al hombre de la barba (en este caso, a los dos hombres con barba). Hay dos maneras de abordar el marxismo. La fotografía muestra una de ellas: Marx convertido en monumento y el marxismo como religión oficial. A mi parecer, eso traiciona el carácter crítico y dialéctico que dio a los escritos de Marx y a los de la tradición marxista, toda su vida, su sentido y su resonancia.
Hay también una concepción alternativa del marxismo, que podemos formular de muchos modos diferentes. Una manera de expresarlo es hablar de una síntesis volátil de inteligencia y voluntad; que a menudo implica, como lo expresó Gramsci, el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. Es precisamente esta combinación, esta interacción, este mutuo apoyo y mutua información entre teoría y práctica, entre el análisis objetivo y la aspiración y la lucha, lo que da al marxismo su carácter definitorio. Algo que no puede reducirse a fórmulas sencillas ni a textos sagrados.
Wittgenstein, al final de su Tractatus, escribió: ‘wovon man nicht sprechen kann, darüber muß man schweigen’. La traducción más familiar lo expresa así, con cierta rudeza: ‘de lo que no se puede hablar, hay que callar’. De haberlo conocido Marx, creo que le hubiese dado la vuelta, como hizo con Hegel; y nosotros tenemos que dar la vuelta a Wittgenstein y ponerlo sobre sus pies. Así, cuando nos ocurra que no podamos hablar de algo, deberemos encontrar conceptos y nuevas teorías adecuadas para su comprensión.
Déjenme cambiar de tema otra vez. Hace tres cuartos de siglo, los nazis organizaron una quema masiva de los libros que desaprobaban. Nosotros vivimos en tiempos más civilizados. Ya no quemamos libros; simplemente los mantenemos aparte de las investigaciones sobre la medición del impacto social. He descubierto recientemente que los investigadores han encontrado una nueva medida, a la que han dado un nombre del cual creo que el Dr Goebbels se habría sentido orgulloso: el Eigenfaktor. No puedo asegurar haberlo entendido del todo, pero al parecer el Eigenfaktor demuestra científicamente que toda la enseñanza de las relaciones industriales3 es de segundo nivel. Resulta irónico que, durante una década y media, la mayoría de nosotros hemos echado pestes del Research Assessment Exercise, o RAE. Me temo que cuando sea operativo el Research Excellence Framework o REF, basado en esas mediciones, pensaremos en el RAE como en una especie de edad de oro.
Los nazis, como los estalinistas, tendieron a liquidar a los pensadores heterodoxos. Las universidades de negocios de hoy son más amables: se limitan a suprimir puestos de trabajo, reconfigurar programas y reestructurar departamentos. Pero el fondo de sus actuaciones sigue siendo lo que Paul Smith llamó, en Keele, limpieza disciplinaria. Hay un montón de limpieza disciplinaria en marcha, y forma parte de una tendencia más general a tomar como guía y referencia una ‘ciencia normal’, a expensas de una ciencia más amplia, más interesante y más imaginativa…, pero también más exigente y, tal vez, incluso amenazadora.
«Los nazis, como los estalinistas, tendieron a liquidar a los pensadores heterodoxos. Las universidades de negocios de hoy son más amables: se limitan a suprimir puestos de trabajo, reconfigurar programas y reestructurar departamentos. Pero el fondo de sus actuaciones sigue siendo lo que Paul Smith llamó, en Keele, limpieza disciplinaria»
Los intentos de normalizar la ciencia son particularmente inútiles en tiempos de crisis, cuando la ciencia normal se ha visto desacreditada en el campo de la investigación social. Pero todavía hay quienes creen en la posibilidad de un retorno a la rutina habitual, tanto en el mundo académico como en la economía y la sociedad, e insisten en que las viejas teorías y los viejos análisis siguen siendo adecuados solo con recitarlos en voz más alta y no hacer caso de las voces discrepantes.
Frente a las presiones tendentes a la normalización, es esencial insistir en que los académicos no somos ovejas. Y que tampoco es nuestro propósito conducir rebaños, ni ejercer de perros pastores. Muchos de vosotros habéis leído, y algunos habéis ayudado a escribir, el folleto de BUIRA (British Universities Industrial Relations Association) ‘¿Cuál es la clave de las relaciones industriales?’, que se publicará en julio en forma de libro. Nuestro campo de investigación está siendo atacado. Hemos de acudir en su defensa; pero no podemos defenderlo manteniéndonos a la defensiva. Mike Terry ha recordado hace un rato mi lección inaugural en Warwick hace más de veinte años, titulada ‘¿Por qué relaciones industriales?, y algunos de los temas que abordé entonces son hoy incluso más relevantes.
«Frente a las presiones tendentes a la normalización, es esencial insistir en que los académicos no somos ovejas. Y que tampoco es nuestro propósito conducir rebaños, ni ejercer de perros pastores»
¿Por qué relaciones industriales? A pesar de lo que suponen algunos posmodernos, el trabajo es (aún) importante; y la enseñanza de las relaciones industriales es esencial si queremos encontrar el sentido del mundo del trabajo, de la producción, del empleo. ¿Por qué es esencial? Lo primero de todo, es multidisciplinaria, y ninguna disciplina particular resulta adecuada para abarcar la complejidad del mundo del trabajo. Segundo, implica un análisis multinivel, porque el lugar de trabajo está inserto en estructuras y procesos locales, nacionales e internacionales. Tercero, designa un terreno que implica a múltiples participantes; la enseñanza de las relaciones industriales niega que una de las partes tenga el monopolio de la definición de los problemas, ya sean analíticos o de método. Cuarto, reconoce que nos movemos en un terreno de análisis y de práctica que incluye diferentes objetivos. John Budd3 en su libro los define como equidad, eficiencia y voz, y estos objetivos suelen estar en conflicto. Los especialistas en relaciones industriales insistimos, en consecuencia, en que todas las preguntas deben ser respondidas y todas las respuestas son problemáticas. Nuestro oficio no consiste en escribir libros de recetas.
«¿Por qué relaciones industriales? A pesar de lo que suponen algunos posmodernos, el trabajo es (aún) importante; y la enseñanza de las relaciones industriales es esencial si queremos encontrar el sentido del mundo del trabajo, de la producción, del empleo»
Cuando se introdujo la certificación de la calidad de la enseñanza, en los años ochenta, los equipos de los cursos teníamos que rellenar un largo y complicado cuestionario. Una de las preguntas que nos dio más problemas decía: ‘¿cuáles son las competencias transferibles que proporciona su programa?’ Eventualmente, uno de nosotros se dio cuenta de que la respuesta era cegadoramente obvia: enseñamos a los estudiantes a pensar por sí mismos. Pero enseñar a la gente a pensar por sí misma puede ser impopular. En efecto, algunos estudiantes, y también algunos patronos y políticos, e incluso algunos vicecancilleres, quieren suministrarnos respuestas preelaboradas a preguntas predefinidas. Subsiste aún la idea muy extendida de que a los empleados –incluidos los empleados altamente cualificados– no se les paga por pensar. Un buen número de quienes gestionan nuestras industrias y servicios, y también nuestras universidades, creen, con el Julio César de Shakespeare, que quienes piensan demasiado son peligrosos.
«enseñamos a los estudiantes a pensar por sí mismos. Pero enseñar a la gente a pensar por sí misma puede ser impopular»
La London School of Economics se rige por un lema orgulloso: rerum cognoscere causas, conocer las causas de las cosas. La LSE proclama que la ciencia social crítica, no la normal, es nuestra misión. La ciencia social crítica es un objetivo que es posible reseguir hasta la tradición de la Ilustración, que vio el conocimiento como un instrumento para la emancipación humana. En esa tradición –de la que Marx (aunque no todos sus seguidores) fue sin duda heredero–, la libertad y la razón estaban inseparablemente unidas. En los días oscuros en que vivimos, las ideas de ilustración y emancipación son vistas con frecuencia como peligrosas. Para algunos académicos, y no solo en lugares remotos, puede ser un riesgo reivindicarlas demasiado abiertamente. Pero a lo largo de los siglos, mujeres y hombres idealistas y de principios han estado dispuestos a poner su seguridad, su forma de vida, incluso su vida misma, en riesgo por la libertad y la razón. Afrontamos graves desafíos, pero son tales que podemos y debemos estar a la altura de ellos. ¡La lucha continúa!
«La ciencia social crítica es un objetivo que es posible reseguir hasta la tradición de la Ilustración, que vio el conocimiento como un instrumento para la emancipación humana»
[La sesión concluyó con una grabación de ‘¡El pueblo unido jamás será vencido!’ por Quilapayún. Accesible en: http://www.youtube.com/watch?v=_uCC-venMtU ]
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Richard Hyman es profesor emérito de Relaciones Industriales en la London School of Economics, y una de las figuras más destacadas en la investigación de las relaciones laborales británicas y europeas durante las últimas cuatro décadas. Ha escrito extensamente sobre cuestiones de relaciones laborales comparadas, negociación colectiva, sindicalismo, conflicto industrial y política del mercado laboral. Destacan entre sus publicaciones: Strikes (Palgrave, 1989); con Rebecca Gumbrell-McCormick Trade Unions in Western Europe: Hard Times, Hard Choices (Oxford University Press, 2013); en español Relaciones industriales. Una introducción marxista (Blume, 1981).
Traducción, Paco Rodríguez de Lecea
Notas
1. Presentado originalmente en la Conferencia del British Journal of Industrial Relations, mayo 2009, London School of Economics and Political Science. Versión inglesa accesible en: http://eprints.lse.ac.uk/40047/
2. Varias sentencias del TJUE de 2007-08 (casos Viking, Laval y Ruffert, principalmente), dieron su bendición a la retirada de toda limitación a la competencia, y al despliegue en la UE de un capital multinacional hegemónico frente al trabajo. El crac mundial que arrancó de la quiebra de la consultora Lehman Brothers obligó a reconsiderar esa tendencia, y el Tribunal ha sido posteriormente más cauteloso en sus decisiones. (N del T).
3. John Budd es un especialista en trabajo y relaciones industriales de la Universidad de Minnesota. Entre sus obras destaca: The Ethics of Human Resources and Industrial Relations, edited with J. Scoville, Labor and Employment Relations Association, 2005. Invisible Hands, Invisible Targets: Bringing Workplace Law and Public Policy into Focus, with S. Befort, Stanford University Press, 2009. The Thought of Work, Cornell University Press, 2011 [Traducida al español en: Tirant lo Blanch, 2014]
4. En España solemos hablar de relaciones laborales, que tiene un significado predominante jurídico. Me parece útil mantener el término “relaciones industriales” para subrayar el enfoque multidisciplinar que explica el profesor Hyman. (N del T)
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