Por Antonio Martín Artiles
Philip Lorca diCorcia. Fred, 1986
Introducción
Este año se cumple el centenario del asesinato del sindicalista Salvador Seguí, conocido como Noi del Sucre. Igualmente se cumple el centenario del Golpe de Estado del General Miguel Primo de Rivera. El periodo que va de 1917 a 1923 es hoy muy interesante para la novela negra. Empero, fue un periodo de prosperidad: las exportaciones de productos industriales, textiles, carbón, hierro y alimentos a los países en guerra contribuyeron a un rápido crecimiento económico. Aunque acompañado de una alta inflación con encarecimiento de los productos de primera necesidad y desigualdades sociales. Dicho crecimiento contribuyó a estimular el flujo migratorio del campo a la ciudad. Con ello apareció la formación de un nuevo proletariado industrial y una incipiente sociedad de masas. Ello acarrearía un nuevo fenómeno: la protesta social masiva, la “rebelión de las masas”, que dificultaba la gestión del orden social, como puso de relieve Ortega y Gasset.
Durante los años de la I Guerra Mundial el espionaje entre franceses, ingleses y alemanes se paseó y actuó en Barcelona y España. Fueron años trepidantes, de una vorágine de violencia, asesinatos de sindicalistas, patronos y policías. La reciente Revolución Rusa coadyuvó a la extensión de un clima revolucionario.
Otro ingrediente importante de esos años fueron la corrupción política mediante el caciquismo y la alternancia entre conservadores y liberales. Entonces corría el champan a raudales, fiestas, puros y prostitución de lujo que venía huyendo de una Europa en guerra. En la prensa había anuncios sorprendentes hoy, como la venta de cocaína en las farmacias y venta de pistolas Star y Browning, lo que refleja el clima de desmadre de la época retratado en las Memorias de Joan de Sagarra.
«Durante los años de la I Guerra Mundial el espionaje entre franceses, ingleses y alemanes se paseó y actuó en Barcelona y España. Fueron años trepidantes, de una vorágine de violencia, asesinatos de sindicalistas, patronos y policías. La reciente Revolución Rusa coadyuvó a la extensión de un clima revolucionario»
Los bandos en la guerra europea tenían sus respectivos apoyos en la opinión pública española. Liberales, progresistas y socialistas tenían posiciones aliadófilas. Por el contrario, conservadores y carlistas eran germanófilos. El espionaje de ambos bandos en guerra financiaba a la prensa simpatizante. Incluso, periódicos anarquistas como Tierra y Libertad, Solidaridad Obrera, Rebeldía y Acción Anarquista fueron financiados por la embajada alemana. El espionaje alemán estaba interesado en la promoción de huelgas con la finalidad de detener el suministro de recursos a los aliados. Eso no significa que la causa obrera careciera de razón. De hecho, la percepción de injusticia había venido creciendo por los bajos salarios, la galopante inflación y la carencia de derechos sociales. Pero el espionaje también contribuyó a la crispación política en España. Por aquí anduvieron famosos espías como Mata-Hari, Wilhelm Canaris, El Barón Von Roland y el Barón Konning, entre otros. La violencia utilizada por el espionaje contribuyó a caldear el ambiente laboral, como lo demuestran diversos hechos: asesinatos de industriales que fabricaban armas para Francia; hundimiento de 65 barcos mercantiles españoles por parte de submarinos alemanes -con información suministrada por policías corruptos con obscura colaboración de algunos militares- y el desembarco clandestino de explosivos para realizar atentados (Calleja y Aubert 2014).
En suma, fue un periodo que se ha prestado posteriormente para la novela negra, como La Verdad sobre el caso Savolta (Eduardo Mendoza) y Apóstoles y asesinos (Soler 2014), entre otras. La literatura también le ha dedicado atención, como Joan de Sagarra con Vida Privada y también en sus Memorias o bien Josep Pla en Cuaderno Gris. Igualmente, el cine ha dedicado algunas obras, como es la reciente La sombra de la ley. Sin embargo, hay un cierto riesgo de banalización de dicho ciclo al considerarlo meramente por su violencia truculenta. Por ello, paso en el siguiente epígrafe a citar esos principales hechos violentos para pasar a continuación a realizar una mirada crítica más allá de los hechos. Y, finalmente, apunto algunas conclusiones.
Un ciclo violento
Uno de los aspectos más llamativos es la espiral de violencia desatada mediante amenazas, coacciones y atentados armados para convencer a la contraparte de las “bondades” que supondría llegar a “un acuerdo negociado”. Muchos de los conflictos laborales utilizaron este método por ambas partes (véase tabla 1). Para ser más precisos, por los grupos de acción del sindicalismo revolucionario y algunos sectores de la patronal, como la Federación Patronal de Cataluña y la Confederación Patronal Española. El recurso al pistolerismo anarquista lo relata muy bien Joan García Oliver (2021), que entonces -con apenas 18 años- participaba activamente en los “grupos de acción” como militante clandestino y definía a su grupo Los Solidarios como los “¡¡reyes de las pistolas!! Los mejores terroristas de la clase trabajadora”1. [Ironías de la vida, años después, llegaría a ser ministro de Justicia en el Gobierno de Largo Caballero (1936-1937)].
A principios de octubre de 1917 se produce el asesinato del empresario Joan Tapia porque había despedido a trabajadores afiliados a la CNT2. Ese mismo año se había producido el hundimiento del barco español Joaquín Mumbrú, realizado por submarinos alemanes con información facilitada por el jefe de policía Manuel Bravo Portillo. Otro hecho singular de 1917 fue la Huelga General Revolucionaria realizada entre el 2 y 8 de agosto, impulsada por la UGT y el PSOE y apoyada en algunos sitios por la CNT. Dicha huelga aspiraba a emular a la revolución soviética. Entonces se hablaba de la figura de Francisco Largo Caballero como el nuevo Lenin español. Pero fracasó. La huelga dejó un saldo de 32 muertos entre Barcelona, Sabadell y Tarrasa. En España hubo 80 muertos y 150 heridos. Para postres dejó el ejército en la calle, con lo que indirectamente se contribuyó a la militarización del orden público.
El año siguiente, 1918, comienza con una nota de protesta por el precio del bacalao colgada por una mujer (Amalia Alegre) en la puerta de una tienda. La nota se hace viral y miles de mujeres pasan a protestar por la carestía de la vida en Barcelona. La inflación había casi duplicado el precio de los alimentos. La “huelga de subsistencia” duró unas seis semanas, hubo disparos, heridas y asalto al gobierno civil. El ejército ocupó el famoso mercado de la Boqueria y se declaró el Estado de Guerra en la ciudad de Barcelona.
Este mismo año tiene lugar el sonado asesinato de Josep Barret y Moner, Gerente de Industrias Mecánicas Consolidadas que fabricaba espoletas de bombas para el ejercito francés. El atentado fue obra del espionaje alemán (Subirats 1971), con ayuda de algún cenetista (Calleja, Aubert, 2014). Este es el año del nacimiento del grupo de acción Los Solidarios, formado por Durruti, Ascaso y García Oliver, que amenazaban a empresarios, atracaban bancos y practicaban la “gimnasia revolucionaria”. Este mismo año se produce el escándalo por la denuncia de Solidaridad Obrera sobre el espionaje realizado por Bravo Portillo para los alemanes. Otro resonado caso de espionaje fue realizado por Ramón Regalado, capitán del puerto de Palamós, descubierto por su amante, una espía francesa (Madam Drue) que se alojaba en el costoso Hotel Colón. Ligado con ello muere en extrañas circunstancias un tal Royo San Martin, amigo y colaborador de Portillo (Pich, Fiol 2019), con lo cual se corta la línea de investigación sobre espionaje que habían iniciado las autoridades españolas. La denuncia de espionaje coincide con el Congreso de Sants de la CNT. Dicho congreso fue importante para la CNT porque dejó el sindicalismo organizado por oficios y dio paso a los Sindicatos Únicos. O sea, federaciones verticales. Ello es resultado de la introducción del taylorismo, la destrucción de los oficios y de sus sindicatos. Este cambio indica también modernización del sindicalismo.
En el otoño de ese mismo año se realiza un sabotaje a una fábrica situada en el barrio de Gracia que produce para Francia, en el cual muere un obrero y en diciembre también ocurre otro asesinato de un contramaestre de una fábrica de pianos. El 11 de noviembre acaba la Primera Guerra Mundial. La consecuencia inmediata es que se acaba la fiesta de las exportaciones española y catalana a los países en guerra. La economía entra en crisis y con ello aumenta el malestar social.
A inicios de 1919 aparece la “Banda Negra”, formada por el ex-comisario Bravo Portillo, apoyada por los generales Manuel Tourne Esbry y Milans del Bosch, el Somatén, el Sindicato Libre y por un sector de la patronal catalana. En febrero estalla la Huelga de la Canadiense, que se prolongará durante 44 días, dejará a oscuras y parada Barcelona. A pesar de pasar muchos días Barcelona a oscuras, el periódico La Vanguardia no da noticia de la huelga, lo que refleja el miedo de la burguesía frente a un movimiento obrero insurreccional. Las autoridades tomaron medidas represivas que acabaron con miles de “piojosos” detenidos en el Castillo de Montjuic. En abril, en el transcurso de las negociaciones impulsadas por el nuevo gobierno de Romanones se accedió a la instauración de la Jornada Laboral de 8 horas, siendo entonces habitual trabajar entre 10 y 12 horas diarias y en el comercio hasta 16 horas (Rey 1992). Este es un hito histórico para el movimiento obrero. Pero también la reducción del tiempo de trabajo se vio obstaculizada por la resistencia de buena parte del empresariado. En este año de 1919 prosiguieron los asesinatos como un juego entre acción y reacción entre las partes implicadas. Ejemplo de ello es el asesinato del sindicalista Pau Sabater, que fue significativo porque generó una gran manifestación de duelo. La respuesta inmediata fue la liquidación de Manuel Bravo Portillo, que a su vez generó otra importante manifestación de duelo en el otro bando. La política se brutaliza cada vez más, como se muestra en la tabla 2.
Fuente: Albert Balcells, «Violencia y terrorismo en la lucha de clases en Barcelona de 1913 a 1923», Estudios de historia social, 42-43 (1987).
1920 comenzó con un cierre patronal y un atentado contra el dirigente empresarial Félix Graupera, lo que desencadenó una dura represión sobre el sindicalismo y la declaración de Estado de Guerra en Barcelona. Los “asesinatos sociales” aumentaron: una bomba en el Café-Concierto Pompeya dejó tres muertos. Les siguieron los asesinatos de guardias civiles y de otros sindicalistas. Muy significativo fue entonces el asesinato del abogado laboralista Francesc Layret, amigo de Lluís Companys y de Salvador Seguí. Este año se endureció la represión con la entrada del General Severiano Martínez Anido en el Gobierno Civil y el General Miguel Arlegui en la policía. El empresariado y la burguesía catalana pedían mano dura y la sustitución del anterior gobernador civil por el temor al auge revolucionario de los “piojosos” anarco-bolcheviques. En 1921 aumentó la espiral de violencia. Los asesinatos se sucedieron entre sindicalistas, empresarios y policías. Las autoridades policiales pasaron a aplicar un grado más de represión: la “ley de fugas”. Los sindicalistas fueron detenidos, puestos en libertad y asesinados por “huir”. La réplica de un grupo de acción, muy aventurero, de la CNT fue el asesinato del presidente del Gobierno Eduardo Dato. Este año también ocurrió el desastre del Annual. España estaba embarcada en una guerra colonial en el norte de Marruecos, con 100 mil soldados destacados allí.
1922 fue otro año violento, aunque menos que el anterior. Pero la inestabilidad política continuaba con la sucesión de gobiernos de breve duración. En octubre fue asesinado Jaume Rubinat, primo de Seguí. El sindicalista leonés, afincado en Barcelona, Ángel Pestaña sufrió un atentado en Manresa. Pestaña, herido, fue internado en el hospital. Pero los pistoleros se quedaron esperando días en la puerta para rematarlo. El escándalo por la felonía chulesca de los pistoleros de la patronal llegó al Parlamento: lo denunció el socialista Indalecio Prieto, que influyó en la intervención del jefe del gobierno Sánchez Guerra. Ambos lograron proteger al mencionado sindicalista. Otro escándalo empañó el aciago año: el expediente Picasso denunció la corrupción en la administración del ejército en Marruecos. En el Parlamento se pidieron responsabilidades al Rey Alfonso XIII. La situación política parecía insostenible.
En 1923 se acentuaron los rumores de Golpe de Estado -“un cirujano de hierro”, como pedía Joaquín Costa – (Quiroga 2021). Empero, los asesinatos volvieron a aumentar. El más significativo fue el del líder sindical Salvador Seguí, que cae junto a su amigo Francesc Comas (Paronas) en el mes de marzo. Ambos eran pintores de brocha gorda y muy jóvenes. Ambos venían de pintar el piso de Lluís Companys. El Noi del Sucre apenas tenía 35 años, era un brillante orador y partidario del sindicalismo moderado y gradualista.
En palabras de Joan García Oliver (2021:115), con los dos asesinatos “se desató una tormenta en las calles de Barcelona, Manresa, Valencia, León y Zaragoza”. El 13 de septiembre el General Primo de Rivera da el Golpe de Estado, con apoyo de la burguesía catalana y sus élites políticas. La Federación Patronal Catalana calificó ese día como “memorable para la historia de España”. Además, expresó en un extenso informe presentado al general una demanda de dar marcha atrás en política social. El “cirujano de hierro” se proponía una supuesta política regeneracionista.
Una lectura crítica
Hablar meramente de “pistolerismo” entraña el riesgo de limitar la lectura a la crónica periodística y pensar en un tipo de entretenimiento de novela negra o bien en series de televisión como “Peaky Blinders”y “Babylon Berlin”, entre otras. El periodo de violencia social de 1917-1923 exige una mirada analítica que trascienda los hechos. Por consiguiente, a mi modo de ver, quiero hacer cinco observaciones:
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Crisis del orden político de la Restauración
La primera observación es que la violencia se enmarca en un contexto de crisis del orden político. El orden político de la Restauración Borbónica (1876-1923) estaba agotado por el caciquismo y la alternancia entre conservadores y liberales. Un sistema corrupto que impidió la modernización de las instituciones. El crecimiento económico derivado de la IGM había propiciado el auge de una burguesía catalana, una parte de la cual aspiraba a influir en la modernización de España, como se refleja en la presión de la Lliga Regionalista para formar un gobierno de concentración con García Prieto a la cabeza. Pero la oligarquía agraria española frenó el proceso de modernización. Ésta a duras penas aceptó la participación del catalanismo político en la gobernabilidad de España, aunque Cambó y otros miembros de la Lliga Regionalista lograron participar en distintos gobiernos de la época.
Hay que añadir que en términos de desarrollo económico apenas se aprovechó la oportunidad para modernizar el tejido industrial, muchos de los grandes recursos captados con las exportaciones se dilapidaron. Sólo la burguesía industrial vasca logró modernizar la industria siderúrgica (Tuñón de Lara 1978).
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Militarización del orden político
La segunda observación es que el orden político estaba amenazado por un movimiento obrero todavía incipiente, pero movilizado e influido por el anarquismo revolucionario y animado con emular a la revolución rusa. La incipiente burguesía, poco ilustrada, también tuvo miedo al “intervencionismo del Estado”, lo que frenó posibles políticas reformistas, como el reconocimiento de los derechos laborales, el contrato de trabajo y la negociación colectiva. Además, el miedo de la burguesía a la insurrección de la clase trabajadora le llevó a dar soporte a la represión del sindicalismo, a apoyar la violencia del Sindicalismo Libre, el Somatén y las bandas parapoliciales. Para la represión también se utilizó al ejército, dada la debilidad de las fuerzas policiales y de la Guardia Civil, que estaban infradotadas. El resultado de la utilización del ejército, entre 1917 y 1923, fue muy pernicioso porque se “militarizó el orden político”. La influencia del ejército en la vida política fue en aumento hasta la dictadura de Primo de Rivera y continuó en la guerra civil.
La influencia de los militares en la vida política se vio reforzado por dos hechos. Primero por su presencia colonial en Marruecos, a pesar del desastre de Annual y la corrupción de la administración militar. El caos era tan grande que el propio Miguel Primo de Rivera llegó a proponer el abandono de Marruecos mediante una permuta con el Reino Unido de Gibraltar por Ceuta y demás tierras africanas si ello fuese preciso“ (Quiroga 20221:512). Y, segundo, por el protagonismo de las “Juntas de Defensa” (una especie de sindicatos de militares de infantería), que reclamaba ascensos de categoría igual que los militares de carrera. Las Juntas llegaron a obtener el apoyo de Alfonso XIII y la interlocución con algunos gobiernos. Eso le dio también alas al ejército para intervenir en la vida política.
«El resultado de la utilización del ejército, entre 1917 y 1923, fue muy pernicioso porque se “militarizó el orden político”. La influencia del ejército en la vida política fue en aumento hasta la dictadura de Primo de Rivera y continuó en la guerra civil»
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Bases del derecho social
La tercera observación es que en este periodo se ponen las bases del incipiente derecho social, en el cual destacan particularmente dos medidas. Una es la jornada de 8 horas, a pesar del rechazo de una parte importante del empresariado. Y otra es el Retiro Obrero, que nace como un Seguro para los trabajadores industriales y después (1921) se extiende a los trabajadores agrarios. Con ello se trataba de lograr la pacificación social.
Este hecho es significativo porque supone pasar de un concepto de beneficencia asistencial a un seguro obligatorio para la protección de la vejez (Calvo Manzano 2019). Además, se intentan introducir otros derechos como el contrato de trabajo y el de negociación. En definitiva, el derecho del trabajo sustituirá a la relación mercantil de arrendamiento de servicios del Código Civil de 1889 (Montoya Melgar 1992). En otros términos, los derechos sociales avanzaron con la intención de apaciguar el conflicto social. Hoy sabemos que el conflicto y el derecho colectivo siempre han ido de la mano.
«Este hecho es significativo porque supone pasar de un concepto de beneficencia asistencial a un seguro obligatorio para la protección de la vejez»
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Prolegómenos del Corporativismo proto-fascista
La cuarta observación es el papel que jugó una parte de la burguesía catalana en su intento de influir en la marcha de España. Francesc Cambó contribuyó a salvar la monarquía con la participación en diferentes gobiernos desde noviembre de 1917. En este periodo hay nada menos que dieciocho gobiernos de breve duración, lo que refleja la fragilidad política del sistema de la Restauración Borbónica.
Igualmente hay que recordar que Cambó dio su apoyo a la dictadura de Primo de Rivera, lo cual fue saludado efusivamente por La Vanguardia para salvar el orden político e impulsar el corporativismo autoritario. Mussolini había llegado en 1922 a la presidencia del Gobierno en Italia, después de la marcha de las camisas negras en Roma. Una parte de la burguesía catalana y española había tomado nota de las enseñanzas del fascismo italiano: el encuadramiento de masas para preservar el orden político. Elocuencia de ello es que un exmiembro de la Lliga, Eduardo Aunós, fue el ideólogo del corporativismo español y lo puso en marcha durante la Dictadura de Primo de Rivera y continuó jugando un papel importante en la dictadura franquista.
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La fatalidad de la “propaganda por el hecho” y anti-partidismo
La quinta observación es que la violencia de los grupos de acción de ciertos sectores de la CNT contribuyó a socavar las posibles vías de reformas sociales acordadas. Estos grupos violentos debilitaron la posición de los sindicalistas que apostaba por una vía gradualista y negociada (Seguí, Pestaña, Peiró y otros). En la CNT concurrían tres corrientes ideológicas con estrategias distintas: el sindicalismo revolucionario impulsado por los grupos de acción; el anarcosindicalismo de orientación gradualista y el marxismo (este último finalmente se escindió). En este periodo se impusieron las tesis radicales de los grupos de acción: los pistoleros de la “propaganda por los hechos y la gimnasia revolucionaria”. El sindicalismo revolucionario, inspirado en George Sorel, era partidario de utilizar la violencia para alcanzar sus objetivos.
El objetivo anarcosindicalista para el futuro era conseguir el socialismo autogestionario y anti-estatalista a partir de la autonomía sindical (Monereo 2022). Para derribar el entramado del capitalismo sería necesaria la adquisición de conciencia de clase de los trabajadores, lo que chocaba con la concepción marxista-leninista que otorgaba al partido el papel de vanguardia y guía del proletariado. Para los anarquistas, el sindicalismo revolucionario podría llegar a construir un nuevo orden que desplazaría el papel del Estado centralizado, el sistema de partidos y la democracia parlamentaria. Esta posición anti-partidos adoptada por la CNT difería de la estrategia gradualista de la UGT y de la alianza entre sindicato y partido (PSOE). En definitiva, el anti-partidismo bloqueó las posibilidades para impulsar una estrategia reformista y gradualista acordada con empresarios y gobierno (AAVV 2022).
«En este periodo se impusieron las tesis radicales de los grupos de acción: los pistoleros de la “propaganda por los hechos y la gimnasia revolucionaria”. El sindicalismo revolucionario, inspirado en George Sorel, era partidario de utilizar la violencia para alcanzar sus objetivos»
Algunas conclusiones
En suma, este ciclo violento no se puede quedar meramente en el relato novelesco del pistolerismo. Históricamente es algo más profundo: 1º) Pone de relieve el fracaso de la Restauración Borbónica y de la alternancia bipartidista entre conservadores y liberales. 2º) En añadidura se pone de manifiesto la emergencia de nuevas élites burguesas regionales en Cataluña y País Vasco que pugnaban por reflejar la pluralidad territorial y política en el parlamento. 3º) Este ciclo convulso revela también un estado de la lucha de clases, un clima prerrevolucionario, así como las dificultades de reconocimiento y legitimación de los sindicatos. Además de las dificultades de modernización institucional para canalizar el conflicto social a través de reglas de procedimiento. Y, sobre todo, pone de relieve el retraso en el reconocimiento de los derechos sociales.
Bibliografía
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Calvo-Manzano, Marcos. “La implantación del Retiro Obrero en el campo español: dificultades y resistencias durante su etapa de gestación (1917-1921)”. Espino, Francisco M. y Calvo-Manzano, Marcos. La problemática de la tierra en España durante la historia contemporánea. Sevilla: Ediciones Egregius, 2019
Calleja, Eduardo; Aubert, Paul. Nido de Espías. Madrid: Alianza Editorial, 2014
García Oliver, Joan. El eco de los pasos. Barcelona: Virus 2021, primera edición 1978 por Ruedo Ibérico
Gobierno de España. Historia Electoral, https://www.historiaelectoral.com/e1900g.html
Monereo Pérez, José L. “El sindicalismo y sus instrumentos de acción colectiva en la concepción de Georges Sorel. Un estudio crítico”. Lex Social, Revista De Derechos Sociales 12 (2), 1-65, 2022, https://doi.org/10.46661/lexsocial.7369
Montoya Melgar, Alfredo. Derecho del Trabajo. Madrid: Tecnos, 1992
Quiroga, Alejandro: Miguel Primo de Rivera. Barcelona. Editorial Planeta, 2022
Pich, Josep; Martínez Fiol, David. “Manuel Brabo Portillo. Policía, espía y pistolero (1876-1919)”. Vínculos de Historia, núm. 8, pp. 387-408. 2019
Rey, Fernando. Propietarios y patronos. Tesis Doctoral. Ministerio de Trabajo, 1992
Soler, Antonio. Apóstoles y asesinos. Galaxia Gutenberg, 2014
Tuñón de Lara, Manuel. La España del siglo XX (I). La quiebra de una forma de Estado (1898-1931. Barcelona: Ediciones Laia, 1978
Subirats, Ventura: “La verdadera personalidad del Barón Koening”. Cuadernos de Historia Económica, nº 5, pp.103-118, 1971
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Antonio Martín Artiles. Catedrático Emérito. Miembro del Institut d´Estudis del Treball y del Centre d´Estudis Quit, Universitat Autònoma Barcelona.
- Véase Chris Ealham, “García Oliver, las paradojas de un anarquista en el poder”21/8/2022. El Critic.cat/perfils. Véase también el libro de García Oliver El eco de los pasos.
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La Veu de Catalunya, 7 y 8 octubre 1917.
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